Claudia Sheinbaum y Morena, favoritísimos en las elecciones mexicanas de junio del 2024
México elegirá en 2024 su próximo sexenio presidencial. La continuidad o no de la Cuarta Transformación encabezada hasta el momento por el presidente Andrés Manuel López Obrador será el clivaje principal. Las encuestas son, por el momento, contundentes y coincidentes: Morena ganará las elecciones, Claudia Sheinbaum será la próxima presidenta de México y la Cuarta Transformación marcará los designios de México hasta 2030. La intención de voto registrada durante los últimos meses oscila entre un 45% y un 60% en favor del oficialismo, constatando esta dinámica de reelección.
La oposición —a expensas de confirmar si el ultraderechista Eduardo Verástegui obtendrá los avales necesarios para optar a la presidencia— se agrupa en torno al Movimiento Ciudadano, que todavía debe definir su candidatura presidencial entre Samuel García e Indira Kempis, y el Frente Amplio. Los últimos contienen a los históricos Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Partido Acción Nacional (PAN) en torno a la figura de Xóchitl Gálvez y se hallan atravesados por dos factores comunes: el rechazo a Morena y la urgencia de supervivencia. En tanto partidos con larga trayectoria y permanente vocación de gobierno (en particular el PRI), la implosión lograda por Morena en los equilibrios electorales mexicanos ha sumido en una profunda crisis a los grandes espacios opositores. El consenso en los sondeos es que el Frente Amplio se mueve entre las cifras del 20% y el 35% en total, un dato desolador para una coalición cuyos tres partidos sumaron un total del 95% de los sufragios en las elecciones del año 2012. Del sistema hegemónico del PRI con el PRD y el PAN como opositores, México ha transicionado en pocos años a un esquema dominado por Morena en el que los (ex) grandes partidos buscan sobrevivir ideológica, política y materialmente. A ello debe sumarse la capacidad del oficialismo de “absorber” cuadros dirigentes de los bloques que conforman el Frente Amplio, vaciándoles incluso del experimentado esquema de liderazgos y perfiles técnicos que atesoraban.
Sheinbaum, ¿próxima presidenta?
Claudia Sheinbaum se impuso a inicios de septiembre en el particular procedimiento interno a través del cual el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) había de definir su fórmula presidencial para competir en los comicios de junio del 2024. Pese a la impugnación del proceso realizada por el sector del ex secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, quien competía contra Sheinbaum por la candidatura presidencial al frente de Morena, las aguas en el oficialismo parecen relativamente calmadas. Tras semanas de incertidumbre sobre la estrategia de Ebrard, finalmente él y su equipo decidieron permanecer dentro de Morena, discutiendo por cauces internos la conducción y orientación del bloque.
Las muy optimistas predicciones electorales de Morena convertían las primarias del partido en unas de vital importancia: de alguna forma, podían concebirse como una “final anticipada” por la presidencia de México. Sheinbaum, afín a Andrés Manuel López Obrador, postuló una línea continuista que marcará su campaña. Aunque hubo varias candidaturas además de la de Sheinbaum y Ebrard, Morena ha logrado por el momento equilibrar en cierta medida los intereses y las hojas de ruta de sus facciones internas, por lo que la unidad del movimiento facilitará en mayor medida el desempeño electoral de la probable futura presidenta del país.
El “método” de AMLO y Morena para que sus expectativas de voto sean tan elevadas comprende una particular gestión de la comunicación política conducida directamente desde el propio poder ejecutivo. Las “Mañaneras”, conferencias diarias a través de las que el presidente López Obrador “baja línea”, expone la actualidad de su gobierno, define la agenda de discusión y confronta retóricamente a las instituciones mediáticas anti oficialistas, permean en la intención de voto y desintermedian la comunicación entre el gobierno y la ciudadanía mexicana. Con una aprobación que oscila entre el 55% y el 80% en función de la encuestadora, López Obrador abandonará la presidencia dejando la alfombra tendida para la reelección de Morena. A su vez, la trascendental victoria del partido en las elecciones regionales del pasado 4 de junio en el estado de México -la principal circunscripción del país, con cerca de 17 millones y medio de habitantes- no hizo sino confirmar la tendencia nacional: Morena gobierna, junto a sus aliados, 23 de los 32 estados mexicanos.
La oposición intenta sobrevivir
Con una aprobación saliente inferior al 25%, la presidencia de Enrique Peña Nieto (2012-2018) hundió las posibilidades electorales del PRI en el medio plazo. Los jóvenes que fueron desaparecidos en Ayotzinapa, las acusaciones de corrupción o su incapacidad para reducir la criminalidad y la inseguridad en México fueron algunos de los factores que ayudan a comprender por qué el partido político más importante de la historia mexicana es hoy un actor que ni siquiera conduce la coalición opositora con el PAN y el PRD. En la actualidad, el partido se encuentra atravesando la que para muchos analistas es la peor crisis en la historia del que fuera el partido de gobierno en México entre los años 1930 y 2000.
Atrincherados tras la figura de Xóchitl Gálvez, el PAN, el PRD y el PRI (en particular, este último) tratan de reacomodarse en el seno de un nuevo sistema político nacional en el que los anteriores equilibrios interpartidistas han sido radicalmente transformados. Gálvez se presenta frente al electorado nacional como un cajón de sastre en el que convergen la retórica liberal-empresarial del PAN, los postulados socialdemócratas del PRD y la capacidad de gobierno y formación de cuadros técnicos del PRI. En la práctica, el Frente Amplio trata de abarcarlo todo para lograr ser una coalición relativamente competitiva en un contexto en el que pareciera más preocupada por un hipotético sorprasso del Movimiento Ciudadano al propio Frente Amplio que por una casi imposible victoria electoral de la candidata Gálvez. En su esfuerzo por consolidar el apoyo de diversos sectores, la lideresa del espacio ha tendido la mano incluso a la ultraderecha.
Las elecciones de México son cruciales para América Latina. En el ciclo electoral que afronta el continente durante los próximos meses, solo Nayib Bukele en El Salvador tiene por delante unos comicios tan favorables. Las elecciones de Panamá y Venezuela requieren una atención especial, aunque sin duda será una probable reelección de Morena lo que defina algunas de las tendencias continentales. México tracciona ideológicamente, juega un papel de enorme relevancia en el vínculo de Washington con Latinoamérica y condiciona la proyección internacional de América Latina. La crisis sin precedentes el PRI -uno de los partidos políticos de mayor trayectoria de gobierno en el mundo- abre una etapa que, aunque parcialmente consolidada, sigue teniendo un enorme peso en la política regional. Morena ha sido capaz de capitalizar el voto de la impugnación a los equilibrios electorales que regían la política mexicana y, sobre todo, se ha valido de las herramientas que otorga el ejecutivo nacional para robustecer su carácter popular a través de la gestión. Morena obtuvo un triunfo de enorme contundencia en el año 2018, sobrepasando la barrera del 50%; en 2024, el apoyo en las urnas puede ser todavía mayor. De confirmarse, la izquierda mexicana iniciará un nuevo sexenio presidencial que habría de extenderse nada menos que hasta 2030.