Justicia para Víctor Jara: Mejor tarde que nunca
Después de 50 años, la red de la justicia comienza a cerrarse para los responsables del crimen del cantautor chileno Víctor Jara. Este viernes llegó a Santiago de Chile, deportado desde Estados Unidos —donde hace 30 años buscó un lugar para esconderse— el ex oficial del Ejército Pedro Barrientos, autor material del asesinato. Desde el aeropuerto de la capital chilena fue trasladado a un batallón de la policía militar donde quedó incomunicado y a disposición del juez investigados de la causa penal.
A la llegada del ex oficial y represor, manifestantes apostados en las afueras del regimiento gritaron consignas y cantaron algunas de las canciones más populares de Jara, las mismas que sonaron como música de fondo de la revuelta popular de hace cuatro años, cuando millones de personas salieron a las calles en protestas contra las desigualdades y abusos.
Víctor Jara fue capturado al día siguiente del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que lideró el general Augusto Pinochet y que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende. El cantautor, bailarín y también actor de teatro el día de la asonada militar se dirigió a la Universidad Técnica del Estado, donde estudiantes y docentes intentaron organizar acciones de resistencia. El lugar fue rodeado por una numerosa fuerza militar, bombardeado y luego invadido, desde donde sacaron a más de 200 personas y llevadas al Estadio Chile, ya entonces convertido en un campo de prisioneros. Pasaron pocas horas cuando los militares identificaron a Jara y desde ese momento fue sometido a torturas.
Dos días después dos cuerpos fueron encontrados en un sitio baldío cercano al Cementerio Metropolitano, los que fueron llevados a la morgue. En ese lugar un trabajador reconoció a Víctor Jara e hizo llegar la información a la esposa de este, la bailarina clásica británica Joan Turner, quien finalmente identificó el cadáver. El otro cuerpo encontrado correspondía a Litre Quiroga director de Prisiones durante el gobierno de la Unidad Popular y militante comunista.
Los cuerpos de Víctor Jara y Litre Quiroga —ambos militantes comunistas— mostraban las marcas de la brutalidad y ensañamiento de sus represores. El artista tenía más de 50 fracturas óseas —la mayoría en su rostro y manos— y 44 impactos de bala, uno de ellos en la cabeza. Su compañero de infortunio tenía más de 30 balazos. Sus verdugos fueron ocho militares, entre los que estaba Pedro Barrientos, quien se jactó ante sus superiores y subordinados de haber dado “el tiro de gracia a ese cantante comunistas”. En el Estadio Chile —que ahora lleva el nombre de Víctor Jara— era un recinto deportivo en pleno centro de la capital chilena que, transformado en un lugar de represión, albergó a varios miles de prisioneros a cargo de efectivos provenientes del Regimiento Tejas Verdes, un destacamento bajo el mando del entonces coronel Manuel Contreras, fundador y jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), responsables de la mayoría de los más de 1.200 detenidos desaparecidos de la dictadura.
Pedro Barrientos, hoy de 76 años de edad, fue un oficial que recibió entrenamiento contrainsurgente en la Escuela de las Américas en Panamá, y participó en la asonada golpista de junio de 1973 contra el gobierno de Allende, movimiento militar que fue sofocado y que lo llevó a prisión por pocos meses; fue liberado y reintegrado al Ejército tras el golpe de Pinochet. En el operativo contra la Universidad Técnica del Estado —donde fue apresado Jara— actuó bajo el mando del entonces mayor Pedro Espinoza Bravo, que en octubre del mismo año participó en la llamada “Caravana de la Muerte” que ejecutó a casi 80 personas en el sur y norte de Chile. Un mes después fue nombrado subdirector de la DINA.
En 1977, cuatro años después del golpe militar, la esposa de Jara, Joan Turner, regresó desde Londres, donde había conseguido refugio para ella y sus dos hijas, e interpuso una querella criminal por el asesinato del autor de “El derecho a vivir en paz”. Pero la justicia, al igual que en miles de casos, no hizo ningún trámite por esclarecer el crimen. Desde entonces Joan Jara se volcó a buscar justicia para su marido y las más de tres mil víctimas entre muertos y desaparecidos que dejó la dictadura durante los 17 años que se mantuvo en el poder.
En 1990, apenas iniciado el proceso de recuperación democrática el movimiento de derechos humanos intensificó su actividad para conseguir verdad y justicia por los crímenes. En ese mismo momento Pedro Barrientos —al igual que otros represores— huyeron de Chile buscando borrar las huellas de sus delitos de lesa humanidad y escapar de la mano de la justicia. Barrientos partió a Miami, donde trabajó como cocinero, se casó con una estadounidense y pudo conseguir una visa de residencia primero para luego tramitar su nacionalización.
Pero en los años 2000 un equipo periodístico logró dar con su paradero, luego que un par de sus antiguos subordinados rompieran el pacto de silencio. Desde Chile, la justicia inició un proceso de extradición que tuvo como freno la nacionalidad estadounidense del represor. Entonces Joan Jara y sus hijas iniciaron en Estados Unidos una demanda civil que fue acogida por la justicia de ese país en 2016. El fallo reconoció que Barrientos era el autor material del crimen y condenó al represor a pagar una indemnización de más de 25 millones de euros, que nunca se materializó. Pero el fallo de la corte estadounidense abrió otro camino.
Los abogados de la familia Jara apostaron por probar en Estados Unidos que ese país otorgó la nacionalidad a una persona que había cometidos graves crímenes, por lo que necesariamente había mentido para obtenerla. En julio pasado una corte de Orlando dictaminó que Barrientos había entregado información falsa, que había participado en crímenes de lesa humanidad, le retiró la nacionalidad y luego dictaminó su expulsión hacia Chile. El viernes llegó a la capital chilena como deportado. Joan Jara falleció el pasado 12 de noviembre a los 96 años de edad, tras buscar durante 50 años justicia para su compañero de vida.
Amanda Jara, una de las hijas del cantante y Joan Jara, admitió el “larguísimo” camino en búsqueda de justicia. “Buena hora que está llegando, que termine el juicio”, dijo. Nelson Caucoto, el abogado de derechos humanos que ha llevado la causa, explicó que Barrientos recién inicia su comparecencia ante tribunales y podrá recurrir a todos los recursos a los que tiene derechos “hasta cuando la Corte Suprema dictamine la condena final”. La causa, añadió, ya tiene a siete condenados a 15 años de prisión, aunque dos de los represores se mantienen aun prófugos. Pero la hora de Barrientos ha llegado.
“Más vale tarde que nunca”, dijo la ministra portavoz del gobierno, Camila Vallejo, quien lamentó que Joan Jara haya fallecido hace algunas semanas, sin alcanzar a ver a Barrientos frente a la justicia.