Gran centro en Europa #ElCierre
No están pactando como siempre. Están pactando como siempre pero con fines más peligrosos
Hay pocas cosas en las que, en tiempos de incertidumbre, de crisis y de régimen de guerra, se puede confiar. No hay muchas certezas, ni respuestas, pero algunas sí que existen. Podemos, por ejemplo, y esta semana ha quedado constatado, confiar siempre en el retorno de la gran coalición o, mejor dicho, el eterno retorno del gran centro. Esa formulación discursiva que disfraza en realidad los pactos por los que gana el capitalismo y su fase contemporánea, el neoliberalismo. Esa suerte de polo de atracción que intenta disfrazar de “consenso”, de “acuerdo”, de “concordia” y de “pacto responsable” lo que es la habitual reconciliación de los poderes tras lo que sea que se hayan dicho en campaña. Las campañas son el teatrillo, la política es aquello que se hace después y que suele ser esa victoria del capital, al margen de la correlación de fuerzas. Lo estamos viendo en España y lo estamos viendo en Europa.
El eterno retorno del gran centro, en clave europea, tiene a sus personajes propios. A algunas las conocemos muy bien. Úrsula von der Leyen repite en la presidencia de la Comisión Europea tras llegar a un acuerdo con socialistas y liberales que ocupan también el Consejo Europeo y el cargo de alta representante para política exterior y seguridad, respectivamente. La Von Der Leyen de “Israel tiene derecho a defenderse”, de los encuentros con Netanyahu en pleno genocidio, de las sanciones para Rusia en tres semanas, pero ninguna para Israel en más de ocho meses, la de la campaña en bunkers finlandeses para refugiarse de esa guerra que promueven, la del abrazo a Meloni porque una cosa son los fascistas y otra cosa son “nuestros fascistas” —es decir los pro-otanistas—, la Úrsula del apetito bélico que justifica también su hambre por los recortes y la austeridad, sigue en el puesto. Inamovible. Y lo hace gracias a los socialistas que, como sabemos, dicen una cosa en campaña y otra distinta en las instituciones. Pero cuidado, no nos confundamos. Ya decíamos que estas eran elecciones europeas más importantes que otras y, por tanto, este reparto de cargos, esta composición en Europa, este encuentro de gran centro, es también más revelador de lo que era antes. No están pactando como siempre. Están pactando como siempre pero con fines más peligrosos.
El habitual retorno del gran centro post elecciones disfrazado de “encuentro político entre tiendas distintas”, es una falacia. Es, en realidad, la evidencia de que al final del día defienden el mismo modelo. Por eso pactan en cuestión de días un acuerdo para repartirse la justicia en el caso español o en cuestión de semanas un pacto migratorio que destroza los derechos de miles de migrantes que vivimos y dinamizamos y contribuimos en esta Europa que nos expulsa. En lo esencial no están nunca en desacuerdo. Y por eso el reparto en Europa ha sido también veloz. En cuestión de días, en cónclaves, seguro largos e intensos, se han repartido los puestos de poder. Pero esta vez ese reparto se hace en un contexto de guerra, de régimen de guerra, que, curiosamente, es también algo que tienen en común todas estas casas políticas y estos representantes europeos.
Por eso no es lo mismo que Von Der Leyen repita en el puesto, porque ahora lo hace siendo una abanderada de la guerra y de la economía de guerra, es decir, de nuestra austeridad. Por eso no es lo mismo que el socialismo europeo comulgue tan rápidamente con los populares europeos sobre todo cuando hemos constatado en España cómo el partido socialista ha sido uno de los principales partidos de la guerra. Es Margarita Robles, pero también Pedro Sánchez. Es Grande Marlaska, pero también Pedro Sánchez. Es Josep Borrell, pero también Pedro Sánchez. Y por eso Costa entra en la ecuación con facilidad, porque no apuestan por la paz. Es el capital lucrándose de las guerras y sus muertos, y ellos están por la labor. Y por eso tampoco es casual ni menor que una primera ministra como Kallas sea la representante para política exterior y seguridad. La ministra que ha dicho claramente que la guerra es inevitable. La cito “La duda es cuándo comenzará la próxima guerra”. Pues no, señora ministra, la duda es por qué nos están llevando a la guerra si podríamos evitarlo.
El eterno retorno del gran centro tiene hoy otra certeza peligrosa: No es el gran centro de la normalidad que conocemos. No es el retorno a un escenario duro pero conocido. Es un recrudecimiento de la moralidad. Es decir, no es ya normalidad, es excepcionalidad de guerra que quieren convertir en “nueva normalidad” que tenemos que aceptar sin rechistar. El gran centro es bélico, es capitalista, es neoliberal, y también es reacción. En un contexto en que el régimen de guerra lo devora todo, también devora esos cordones sanitarios y líneas rojas que alguna vez existieron. De ahí la cordialidad con Meloni. De ahí los guiños a Abascal. De ahí la apertura de ese gran centro hacia la extrema derecha siempre que acepten el marco de guerra.
Otra Europa es posible porque tiene que ser posible. Y así como ayer comentamos el problema que supone que en España se disfrace como un acuerdo lo que es claramente el retorno a la normalidad del régimen antes del 15M, es urgente que en clave europea entendamos que ese retorno no es otra cosa que un recrudecimiento. Y así como alguna vez nos dijeron “es el mercado, amigos”, nos dirán hoy “es la guerra, amigas”. La alternativa ha de ser contra toda esa operación del mal llamado gran centro. El problema no es la ultraderecha, son aquellos que ya han pactado de antemano al comprarles su proyecto político de guerra y de recortes. Enfoquemos bien la foto grande.
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