El Cierre

Escapemos de la celda malmenorista #ElCierre

Construyen una cárcel para forzarnos a una resignación de las ideas emancipatorias, y escapar de ella supone no sólo audacia, sino encuentro, colectividad y disputa en común a partir de espacios nuestros

La ultraderecha se queda a puertas de volver a ganar unas elecciones regionales en Alemania después de los resultados en Sajonia y Turingia. La socialdemocracia de Scholz no es capaz de reeditar el gobierno por la suma de sus escaños con CDU -le falta un escaño-, pero nos dicen que respiremos algo tranquilos, que han “detenido” a la ultraderecha. A la par, inicia su andadura el gobierno de derechas francés: liderado por Michel Barnier, el representante designado por Emmanuel Macron para no aceptar los resultados electorales de las últimas legislativas en que ganó la izquierda francesa y con una presencia potente de La Francia Insumisa en dicho frente. Pero nos dirán que respiremos tranquilos, que al menos “no ganó la ultraderecha” y claro, nadie se atreverá a decir que en Francia ha habido un golpe a la soberanía popular. Ni que fuera Venezuela. Eso no puede decirse de Europa.

La ultraderecha sigue ganando terreno y, mientras tanto, la socialdemocracia sigue voluntariamente dormida creyendo que al tender la mano a las derechas ya extremadas a estas alturas y haciendo cordones sanitarios a las izquierdas impugnadoras podrán garantizar su supervivencia. Craso error. Garantizan antes la muerte de su propio proyecto político y, no es por ser dramática, nos condenan a todas a vivir esa ola de crecimiento de la ultraderecha que hoy se siente muy cómoda en esa Comisión Europea con una socialista dentro que, en lugar de contrapeso, le hará unas simples cosquillas.

Mucho tiempo llevamos oyendo que el problema es una ultraderecha echada al monte y una derecha que les sigue: sí y no. El problema no es que los fascistas decidan ser fascistas y que las derechas conservadoras cedan porque se deben al mismo patrón: el capital. El problema es el enorme poder con el que cuentan para su crecimiento. Ojalá bastara con apuntar a la ultraderecha política, pero mientras sigamos pensando que la ultraderecha se ciñe a locales de campaña o escaños en instituciones, habremos perdido la oportunidad de vencerla.

Ayer, el líder de la izquierda francesa, Jean-Luc Mélenchon, apuntó bien el tiro. Si la ultraderecha cuenta con complicidad en medios de comunicación, en espacios empresariales, en centrales económicas, en la patronal, en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, en la judicatura… ¿Por qué sólo miramos a la ultraderecha política? De hecho, es fundamental que, como siempre decimos en Canal Red, miremos y enfrentemos a la ultraderecha mediática que muchas veces encuentra complicidad también en la progresía mediática que compra sus marcos, les da tribuna e incluso somete a debate sus discursos de odio bajo el disfraz de “pluralidad” informativa. Si, como bien dice Mélenchon, no sirve de nada entenderse con ellos, lo que toca es enfrentarles, ya sea desde el desnudamiento de su ideología antes que, de sus argumentos, como desde la más absoluta defensa de la verdad que muchas veces supone escapar de esa celda en la que encajonan nuestro pensamiento y también nuestra forma de ver el mundo. Construyen una cárcel para forzarnos a una resignación de las ideas emancipatorias, y escapar de ella supone no sólo audacia, sino encuentro, colectividad y disputa en común a partir de espacios nuestros. Sí, nuestros medios, nuestros espacios de disputa ideológica, nuestros frentes mediáticos en diversos formatos porque hace falta ocupar todo ese espectro.

Pienso en todo esto mientras el presidente Pedro Sánchez aterriza en los Estados Unidos, en New York para ser precisa, donde se reunirá con representantes de la socialdemocracia europea como Olaf Scholz o el Secretario General de Naciones Unidas. Dirá mucho, tendrá muchas palabras, ya lo sabemos, pero algo me dice que es como el Día de la Marmota en que un viaje no hace un viraje concreto de nada. En la misma ciudad estará Javier Milei, el líder ultraderechista argentino que cuenta con una agenda en la que incluye un encuentro con Elon Musk, principal aupador de las ultraderechas internacionales. No es casual que ambas figuras coincidan ni que el escenario de encuentro resulte tan poco efectivo para cualquiera de los dos. La política de la acción está hoy más que nunca en la disputa de ideas y mientras los golpes de pecho (o explícito apoyo al genocidio contra el pueblo palestino) se repitan en esa Asamblea de la ONU, continúa el régimen de guerra su andadura sabiendo que mientras el fascismo cuente con los poderoso aparatos mediáticos y el “malmenorismo” socialdemócrata, tiene todas las cartas ganadoras.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

En los medios nos dirán que lo más importante es el techo de déficit esta semana, que el Gobierno puede quedarse sin aprobar presupuestos, que todo es mejor a la ultraderecha, pero como sabemos, es la cárcel. La cárcel impuesta en nuestras mentes para no creer que es posible algo distinto. ¿Es “mejor” que no haya presupuestos más sociales ahora que Europa empieza a pedir ajustes para sostener su régimen de guerra? ¿Es “mejor” que no haya ningún cambio en vivienda pese a ser el principal problema que nos afecta a todos y todas en este país porque nos dirán que las competencias son de las CCAA y no hay nada que hacer? ¿Es “mejor” que sigamos intentando trabajar por la paz, como diría el ministro Albares, en lugar de embargar de una vez las armas con las que Israel comete un genocidio? No. Nada de esto es mejor. Prorrogar presupuestos no es mejor que apostar por negociar, e incluso hacerlo de forma audaz posicionando un plan de país que realmente le haga frente a las ultraderechas. Ni su Plan de Acción para la Democracia tuvo esa audacia. Porque en Moncloa han renunciado a intentar vencer a la ultraderecha para aceptar ser su mal menor y utilizar esa carta chantaje hasta que deje de funcionarles. Nosotras, en cambio, tenemos el deber de plantear esa audacia. Desde estos espacios mediáticos que sean capaces de abrir la puerta a esa celda en la que quieren que nuestras ideas y nuestros anhelos se queden completamente encerrados. Hasta mañana.


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