Inmigración

La trampa de la migración circular

Los migrantes circulares, al no permanecer largos períodos en el país de destino, a menudo no tienen la oportunidad de integrarse plenamente en la sociedad local
Foto: RTVE
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No hace tanto tiempo, jornaleros españoles cruzaban la frontera hacia el sur de Francia en busca de trabajo temporal durante la temporada de vendimia. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, lo que encontraban era una realidad muy diferente a la prometida: condiciones laborales precarias, jornadas extenuantes, y una vida al margen de los derechos laborales que los trabajadores franceses sí disfrutaban. Vivían en campamentos improvisados, con poco acceso a servicios básicos, y sin posibilidad de reclamar sus derechos, dado su estatus de trabajadores temporales. Este fenómeno no es una excepción ni una reliquia del pasado; más bien, es un espejo en el que podemos observar las dinámicas que subyacen a la llamada “migración circular” que con tanta pasión nos intentan vender desde el Gobierno.

La migración circular es, en esencia, un arreglo en el que los trabajadores migrantes se desplazan temporalmente de un país a otro para cumplir con una necesidad laboral específica, con la promesa de retornar a sus países de origen una vez concluido su contrato. Aunque sobre el papel parece una solución beneficiosa para todas las partes involucradas, la realidad es mucho más compleja y, en muchos casos, perjudicial para los propios migrantes.

El concepto ha sido vendido por la Unión Europea y el Gobierno español como una “solución triple ganadora”: hay un supuesto beneficio para los países de destino al proporcionarles mano de obra barata, para los países de origen al recibir remesas, y para los migrantes que deberían ganar un mejor salario y experiencia laboral. Sin embargo, este modelo oculta varias trampas. En primer lugar, al igual que los jornaleros españoles de antaño, los migrantes circulares de hoy se encuentran en una situación extremadamente vulnerable. A menudo trabajando en sectores informales, estos trabajadores, por su condición de temporales, no pueden arraigarse ni organizarse para luchar por mejores condiciones, quedando así a merced de los empleadores.

Como señala la periodista Nuria Alabaola migración circular es un eufemismo que disfraza una explotación laboral sin precedentes. Los migrantes circulares son trabajadores que pueden ser utilizados sin los costes asociados a la vida social y laboral a largo plazo: no se invierte en su educación, no se les ofrece acceso a la seguridad social, y no hay planes de pensiones para ellos. En esencia, se convierten en una mano de obra desechable, sin derechos políticos ni laborales. Como en las monarquías del Golfo Pérsico, donde los trabajadores migrantes son expulsados cuando ya no son necesarios, la migración circular se utiliza para cubrir demandas laborales sin ningún compromiso con el bienestar de los trabajadores.

No es positivo

Los migrantes circulares, que alternan entre su país de origen y su país de destino, enfrentan una alta exposición a las fluctuaciones en las políticas migratorias de estos últimos. Estas políticas pueden cambiar abruptamente, alterando de manera significativa su capacidad para continuar con los ciclos de migración establecidos. Este dinamismo legislativo genera un entorno de incertidumbre que complica la planificación a largo plazo, tanto para los migrantes como para sus familias. Adicionalmente, eventos disruptivos como crisis económicas o pandemias pueden interrumpir los flujos migratorios, exacerbando la vulnerabilidad de los migrantes, quienes se ven atrapados en una situación precaria tanto en el país en el que trabajan temporalmente como en el de su residencia habitual.

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Si los migrantes enfrentan dificultades para trabajar en el extranjero debido a cambios en las políticas migratorias o crisis económicas, el impacto negativo en la economía local puede ser catastrófico

La dependencia económica de las comunidades de origen y la desigualdad también pueden tener consecuencias. Las comunidades de origen a menudo se vuelven dependientes de las remesas enviadas por los migrantes, lo que puede hacer que su economía local sea vulnerable a las crisis externas. Si los migrantes enfrentan dificultades para trabajar en el extranjero debido a cambios en las políticas migratorias o crisis económicas, el impacto negativo en la economía local puede ser catastrófico.

Otro problema es la fuga de cerebros temporal, que representa un desafío significativo para el desarrollo local de los países de origen de los migrantes circulares. Aunque eventualmente regresan a sus comunidades de origen, durante su ausencia, estas comunidades sufren una pérdida temporal de talento y mano de obra cualificada. Esta carencia puede limitar el crecimiento y la innovación en el entorno local. Además, al volver, muchos migrantes enfrentan problemas para reintegrarse eficazmente en la economía y la sociedad de su país de origen. A menudo, las habilidades adquiridas en el extranjero no se ajustan a las demandas locales, lo que puede resultar en frustración y en el desaprovechamiento de valiosos recursos humanos.

No mejora la convivencia

La falta de integración social es otra de las consecuencias significativas. Los migrantes circulares, al no permanecer largos períodos en el país de destino, a menudo no tienen la oportunidad de integrarse plenamente en la sociedad local. Esta situación, al contrario de lo que se pretende, puede resultar en la formación de comunidades aisladas y en una deficiencia en la cohesión social. Además, la presencia, aunque temporal de estos migrantes, seguiría generando tensiones en las comunidades receptoras, que seguirán percibiendolos, quizás más si cabe, como competidores por empleos y recursos. Este fenómeno seguiría alimentando las actitudes xenófobas y discriminatorias, ya que no sirve para abordar el problema del racismo impregnado en una sociedad, que tenía actitudes discriminatorias anteriores a la llegada significativa de personas migrantes.

El impacto psicológico y familiar en los migrantes circulares es profundo y multifacético. Estos individuos enfrentan un ciclo continuo de adaptación y readaptación a diferentes culturas y entornos, lo que a menudo provoca estrés, ansiedad y problemas de salud mental

También nos olvidamos del factor humano y las consecuencias psicológicas para estas personas. El impacto psicológico y familiar en los migrantes circulares es profundo y multifacético. Estos individuos enfrentan un ciclo continuo de adaptación y readaptación a diferentes culturas y entornos, lo que a menudo provoca estrés, ansiedad y problemas de salud mental. El constante distanciamiento de la familia y la comunidad genera sentimientos de aislamiento y desarraigo, exacerbando su malestar emocional.

Además, la idea de que la migración circular podría resolver los problemas estructurales de migración es una falacia. Mientras existan conflictos armados, muchos de ellos alimentados por intereses occidentales, y la pobreza extrema en diversas regiones del mundo, las personas seguirán buscando formas de emigrar, independientemente de las barreras legales o físicas que se les impongan. La migración circular no aborda las causas profundas que empujan a las personas a emigrar, sino que simplemente crea un mecanismo para aprovecharse de su necesidad.

La migración circular no es la solución humanitaria que se nos presenta, sino un mecanismo sofisticado de explotación que beneficia a los países ricos a expensas de los derechos y la dignidad de los trabajadores migrantes. Mientras no se aborden las causas estructurales de la migración, cualquier intento de regularla con modelos como la migración circular, sólo perpetúan la explotación y la injusticia.