Cuatro intuiciones tras los resultados europeos #ElCierre

El clivaje de hoy es régimen de guerra versus paz. Coalición de guerra versus internacional pacifista. De ahí que nos quieran hacer creer que hay algo así como un fascismo aceptable, es decir, el fascismo pro-OTAN.

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El escenario, no vamos a negarlo, es difícil. Lo intuíamos y toca agradecer, por tanto, a tanta gente que ha demostrado ayer que también hay alternativa, en España y en Europa. Pero el escenario, no vamos a negarlo, es difícil y nos pone en una encrucijada: el genocidio contra el pueblo palestino, la inacción europea, todo indica, prevé continuar; la ultraderecha crece y el régimen de guerra encuentra una coalición fortalecida que lo defiende y perpetua. Todos estos elementos, por cierto, están ligados entre sí. Van algunas intuiciones:

Primera: La ultraderecha crece pero no sólo por la falta de certezas de una sociedad sin bienestar y sin respuestas, ni tampoco sólo por la claudicación de las fuerzas llamadas a pararles los pies, incluida la socialdemocracia y los verdes entregados a estos discursos extremos. Tenemos hoy una variable más que es determinante y que lamentablemente pocos, por no decir casi nadie, incluye en sus análisis: Es el régimen de guerra. En guerra, la extrema derecha crece. En régimen de guerra, el neofascismo arrasa. No hay mejor política antifascista hoy, que defender la paz. Los resultados de anoche lo refrendan rotundamente. 

Es verdad que la composición de la cámara en Europa es leída en clave derechas por un lado, izquierdas (muy amplias) por el otro. Pero en estos tiempos, esta lectura es bastante imprecisa. La coalición de la guerra es hoy mayoritaria en el Parlamento Europeo y lo es precisamente porque el eje central no se define entre izquierdas-derechas. Que la socialdemocracia que hoy avala el envío de armas a Ucrania, la sumisión a la OTAN, la que da entrevistas rodeados de tanques como el señor Borrell, que ha pasado del jardín europeo, al campo militar europeo y que está dispuesta a sentarse junto a una fascista como Giorgia Meloni sea considerada “izquierda” o “progresismo” evidencia esa limitación. El clivaje de hoy es régimen de guerra versus paz. Coalición de guerra versus internacional pacifista. De ahí que nos quieran hacer creer que hay algo así como un fascismo aceptable, es decir, el fascismo pro-OTAN.

Lo útil, nos dicen, es sumarse a la guerra. Los derechos, el estado de bienestar, los principios fundantes de la Unión Europea son sólo una carcasa vacía que hoy no determina nada. ¡Y luego nos preguntamos que por qué la ultraderecha crece! Tal vez porque se ha decidido gobernar con ellos siempre que acepten el marco bélico en la UE. Lo del racismo, la xenofobia, el machismo, la austeridad, los discursos de odio, la declaración de guerra contra los cuerpos vulnerables, es lo de menos. Del estado de bienestar al estado militar. Ese es el nuevo gran consenso europeo, y lo es gracias a las derechas que lo enarbolan, la ultraderecha a la que hacen crecer, la socialdemocracia que se ha sumado al belicismo y la falsa izquierda que asumió también que la guerra es el único escenario posible. 

Segunda: La batalla cultural es más importante que nunca y no se puede enfrentar a una oposición golpista sin gobernar. Es decir, este gobierno sigue siendo rentable para el crecimiento del bloque reaccionario. No es Alvise, es cualquiera que sepa pulsar una tecla de rechazo frente a un gobierno que se dedica a decir que hará, pero no hace. Cuando decimos que el gobierno no tiene leyes que mostrar, nos referimos a esto. Pero también cuando tenemos un gobierno cuya marca principal, Pedro Sánchez, se construye en torno a la performatividad, pero no a la actividad. Las epístolas de mensajes emotivos tienen un punto final, que nadie te cree cuando luego de una denuncia no sólo no haces nada para enfrentar a quien denuncias, sino que agachas la cabeza ante el capo de la mugre, como es García Ferreras. Necesitamos un gobierno que gobierne para las mayorías, pero también que haga por dar la batalla cultural. El PSOE está muy lejos de liderar ese rol que le corresponde en un momento en que la extrema derecha crece por esa inacción. Y SUMAR ha demostrado no servir para nada en este respecto… Y tal vez en ningún otro. 

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Tercera: No se puede enfrentar a una extrema derecha de verdad con una izquierda de mentira. No se puede enfrentar a una extrema derecha envalentonada con una izquierda tímida. No se puede enfrentar a una extrema derecha radical con una izquierda moderada. Repito: No se puede enfrentar a una extrema derecha de verdad con una izquierda de mentira. No es un tema personal, no es un fetiche ni un capricho. La unidad es muchas veces esa ficción que nos venden para forzarnos a ceder. Nos dicen que en pos de la unidad, toca renunciar a algunas banderas. Nos dicen que en pos de la unidad, toca aceptar el marco bélico. Nos dicen que en pos de la unidad, toca renunciar a la impugnación y ceder a la moderación. No compañeros, eso no es unidad, eso es claudicación vendida como unidad. No hay unidad posible si lo que busca es unirnos en la renuncia. Nos unimos para ser más fuertes, no para renunciar conjuntamente. Sumar ha sido esa unidad de la renuncia y ya vemos lo que pasa. Esta es tal vez la lección más importante de ayer. La ultraderecha está aquí porque se le permite. Necesitamos una izquierda que no lo permita, que tenga un discurso impugnador que le haga frente, que plantee una alternativa tan radical como la de esos extremismos, porque hay que ser radical en tiempos de régimen de guerra y, por lo mismo, necesitamos una izquierda pacifista que no renuncie a esa urgencia internacional. Sólo así se detiene a los Alvises de turno. La izquierda de los datos del paro no ha entendido el rol histórico transformador que demandan estos tiempos de batalla cultural. 

Y de ahí, la cuarta intuición: En clave esperanzadora, porque la hay, a veces no lo parece, pero sí la hay. Por un lado, Finlandia muestra que las izquierdas resisten y crecen precisamente cuando se necesita una alternativa. No es casual que en el país en el que Von Der Leyen visitaba refugios antiaéreos y sugería que sigamos el ejemplo, la izquierda se fortalezca. Insisto, en el régimen de guerra, la ultraderecha crece. No hay mejor medida antifascista hoy que la defensa de la paz. Y, en clave española, esa izquierda de verdad existe. Ayer hemos visto que pese a todos los intentos y los vaticinios errados, pese a las organizaciones políticas que se prestaron para ello y a los poderes económicos y empresariales, judiciales y mediáticos, pese a Prisa, o Atresmedia, esa izquierda impugnadora no sólo existe aún, sino que cobra un nuevo norte de optimismo a partir de una campaña en la que puso la paz como eje central y que cambió el estado de ánimo de un sector que excede al bastión de Podemos. Podemos está vivo, sí, pero eso no es lo importante. No sólo está vivo, sino que es la formación en torno a la cual se puede construir esa alternativa de verdad que logre enfrentar a esa extrema derecha real. Hubo una excepción ibérica que sólo se explicaba por el 15M que planteó una forma distinta de hacer política, delineando con precisión a un adversario desde la pujanza y la emancipación.

Por suerte, la fuerza política que mejor representa esa herencia ha demostrado fortaleza en tiempos donde es más necesaria que nunca, también para el PSOE, que hoy ve a Sumar como un lastre antes que como un aliado útil. El bloque reaccionario crece por su capacidad de entender la disputa cultural. El bloque de izquierdas ha de hacerlo, pero para eso toca entender que hay fórmulas que restan en esa ecuación y otras que pueden devolvernos a la excepcionalidad que nos enorgulleció.

Ya estuvo bien de experimentos ridículos en tiempos de guerra. Una izquierda de verdad es una izquierda por la paz, y el motor de ese espacio se ha mostrado claro, con casi el 50% del peso dentro del espacio político de la izquierda, que hay partido. Esa es la buena noticia.


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