Víctor Sampedro, la no rendición de cuentas y las víctimas olvidadas del 11-M
Con motivo del 20 aniversario de los atentados yihadistas del 11-M, Víctor Sampedro ha analizado en El Tablero el papel de los medios de comunicación y el gobierno de Aznar en la construcción del falso relato de la autoría de ETA. Sampedro, especializado en medios de comunicación y autor del libro Voces del 11M. Víctimas de la mentira, ha asegurado que todos los beneficios generados por la obra serán destinados a la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo para tratar de paliar los efectos de la «revictimización» a la que se ven sometidas las «víctimas de la mentira».
El escritor ha comenzado reflexionando sobre lo que considera las «tres mentiras» clave y sucesivas de «quién entonces ocupaba el poder»: «la primera la denuncia de unas supuestas armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein, que no existían y que justifican la ocupación de Irak. Luego, el mismo día 11, otra mentira en el Consejo de Seguridad de la ONU para que condene a ETA en lugar de a Al Qaeda, una auténtica barbaridad en todos los sentidos. Por último, la mentira sostenida de que aquello fue una conspiración del PSOE para que el Partido Popular perdiera las elecciones, algo que tampoco se sostiene, ya que Osama bin Laden ordena atentar España en octubre del año 2003, es decir, unos meses después de que se hubiera entrado en Irak. En octubre de 2003 no se sabía aún la fecha de las elecciones».
Asimismo, Sampedro ha hecho alusión a casos como el de Kontxi Sanchiz o Ángel Berrueta, víctimas de la narrativa construida entorno a la autoría de ETA y cuyos casos han sido silenciados: «la inclusión del asesinato de Ángel Berrueta en el libro era condición sine qua non para su publicación, ya que Ángel es la demostración de que el discurso de odio del PP tiene como resultado crímenes de odio. Ángel es asesinado por no querer colocar en su panadería un cartel contra ETA». Berrueta fue asesinado por el policía nacional Valeriano de la Peña, guardaespaldas del entonces diputado de UPN Jaime Ignacio del Burgo: «era escolta de uno de los conspiranoicos más conspicuos –refiriéndose al relato del 11-M–. Bajó y le metió varios tiros mientras su hijo le acompañaba acuchillándolo. Esto es un crimen de odio en toda regla, aunque ha sido muy difícil de reconocer. Al final ha sido sentenciado como lo que es, un crimen con propósito político».
Por último, el escritor ha criticado la estructura mediática existente y su papel en la ausencia de rendición de cuentas por parte de periodistas y políticos: «nadie ha rendido cuentas, ni de los fallos de prevención, ni de la estrategia de intoxicación. Ello es debido a una falta total y absoluta de control del periodismo. Estos comportamientos suponen la quiebra total y absoluta del protocolo de trabajo que distingue a un periodista de un propagandista. Los principales conspiranoicos, Jiménez Losantos, Casimiro García-Abadillo o Pedro J. Ramírez, siguen teniendo unas carteras publicitarias del IBEX y siguen inflando sus digitales sin ningún problema. La purga o la mínima rendición de cuentas está completamente vetada desde el momento en el que el PP blinda a quienes entonces mantuvieron la mentira. En el fondo, lo que han instaurado es un centro mediático en la capital del reino que es irradiador de un discurso de odio respecto al gobierno central y respecto a la periferia soberanista. Esto está produciendo una involución en términos de debate y de calidad democrática increíble y el libro solo es un intento de parar esto».
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