Feijóo se acerca a la ultraderecha y alaba la política migratoria de Meloni: "La política migratoria en Italia funciona y en mi país no"
Alberto Núñez Feijóo se reunía el 19 de septiembre con la primera ministra Giorgia Meloni en el Palazzo Chigi, sede del Gobierno italiano, en Roma. La audiencia, pensada para acercar posturas con un partido que según el político español no parece “homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa”, tal y como declaró en mayo en un acto en Barcelona, culminó con elogios a la gestión migratoria del país vecino. La visita de Feijóo sucedió la misma semana en la que la Fiscalía italiana pide cárcel para el vicepresidente del Gobierno de Meloni, Matteo Salvini, por bloquear el desembarco de Open Arms tras un rescate y dejarlos durante 20 días agonizando en el mar en 2019.
Hace pocos días se conoció en el barómetro de septiembre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que un tercio de los españoles colocaba la inmigración como primera preocupación nacional. En la siguiente pregunta del mismo estudio, al inquirir por el problema que más afectara personalmente a la persona encuestada, la inmigración retrocedía varios puestos por detrás de materias económicas y la crisis de vivienda. Sólo un 13’7% se ve afectado personalmente por la inmigración, pero el 30% de la muestra lo consideró el asunto más preocupante en España, por encima del paro, la violencia de género o la sanidad. La encuesta del CIS confirma cómo la preocupación por la cuestión migratoria ha sido deliberada y progresivamente cultivada por las fuerzas conservadoras políticas, y mediáticas, que ven en ella su principal caballo de batalla electoral.
En otras palabras, trasladar los muros y los golpes para que las muertes no sucedan en playas españolas, retener a las personas entre las amenazas de las que huyen y los peligros del desierto y a quienes consigan llegar superando guerras, dunas y mares, devolverlos en caliente. “Es, por tanto, una política migratoria firme, solidaria y rigurosa” resumía Feijóo
El PP ha sabido capitalizar políticamente la crispación que, junto con VOX y una ristra de medios de comunicación afines, han creado en torno a la inmigración ilegal. Feijóo y el presidente canario Fernando Clavijo se reunieron el martes 10 de septiembre para firmar el ‘Plan de Acción contra el Descontrol Migratorio’, que el líder de los populares se comprometió a plantear al Ejecutivo central. Entre las medidas que persigue el acuerdo encontramos algunas como la declaración de la emergencia migratoria nacional, el aumento de los medios policiales en las fronteras, despliegue de efectivos españoles en los países de tránsito y de origen o el aumento de la capacidad de tramitación de expedientes de retorno. En otras palabras, trasladar los muros y los golpes para que las muertes no sucedan en playas españolas, retener a las personas entre las amenazas de las que huyen y los peligros del desierto y a quienes consigan llegar superando guerras, dunas y mares, devolverlos en caliente. “Es, por tanto, una política migratoria firme, solidaria y rigurosa” resumía Feijóo.
“En el último año las llegadas (de migrantes irregulares a Italia) han disminuido un 60% y en mi país han aumentado un 60%”, declaraba Feijóo tras la audiencia, y sentenciaba con rotundidad: "la política migratoria en Italia funciona y en mi país no"
El acercamiento con Meloni servía así al PP para una doble función. En primer lugar, atraía la atención sobre este plan de acción que presentará próximamente al Gobierno. En segundo, lograba posicionarse como principal adalid de la defensa fronteriza aprovechando la actual debilidad de VOX, cuyos militantes están en desbandada, a la vez que presentaba a la otrora ultraderechista Meloni como una alianza aceptable, e incluso deseable, para su electorado: “En el último año las llegadas (de migrantes irregulares a Italia) han disminuido un 60% y en mi país han aumentado un 60%”, declaraba Feijóo tras la audiencia, y sentenciaba con rotundidad: "la política migratoria en Italia funciona y en mi país no".
La ultraderechista italiana se está convirtiendo en una especie de Bukele a la europea. Portadora de un modelo que nadie se atreve a elogiar con la voz en alto debido a sus métodos, pero cuyos resultados todo el mundo celebra
Para Feijóo, la política migratoria italiana “funciona”. Esquivó con eufemismos toda cuestión sobre derechos y dignidad y se limitó a describir el control de fronteras como algo técnico, que se puede ejecutar bien o mal: “(la inmigración) no es un asunto ideológico, es un asunto de Estado”, aclaraba. Y se justificaba en esta supuesta neutralidad de su postura argumentando que también el nuevo primer ministro británico laborista, Keir Starmer, se reunió recientemente con Meloni para estudiar su modelo. Este hecho nos demuestra que la ultraderechista italiana se está convirtiendo en una especie de Bukele a la europea. Portadora de un modelo que nadie se atreve a elogiar con la voz en alto debido a sus métodos, pero cuyos resultados todo el mundo celebra. Sin embargo, al igual que en el caso salvadoreño, las cifras presumidas podrían ser cantos de sirena.
Hasta ahora la política de fronteras italiana se ha resumido en trasladar el problema a lugares donde no se vea. Aunque Feijóo evitó preguntarle por el tema, Meloni ha empleado la construcción de centros en Albania, que no está obligada por la política de inmigración europea, para trasladar y devolver en caliente a quienes son rescatados en el mar por la flota italiana. También ha colaborado con autoridades y organizaciones en los países de origen para que controlen el tráfico migratorio y ha emprendido una persecución a base de multas y retenciones de embarcaciones contra las ONG’s dedicadas a rescates en el Mediterráneo. El fundador de Open Arms, Oscar Camps, describía así la situación para TVE: “Se están financiando a países de dudosa solvencia democrática para que apliquen la fuerza en campos de detención completamente ilegales, donde se vulneran derechos humanos, donde se viola, se tortura, se esclaviza”. Y añadía una crítica a la política de fronteras de Meloni, la cual calificaba de no tener “ningún sentido”: “Los flujos migratorios varían año a año, hoy salen de Senegal-Mauritania y mañana, cuando las milicias libias se gasten el dinero, volverán a salir de allí y cuando crean que no es suficiente el dinero que reciben de Meloni volverán a dejar salir las embarcaciones hasta que renegocien condiciones”.
Pese a todo, el líder del primer partido de la oposición de nuestro país pide al gobierno aprender de este modelo que “funciona”, dejando claro que los marcos ideológicos de la derecha europea se desplazan cada vez más cerca de lo que antaño despreciaron como “extremo”, bajo el miedo de desaparecer en la irrelevancia por los mismos miedos que ellos mismos introdujeron en sus votantes.