¿Andalucismo de derechas?
Homenajes a Blas Infante, padre de la patria andaluza fusilado por órdenes del general golpista Queipo de Llano a comienzos de la Guerra Civil. Recuerdos al humanismo andalucista de las letras de Carlos Cano. Encuentros con la familia de Manuel José García Caparrós, asesinado en las movilizaciones del 4 de diciembre de 1977 por la policía. Abrazos con Alejandro Rojas Marcos, fundador del extinto Partido Andalucista y finalmente, reconocimiento del 4 de diciembre, símbolo de la memoria de la rebelión andalucista, como el “día de la Bandera”. El pasado 27 de octubre de 2022, Juanma Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, anunciaba en el Parlamento Andaluz su intención de declarar el 4 de diciembre como el día de la Bandera de Andalucía. Con este gesto que dota de institucionalidad al 4D, Bonilla pretende vaciar de contenido una fecha con una enorme carga simbólica para las luchas andalucistas.
Precisamente por eso es tan importante recordar qué sucedió realmente el 4 de diciembre de 1977. Millones de andaluces salieron entonces a las calles bajo el lema “libertad, amnistía, Estatuto de autonomía” reclamando el acceso de Andalucía a la autonomía en igualdad de condiciones con las que se conocían como nacionalidades históricas, es decir, Catalunya, Euskadi y Galicia. Eran las primeras grandes movilizaciones desde la muerte de Franco y se exhibieron símbolos que hasta entonces habían estado prohibidos durante la dictadura como la bandera blanquiverde o el himno.
Pero en Málaga, las manifestaciones, que habían comenzado con un tono festivo, acabaron en tragedia. La situación estalló cuando un joven, Juan Manuel Trinidad Berlanga, escaló la fachada del Palacio Provincial para colocar una pequeña bandera andaluza junto a la bandera de España. La Diputación de Málaga, presidida por Francisco Cabeza, se había negado a colocar la bandera andaluza en su edificio, a diferencia del resto de provincias andaluzas. Entonces, las puertas del balcón se abrieron y Trinidad fue arrastrado hacia el interior. A la vista de los miles de manifestantes el joven había sido apresado. Decenas de policías armados salieron del Palacio Provincial y comenzaron las cargas, con porras, botes de humo y disparos. Uno de ellos alcanzó a Manuel José García Caparrós, un joven trabajador de la fábrica de Cerveza Victoria afiliado a Comisiones Obreras. Manuel José murió desangrado en un Seat 600 camino al hospital.
Cuando sus familiares llegaron, los médicos les dijeron que había muerto como consecuencia de un accidente de tráfico y se negaron a enseñarles el cuerpo. El padre insistió y al final le dejaron ver el cadáver. Entonces le dijeron que había muerto de un tiro. Una herida de bala le atravesaba la espalda a la altura del omóplato izquierdo. La impunidad de los responsables de la muerte de Caparrós continúa hasta nuestros días: el proyectil desapareció misteriosamente, los policías implicados fueron trasladados y nadie ha pagado por su muerte.
Los días siguientes al asesinato de Caparrós fueron enormemente tensos y Málaga se convirtió en un campo de batalla. El 6 de diciembre, como repulsa a lo sucedido, se convocó una huelga general y Rodolfo Martín Villa, ministro de interior, se trasladó personalmente a Málaga para supervisar el dispositivo policial.
Mientras la ciudad ardía en llamas, el cadáver de Caparrós era trasladado al cementerio de San Miguel. En el lugar donde fue asesinado, se colocaron velas y se hicieron pintadas de repulsa como “crimen fascista”. Al funeral asistieron más de 30.000 personas, entre ellas el secretario general de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho. Al sellar el nicho, tras un minuto de silencio con los puños en alto, buena parte de los asistentes fueron a manifestarse frente al cuartel de la Policía Armada, responsable de la muerte de Caparrós.
Hasta ahora PP y PSOE se habían parapetado detrás del 28 de febrero como el día de Andalucía en conmemoración de la celebración del referéndum autonómico de 1980, pero parece que las cosas han cambiado. Ahora, Bonilla reconoce algo muy importante a la hora de hacer política: el peso de los sentimientos. El 28 de febrero supone una conmemoración institucional, pero el 4D tiene la carga simbólica y emocional del andalucismo. Y el PP parece que ha entrado de lleno a disputarlo. Tanto es así que Moreno Bonilla ha reconocido que convenció a sus compañeros de partido para que se pusieran la pulsera de la bandera verde y blanca junto a la española en su muñeca. Algo que siempre habían rechazado.
¿Qué ha pasado para que Moreno Bonilla se vuelva un activista andalucista? Básicamente que ha hecho cálculos electorales. Según los últimos datos de la Fundación Centro de Estudios Andaluces de febrero de 2021, el 68,5% de la ciudadanía andaluza se siente tan andaluz como español, el 13,4% más andaluz que español y un 10,5% más español que andaluz. Por otro lado, el CIS de febrero de 2020, señala que solo el 4% de los andaluces se siente exclusivamente españoles, por debajo de comunidades como la Valenciana, la vasca, o la catalana. Además, según la misma encuesta del CIS, Andalucía es, junto con Extremadura, la comunidad donde el sentimiento dual, tan andaluz como español es más alto, concretamente de un 78%. Es decir, que existe un amplio campo de actuación político dentro del andalucismo, que el PP no está dispuesto a perderse.
Uno de los peligros de la construcción de una hegemonía cultural andalucista, sin una base material mucho más allá de la bandera que la sostenga, es que se convierta en un proyecto regionalista que se limite a reclamar dinero, pero no haga cambios estructurales. Otro, es que sea capitalizado por la derecha para agitar el odio contra Sánchez y Catalunya. Moreno Bonilla ya ha denunciado los “pactos de Sánchez con Puigdemont” y el agravio territorial a los andaluces.
Y mientras tanto, Andalucía sigue acumulando las tasas de precariedad, pobreza y desigualdad más altas de España. Diez de los quince barrios con menor renta por habitante están en Andalucía y 12 de los 15 municipios españoles con mayor tasa de paro en 2022 eran andaluces, con índices de desempleo de entre el 21 y el 29%, según el INE. Como consecuencia de las altas tasas de paro, Andalucía lidera la tasa de pobreza en España. El 29% de su población se encuentra en riesgo de pobreza y el 14% la sufre ya de forma severa (con ingresos por hogar inferiores a los 560 euros), lo que supone el mayor porcentaje de toda España. En total, estas situaciones de pobreza afectan a 3,6 millones de personas.Y obviamente, estas altas tasas de pobreza tienen consecuencias sobre la esperanza de vida. Según los últimos datos del INE, Andalucía tiene la menor esperanza de vida de todo el territorio español en ambos sexos. De hecho, de los 15 municipios españoles con una menor esperanza de vida, 10 son andaluces y la población andaluza muere dos años antes que la media española.
Parece que la estrategia del PP andaluz es esconder todas estas cifras detrás de una bandera. Pero el andalucismo es otra cosa y tiene memoria de lucha. “Andalucía no puede esperar”, era uno de los lemas que se podía leer en las movilizaciones del 4D de 1977. Una sentencia que sigue vigente 46 años después.
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