El Borkum pone a la defensiva al Gobierno #ElCierre
“Ese fragmento de documento que publicáis no tiene ni el nombre del barco. Me recuerda al de esa cuenta que decían que teníais en Venezuela.” Esta respuesta es parte del tuit del ministro socialista, Óscar Puente, a la información que estaba ya en todos los medios y que fue compartida también por la cuenta de Podemos Cartagena en la red social X. De este modo, el ministro Oscar Puente comparaba a RESCOP, la Red de Solidaridad Contra la Ocupación del Pueblo palestino, con nada menos que OkDiario, esa basura mediática que el mismo Presidente Pedro Sánchez ha denunciado, aunque sin nombre propio, como máquina del fango.
El tema aquí no es la falta de tino de un ministro, porque si fuera sólo eso, francamente, daría más o menos igual. Que Oscar Puente esté ahí para generar momentos comunicativos en un momento de disputa con la ultraderecha envalentonada fue desde siempre una apuesta de este gobierno. Lo que revela Puente, y en particular el Oscar Puente de ayer por la tarde, es algo todavía más grave.
En la tarde de ayer hemos asistido a un bochorno directamente proporcional con la irresponsabilidad total de este gobierno. Por un lado el ministerio dirigido por Margarita Robles, defensa —de la guerra, debería llamarse—, filtraba a los medios que la responsabilidad era del señor Puente por dirigir la cartera de Transportes. Para escurrir el bulto, Oscar Puente entraba en X con la pata en alto a defenderse y descargar la responsabilidad en el Ministerio de Exteriores, es decir, en el señor Albares. Al cabo de unos minutos, y cuando la indignación iba creciendo como corresponde, se empezaba a cambiar la información. Puente nos decía que el destino del Borkum no era Israel, sino República Checa. Por cierto, como si el destino final fuera el problema, como si no existiera algo así como diferentes paradas en un trayecto. Es obvio que sí, se constata en el hecho de que precisamente el Borkum haga una de ellas en Cartagena. ¿Qué clase de argumento sólido es decir que el destino final es República Checa que, por cierto, no tiene mar, así que es complicado que llegue un carguero? Y, otro dato clave, República Checa es el segundo país en la Unión Europea en vender armas a Israel.
La mentira siempre es un torbellino que te revienta en la cara. Por que, además, ¿No debería resultar igual de problemático argumentar que sólo nos importa lo que lleva un carguero según su destino final? ¿Acaso no es un tema de seguridad estatal también saber qué ingresa al territorio? Y, por supuesto ¿Para qué será usado? Los argumentos se deshacían con rapidez. Pero luego nos dijeron que el Borkum descargaría en un puerto italiano y a partir de ahí el material militar iría a República Checa por tierra. Poco después nos dijeron que no, que eso tampoco era cierto, que el Borkum descargaría en Eslovenia y no en Italia. ¿Qué está pasando? ¿Quién está a los mandos de esta locura argumentativa y este ridículo político? El miedo.
Tal parece que al Gobierno empieza a resultarle caro no hacer nada concreto para evitar un genocidio. Tal parece que le empieza a resultar muy costoso seguir la política de decir algo pero no hacer nada y, por eso, tres de los ministros con facultades para hacer algo con el Borkum empezaron a lanzarse responsabilidades en público y en privado en lugar de tener una posición única. La desesperación se siente a kilómetros de distancia. Pero esa desesperación es también señal de que algo avanzamos. De que la presión popular, la de los universitarios, sindicatos, partidos políticos que se atreven y ciertos medios de comunicación responsables está funcionando.
La brecha entre nuestra clase política cómplice desde su pasividad y la gente a la que dicen representar se hace no sólo cada vez más honda, sino cada vez más poderosa. Se les está forzando a justificarse al menos. Sabemos, eso sí, que con esto no basta. No nos bastan justificaciones y sobre todo, hemos perdido la confianza. ¿Cómo confiar en un gobierno que nos ha mentido diciendo que no comerciaba armas con Israel y siguió haciéndolo como hace ahora? ¿Que los contratos se firmaron antes? ¿Y? ¿Acaso no se pueden suspender, precisamente porque han cambiado las situaciones? No se puede utilizar el argumento del “ya está el contrato firmado” para ser cómplice de un genocidio y para no hacer nada. Somos nosotras quienes hacemos las leyes, no es que vengan predestinadas de manera natural. El Borkum no debe partir, ¿Veremos un desenlace menos vergonzoso de lo que imaginamos?
Lo que sí sé es que la decencia está más, ahí, en las facultades ocupadas hoy en Valencia, en las acampadas en Madrid, en Barcelona, en Euskal Herria y, por supuesto, en la valentía coherente de La Rioja y Salamanca que se unen a las acampadas cuando más difícil es. Si nuestra clase política defrauda, tendremos que desahuciarla y tenemos oportunidades para ello. Hace cuatro años, un día como hoy, murió Julio Anguita, quien seguro hoy estaría defendiendo la causa del pueblo palestino y poniendo toda su energía en detener el genocidio. No hay mejor forma de cerrar el programa de hoy que citándolo en este contexto de genocidio: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen". Anguita no ha muerto, está en cada uno y cada una de las que no callamos. Y hoy, ese, es nuestro deber. Hasta mañana.
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