La pulsión de muerte de la derecha española
La pulsión de muerte, según Sigmund Freud, es la búsqueda de un estado de “tranquilidad psíquica” previa a la vida misma. Thanatos, en contraposición al Eros o pulsión de vida, empuja para volver a un estado inorgánico en el que se anulan las tensiones de la existencia. Esta teoría fue ideada por Freud al calor del primer gran conflicto de nuestra era: la Primera Guerra Mundial. ¿Qué hace a las personas o sociedades abrazar la pulsión de muerte? Esto se lo dejamos a los psicoanalistas. Pero lo que resulta interesante es ver sus consecuencias en el terreno social y político.
Según apunta el filósofo Amador Fernández-Savater, la “tranquilidad psíquica” a la que se refiere Freud en su definición de la pulsión de muerte, se expresa en el terreno político como una suerte de nostalgia de orden. Una vuelta a las certezas y a una normalidad perdida, muchas veces impostada, o cuanto menos falseada: la patria cuando sólo había una identidad nacional, la raza cuando no había extranjeros, la masculinidad antes de que los debates sobre género y sexo confundieran todo, el mundo del trabajo antes de la emancipación de la mujer, la familia cuando la familia nuclear era el modelo hegemónico, el catolicismo cuando era una religión de Estado o la monarquía cuando el Rey acumulaba todo el poder...
Tal y como señala la teoría freudiana, hacia afuera, esa pulsión de muerte, esa búsqueda de un orden primigenio, se expresa a través de la violencia y la destrucción de todo aquello que perturbe ese orden. Y eso es precisamente lo que estamos viendo las últimas semanas. Para impedir la formación de un gobierno que pudiera poner en peligro algunas de sus certezas, la derecha y ultraderecha están desatando una ola de violencia que amenaza con llevarse por delante algunas de las instituciones de la democracia representativa e incluso de la monarquía parlamentaria. El problema es que, en esa espiral destructiva, la derecha se está disparando al pie. Está actuando como un ciego con una pistola. La derecha está siguiendo una estrategia de tierra quemada, atacando las propias bases sobre las que asienta su poder: la monarquía, las fuerzas de seguridad, o la judicatura. Pero vayamos punto por punto.
Hace unos días, Vox presentó una querella ante el Tribunal Supremo contra Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. Acusaban a ambos de los delitos de cohecho, encubrimiento o colaboración con el terrorismo, usurpación de funciones del Poder Judicial y negociaciones prohibidas a funcionarios públicos. La querella se dirigía también contra sus respectivos partidos, PSOE y Junts. Además, Vox solicitaba al Tribunal Supremo la suspensión del debate de investidura de hoy como medida cautelarísima.
El principal peligro de la presentación de esta querella, como se argumenta desde el editorial de Diario Red es el vaciamiento de legitimidad que se está haciendo del máximo órgano jurisdiccional español. El simple planteamiento de que el Tribunal Supremo pueda intervenir para evitar la transferencia del poder desde la soberanía popular al Ejecutivo y paralizar la investidura deslegitima al órgano. Si la suspensión de la investidura hubiera prosperado, habría quedado probado a ojos de todo el mundo el sesgo conservador del TS y su papel como correa de transmisión de la derecha institucional. Finalmente, el Tribunal Supremo ha rechazado la petición de suspensión cautelarísima de Vox y ha dejado en manos del juez admitir o no la querella, pero el mensaje sigue siendo el mismo: que es posible desplazar la voluntad popular, o al menos intentarlo, utilizando al máximo órgano de la judicatura. Con este movimiento, la derecha está tirando piedras sobre su propio tejado, deslegitimando un órgano sobre el que, en la práctica, tienen una gran influencia ideológica. La pulsión de muerte de la derecha llevándose en su espiral autodestructiva a la judicatura por delante.
El PP se ha sumado a esta cruzada de Vox por devaluar las instituciones democráticas, asegurando que estamos “a las puertas de una dictadura”, denunciando el cuestionamiento del Estado de Derecho que supone la ley de amnistía y pidiendo ayuda a la Unión Europea ante el deterioro de la democracia española, a la que ha comparado con Hungría y Polonia. Una postura muy grave en tanto en cuanto que pone en cuestión la legitimidad de las urnas y la democracia parlamentaria. Además, dificulta mucho que el PP pueda hacer una oposición democrática en el parlamento y dan gasolina a las protestas ultras en las calles.
Precisamente en esas protestas, hemos visto cómo la derecha ha acabado cuestionando la labor de otro de los pilares sobre los que se ha asentado históricamente su poder: las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. En las concentraciones de los últimos días, los manifestantes se han enfrentado a los policías y antidisturbios llamándoles “traidores”, “piolines” o directamente “hijos de puta” por reprimir con gases lacrimógenos y cargas a los ultras que estaban en las calles. PP y Vox tuvieron que hacer malabares para no desautorizar a los manifestantes y al mismo tiempo no chocar frontalmente contra las fuerzas de seguridad. La solución fue hablar de órdenes ilegales del Gobierno de Sánchez y hacer un llamamiento a la policía a desobedecerlas. La pulsión de muerte de la derecha llevándola a enfrentarse, discursivamente, pero también en el cuerpo a cuerpo, con uno de sus pilares dentro del aparato del Estado: las fuerzas de seguridad.
Para terminar, quería recordar que toda esta pulsión de muerte y la estrategia de tierra quemada de la derecha comenzó desde el mismo momento en el que se iniciaron las negociaciones de investidura. Y el primer objetivo a batir fue nada más y nada menos que el Rey. Felipe VI fue acusado de traición por las bases de la derecha y la ultraderecha cuando designó a Pedro Sánchez como candidato a la investidura después del fracaso de la candidatura de Alberto Núñez Feijóo. Entonces, buena parte de la derecha política y mediática, instaló la idea de que la responsabilidad de elegir al candidato a ser investido recaía en el rey y no, como indica la Constitución, en manos de la presidenta del Congreso. “Felpudo VI” se convirtió en tendencia en twitter entre las cuentas de la extrema derecha. Sacrificar a la monarquía para salvar, al menos a corto plazo, a la derecha.
La judicatura, la policía, la monarquía… veremos qué más se lleva la derecha por delante en esta espiral autodestructiva que está iniciando por su propia supervivencia.
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