Tesis para una valoración política de las elecciones dominicanas
Entre febrero y mayo de 2024, República Dominicana acaba de cumplir su ciclo electoral del actual cuatrienio. Al respecto es necesario adelantar algunos planteamientos, a modo de tesis, las cuales estarán sujetas siempre a la discusión, pero su elaboración se vuelve tarea imprescindible para el presente y el futuro de cualquier política transformadora que se quiera emprender.
Tesis 1. Una política sin representación y ensimismada
La política electoral dominicana da pasos agigantados a su vaciamiento. La baja participación en las votaciones de 2020 se quiso explicar por la pandemia de COVID-19, pero los datos actuales son demoledores. Un 53% de abstención en las elecciones municipales de febrero y un 46% en las presidenciales y congresuales de mayo 2024. En 2000 era menor al 25% y en 2016 rozó el 30%. En las primeras elecciones democráticas de 1962, luego de tres décadas de tiranía oscurantista de los Trujillo, no superó el 35%.
Ver a los líderes celebrando sus “éxitos” (en el caso del presidente reelecto un 58% de los votos) se vuelve entonces delirante, al saber qué solo 5.4 de cada 10 votantes participó en el certamen. Y si en Santo Domingo, la capital del país, la abstención superó el 40%, en la segunda ciudad del país, Santiago, llegó al 75%. Lo farsa que deja entrever es coherente con lo que significan los datos que los grandes partidos publicitan, con un supuesto padrón de inscritos totales de 7.3 millones ciudadanos y ciudadanas, frente a una votación general de poco más de 4 millones.
Esto habla de que, si antes el problema era la existencia de grandes maquinarias electorales vaciadas de ideología y contenido programático, ahora no les queda ni lo primero ni lo segundo. Son sencillamente andamiajes en decadencia, en los que desde los métodos internos de toma de decisión como los métodos para captar el voto están sustentados en el dinero, la ausencia de real competencia, y el comportamiento pasivo y disciplinado de la ciudadanía, pero en una proporción cada vez menor.
Tesis 2. El mapa político se consolida en su composición como de empresarios de la política, en su carácter de clase como oligárquico, y doctrinariamente de derechas
En ese escenario, el terreno está entregado a los empresarios de la política que puedan echar a andar lo que queda de las maquinarias excluyentes y deterioradas, y no estamos hablando según los conceptos de ciencia política.
Ya el presidente de turno es un hombre que nunca ocupó posición pública alguna, y saltó de la actividad empresarial a la formación de un partido ad-hoc y de ahí a la presidencia (pensemos en los casos de Trump, Bukele, Milei), con empresas registradas en Panamá, y un número de acciones y patrimonio nunca vistos en un mandatario dominicano post-Trujillo.
Sus contendores también se volvieron dueños de grandes patrimonios en la actividad política (Leonel Fernández llegó a crear una universidad privada) y quienes ingresan ahora, apoyados por grupos económicos legales o fortunas espurias ligadas al juego de azar o al crimen organizado, van a continuar legislando e impulsando políticas en consonancia con los intereses de la oligarquía dominicana y las transnacionales.
Los efectos del negocio de la política pero funcional a los grandes poderes fácticos son terribles para el pueblo dominicano, considerando que el 52% de las personas viven en la pobreza de acuerdo a los ingresos del trabajo, un 1% absorbe el 30% de la riqueza nacional, la deuda pública consolidada llega al 60% del PIB, las medidas de desnacionalización y privatización avanzan como política de Estado, y los dominicanos en el exterior inyectan a la economía más de 10 mil millones de dólares en remesas para la subsistencia de sus familias. El turismo y las maquilas, grandes “industrias” nacionales, se sostienen en salarios de miseria e impuestos a medida, así como la construcción tiene parte de su fundamento en la mano de obra inmigrante sobreexplotada e indocumentada.
A lo antes dicho hay que sumar la ofensiva de ultraderecha que desde hace ya una década está en marcha, afincada fundamentalmente en dos temáticas: la racialización de inmigrantes y sus descendientes, y el antifeminismo, incluyendo derechos sexuales y reproductivas. De la mano de ambos temas, se han permitido detener y revertir políticas y legislaciones, incluyendo un nuevo Código Penal, pese a las promesas que hizo en su momento el presidente Abinader.
Asimismo, el presidente reelecto ha construido un muro fronterizo único en América Latina y ha desplegado desde 2021 una persecución antiinmigrante que es un Estado de Excepción a lo Bukele solo que étnicamente focalizado.
El candidato del PLD, tercero en las votaciones, se reunió públicamente con grupos paramilitares de ideología supremacista, y el senador electo por el Distrito Nacional, de apenas 32 años, hijo y heredero político de Leonel Fernández, es un abierto opositor a lo que llama “ideología de género”, difunde discursos de ultraderecha sobre temas fronterizos y migratorios, y sostiene abiertas y públicas relaciones con líderes de partidos como VOX en España. No en vano el líder evangélico Ezequiel Molina ha “celebrado” que 22 de los 32 senadores electos son “provida”, mientras el recién juramentado alcalde de la tercera ciudad del país (Santo Domingo Este) es un líder evangelista abiertamente reaccionario.
En este sentido, tanto en términos de clase e intereses económicos, como doctrinarios e ideológicos, el escenario político dominicano no solo está derechizado y es uno de los más retrógrados de la región, sino que en que su seno no existe la más mínima contradicción ni disputa, tan solo competencia por la administración de un modelo sin ninguna respuesta a los problemas de la sociedad.
Tesis 3. Ausencia de alternativas y peligros por venir
Los dos puntos anteriores se agravan con la ausencia de alternativas políticas en condiciones mínimas de siquiera competir y disputar el poder, aunque sea en el terreno simbólico. Hasta las microopciones con más votos son derecha dura.
Salvo escasas y honrosas excepciones, y escasos momentos los problemas cotidianos de mayorías sociales y las causas de estos son temas francamente silenciados, y carecen de respuestas /propuestas que confronten al poder establecido. Siendo así, se sigue dejando a las derechas el patrimonio de lo "incorrecto" para una discusión y polarización ideológica que en las narrativas ultras se hace tan artificial como galopante, allí donde nada encarna las causas de los miedos y precariedades de la vida.
Viendo los resultados tan magros, y la insolvencia para representar una referencia política razonable para la población, quienes sostenían o siguen sosteniendo proyectos que se declaran alternativos deberían hacer la profunda reflexión de que si siguen como van solo quedan tres caminos: el testimonialismo, desaparecer o la profecía autocumplida de ser satélites del poder, reforzando el modelo actualmente en decadencia.
La incapacidad de unidad electoral y programática, la falta de respuestas a problemas del pueblo, la apuesta a ser ficha en boletas ajenas, y la incapacidad de convocar y cohesionar a mayoría de cuadros sociales y dirigentes (que como en casi todos los países ya no están en partidos) se suma a la dificultad para comprender que la política es terreno de disputa (cada vez más polarizada) y que se trata de correlación de fuerzas que se construyen con tiempo, buena estrategia y dedicación, así como estudio minucioso.
Viendo los tres aspectos mencionados anteriormente, combinando la falta de representatividad y liderazgo de los partidos principales y su camino de descomposición en una política a merced del dinero; la arrolladora primacía de los intereses oligárquicos, transnacionales, del crimen organizado y de la economía predatoria; la subjetividad cada vez más escéptica pero también en proceso de derechización; la penetración de la agenda de la internacional reaccionaria; y la falta de alternativas que encarnen los problemas cada vez más serios de la vida personal, familiar y social, todavía se puede respirar al saber que las élites no tienen rivales y sus hombres están manejando la hacienda, por lo que hay aún escaso espacio para un Bukele o un Milei que por la derecha capitalice el descontento radicalizándolo con soluciones represivas y demagógicas, y cuente con medios para instalarse en la contienda.
Pero basta que se acaben de agotar varias de las opciones hoy competidoras, una crisis de criminalidad, una situación que agrave aún más la estabilidad del país y justifique arreciar medidas deshumanizantes, o un deterioro de la capacidad de gestionar los niveles de deuda y precariedad económica de las mayorías, para que la (ultra)derecha sea abiertamente opción electoral con grandes ventajas objetivas y subjetivas.
Habría que ver, entonces, si se recomponen los errores acumulados, y las fuerzas democráticas se recuperan de la desmovilización, la fuga hacia las soluciones particulares, y la calculadora de corto plazo, para intentar disputar cultural, ideológica y materialmente el curso de un país que, en 1965, hizo la primera revolución democrática que logró derrocar al golpismo en América Latina en el siglo XX y, junto a Vietnam, resistió a la ocupación imperialista.