El duro arte de poner la calefacción
“Un actor o actriz es una persona que vuelve a casa después de pisar una alfombra roja rodeada de lujo, con un traje carísimo prestado y que tendrá que devolver al día siguiente, pero que, tras cruzar la puerta, no pone la calefacción porque no puede pagarla.”
La primera vez que escuché esta frase fue hace muchísimos años, en un veterano festival de cine y en boca de un actor de toda la vida ya fallecido. Es una frase no exenta de una cierta exageración, pero que yo he seguido escuchando en boca de compañeros y compañeras con versiones diferentes, a lo largo de los años. Un clásico, vaya. El hecho de que perdure en el tiempo de manera tan rotunda demuestra que no deja de ser una paradójica hipérbole de la condición de comediante, en la que no sólo los decorados son de cartón piedra.
El pasado 1 de febrero Emilio Gutiérrez Caba, presidente de AISGE, presentó el Estudio Sociolaboral que disecciona la situación de nuestros colectivos artísticos. “No queremos sonar alarmistas ni derrotistas con los resultados que hoy damos a conocer. Queremos llamar a las cosas por su nombre y avisar de que nos falta mucho para llegar a una situación profesional estable.” Estas fueron algunas de las palabras con las que Emilio presentó el estudio. Y no le faltaba razón. Porque los datos son demoledores y desmontan con crudeza el manido relato de los artistas privilegiados y, no digamos ya, subvencionados. Sirvan como ejemplo algunos datos que paso a desgranar aquí.
“Sólo el 23% de los actores y actrices españoles superan los 12000 euros brutos de ingresos anuales —una cantidad por debajo incluso del salario mínimo interprofesional— y aquellos que alcanzan unos ingresos en una franja de cierta estabilidad económica, por encima de los 18.000 euros no llegan ni siquiera al 16% (9% entre 18.000 y 30.000 mientras que un exiguo 7% estaría por encima de esos 30.000). Por el contrario, aquellos que emprenden una trayectoria artística a nivel profesional y no alcanzan ni unos pírricos 3.000 euros de ingresos anuales son con mucho el colectivo más numeroso: el 48% del total”.
Todos estos datos, sumados al incremento del coste de la vida, hacen de esta profesión un oficio en el que el pluriempleo, es constante para una abrumadora mayoría.
“Algo más de la mitad tiene un empleo al margen de su profesión artística: el 14% en ocupaciones relacionadas más o menos con el sector y un 38% en empleos totalmente ajenos al mismo… Para valorar el significado de estas cifras de ingresos, conviene tener presente que el umbral de la pobreza individual según los últimos datos disponibles, de 2021, estaba establecido en 10.088 euros anuales, cifra equivalente a un ingreso mensual de 841 euros. Utilizando este baremo para los ingresos de artistas e intérpretes a lo largo de 2022 constatamos que los ingresos artísticos abocarían al 72% a una situación de pobreza monetaria. Eso sí, la existencia de ingresos procedentes de empleos ajenos al sector reduce sensiblemente la cifra”.
A eso hay que añadir, como muy bien sabemos los que nos dedicamos a esto, el pago en B como práctica habitual en determinados sectores.
Pero hablemos ahora de las mujeres.
“Todas las cifras que arroja el estudio de la Fundación AISGE resultan aún más desfavorables en el caso de las artistas femeninas. Sus datos económicos son peores que los de sus compañeros masculinos en todos los parámetros, sin excepción. Por lo pronto, mientras su media anual de ingresos artísticos es de 8.320 euros, los hombres ganan un 40,3 por ciento más, hasta los 11.677 euros. Ellas solo se imponen a ellos en las franjas de precariedad extrema: las de ingresos menores a los 600 euros anuales (29 por ciento de encuestadas frente al 21 por ciento de encuestados) e ingresos entre 601 y 3.000 euros (25 por ciento las unas y 22 por ciento los otros). En los demás indicadores, sin excepción, ellas también salen perdiendo. Si contemplamos los ingresos totales, incluyendo otros empleos y prestaciones, ellas acaban el año con 14.846 euros mientras los varones alcanzan los 18.363 euros (un 24 por ciento más). También es menor el cómputo anual de días trabajados en el sector artístico: 62 días ellas, 70 ellos. En consecuencia, las mujeres con un segundo trabajo más allá del interpretativo son el 54 por ciento, por un 49 por ciento en el ámbito masculino. ¿A qué se deben estas diferencias? No a un desequilibrio estructural en el colectivo, desde luego: los datos de afiliación por género en AISGE se mantienen casi idénticos de 20 años a esta parte, con aproximadamente un 53 por ciento de socios frente al 47 por ciento de socias. En consecuencia, el informe de la entidad anota para la reflexión dos hipótesis: “Puede que aún existan en general menos papeles para mujeres que para hombres. Y también cabe la posibilidad de que las obligaciones de género —maternidad, cuidado de niños pequeños o familiares dependientes— siga limitando la disponibilidad para trabajar mucho más a ellas que a ellos”.
Echemos un vistazo ahora a la situación de nuestros artistas ya jubilados.
“La pensión media de jubilación es de 1.174 euros mensuales, cifra situada por encima del salario mínimo legal y por debajo de la pensión media de jubilación del conjunto de la población española (1.375 euros). Por tanto, el 44% cobra menos del importe del salario mínimo y se encuentra en situación de pobreza…en lo que se refiere al segmento con menos ingresos de la población no activa, las aportaciones de la Fundación AISGE y de los derechos de propiedad gestionados por AISGE resultan de vital importancia”
Conviene echar un vistazo al estudio en su totalidad para entender la precaria situación de una parte mayoritaria del colectivo de intérpretes y ejecutantes. Un mundo en el que los que nos dedicamos a sobrevivirlo vivimos en la incertidumbre como solución de continuidad. Pero nos levantamos cada mañana con el veneno de los aplausos y la emoción del público en la piel. No sabemos vivir de otra manera, para desesperación y también orgullo, de nuestras sufridas familias. Porque ahí estamos siempre cuando se nos necesita, a pesar de que, esa tarde quizá no hayamos podido poner la calefacción.
Nuestro calor, es el vuestro.