El PP de Ceuta invita al delincuente conocido como 'pequeño Nicolás' a un evento para hablar de modelo de Ciudad
El Gobierno del PP, decidido a convertir Ceuta en la “Andorra del sur”, organizó un evento para influencers, entre los que se encontraba el Pequeño Nicolás, “encantado” con las ventajas fiscales de la Ciudad Autónoma
Ceuta se encuentra en un proceso de transición hacia un nuevo modelo económico. Al menos, eso es lo que sostiene el presidente Vivas en, prácticamente, cada una de sus intervenciones públicas, siempre barnizadas con referencias pomposas a ese futuro “verde, azul y tecnológico”. De lo primero y lo segundo nadie sabe nada. De lo tercero (lo “tecnológico”), sí. Para el gobierno del Partido Popular, el mundo digital constituye un eje estratégico fundamental. Prueba de ello es su “apuesta” por el juego online.
El brexit abrió la ventana de oportunidad para que Ceuta se lanzara a vender sus “atractivos fiscales” a las empresas del ramo que comenzaban a abandonar Gibraltar. Y lo hizo con notable éxito. Actualmente, más de la mitad de estas compañías generadoras de ludopatía y destructoras de barrios obreros operan desde la Ciudad Autónoma. A los empresarios, como es obvio, les sale a cuenta. Al Estado, desde luego, no. Al empleo de Ceuta, tampoco. Y es que hay que señalar que, por un lado, la bonificación del 50% a la tasa del juego (principal ventaja fiscal ideada por el ministro Montoro en 2018) es un privilegio desmedido que costean todos los ciudadanos y ciudadanas del país; por otro, que la justificación (que, al menos, la mitad de cada plantilla resida en la ciudad) de tan brutal despilfarro no se cumple en la práctica al tratarse de un sector que, por su propia naturaleza, permite que la mayoría de su fuerza laboral pueda realizar su tarea desde cualquier punto geográfico. En definitiva, el negocio del juego online, es, consideraciones morales aparte, un verdadero agujero para las arcas públicas que, además, ni siquiera redunda en beneficio de los y las ceutíes. Así las cosas, no es extraño que nadie haya querido decir cuánto se ha dejado de recaudar tras seis años de existencia de tan arriesgada bonificación, dato de fácil alcance para el Ministerio de Hacienda.
Pero no todo lo tecnológico se reduce al juego ni a las apuestas. Convertir Ceuta en la “Andorra del sur”, finalidad (prácticamente declarada) del PP, también abarca, cómo no, a los creadores de contenido digital, gremio en el que no resulta complicado encontrar a sujetos ávidos de laxitud en lo que a imposiciones tributarias se refiere. El evento Ceuta Influye reunió a casi una veintena (más agentes y representantes) de youtubers e influencers que, durante tres días, fueron agasajados y tratados a cuerpo de rey por las autoridades locales a costa del erario público. El más conocido de todos ellos era, con mucha diferencia, el Pequeño Nicolás. Aquel conseguidor ahora reciclado en supuesto consultor se comprometió públicamente a trasladar a sus amigos empresarios las bondades de la perla del Mediterráneo, dado que dice haber quedado encantado con este, en realidad, desconocido rincón de España. Sobre todo, claro, con lo de pagar menos. Cuestión distinta es que al pueblo de Ceuta le convenga quedar asociado a la imagen de quien saltó a la fama por hacer de la mendacidad su forma de vida.
Parece ingenuo pensar que tanto el Pequeño Nicolás como el resto de invitados a estas jornadas que culminaron con una fiesta en un exclusivo beach club de Marbella fueron seleccionados por casualidad o sin tener en cuenta el tipo de sociedad que promueven a través de los valores que personifican. Frivolidad, narcisismo, culto a la imagen y amor desatado por el enriquecimiento personal son los elementos que dan forma a la cultura individualista que vertebró el evento organizado por el Gobierno del PP en colaboración con la Cámara de Comercio y la Confederación de Empresarios.
Si bien es cierto que Ceuta está necesitada de sinergias que, partiendo de las limitaciones propias del enclave, sean capaces de generar actividad económica, no es menos cierto que la vía de la “competitividad fiscal a toda costa” asumida por la derecha se antoja, cuando menos y por razones evidentes, discutible. No únicamente por su manifiesta ineficacia, sino, fundamentalmente, porque sienta precedentes muy nocivos que socaban los principios solidarios y redistributivos de cualquier democracia social. Una cosa es valorar la particularidad de un territorio concreto; otra muy distinta legitimar, de facto, la existencia de paraísos fiscales. Con “acontecimientos” como el Ceuta Influye se contribuye de manera consciente a lo segundo. Por suerte, y a juzgar por lo expresado en redes sociales, la desaprobación ciudadana ha sido la respuesta general. Muy pocos ven razonable que con sus impuestos haya que pagarle las copas al Pequeño Nicolás. Parece sensato.