El Cierre

Asilo para unos, concertinas para otros #ElCierre

Si los derechos no son para todos, entonces no son derechos, son privilegios. Si las leyes no operan igual para todas, no son leyes, son herramientas de segregación desde el poder

Se suele decir que la mentira tiene patas cortas. El problema es que, muchas veces, la hipocresía las tiene más bien largas. Es así que logra colarse en forma de argumento altisonante para justificar determinadas acciones en contraste con otras. En política, además, la hipocresía suele tener un componente añadido, y es que termina por delinear una suerte de fronteras ambiguas y perversas donde el razonamiento complejo y urgente se vuelve incómodo. Se potencia así el reinado de lo básico. De lo simplón.

De lo que termina aupando discursos malmenoristas en el mejor de los casos, y directamente suprimiendo las posibilidades de debate transformador, en el peor.

Que merece la pena detenerse en lo que ocurre en Venezuela es una obviedad. Que puede haber dudas sobre el resultado electoral, es perfectamente entendible. Pero ninguna de estas afirmaciones supone obviar también el carácter de la oposición venezolana que hoy parece ser aplaudida de forma estruendosa por quienes se dicen demócratas y derechohumanistas. Es decir, hipocresía. Porque hablamos de una oposición sionista, clasista y golpista y no nos referimos a recientes acontecimientos, sino a su seña de identidad desde siempre. Decir eso no te hace madurista ni chavista. Decir esto te hace, de hecho, demócrata y sobre todo, analista político. Como digo, el reinado de la argumentación básica te lleva a trampas perversas.

El gobierno de España ha concedido el asilo al excandidato opositor venezolano Edmundo González y tal parece que en el poder mediático hegemónico no hay ningún análisis sobre lo que esto significa, sino que se pone el foco en la nueva disputa abierta entre el PSOE y el PP a partir de estos hechos. Una disputa que no resulta novedosa porque el bloque reaccionario, donde están el Partido Popular y VOX, lleva utilizando a Venezuela como herramienta política desde hace demasiado tiempo como para sorprendernos. Que si debieron o no conceder el asilo a Edmundo González, que si Feijóo dice que Sánchez le hace un favor a Maduro, que si Ayuso había dicho que había que concederle el asilo con lo que Sánchez estaría haciendo lo que la presidenta madrileña exigía hace unos días, que si hubo o no negociaciones con el gobierno venezolano para conceder este asilo, etcétera.

Todas las aristas de una situación que merece otros focos. Y quiero, aunque sea una excepción a la regla mediática, poner ese otro foco.

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Edmundo González es en este momento, para quienes vivimos en España, un ejemplo claro del doble rasero con el que opera este país, sus leyes y sus instituciones. Es el ejemplo palpable del contraste que hace que recordemos que aunque nos digan lo contrario, no todos somos iguales ante la ley. Es un ejemplo concreto de que aunque esto suene fuerte, no todos somos iguales en general.

Mientras González era traído desde Venezuela en un avión de las Fuerzas Armadas españolas, había en Barajas quienes dormían hacinados a la espera de que sus solicitudes de asilo, mucho menos mediatizadas como es obvio, vieran luz verde. Sólo 2023 más de 163 mil personas solicitaron asilo, pero sólo se le reconoció a 12 de cada 100 personas. Un 4,5% menos que el año anterior pese a que las solicitudes han aumentado en un 37% con respecto a 2022. Desde la derecha y la ultraderecha mediática se encargan de decirnos que en Barajas hay motines por culpa de estos “vándalos”, pero no te cuentan la verdad. Para variar. No te dicen que se trata de personas, que muchas veces llegan con niños, y están hacinados y sin servicios mínimos.

Estas condiciones han sido denunciadas por diversos organismos pero, ¿cuánto oímos de ellas? Ni la décima parte de lo que llevamos oyendo de Edmundo González, te lo aseguro.

Dice el gobierno, el ministro Albares en particular, que se trata de una decisión lógica porque hay que proteger los derechos humanos de Edmundo González. Nadie podría rebatir algo así, pero, insisto, me preocupan las piernas largas de la hipocresía. Porque si se trata de proteger los derechos humanos, ¿por qué Edmundo González tiene un asilo veloz y 470 personas fueron devueltas de forma sumaria y sin garantías a Marruecos cuando la masacre de Melilla? ¿Qué derechos humanos tiene González que no tenían esas 470 personas? Y ya ni qué decir, de los 37 que murieron por la actuación policial en dicha frontera en una operación racista como bien han determinado diversos informes. Suyas son las conclusiones.

Pero a lo mejor sirven los ejemplos concretos para notar este gobierno de la hipocresía. Si se trata de proteger los derechos y la integridad de Edmundo González, por qué Abdelsalem Abdullah Khalifa, activista saharahui que lleva ya nueve días en Barajas, y que proviene de una familia históricamente azotada por la represión del Estado Marroquí, no cuenta con el asilo sino que, todo lo contrario, han decidido negárselo.  ¿Qué derechos tiene Edmundo González que no tiene Abdeslsalem Abdullah? ¿Acaso nos están diciendo que no todos somos iguales? Ya lo sabíamos, pero hay mañanas como esta en las que hay que recordarlo porque los medios se encargan de que no te enteres de estos casos y no puedas siquiera hacer un contraste decente sobre esta sangrante realidad en el reino de… la hipocresía.

El problema no es el mecanismo de protección de personas de cualquier origen, el problema es la hipocresía con la que se usan estos mecanismos para usarlos de herramienta política. El problema no es que España quiera garantizar la defensa de la democracia en el mundo, el problema es que ese mismo Gobierno que se dice demócrata recibe sin problemas a los funcionarios de una dictadura como la peruana y ni la menciona o se calla estrepitosamente sobre lo que ha hecho Macron en Francia pese a que el propio partido socialista francés integraba la coalición del Nuevo Frente Popular que ganó las elecciones legislativas y que sin embargo, no contará con un primer ministro de sus filas. El problema es la hipocresía que ahonda en un mensaje que es en sí mismo, en esencia, antidemocrático. Si los derechos no son para todos, entonces no son derechos, son privilegios. Si las leyes no operan igual para todas, no son leyes, son herramientas de segregación desde el poder.  Y es de eso de lo que deberíamos estar hablando hoy. De cómo Venezuela, un país soberano del sur global que tiene el derecho de legitimar y elegir a sus gobernantes de forma soberana, es utilizada por el norte global para su propia agenda siempre que hace falta. Y de cómo el traje de demócrata sólo se lo ponen quienes miran dictaduras en algunos lugares pero no en otros.

Finalmente, ya les digo que la hipocresía tiene patas largas, pero ¿de qué defensa de derechos humanos me puede hablar un ministro como Albares o un presidente como Pedro Sánchez que sigue comerciando armas que son utilizadas en un genocidio como el que perpetra Israel contra el pueblo palestino? ¿Cuántos aviones de las FFAA españolas han ido a acoger a palestinos y palestinas? Doble rasero, hipocresía, mentira.

Aunque seamos pocas las voces las que pongamos el foco donde corresponde, hay mañanas como esta en las que toca denunciar la hipocresía y remar contra la corriente. Así como lo hacen miles en cayucos sobre ese mar mediterráneo y que quisieran una mañana como hoy tener la maldita suerte de poder llamarse Edmundo González. Y por ellas toca denunciar todo este show de hipocresía. Hasta mañana.


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