Del liberticidio de Milei a la libertad republicana de Petro
En su discurso se refirió a dos imágenes que reflejan la actual lucha histórica entre las fuerzas oligárquicas y las fuerzas populares de América Latina. De un lado, hizo referencia a la imagen de los jubilados argentinos siendo gaseados y golpeados brutalmente por la policía durante las protestas de los últimos días. Del otro lado, en cambio, a los pensionados colombianos saliendo a las calles a celebrar y defender una ley que por fin les garantizará una vejez digna. Pero Petro no se detuvo allí, sino que decidió disputarle a Milei nada más ni nada menos que la significante libertad. Tras evidenciar que el gobierno argentino está destruyendo el tejido social -al vetar una ley que promovía un modesto aumento al salario de los jubilados-, decidió lanzar la siguiente pregunta: ¿en qué país se está impulsando la verdadera libertad? ¿En el país que maltrata a sus adultos mayores o en el país que por primera vez les garantiza sus derechos? La respuesta no se hizo esperar: nosotros, el gobierno del cambio, somos la verdadera fuerza histórica de la libertad en la región.
Mientras Milei pasará a la historia como el presidente de los vetos, Petro, en cambio, está tratando de marcar un hito histórico con la nueva ley pensional que garantizará un sistema de protección social integral para la vejez, la invalidez y la muerte
Una provocación similar sugirió el Papa Francisco. En un discurso ofrecido en el Vaticano a líderes de los movimientos sociales planteó que el gas pimienta que usa Milei para gasear a los jubilados es más costoso que el aumento que se les iba a dar por ley. Pero una furia aún mayor expresó la sociedad argentina en su conjunto, al enterarse que Milei agasajaría con un jugoso asado a los 84 diputados que acompañaron su veto presidencial.
No hay que ser una lumbrera para darse cuenta de la torpe y perversa imagen que quiso plantearle a la sociedad argentina: hacer una cena para celebrar que a los jubilados les quitó el pan de la mesa. La decisión de matar a su pueblo de hambre está vaciando de significado las consignas de la libertad que lo llevaron a la victoria presidencial hace apenas 9 meses. En las últimas encuestas su índice de popularidad se derrumbó y casi el 70% de los encuestados afirma que el ajuste no lo está pagando la casta sino el pueblo.
Ahora bien, mientras Milei pasará a la historia como el presidente de los vetos, Petro, en cambio, está tratando de marcar un hito histórico con la nueva ley pensional que garantizará un sistema de protección social integral para la vejez, la invalidez y la muerte. Y digo “está tratando” porque si bien este proyecto fue aprobado por las dos cámaras del congreso, quien tiene la última palabra es el Corte Constitucional. La extrema derecha, en este caso representada por Paloma Valencia -oriunda de Popayán y heredera de una de las familias esclavista más poderosas de la región-, salió a demandar la ley y exigir su inconstitucionalidad. Si bien para Valencia ya no es posible seguir defendiendo el lazo social esclavista que enriqueció a su familia, sí puede, en cambio, poner todos los obstáculos que hagan falta para evitar las reformas que amplíen derechos a las mayorías sociales.
El pueblo colombiano no quiere repetir esta historia de injusticias, y por eso salió a las calles a defender la nueva ley pensional
Curiosamente, Colombia es uno de los países menos productivos de la región y, al mismo tiempo, uno de los que más horas dedica al trabajo. El régimen laboral y pensional actual, diseñado por el fascismo tropical que representa Uribe, ha erosionado los derechos de los trabajadores al punto de poder afirmarse que se trata de una quimera. No es de extrañar que ciertos sectores del poder judicial, que ya ha dado varias muestras de querer tumbar al gobierno del Pacto Histórico, intenten declarar inconstitucional esta ley. Y, para ello, van a recurrir a lo que siempre han sabido hacer: “una leguleyada”. La expresión es muy común en Colombia y sirve para nombrar los enredos jurídicos que la extrema derecha y el liberalismo descafeinado emplean para trabar jurídicamente cualquier acción que vaya a favor de las mayorías sociales. O, también, para sacar adelante leyes o disposiciones de dudosa legalidad. Esta obsesión de velar maniáticamente por “las buenas formas” jurídicas en realidad funciona como un histórico mecanismo de impunidad. Podríamos decir que es una especie de “paleo-lawfare” que terminó de perfeccionarse durante la hegemonía uribista. De lograrse la inconstitucionalidad de la nueva ley pensional, se trataría de un capítulo más en la larga historia de la impunidad oligárquica.
El pueblo colombiano no quiere repetir esta historia de injusticias, y por eso salió a las calles a defender la nueva ley pensional. Hubo marchas por todo el país y un acto multitudinario en la emblemática Plaza Bolívar. Esta movilización popular casi no tuvo repercusión en los medios hegemónicos del país, pero tanto ellos como las oligarquías sí tomaron nota del cambio de mentalidad que está teniendo lugar en la sociedad colombiana. Por eso, al día siguiente de las marchas, los escuderos del poder oligárquico salieron a defender la “cultura del trabajo” en Colombia y a criticar los peligros que encierra la subversiva cultura del tiempo libre que trata de instalar Petro con su discurso.
A las élites locales les produce un terror atávico ver desmoronarse la mentalidad sacrificial y esclavista inoculada durante siglos en el alma de su pueblo. Pero el pueblo colombiano despertó y esto es algo que ni la oligarquía ni la extrema derecha sabe cómo manejar.
El pueblo argentino, en cambio, y a pesar de ser reconocido mundialmente por su conciencia trabajadora y sus derechos conquistados, sigue shockeado por la elección de un verdugo que lo está llevando a su propia destrucción.
Si algo nos enseña la historia de América Latina es que nunca hay que subestimar a sus pueblos. Así como nadie esperaba que el pueblo colombiano se articulara detrás de las consignas del cambio propuesta por el Pacto Histórico, nadie sabe en qué momento despertará el monstruo dormido del pueblo argentino.