El Cierre

Inhumanidad galopante: Barajas y el Líbano #ElCierre

Mientras tanto, la sesión de la ONU inicia. Hablan muchos de cese al fuego, de proteger los derechos, de contención en la región. Tantos golpes de pecho y tantas palabras para que no pase nada porque nadie detiene a Netanyahu

Tres escenas. Primera. Aziza tiene un año y medio y su salud se deteriora minuto a minuto. Lleva días en Barajas esperando que le concedan a ella y a su familia un asilo humanitario. La madre de Aziza la abraza mientras ve cómo su salud se deteriora. Se preocupa, se asusta, tiembla. La abraza temblorosa mientras espera, lo que parece una eternidad, que le concedan el asilo o, mejor dicho, a estas alturas, la mínima muestra de humanidad tras días de hacinamiento, vergüenza y abuso. Una treintena de activistas saharauis que comparten con ellas las horas y los días a esperas de ese asilo que impedirá que su retorno les condene a la represión en el mejor de los casos, ven la imagen de Aziza y saben que tienen que hacer algo. Cualquier cosa por cuidar su vida sobre todo después de que su madre, la que la abraza temblorosa, sufriera un aborto. Deciden entonces hacer una huelga de hambre. Sí, más de veinte activistas saharauis ponen su vida en riesgo porque a veces hay quienes no tienen otra cosa con la que luchar. Para luchar por sus vidas ponen sus cosas en riesgo. Esa es la trampa más asquerosa de un sistema que te obliga a perderlo todo. Tres días de huelga de hambre y la respuesta del gobierno progresista, el que vino a salvarnos de las garras de la ultraderecha, es deportar, repito: deportar a Marruecos a diez de los solicitantes de asilo, cinco de ellos se encontraban haciendo huelga de hambre. Marlaska siendo Marlaska. Además, impedir el ingreso de la diputada Ione Belarra, de Podemos, para constatar la situación en que se encuentran esta veintena de solicitantes de asilo, en huelga de hambre muchos y en riesgo otros. ¿Hay palabras para describir esta inhumanidad? Porque esta mañana no las encuentro. Querrán justificar, no lo dudo, su inhumanidad en aspectos burocráticos o en vacíos argumentos legales. Como si la ley no la escribiera gente. Como si la inhumanidad no encontrara cómplices en quienes redactan luego las políticas que luego los mismos utilizan para decirnos  que les obliga a actuar de determinada manera. Como si la ley no fuera variable. Como si la voluntad política no fuera en muchas ocasiones capaz de torcer esas políticas que a veces defienden y a veces se saltan. 

Segunda escena. Pocas horas después en el Congreso se ubica el desbloqueo por fin de la ILP para regularizar a más de medio millón de migrantes. Nos dirán que es gracias al PSOE y Sumar, no me vengan esta mañana con tonterías. Esa ILP es, como su nombre indica, una iniciativa popular. Un logro tras una labor titánica que no hizo ninguno de ustedes, partidos del Gobierno, ni partidos en el Congreso. No es mérito ni del PSOE, ni de Sumar, ni de ERC, ni de Bildu ni de Podemos ni del BNG, ni de nadie. Fueron los y las migrantes que bajo el sol acuciante del verano o las lluvias de otoño y el frío de invierno salieron a las calles a dar parte de su tiempo en buscar conseguir firmas minuto a minuto. Una labor enorme que sólo contó con ellas y ellos. No con los partidos. Y que construyó alianzas entre nosotras las y los migrantes y con quienes fueron aliados en la labor, aliados con DNI español que se sumaron a la causa y estamparon su firma. La labor política institucional vino después y, ojo, no voy a aplaudir al PSOE por hacer su trabajo. De hecho, debió desbloquear esta ILP antes de verano. A lo mejor agosto hubiera sido menos vergonzoso y racista, menos envalentonador para los neofascistas que nos señalaron como criminales si la voluntad del gobierno hubiera sido contundente antes de septiembre y no hubieran bloqueado esta ley que llevamos nosotras al Congreso. Por fin se desbloquea, pero la votación no está garantizada, todo lo contrario. Hermanas migrantes, estemos atentas que ya sabemos de las negociaciones que se hacen con nuestras vidas.

Tercera escena. El sur del Líbano. Un envalentonado Netanyahu agudiza la ofensiva y pone en marcha su intención de escalar el conflicto en toda la región. Casi 500 muertos y miles de heridos demuestran que la falta de contundencia de Occidente nos ha traído hasta aquí. Israel expande el infierno y lo lleva al sur del Líbano luego de arrasar con Gaza y Cisjordania ante la mirada tímida y tibia de quienes deberían defender los derechos humanos. Mientras tanto, la sesión de la ONU inicia. Hablan muchos de cese al fuego, de proteger los derechos, de contención en la región. Tantos golpes de pecho y tantas palabras para que no pase nada porque nadie detiene a Netanyahu. Porque a un criminal de guerra no se le detiene con palabras e invitaciones a la serenidad. Se le fuerza, empezando por dejar de darle armas, con boicot, con denuncia ante los tribunales internacionales asumiendo una postura clara, con ruptura de relaciones de todo tipo (diplomáticas y comerciales). Hay forma de frenarlo, pero ustedes no quieren. En Nueva York hoy hay un exceso de verborrea y una falta total de acción. Netanyahu ya no sólo sonríe, ahora avanza. Y ustedes siguen creyendo que esto se arregla con comunicados conjuntos. Nos han vendido. Se han vendido. Y lo recordaremos por siempre.

Ojalá estas tres escenas no fueran reales, sino de ficción. William Shakespeare, en su obra “La tempestad”  tiene una frase que resume bien este contexto: “El infierno está vacío y todos los demonios están aquí”. No siempre se puede ser optimista, amigas y amigas. Pero me esfuerzo. Porque si Aziza a un año y medio puede seguir luchando por su vida en medio de la inhumanidad, si su madre puede seguir abrazándola esperanzada en medio de la barbarie en Barajas, si los cientos de miles de migrantes en España pueden luchar contra el racismo institucional con planillones y organización y si la resistencia frente al genocidio y los genocidas sigue mostrándose en todos los rincones del mundo pese a la represión, habrá que obligarse a ser optimista aunque sea porque hoy eso es lo más revolucionario. Imaginar que es posible. El infierno está vacío, los demonios están aquí. Asesinado en Gaza, Cisjordania y el Líbano, masacrando en Melilla, deportando a Marruecos, condenando a la muerte  en Barajas o en el Mediterráneo. Contagiémonos, mañanas como hoy, de optimismo porque nos hará falta. Hasta mañana.


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