‘El corazón de las tinieblas’: del genocidio del Congo a ‘Apocalypse Now’
Este año se cumple el centenario de la muerte del escritor Joseph Conrad, fallecido a los 67 años en Bishopsbourne, un pequeño pueblo de Kent, Inglaterra. Tras años trabajando en el mar (buena parte de su obra gira entorno a la vida en barcos y puertos) su primer éxito lo logró con Chance, a la que siguieron Lord Jim, El agente secreto y Nostromo, considerada su mejor obra y que David Lean (Lawrence de Arabia) quiso adaptar al cine sin éxito. Nostromo también es el nombre de la nave de carga de Alien, el octavo pasajero, dirigida por Ridley Scott, que debutó en el cine con la adaptación de un relato de Conrad: Los duelistas.
A finales del siglo XIX y principios del XX, se perpetró un espantoso genocidio en el Estado Libre del Congo, lo que hoy conocemos como la República del Congo y entonces era una colonia bajo el dominio personal del diabólico Leopoldo II,, rey de Bélgica. En 1890 un polaco llamado Konrad Korzeniowski tomó un barco de vapor por el río Congo y descubrió todo ese horror y lo plasmó en una novela que tituló El corazón de las tinieblas. La firmó como Joseph Conrad.
Años más tarde, Orson Welles quedó hechizado por aquella novela corta y decidió adaptarla a la radio. Lo hizo el 6 de noviembre de 1938 y en la CBS. Fascinado por su potencial, Welles decidió que su primera película en Hollywood sería El corazón de las tinieblas. El guion que presentó Welles a la RKO estaba escrito como una película en primera persona y con una arriesgada concepción visual para la época: la cámara, subjetiva, debía ser la mirada del protagonista.
La figura fundamental para poner en marcha El corazón de las tinieblas de Orson Welles fue el presidente de la RKO, George J. Schaefer, ejecutivo que comenzó su carrera como secretario de L. J. Selznick, padre del famoso David O. Selznick (Lo que el viento se llevó). El contrato que Welles firmó con RKO fue para dos películas que él escribiría, produciría, dirigiría e interpretaría. Welles, una estrella mundial tras el escándalo radiofónico de La guerra de los mundos (hizo creer a sus oyentes que estaban siendo invadidos por extraterrestres), podría elegir libremente el reparto de sus filmes y a su personal técnico y colaboradores, principalmente a los jefes de equipo. El estudio solo puso dos condiciones: aprobar la historia definitiva elegida por Welles y que el presupuesto no sobrepasase el medio millón de dólares de la época.
Orson Welles, que realizó una gran investigación sobre África y tribus primitivas, pidió a la RKO 3.000 nativos de raza negra para que se inclinaran ante el personaje del tenebroso Kurtz. Los responsables de producción le respondieron, frustrados, que en Estados Unidos solo había 400 figurantes de raza negra registrados legalmente.
El 5 de diciembre de 1939 a Schaefer se le congeló la sangre al ver los números del presupuesto inicial de la película, que ascendían a más de un millón de dólares, más del doble del presupuesto al que se habían comprometido con la RKO. El proyecto quedó cancelado y se centraron en otra idea: una película inspirada en el famoso magnate de la prensa William Randolph Hearst y que acabaron llamando Ciudadano Kane.
Años más tarde, el joven John Milius (futuro director de Conan, el bárbaro) asistía a las clases de guion de Irwin Blacker, duro y exigente profesor de la USC (Universidad del Sur de California) que proclamó en clase que ni el mismísimo Orson Welles había podido adaptar al cine El corazón de las tinieblas. Inspirado y decidido, Milius se propuso trasladar el universo de Conrad a la Guerra de Vietnam. Ligado a American Zoetrope, la compañía independiente de su amigo Francis Ford Coppola, en 1969 Milius le pidió al director de El padrino que le permitiese escribir la adaptación al cine de El corazón de las tinieblas. La ambientaría en Vietnam y la dirigiría George Lucas, cofundador de American Zoetrope. Coppola le preguntó: “¿Cuánto dinero necesitas para vivir durante un año?” Y Milius respondió: “15.000 dólares”. Coppola aceptó, le dio 15.000 y le prometió que si se rodaba la película ganaría otros 10.000.
Milius primero llamó a su guion El solado psicodélico y más tarde Apocalypse Now, inspirándose en el símbolo de la paz con las palabras Nirvana Now. Pensó en mover ese símbolo de la paz, convertirlo en un avión B-52 y hablar del nuevo apocalipsis. Su tarea no fue fácil, pero el encargo era tan ambicioso que le motivaba cada página. Así lo reconoció Milius: “Welles lo intentó y no pudo. “Nadie puede hacerlo” es lo mejor que le puedes decir a un joven que está aprendiendo a escribir”.
Y trabajó con absoluta libertad y alejándose todo lo que quiso del texto de Conrad, del que llegó a decir: “Si mi guion está basado en El corazón de las tinieblas, entonces Moby Dick está basada en el Libro de Job”. Como recuerda Quentin Tarantino en su libro Meditaciones de cine, Milius quedó horrorizado cuando Apocalypse Now entró en la categoría de Mejor guión adaptado en los Oscar sosteniendo que el guión era una obra original. De hecho, en los créditos de Apocalypse Now no aparece Joseph Conrad y una de las mayores dificultades para levantar la película fueron los herederos del escritor, que controlaban férreamente los derechos de los textos de Conrad.
Y como se suele decir, el resto es historia. El rodaje de Apocalypse Now (muy bien recogido en el estupendo documental Corazones en tinieblas) fue un infierno y Coppola cambión el guión de Milius, sobre todo el final, con Marlon Brando. La estrella, que cobró un pastizal por tres semanas de rodaje, apareció en el set sin leerse la novela de Conrad y se negó a interpretar al Kurtz que había escrito Milius. Coppola, agotado, le dejó improvisar y logró un fabuloso monólogo de Brando. “He visto el horror… horrores que tú no has visto. Pero no tienes el derecho a llamarme asesino. Tienes derecho a matarme. Tienes derecho a hacerlo… pero no tienes derecho a juzgarme”.
Aunque Apocalypse Now casi acaba con su vida, su carrera y su patrimonio, Coppola salió triunfante del rodaje, ganó la Palma de Oro en Cannes y el filme dio beneficios. Pero lo más aterrador de todo es que hoy en el Congo que inspiró a Conrad, a Welles, a Milius y a Coppola poco o nada ha cambiado. El 80% de las minas de coltán están en la República Democrática del Congo, donde cada día muere un niño para que podamos encender nuestros sofisticados y caros teléfonos. Niños de poco más de diez años quedan destrozados por los accidentes en los túneles o por la inhalación de sustancias tóxicas. Las niñas, además, son violadas. El horror. Siempre el horror.