Elecciones en Venezuela

Hierro en el trópico: un perfil de María Corina Machado

¿Quién es María Corina Machado, la irreductible opositora venezolana que busca llegar al poder a través de una candidatura delegada?

María Corina Machado — Jimmy Villalta / Zuma Press / ContactoPhoto
María Corina Machado — Jimmy Villalta / Zuma Press / ContactoPhoto

La candidata que no fue, María Corina Machado, dirigente de la oposición venezolana, no estará en las boletas dispuestas por la autoridad electoral para los trascendentales comicios presidenciales que se celebrarán este domingo 28 de julio en Venezuela.

Machado fue inhabilitada políticamente por 15 años por “errores y omisiones en sus declaraciones juradas de patrimonio” —inhabilitación ratificada por el Tribunal Supremo de Justicia—, una sanción administrativa a la que se suma una causa de 2014 por traición a la patria y otra de 2023 por su implicación en las políticas de sanciones y en el bloque económico contra el país.

Pese a esto, a fines del año pasado Machado se impuso holgadamente en las internas partidarias que concentraron al grueso de la oposición, obteniendo más del 90 por ciento de los votos. De todos no pudo hacer efectiva su candidatura, eligiendo como remplazo a la académica Corina Yoris, que según la CIDH “no pudo formalizar su inscripción […] por la persistencia de ‘problemas técnicos’” achacados al Gobierno, y luego a Edmundo González Urrutia, el candidato en firme.

Así, Machado buscará acceder al poder por el camino más largo, a través de la candidatura delegada del exdiplomático, quien representará en las urnas a la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), la coalición liberal-conservadora que aglutina a la buena parte del espectro opositor. “González al Gobierno, Machado al poder” parece ser la consigna implícita de la fracción más irreductible del antichavismo venezolano. De hecho, González despejó este martes, desde el Estado Zulia, la incógnita sobre el rol formal que Machado ocuparía en un eventual gobierno suyo, y le ofreció a la dirigente del partido Vente Venezuela “el cargo que ella desee”.

Ahora el antichavismo radical gira en redondo, vuelve —de momento — al redil institucional y se entusiasma con capitalizar el desgaste de nada menos que un cuarto de siglo de gobiernos oficialistas

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Durante años Machado se negó a competir en la lid electoral, lo que le llevo llevó a sostener agrios enfrentamientos con los sectores menos belicosos de la oposición, que establecieron en diferentes coyunturas acuerdos puntuales con los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, o que simplemente apostaron a la vía institucional para acceder al poder del Estado. En cambio, María Corina privilegió siempre el cabildeo en Estados Unidos, la promoción de sanciones económicas contra su propio país y las estrategias de desestabilización en la calle como las llamadas “guarimbas”. Pero ahora el antichavismo radical gira en redondo, vuelve —de momento— al redil institucional y se entusiasma con capitalizar el desgaste de nada menos que un cuarto de siglo de gobiernos oficialistas.

La dama de hierro

María Corina Machado confirma una tendencia contemporánea: el ascenso de liderazgos femeninos de extrema derecha en la región y el mundo. Antifeministas, católicas ultramontanas, neoliberales, conservadoras o liberal-extremistas, las nuevas “damas de hierro” se multiplican en América Latina y el Caribe, como en el caso de Dina Boluarte en Perú, María Fernanda Cabal en Colombia o Victoria Villaruel en la Argentina. Éstas cultivan, como la ex primera ministra del Reino Unido, el conocido There is no alternative (“no hay alternativa”) de la ortodoxia neoliberal. De hecho, fue la misma Machado quien confesó su admiración por la exmandataria, azote de los sindicatos británicos y verduga en la Guerra de Malvinas.

Más que en el espacio del conservadurismo tradicional, cabe ubicar a Machado en el cuadrante del liberal-extremismo. Ella cultiva una concepción de la economía con notas austríacas, con un marcado perfil autoritario, retórica anticomunista y carácter desnacionalizante. Más afín a Estados Unidos que a Europa, más cercana a Javier Milei que a Nayib Bukele, e influenciada por figuras como Ludwig von Mises, el venezolano Carlos Rangel (autor de Del buen salvaje al buen revolucionario) y acaso también por el “capitalismo popular” del peruano Hernando de Soto.

Por eso, Machado propone privatizar la petrolera estatal PDVSA, la Corporación Eléctrica Nacional y otras compañías públicas, liberalizar aún más la economía y des-expropiar las empresas nacionalizadas, pero no hace bandera de valores tradicionalmente conservadores como la penalización del aborto o del consumo de marihuana. Por otro lado, más allá del encuadre publicitario que busca presentar a las elecciones como una agónica batalla espiritual, la relación de Machado con la religión parece ser más instrumental que ideológica, más aún si consideramos que en las últimas elecciones el pastor evangélico Javier Bertucci obtuvo nada menos que un 10.82 por ciento de los votos, una base electoral creciente que podría llegar a resultar decisiva en estos comicios.

Fundadora y directora ejecutiva de la asociación civil Súmate, Machado siguió otra trayectoria típica de las élites neoliberales, saltando al campo de la política desde las fundaciones patrocinadas y financiadas por la NED y la USAID

Machado es ante todo lo que los venezolanos llamarían una “sifrina”: una mujer rica y de origen privilegiado, nacida en 1967, hija de un empresario del acero, quien en 2005 declaró haber tenido “una infancia blindada de la realidad”. Formada primero en un exclusivo colegio caraqueño y luego –como es de rigor en las élites venezolanas– en los Estados Unidos, María Corina se licenció en Ingeniería Industrial en la selecta Universidad Católica Andrés Bello, se especializó en finanzas y se desempeñó luego como profesora de recursos humanos. Fundadora y directora ejecutiva de la asociación civil Súmate, Machado siguió otra trayectoria típica de las élites neoliberales, saltando al campo de la política desde las fundaciones patrocinadas y financiadas por la NED y la USAID, como reconocieron miembros de la ONG local tras ser interpelados por una comisión de la Asamblea Nacional.

Irreductible

Desde Súmate, María Corina acompañó la estrategia que derivó en la convocatoria a un referéndum presidencial revocatorio en 2004, mecanismo introducido en la carta magna venezolana de 1999. Pese a los esfuerzos opositores, Hugo Chávez ratificaría en aquella ocasión, y por amplio margen, la continuidad del proceso de cambio.

Dos años antes, el carismático líder latinoamericano había sido repuesto en el poder por una multitudinaria movilización popular que abortó el golpe de Estado perpetrado el 11 de abril de 2002. Machado fue entonces una de las figuras que asistieron a la posesión del efímero presidente de facto Pedro Carmona, que de hecho acaba de manifestar su apoyo al candidato Edmundo González. Aunque en 2002 María Corina afirmó que ese día se encontraba en Miraflores para visitar a la esposa de Carmona y no para apoyar el golpe, la dirigente firmó de puño y letra el decreto-ley que disolvió entonces todos los poderes de la República. Además, entre 2002 y 2003 apoyó el llamado Paro Petrolero, que saboteó la producción de PDVSA, pilar de la economía petrolera venezolana y generadora de las divisas que en buena medida financiaron las políticas sociales y económicas expansivas del chavismo.

Su carrera política formal dio un salto cuando resultó electa Diputada de la Asamblea Nacional —el parlamento unicameral venezolano—, cargo que desempeñó entre 2011 y 2014, cuando en un hecho inédito aceptó representar a otro país —Panamá — ante la Organización de Estados Americanos (OEA), para poder explayarse ante esa tribuna sobre su lectura de la situación venezolana. Al interpretar que este hecho violaba de manera flagrante los artículos 149 y 191 de la Constitución nacional, el poder judicial le quitó su bancada, en una decisión que fue ratificada en 2014 por el Tribunal Supremo de Justicia.

Pero el protagonismo de Machado no cesó ahí. En 2014, junto a otros líderes opositores como Leopoldo López, impulsó «La Salida», una estrategia insurreccional cívico-paramilitar, con elementos de la guerra híbrida, que buscó desalojar al chavismo del poder por la fuerza. Según la Fiscalía General de la República aquellos fogonazos callejeros dejaron un saldo de 43 personas muertas, 486 heridos y 1.854 detenidos.

Ya desde 2018, y en sintonía con Juan Guaidó, el anodino diputado autoproclamado presidente interino de la República, María Corina empezó a pedir la aplicación sobre gobierno y población de la “máxima presión” posible. En 2017, verdadero punto de inflexión en la historia venezolana contemporánea, Estados Unidos había comenzado a aplicar las primeras medidas coercitivas unilaterales, ante todo sobre la industria petrolera. Fue la misma dirigente quien transparentó los tremendos efectos sociales de las llamadas sanciones: “Yo los necesito sin gasolina, sin luz, sin gas, sin diésel, sin nada”.

Machado aseguró: “Esto no es una dictadura convencional, sino un estado criminal que se propuso acabar con la nación […] las democracias occidentales tienen que entender que un régimen criminal solo saldrá del poder ante la amenaza creíble, inminente y severa del uso de la fuerza”.

En 2019, la exdiputada solicitó además la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), un vetusto pacto militar de la Guerra Fría, catalogando al chavismo como una asociación criminal trasnacional. En una ilustrativa entrevista concedida a la BBC, Machado aseguró: “Esto no es una dictadura convencional, sino un estado criminal que se propuso acabar con la nación, y la única manera de sacarlo del poder es aplicando toda la fuerza cívica interna y a nivel internacional para provocar una ruptura […] Estamos hablando de mafias que incluyen desde la guerrilla colombiana, los carteles de la droga hasta el terrorismo islámico. […] Por eso las democracias occidentales tienen que entender que un régimen criminal solo saldrá del poder ante la amenaza creíble, inminente y severa del uso de la fuerza”.

Además, no dudó en catalogar la política oficial como un genocidio, con un gobierno que, en sus palabras, estaría asesinando cada año 30 mil o 40 mil venezolanos. Y remató: “Esto es un conflicto transnacional. Este proyecto instalado en Venezuela tiene vocación expansionista y su próxima víctima es Colombia, pronto. Y después Centroamérica, el Caribe y el Sur”.

Pese al extenso prontuario de la figura más radical y urticante de la política venezolana, las grandes corporaciones de prensa no han dudado en ensayar una verdadera operación de blanqueo de María Corina Machado, presentándola ahora como una opositora moderada y reblandecida, e incluso como una figura dulce, maternal y casi crística. Una reciente nota de El País se empeña por ejemplo en darle un “cariz heroico” a su figura, y se permite compararla con la estampa de La libertad guiando al pueblo, el célebre cuadro de Eugène Delacroix, o incluso con La piedad de Miguel Ángel.

La dama de hierro, convertida ahora en la dama de los rosarios, parece ser la persona indicada para consumar la prometida revancha histórica contra la hegemonía política más duradera de la historia reciente de América Latina y el Caribe.