Verástegui, el ultraderechista mexicano que imita a Abascal y a Milei
Verástegui (2do por la izquierda) en una entrega de premios de la organización fundamentalista Hazte Oír
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El escenario más probable en las elecciones mexicanas del año 2024 es una victoria de Morena. Claudia Sheinbaum, empujada por su propio capital político y por la capacidad de convocatoria electoral del movimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador, debería ser la próxima presidenta de México si todo el proceso transcurre con relativa normalidad. La oposición, profundamente desgastada y agrupada en una agónica coalición del PRI (Partido Revolucionario Institucional), el PRD (Partido de la Revolución Democrática) y el PAN (Partido de Acción Nacional), de nombre “Frente Amplio”, vuelca sus esperanzas en la candidata Xóchitl Gálvez. No obstante, parece poco probable que la política nacional mexicana recupere en el corto plazo las dinámicas previas a la consolidación de Morena como gran partido nacional. El resto de fuerzas políticas —en particular el histórico PRI— asisten a una densa transformación histórica de las relaciones partidarias en el país.
En este marco de dominio de la izquierda y de fragilidad de la derecha tradicional, se abre una ventana de oportunidad para la reconfiguración del espectro simbólico-ideológico de la derecha mexicana. El actor y productor Eduardo Verástegui ha dado un paso al frente en una coyuntura que posibilita el ascenso político de un perfil como el suyo. El librillo del fundador del movimiento Viva México tiene muchos conceptos clave: Dios, patria, familia, libertad o “sueño” son algunos. Verástegui no esconde su agenda: reitera que sueña con “un México que le permita a Dios ser el centro” de la nación.
El precandidato presidencial (necesita todavía reunir cerca de un millón de firmas antes del 6 de enero) es, ante todo, un fundamentalista católico. Su obsesivo rechazo al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo le define, pero no le limita; sus “antis” son varios: es anti comunista, anti feminista, anti diversidades y anti vacunas. Además, algunas de sus declaraciones le acercan a postulados conspiracionistas, como atestigua su apoyo al planteo proto golpista de la ultraderecha estadounidense: en una reciente entrevista con Telemundo, ratificó sus “dudas” con respecto a los resultados de los comicios presidenciales del año 2020 en los que Donald Trump perdió frente a los Demócratas.
Con todo, Verástegui no es una rara avis en América Latina. El continente atraviesa un ciclo de honda desviación discursiva y programática del espacio político de la derecha. Los partidos institucionales del conservadurismo regional están presenciando la consolidación de las derechas radicales como un fenómeno que trastoca su propio encuadre nacional. Por la vía de la intrusión en sus organizaciones históricas (es el caso de Trump y el Partido Republicano) o por la vía del engrosamiento mediático de “terceras fuerzas” como La Libertad Avanza en Argentina, las diversas versiones de la ultraderecha en América están desplazando a los cuadros, partidos y coaliciones que habían venido concentrando el voto anti izquierda desde posiciones institucionalistas.
La derecha, en tanto espectro ideológico amplio, está transicionando en muchos países aceleradamente hacia la lógica de la reacción. Eduardo Verástegui no es Javier Milei, ni Eduardo Bolsonaro, ni José Antonio Kast, ni Donald Trump ni Santiago Abascal… pero tiene algo en común con ellos: aspira a asaltar las instituciones para hacer avanzar su agenda reaccionaria, previa normalización de los discursos de odio sin los cuales las derechas radicales no habrían podido abandonar su marginalidad política. El propio Verástegui fue asesor de Donald Trump durante su gobierno y hoy el trumpismo ha puesto su foco en su socio mexicano.
El crecimiento de Verástegui y del movimiento Viva México durante los próximos meses depende en gran medida de la capacidad de irradiación de las redes de desinformación en las que se apoya. Estos canales de batalla cultural son característica compartida de los crecientes movimientos de derecha radical en el mundo, a tal punto que sin ellos serían casi impensables las cotas de representatividad que candidatos como Javier Milei han logrado alcanzar. La red de bulos e informaciones falsas del precandidato abarca perfiles y canales primarios en redes sociales como Whatsapp, Youtube o Twitter; desde ahí, el relato de odio se esparce valiéndose de organizaciones e individuos que lo replican, naturalizando su contenido y difuminando su origen. Canales de Whatsapp como VERÁSTEGUI-PRESIDENTE 2024 actúan como los headquarters de esta estrategia comunicativa.
Viva México comparte con otros referentes de la ultraderecha el empleo de memes y cuentas no orgánicas que producen sentido a través de la fabricación de contenido audiovisual capaz de sintetizar el relato general de campaña
Youtube es una herramienta potencialmente valiosa para el dirigente mexicano. La particular experiencia de Javier Milei, cuya dominancia del espectro político de la derecha argentina se explica en gran medida por el éxito de múltiples cuentas pantalla (como “El Peluca Milei”) en la generación de shorts, reels y Tiktoks del candidato, será tomada en cuenta por el universo de cibermilitantes de Verástegui. Algunas cuentas como la de Raul Tortolero ya han comenzado a ejercer este tipo de comunicación política digital. Al mismo tiempo, Viva México comparte con otros referentes de la ultraderecha el empleo de memes y cuentas no orgánicas que producen sentido a través de la fabricación de contenido audiovisual capaz de sintetizar el relato general de campaña.
Durante los primeros pasos en firme de Verástegui como precandidato de la derecha radical, hay varios aspectos que apuntan a definir su posible desempeño. En Twitter, ya ha mostrado su capacidad de convocatoria, aunque tiene camino por recorrer todavía. Dos son los aspectos clave para pensar en él y en su movimiento como fuerzas políticas de largo recorrido en México: su relación con los medios de comunicación y sus objetivos realistas en el corto plazo. Verástegui es un hombre de los medios audiovisuales y, además, se vincula ya con personalidades como el presidente de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego. El rol de las televisiones en la legitimación de este tipo de dirigentes es clave. Lo fue con Javier Milei, con José Antonio Kast y con Jair Bolsonaro, y con toda probabilidad lo será en el caso del dirigente mexicano.
Sin embargo, el contexto político en el que trata de consolidarse Viva México no es tan favorable como el que se encontraron otros. El presidente López Obrador atesora una enorme popularidad que, por extensión, nutre de un gran caudal electoral a Morena. A diferencia del caso de Javier Milei en Argentina, el electorado mexicano no se encuentra frente a un escenario de percepción de doble fracaso. Existe un desapego importante con respecto al PRI y al Frente Amplio, pero este sentimiento no alcanza a Morena. Eduardo Verástegui no puede tener como objetivo realista ganar las elecciones de 2024; la duración de su campaña y la robustez electoral de Morena se lo impiden. Sin embargo, sí puede pretender arrebatarle al Frente Amplio la representatividad del “antimorenismo”.
Xóchitl Gálvez, el PRI, el PAN y el PRD saldrían aún más debilitados ante una victoria de Claudia Sheinbaum, posibilitando un corrimiento hacia la derecha de su electorado y una movilización en clave reaccionaria del abstencionismo en México. De hecho, en primaria instancia, podría ser el PAN el primer partido perjudicado por la irrupción de Viva México. El sexenio que probablemente transite Sheinbaum como presidenta será el escenario en el que Verástegui verdaderamente podrá crecer. El ataque de los sectores mediáticos contra Morena se agudizará durante su mandato y el desgaste asociado al accionar de gobierno podría abrir la competencia en 2030. La fragilidad del Frente Amplio es la condición posibilitante de que Verástegui se convierta en la práctica en la fuerza de oposición al gobierno de Sheinbaum. Si lo logra, su objetivo a largo plazo deberá ser intentar beneficiarse de la persecución mediática que sufrirá Morena y la izquierda mexicana durante el sexenio de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México.