La guerra fiscal - Primera Parte
En noviembre de 2006, un político ultraconservador norteamericano —Ben Stein— publicó un interesante artículo en el New York Times sobre una conversación que mantuvo con el famoso inversor Warren Buffett en torno a los impuestos. Por entonces, Warren Buffett era un joven multimillonario de 76 años cuyo patrimonio oscilaba en unos módicos 40 mil millones de dólares. Recuerdo que llegué a ese artículo para corroborar la veracidad de una lúcida cita atribuida al magnate sobre la lucha de clases. La atribución era cierta. Buffett dijo: “Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la de los ricos, la que dirige la lucha. Y nosotros vamos ganando”.
La publicación del nuevo informe de desigualdad de Oxfam corrobora empíricamente que existe, efectivamente, una aplastante victoria de los ricos en la lucha de clases. Al día de hoy, “el 1% más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial” [Oxfam, 2023]. Particularmente en los últimos cuatro años, a partir de las ganancias extraordinarias de la pandemia, los archi-ricos y sus corporaciones duplicaron sus activos.
La cuenta la pagan los trabajadores y los humildes a partir del segundo mecanismo más potente de transferencia de ingresos de abajo para arriba que se ha inventado: la inflación. En efecto, 1700 millones de trabajadoras y trabajadores viven en países en los que la inflación crece por encima de los salarios. En promedio, les han confiscado un mes de salario a cada uno. 160 horas de vida, de familia, de recreación, deporte, lectura, arte y cultura. Este es uno de los mecanismos más evidentes de cómo los cinco tipos más ricos del mundo duplican sus fortunas en dos años, mientras que cinco mil millones de personas se empobrecen. Es una confiscación de la propiedad por medios indirectos.
El caso del propio Buffett es ilustrativo. Desde la conversación entre el político Stain y aquel joven Buffett pasaron 17 años. El patrimonio neto del magnate nonagenario se triplicó, llegando este año a 119.000 millones de dólares. Warren sumó un promedio de 4500 millones de dólares por año, el equivalente al ingreso anual de un millón de trabajadores argentinos. Es una forma moderna de esclavitud a escalas faraónicas. ¿Cómo puede ser que una sola persona gane lo mismo que un millón sin hacer absolutamente nada más que sentarse sobre su tesoro?
Sería lógico que estas ganancias extraordinarias e inmerecidas se redistribuyeran razonablemente en la sociedad. En un tiempo, fue así. Los impuestos a las rentas de las empresas y los más ricos llegaban a un 50%, ahora pagan la mitad. En ese sentido, un párrafo en el informe de Oxfam me hizo recordar particularmente aquel artículo del New York Times. La organización británica utiliza el mismo concepto que Buffett para explicar cómo las grandes corporaciones y sus principales accionistas logran multiplicar su fortuna mientras las mayorías sociales se empobrecen en todo el mundo. Se trata de “una guerra fiscal sostenida y ampliamente eficaz”.
En aquel artículo, Stein afirma que la lucha de clases que sugería Warren Buffett se producía a través del sistema impositivo. El propio Buffett había diseñado una demostración sencilla del mecanismo aplicado a sus propios ingresos: “El Sr. Buffett armó una planilla con el nombre de los hombres y mujeres que trabajan en su oficina. Les pidió a cada uno de ellos que hiciera una fracción; el numerador era cuánto pagaron en impuestos y cargas sociales; el denominador era su ingreso. La mayoría de las personas en su oficina eran secretarias y empleados administrativos, aunque no todos. Resultó que el Sr. Buffett, con ingresos inmensos provenientes de dividendos y ganancias de capital, pagaba mucho, mucho menos como fracción de sus ingresos que las secretarias, los empleados administrativos o cualquier otra persona en su oficina”.
Es una fórmula sencilla, divida todo lo que Ud. ganó el año pasado por todo lo que pagó de impuestos, cargas sociales, ¡no se olvide del IVA e impuestos municipales! La cuenta va a dar cerca de 0,35, es decir, un 35% de tus ingresos. La cuenta no varía mucho para el sector informal, al que también le aplica el más regresivo de los impuestos: aquel que se aplica sobre los productos de la canasta básica.
Tome, en cambio, todo lo que pagó en impuestos cualquier archimillonario y divídalo por lo que ganó. Si llega a 0,05, es decir, el 5%, es un milagro. En el informe de Oxfam encontré este ilustrativo dato: “Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo, pagó un ‘tipo impositivo real’ de alrededor del 3% entre 2014 y 2018. Sin embargo, Aber Christine, vendedora de harina de Uganda, paga en impuestos el 40% de lo que logra facturar, ganando apenas 80 dólares al mes”. En la Argentina, el impuesto al patrimonio oscila entre un 0,7% y un 2,25%.
En eso consiste la guerra fiscal, que junto a la disminución del salario de los trabajadores registrados e informales por medio de la inflación y la hegemonía del d - d1 —es decir, la financierización— exenta de cualquier gravamen, constituyen los mecanismos perversos de la desigualdad.
Si vemos el efecto en la distribución de la riqueza generada anualmente —no en el patrimonio, eso sería aplastante— podemos seguir con los cálculos. Habida cuenta que el 1% concentra la riqueza duplicada de todo el resto de la sociedad, veamos qué implica en nuestros países, recurriendo a la inteligencia artificial.
Para el caso argentino, con su PBI de 487 mil millones de dólares y una población de 45 millones de habitantes, el ingreso promedio mensual de 300 USD que percibe el 99% según la ecuación es totalmente consistente con la realidad de los trabajadores de mi país. Los 721 mil dólares anuales para el 1% más rico son su contracara.
Si hacemos el mismo cálculo para España con sus 47 millones de habitantes y un PBI de 1,5 billones de euros, nos da un promedio aproximado de 1000 euros mensuales para el 99% y 2,13 millones de euros anuales para el 1% más rico.
Teniendo en cuenta que son promedios que contabilizan a personas económicamente inactivas, niños, etc., esta fórmula es lo suficientemente precisa para parecer planificada. Con todas las desigualdades que hay al interior de cada grupo (99% y 1%), esta descripción es muchísimo más realista que los PBI per cápita, un promedio que no da cuenta de la existencia de dos grupos separados por el abismo de la nueva era corporativa.
La realidad es que en España tenemos una sociedad de mileuristas. En Argentina, una sociedad de 3 dólares por día por persona, demasiado cerca de los 2,15 que el Banco Mundial considera “extrema pobreza”. Nadie puede ahorrar, nadie puede formar un patrimonio, nadie puede comprar una propiedad. En el otro extremo, mucho más de lo que se puede gastar.
Vamos a ver la situación de los ricos. En Argentina, cada niño, joven, adulto y anciano del 1% más rico dispone un promedio de 720 mil dólares para gastar cada año que, desde luego, no gastan íntegros, sino que reinvierten en propiedades, acciones, etc. Luego “money calls money”, todo se concentra, la bola de nieve crece y se producen fenómenos de explotación indirecta como la sociedad inquilinizada y la usura legalizada, que amplifican el fenómeno de la concentración. Se explica entonces que haya 50 vuelos privados diarios de la empobrecida Argentina a la opulenta Punta del Este con un 50% de pobreza. En el caso español, bueno… son 2,3 millones de euros al año por pera.
Volvamos a pensar en nuestros pobres y sus impuestos. Un cartonero en Argentina o un teleoperador en España, como mínimo, pierden el 21% de su sueldo en pago de Impuesto al Valor Agregado, que casualmente tiene la misma alícuota en el viejo y el nuevo mundo. Compárese con el promedio de 1,25% que pagan los ricos por bienes personales (todo lo que les sobró de sus 2,3 millones de euros anuales a cada niño, joven, adulto y anciano de la población) y se verá qué es la “guerra fiscal”.
Téngase en cuenta que solo estamos hablando de individuos. En el caso de las corporaciones —cuyos propietarios son los individuos/inversores— los mecanismos de evasión, elusión y contabilidad creativa reproducen el fenómeno, creando cada vez más oligopolios y llevando al capitalismo liberal a una inevitable tiranía oligopólica.
Continuará…