María Corina Machado y la compleja ruta electoral en Venezuela
María Corina Machado ganó este domingo las primarias de la oposición venezolana concentrada en torno a la Plataforma Unitaria Democrática, siendo designada como la candidata de facto del complejo espacio antichavista y complejizando en mayor medida la ya de por sí atropellada carrera presidencial del año 2024. Las primarias, el pistoletazo de salida del plan de Machado de “enterrar el socialismo para siempre”, sufrieron un retraso en el recuento inicial que limita el escrutinio en fecha del martes a un escueto 64%. Pese a ello, la contundente victoria de la candidata de Vente Venezuela posibilitó una pronta celebración de su espacio. Más del 90% de los sufragios avalaron que sea ella quien encabece la campaña contra el presidente Maduro. La dirigente liberal contó también con el respaldo de Voluntad Popular, el espacio político de Leopoldo López y Juan Guaidó, favoreciendo el marco discursivo de la unidad nacional contra el chavismo. Con todo, la dinámica unitaria entre los distintos sectores de la oposición afrontará eventualmente el reto de no romperse a medida que las tensiones inherentes al cronograma electoral venezolano reabran debates sobre estrategias y liderazgos del antichavismo.
María Corina Machado ha sido durante años una de las principales referentes de la oposición a los gobiernos del PSUV en Venezuela. Aunque su presencia se hizo notable en el ciclo abierto en el año 2014, ya había postulado su programa liberal en las primarias de la Mesa de la Unidad en 2012. El “capitalismo popular” que acuñó la por aquel entonces precandidata presidencial sintetiza la agenda de gobierno de Machado en el caso de que logre hacerse con Miraflores.
La lógica del capitalismo popular da por válida la premisa de la existencia de sectores “vividores del estado”, concepto habitual en varias de las más recientes reconfiguraciones de las derechas latinoamericanas. Esta noción, presente en los discursos de odio contra las capas trabajadoras en situación de exclusión, confunde el empleo no registrado, precarizado e irregular con la ociosidad y el parasitismo. La retórica de la limosna, del clientelismo, de la “paguita”, tiene un gran peso en buena parte de las campañas ideológicas de las derechas latinoamericanas y halla en las tensiones entre facciones de la clase trabajadora —en este caso, trabajadores registrados y clases medias vs. trabajadores informalizados— un foco de agrupación y conducción de las frustraciones políticas de amplias capas de votantes en el continente. Machado edifica sobre este supuesto una propuesta de abandono estatal de los sectores más vulnerables. Postula quitarles la “limosna” que “les humilla” para animarles a abandonar la pereza y abrazar el esfuerzo, ignorando que el apoyo estatal brindado es en última instancia un salario complementario al que obtienen durante sus horas de trabajo informal.
En añadido, la perspectiva liberal de la declarada candidata única del antichavismo levanta la abstracta bandera de la reducción impositiva, de la liberación de las fuerzas productivas del capitalismo del peso de la regulación estatal y, evidentemente, de la privatización de los recursos naturales de Venezuela. La desestatización de PDVSA, prioridad estratégica de la candidata, reforzaría la primarización de Venezuela y facilitaría el retorno del crudo nacional a sus antiguos dueños: los capitales extractivistas estadounidenses e internacionales. La “Venezuela de propietarios” pareciera una reinvención retórica del proyecto periférico, primario y alineado antes con Estados Unidos que con la integración regional latinoamericana.
En cualquier caso, la elección de la líder de Vente Venezuela como candidata de unidad del antichavismo tiene su particular elefante en la habitación: María Corina Machado se encuentra inhabilitada durante quince años para ejercer cargos públicos. Esta excepcional situación legal añade capas de complejidad a la ruta electoral en Venezuela, marcada por las negociaciones entre la oposición y el oficialismo, por la injerencia estadounidense en el proceso político y por la ausencia de una fecha definida para los comicios.
En este sentido, hay dos posiciones por el momento irreconciliables. La Plataforma Unitaria Democrática ha designado a Machado como su candidata y no ha abierto la puerta a retirarle el liderazgo para respetar la inhabilitación, al tiempo que el Gobierno venezolano descarta una reversión en la decisión de la Contraloría General. Oposición y oficialismo iniciaron recientemente conversaciones en Barbados con el fin de lograr acuerdos que hagan factible las elecciones del próximo año en términos competitivos y soberanos, aunque varias cuestiones siguen irresueltas. El acuerdo define que participarán candidatos “consistentes con los procedimientos establecidos en la ley venezolana”; en la interpretación de este punto surgen incógnitas. Para el oficialismo, en seguimiento del primer acuerdo, Machado no podrá ser candidata; para el antichavismo, el acuerdo precisamente habilita a la dirigente al autorizar “a todos los candidatos y partidos políticos”.
Las negociaciones entre ambos espacios van a continuar, aunque las tensiones no encontrarán una fácil resolución. El Gobierno de Venezuela insiste en la solidez legal de la inhabilitación y no refrenda una eventual intervención política del órgano de la Contraloría que la anule. Además, María Corina Machado es una candidata muy competitiva que podría efectivamente vencer al PSUV en las elecciones. Por parte de la oposición, la contundencia de la victoria de Machado en las primarias hace difícil un reclutamiento y el nombramiento de un candidato alternativo; además, activar esta vía podría tensar el frágil equilibrio de representación entre los distintos actores de la Plataforma Unitaria Democrática.
Por el momento, no está claro en qué sentido será desatascada esta situación, aunque sí pueden adelantarse tres posibles salidas: a) una cesión del oficialismo, interviniendo la Contraloría y anulando la inhabilitación de María Corina Machado; b) una cesión de la oposición, determinando un nuevo candidato que no haya sido previamente inhabilitado; c) una crisis política en la que la oposición se niegue a acudir a las urnas con una cabeza de proyecto distinta a Machado y, en consecuencia, impugne el proceso electoral en su conjunto.
En cualquier caso, los actores internacionales ya han posado su mirada sobre Venezuela. Diplomáticamente, la inhabilitación de María Corina Machado encuentra rechazos importantes en la región que podrían jugar a su favor: el propio Gustavo Petro se ha mostrado favorable a que dicha inhabilitación sea revertida
En cualquier caso, los actores internacionales ya han posado su mirada sobre Venezuela. Diplomáticamente, la inhabilitación de María Corina Machado encuentra rechazos importantes en la región que podrían jugar a su favor: el propio Gustavo Petro se ha mostrado favorable a que dicha inhabilitación sea revertida. Por encima de todo, no obstante, se encuentra la estrategia estadounidense en estos comicios. Machado ha recibido el apoyo del propio Departamento de Estado, consciente de que un gobierno de la candidata liberal se alinearía con firmeza con Washington y representaría un giro de 180 grados en la política exterior venezolana. Estados Unidos ha empleado herramientas de presión económica para interferir en las negociaciones entre la oposición y el Gobierno de Venezuela, confirmando alivios temporales en las sanciones con las que hace tiempo presiona al sector petrolero del país. Dichos alivios tienen una duración de seis meses y su continuidad se encuentra ligada a la celebración de “elecciones libres y justas” en 2024; es decir, que si María Corina Machado no es habilitada de nuevo para competir la presidencia de Venezuela, Washington dará marcha atrás e intensificará el procedimiento injerencista sobre Caracas.