Millonario y presidente: Noboa gana la segunda vuelta en Ecuador
A la sexta, la vencida. La familia Noboa ha logrado por fin alcanzar la presidencia del Ecuador de la mano de Daniel, hijo de Álvaro y nieto de Luis. Con las actas escrutadas cercanas al 100%, Acción Democrática Nacional (ADN) ha superado al correísmo de Luisa González y la Revolución Ciudadana por 4 puntos. Guillermo Lasso, el presidente saliente, ya ha reconocido su victoria, por lo que el proceso de transición del poder ejecutivo se antoja ágil y tranquilo. En un escenario institucionalmente previsible, Noboa debería tomar posesión el 25 de noviembre junto a su compañera de fórmula Verónica Abad. Luisa González ha criticado el papel jugado por las encuestas a boca de urna durante el día de ayer, alegando “graves sesgos” y “malintencionados errores”.
Una vez más, la izquierda ecuatoriana enmarcada en la Revolución Ciudadana se ha topado con el techo de la “grieta”. Entre la primera vuelta y el balotaje, González solo ha logrado elevar los votos del correísmo en un tercio; por su parte, el margen de crecimiento del nuevo producto de la derecha latinoamericana ha sido superior al 100%. Estos comicios han sido, en cierta medida, una reedición del desempate en 2021, donde un frágil Guillermo Lasso logró concentrar en torno a su figura al electorado anticorreísta, pujante en el país tras años de campaña mediática y judicial contra Rafael Correa y su movimiento, para vencer al entonces candidato a presidente —hoy, a vicepresidente— Andrés Arauz. Es conveniente apuntar que el mandato presidencial de Noboa solo se extenderá hasta mayo de 2025, por cuanto la presente convocatoria electoral es fruto de la “muerte cruzada” invocada por el presidente, que no finaliza la legislatura, sino que renueva los cargos para completar la ya iniciada.
La campaña electoral de Daniel Noboa ha sido acartonada y marketinera, poniendo el foco en la edificación de un candidato superador, formado y joven y postulando un formato comunicativo vacío y catch-all. El reto del enésimo proyecto personal de la derecha ecuatoriana es ahora cumplir. Tendrá 16 meses para convertir su ambiguo discurso en gestión de gobierno, afrontando una de las peores crisis de violencia que recuerda Ecuador, la cual se remonta a antes de que Lasso decretase un estado de excepción en su primer año de mandato y que resonó en la campaña presidencial como consecuencia del asesinato del candidato Fernando Villavicencio.
El presidente electo no tiene experiencia en la función pública, ya que proviene —como acostumbra a recordar en sus intervenciones públicas— del sector empresarial, por lo que no es posible trazar su trayectoria legislativa y deducir de ella posibles lineamientos de su presidencia
Hay muchas cosas que Daniel Noboa deja a la imaginación de electores y analistas. Su programa es particularmente escueto en concreciones, como parte de una estrategia integral de vaciamiento ideológico de su figura. Noboa apenas tiene contradicciones porque su proyecto es, por ahora, escasamente orgánico. Acción Democrática Nacional es una plataforma nueva y sus definiciones públicas invitan a la duda. Aunque se reclama “de centro-izquierda”, lo cierto es que su defensa de “la libre empresa con responsabilidad social” resuena a la teoría del derrame que tan hábilmente da forma a campañas de candidatos asociados a ciertas facciones del capital en América Latina.
El presidente electo no tiene experiencia en la función pública, ya que proviene —como acostumbra a recordar en sus intervenciones públicas— del sector empresarial, por lo que no es posible trazar su trayectoria legislativa y deducir de ella posibles lineamientos de su presidencia. La crisis de seguridad y penitenciaria —más de 500 personas privadas de libertad han sido asesinadas desde 2021— se le va a echar encima desde el día 1 al frente del Carondelet, y por ahora sus líneas maestras a ese respecto son generalidades: ”reducir la pobreza”, “reformar el sistema judicial”, “mayor transparencia del sistema policial”, etc. Tampoco se sabe demasiado sobre su proyecto económico, aunque sí es evidente la ausencia de algo similar a un plan estatal de desarrollo industrial del Ecuador para salir de la situación de economía periférica y dependiente. La integración regional, piedra angular de las izquierdas latinoamericanas, tampoco figura entre sus prioridades. Lo que sí reitera es la “disciplina fiscal” y la atracción de capitales extranjeros, dos conceptos que nos dan siempre pistas a la hora de valorar a nuevos dirigentes latinoamericanos.
A Daniel Noboa le rodean más incógnitas. No queda claro, sin ir más lejos, hasta qué punto podrá solventar su casi año y medio de mandato con una organización casi recién nacida y a la que se le conocen escasos cuadros técnicos de gestión y dirección. Su tejido de alianzas legislativas será ideológicamente revelador, debido al carácter fragmentario de la Asamblea Nacional surgido de las recientes elecciones y al mayor peso relativo de asambleístas de Revolución Ciudadana. Aunque insiste en hablar con todos, es esperable que busque contar con el apoyo de la bancada derechista, con quien probablemente comparta visiones amplias sobre el modelo económico del país. En el campo de la seguridad sí podría lograr amplios consensos y sumar los votos de RC.
Entonces, ¿qué se sabe del presidente electo de Ecuador? En realidad, algunos aspectos de gran relevancia. Conocemos a su familia, siendo este un dato crucial no tanto por el hecho en sí mismo, sino por la permanente reivindicación de las figuras de Álvaro y Luis Noboa, padre y abuelo de Daniel respectivamente. Siempre ha portado el apellido Noboa con orgullo, sobre todo a la hora de expandir el capital familiar invirtiendo en empresas y formando parte del aparato gestor del trust Noboa. Su éxito empresarial, pivote de muchos de sus discursos en clave electoral, es en realidad un éxito que le viene dado. Daniel heredaría en un futuro el monopolio bananero Noboa, uno de los grandes jugadores en el primarizado capitalismo ecuatoriano.
De Noboa sabemos también quién será su vicepresidenta. Verónica Abad, ex asesora del gobierno de Guillermo Lasso, no escatima en su carta de presentación: “Soy de derecha, una liberal clásica, creyente en Dios, la Biblia, defensora del individuo, de la familia, la vida, la propiedad, el gobierno limitado, la libre empresa y competitividad; amo la libertad y sueño con un Ecuador de orden, de justicia, de paz y verdad, uno libre, republicano y capitalista”. Además, Abad ha acudido a espacios públicos en los que participaban, entre otros, Javier Milei. En sus redes, y pese a que Noboa se haya cuidado de difundirlo, la vicepresidenta electa ha apoyado, entre otros, a Donald Trump y a Vox.
Aunque los 16 meses que durará el gobierno de Noboa se prevén intensos en lo legislativo y complejos en lo político, no podrán desligarse de las elecciones de 2025. Parcialmente, el presidente electo tendrá en su mandato un arma de doble filo. Como outsider mesiánico, Noboa tiene el reto de cumplir con unas amplias expectativas en materia de seguridad y de pulcritud institucional con la vista puesta en aquellos comicios, a los que ya ha asegurado que volverá a presentarse. Su posible limitación de cuadros y su campaña centrada en la renovación y en una pretendida capacidad de resolver rápidamente los grandes problemas que afrontan los sectores populares y la clase media ecuatoriana puede jugarle una mala pasada cuando deba buscar una renovación de mandato. Revolución Ciudadana, por su parte, deberá valorar el desempeño electoral de Luisa González y tratar de ensanchar una base electoral que ha sido moderadamente mayor que en 2021, pero insuficiente. Si Noboa fracasa en su gestión, RC volverá a partir como favorita… al menos en la primera vuelta.