Milei empieza a arrepentirse de sus críticas a China ante la amenaza de default que sobrevuela Argentina
Mientras los precios de todo se disparan y el convulso Gobierno de ultraderecha anarcocapitalista de Javier Milei, que no lleva ni un mes en el poder, ve como la Justicia tumba su contrarreforma laboral a las puertas de una huelga general, Argentina vive turbulencias geopolíticas de calado. El pasado 1 de enero, el país debía empezar a formar parte de los BRICS, el bloque económico integrado por las cinco economías emergentes más poderosas del mundo -Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, más de un cuarto del PIB mundial- junto a Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos. Una ampliación de cinco a 11 países que finalmente serán 10 tras el rechazo de Milei de no incluir al país austral, una decisión que se materializó con una carta firmada por la titular de Exteriores argentina, Diana Mondino. En la misiva a finales de diciembre, Mondino pedía “intensificar los lazos bilaterales, en particular el aumento de los flujos de comercio e inversión”, unos lazos que por supuesto “incluyen a Rusia y a China”, según La Nación citando a fuentes gubernamentales.
La sutil reacción de Beijing al respecto se ha producido a través de un artículo de opinión del editorialista Qian Jiayin en el Global Times, un medio que suele recabar fidedignamente las opiniones del Ejecutivo chino. “El plan de Argentina de no unirse a los BRICS refleja su incierta política exterior y hace que su recuperación económica sea más ardua”, avisa Jiayin, quien acusa a Milei de “carecer de visión estratégica”. “Para Argentina, unirse a plataformas multilaterales como los BRICS es exactamente lo que necesita para lograr una recuperación económica. Ahora parece que esta oportunidad se le escapa de las manos a Milei”, reza el artículo, que hay que leer detenidamente.
No es la primera advertencia china: semanas antes, las señales fueron más explícitas. El acuerdo para un canje (swap) de divisas en yuanes por valor de 6.500 millones de dólares suscrito con el gigante asiático por el ex ministro de Economía y rival de Milei en las recientes elecciones presidenciales, Sergio Massa, ha sido suspendido por el Gobierno de Xi Jinping y pocos expertos -por no decir ninguno- confían en la renovación de este intercambio en el corto plazo. Se trata de un préstamo originado en 2009 entre ambos países necesario para las reservas y la liquidez del Banco Central de la República Argentina. Milei remitió el 12 de diciembre una carta al presidente chino para interceder por el swap y realizó varios gestos de cara a contentar a Pekín, sin resultado. La huida de los BRICS no parece apuntar a un cambio de parecer de Xi, sino todo lo contrario. Y la amenaza de default sobrevuela permanentemente la economía nacional.
De momento, Milei quizá pueda contar con la gracia de los acreedores occidentales a pesar de que Argentina arrastra desde 2018 una deuda de casi 50.000 millones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) contraída por Mauricio Macri durante la desastros crisis cambiaria: el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) concedió en diciembre un crédito-puente de casi 1.000 millones al Gobierno anarcoliberal para pagar un vencimiento con el FMI. Entretanto, Milei intensifica sus contactos con el equipo de Joe Biden en la Casa Blanca para renegociar el pago de la deuda. Pero Milei aquí tiene otro problema: que es un fervoroso partidario de Trump y reo de sus diatribas hacia Biden, al que ha acusado de “inclinaciones socialistas” hace no tanto, en 2022.
Pero con el mandatario que probablemente el líder de La Libertad Avanza más desearía tragarse sus palabras es con Xi Jinping, porque son las más recientes. Las formuló en septiembre pasado. “No solo no voy a hacer negocios con China, no voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas no entran ahí. Los chinos no entran ahí. Putin no entra ahí. Lula no entra ahí", dijo al gurú de la prensa ultra estadounidense, el periodista Tucker Carlson.
Al alcanzar la Casa Rosada, Milei se imbuyó de pragmatismo y comenzó a obrar distinto. Además de las mencionadas misivas, el libertario nominó a un embajador en China del agrado de Pekín. Se han producido otros gestos, pero difícilmente podrán arreglar el descosido.
China ha invertido en Argentina más de 10.000 millones de dólares en los sectores de la energía, las finanzas y la minería entre 2007 y 2020. Con 17.000 millones de dólares percibidos, Buenos Aires es el cuarto receptor latinoamericano. Casi el 10% de las exportaciones argentinas tienen como destino la potencia asiática, el segundo solo por detrás de Brasil, primer socio comercial. Así, el 92% de las exportaciones de poroto de soja argentino y el 57% de las exportaciones de carne viajaron a territorio chino, según datos oficiales. La relación no puede ser más estrecha.
“Milei no es el primer líder argentino que se resiste a los crecientes vínculos económicos con China”, señala la investigadora María Haro Sly en un artículo en el que analiza las relaciones bilaterales. “Desde 2015, la Administración [del ex presidente Mauricio] Macri tuvo como objetivo restringir la cooperación y enfatizar una alianza geopolítica con EEUU. Pero las realidades económicas obligaron al gobierno a cambiar de rumbo. En los primeros siete meses de Macri, China redujo las importaciones de soja en un 30% y las importaciones de aceite de soja en un 97%. Tras la reunión del G-20 en 2016 en China, Macri logró restablecer el comercio de soja. Y es que los proyectos financiados por China a menudo incluyen una cláusula de incumplimiento cruzado (cross-default) por la que cesan los proyectos si uno altera las relaciones comerciales”.
Por lo general, para los países emergentes y en vías de desarrollo los préstamos chinos son más ventajosos que los que obtienen de organismos multilaterales occidentales. Argentina tiene presente el corralito de 2001 y su tormentosa relación con el FMI, reproducida en 2018 en forma de préstamo de 50.000 millones tras la crisis bancaria desatada por el gabinete de Macri. Beijing concede financiación para financiar infraestructuras y no reclama la devolución hasta cinco o 10 años después, una vez dichos proyectos se han materializado.
“Argentina expresa bien las complicaciones de navegar en la nueva Guerra Fría”, razona el periodista Ekaitz Cancela, autor de Utopías Digitales: Imaginar el fin del capitalismo (Verso, 2023). “Junto con Brasil y África, entendió, durante la primera década del siglo, la relevancia de Asia como centro de poder mundial y se convirtió en un proveedor importante de China mientras mantenía una relación estrecha con Washington. La potencia asiática respondió, a través de su plan de desarrollo de infraestructura, ayudándole a desarrollar sectores enteros, incluido el energético, al precio, claro, de participar en dichos proyectos. También le abasteció de sus productos y lo utilizó como trampolín para entrar en Sudamérica”.
“Pero Estados Unidos fue menos inteligente”, contrapone Cancela. “Interpretó a Buenos Aires como irrelevante en su agenda estratégica comercial y se ha limitado a disciplinarlo financieramente, especialmente, mediante el acceso al crédito de las inversiones a través de instituciones como el FMI. Argentina podría crecer y desarrollarse mucho más si redujera su dependencia occidental, girase hacia Asia y encabezase, junto con Brasil, una agenda comercial que mire hacia el Sur. También podría poner el sistema-mundo tal y como lo conocemos en jaque. Pero esa no es la idea de Milei”.