Huelga general en la Argentina
A los argentinos les gusta jactarse de su singularidad y hacer alarde de ella. Es así que siempre hablan de Maradona, Messi, el Che Guevara o el papa Francisco. Ahora le han agregado un presidente mesiánico y —posiblemente— el paro general más rápido hecho a un gobierno, apenas a 45 días de comenzado.
El 10 de diciembre Javier Milei asumió la presidencia y en los primeros días de su mandato no se cansó de explicar que, a corto plazo, todos estarían peor. A nadie se le escapa que el “todos”, nunca incluye a todos, ya que una pequeña franja de la sociedad nunca está peor, sino más bien todo lo contrario. A la mayoría de la población le prometióun futuro radiante a muy largo plazo solo si se implementan reformas estructurales para —entonces sí— convertir a la Argentina en algo similar a Irlanda o Alemania. Sin embargo, estas mayorías solo ven que están peor que antes. La galopante inflación del gobierno anterior —que en cuatro años se acercó al 1000 por ciento— y cerró con 211,4 por ciento en 2023 no bajó con el gobierno de Milei. Muy por el contrario, los precios de los consumos básicos siguieron aumentando y diciembre del año pasado cerró con un 25.5 por ciento mensual. La falta de control inflacionario provoca también que exista una sensación de continuidad entre el gobierno de Alberto Fernández y el de Javier Milei aunque sean de signo político diferente. Todo aumenta y nadie parece encontrar la manera de evitarlo.
Los sindicatos y movimientos sociales convocaron a un paro general de 12 horas y realizaron movilizaciones multitudinarias el 24 de enero en todo el país contra un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y una llamada “Ley Ómnibus” —impulsados por Milei— que buscan recortar numerosos derechos sociales adquiridos durante décadas.
Milei, en un primer momento, intentó prescindir del Congreso para imponer el DNU consciente de que provocaría numerosos rechazos. No se equivocó. Tanto el DNU como la “Ley Ómnibus” implican cambios estructurales que buscan revertir derechos, en sintonía con la visión de quien desprecia cualquier alusión a “justicia social”, como lo manifestó Milei en el Foro de Davos. Allí expuso las mismas ideas que viene señalando hace años en conferencias y apariciones televisivas, pero que dejaron boquiabiertos a los poderosos empresarios que se reunieron en Davos. Portador de una verdad revelada y en actitud mesiánica los acusó de haber sido cooptados por el socialismo, como si fuera el único sobre la tierra que entendiera el funcionamiento del capitalismo; habría que decir de SU visión de capitalismo de laboratorio e inexistente en ningún país. Milei dejó mudo a más de un empresario cuando negó los efectos del cambio climático, a contramano de todas las grandes empresas multinacionales, que hacen alarde de cuidar el planeta lo que —justamente— favorece sus negocios.
Los planteos de Milei en Davos, que parecen sacados de un escrito de comienzos del siglo veinte, son los que intenta implementar en la Argentina gracias al voto popular que lo llevó a la presidenciaaunque su partido en ambas cámaras es minoritarioy por eso intentó evitar un debate en el Congreso y ahora está obligado a negociar con los partidos opositores.
Un aspecto fundamental del gobierno es evitar que las manifestaciones populares corten las calles a través de un “protocolo anti-piquetes”. Es una forma solapada de criminalizar la protesta tomando en cuenta la larga tradición de movilizaciones callejeras que tiene la Argentina. Frente a la masividad de la jornada del 24 de enero el gobierno se tuvo que rendir ante la evidencia: cuando la población toma las calles la única forma de frenarlas no es con un protocolo sino con represión. Pero esto ocurrió el 19 y 20 de diciembre de 2001, provocó la muerte de varios manifestantes y la renuncia del presidente Fernando de la Rúa.
La pulseada en la Argentina recién comienza.