Estreno de ‘Altsasu’ en Madrid: “La mejor respuesta ante el intento de censura es levantar el telón”
A pesar de los patéticos y desquiciados intentos de la extrema derecha por boicotear su estreno, algo de lo que me ocuparé más adelante, por fin hemos podido disfrutar en Madrid de una excelente obra de teatro que relata con valentía, a mi juicio gran acierto y realizando un trabajo impecable el conocido suceso que se produjo en el bar Koxka de Altasu en Nafarroa en octubre de 2016. ‘Altsasu’, vaya esto por delante y sin entrar ahora en otro tipo de consideraciones, es una obra de teatro muy bien dirigida, magníficamente interpretada por un elenco de actores y actrices que dan al relato una veracidad y una emoción propios de la preparación de unos auténticos profesionales de las artes escénicas.
Ello no debería extrañarnos teniendo en cuenta que ‘Altsasu’ es una producción de la compañía La Dramática Errante, cuya directora María Goiricelaya esta siendo considerada como la más destacada dramaturga del teatro vasco en la actualidad, habiendo logrado con ‘Altsasu’ dos Premios MAX, la distinción más valorada en el mundo de las artes escénicas. María Goiricelaya, tras un exhaustivo estudio de las 350 páginas de la transcripción del juicio oral real, ha construido un relato en el que existen menciones literales de lo aportado por el sumario, pero inmersas dentro de una historia que desmonta los prejuicios sobre este caso, convertido en un bochornoso espectáculo televisivo, y en el que anima a cuestionarse hasta que punto la basura mediática hábilmente manejada por quienes entre otras muchas de sus mezquindades y ruindades, tratan de convertir el dolor en odio y en arma política arrojadiza con el mantra de ETA y del “terrorismo”, cuando no en carnaza para el lawfare, debería ser repudiada por cualquier persona inteligente, sensible y cultivada.
Creo que no está de más explicar brevemente los hechos para poner en contexto el extraordinario valor de esta obra. Madrugada del 15 de octubre: A la entrada del bar Koxka de Altsasu, se produce un incidente que desemboca en una pelea entre varios vecinos del pueblo y dos guardias civiles y sus parejas, rompiéndose uno de los agentes un tobillo. Cuando los hechos trascienden a determinados medios de información, el caso se convierte en un show mediático jaleado por los voceros ultras, en especial cuando el Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco presenta una denuncia ante la Audiencia Nacional pretendiendo que este fuera considerado un caso de “terrorismo”. El caso, que se convierte en una grave amenaza a un derecho tan fundamental como el de tener un juicio justo sin presiones paralelas de campañas orquestadas desde los medios, degenera en una aberración jurídica sin precedentes.
Ante estos hechos, María Goiricelaya coloca al espectador ante un escenario minimalista, en el que se prescinde de toda artificiosidad, sin apenas atrezo ni decoración: sencillamente unas banquetas y el trabajo de los intérpretes, quienes van cambiando de indumentaria para dar vida a los diferentes personajes, llenan sin embargo la escena de un ritmo narrativo, una credibilidad y un sentido que va tomando cuerpo, cobrando forma a medida que se desarrolla la trama, una trama muy atomizada y de la que no se puede perder ni un segundo hasta el final, que cierra la obra a modo de cierre de círculo y da sentido a todo el relato. Admirable en este sentido el trabajo de Nagore González, Aitor Borobia, Ane Pikaza y Egoitz Sánchez, capaces de desenvolverse dando vida a personajes muy distintos entre sí con una coherencia que sorprende y fascina. Un relato que en modo alguno es maniqueo; al contrario, este montaje muestra la versión de los jóvenes encarcelados y la de los dos guardias civiles.
Cuando se conoció que ‘Altsasu’ iba a estrenarse en el Teatro de la Abadía de Madrid, el fascismo vio la oportunidad volver a exhibir su ignorancia, su enfermizo odio por toda expresión cultural crítica, que cuestione las versiones bien oficiales o bien fabricadas por las cloacas mediáticas, organizando el circo habitual de banderas franquistas, llamamientos a la violencia – “Guardia civil, saca tu fusil”- y agitando el fantasma de ETA de forma tan hipócrita como miserable frente a las puertas del Teatro exigiendo que se cancelase el estreno de la obra. Por supuesto, con la plana mayor de Vox, Abascal, Ortega Smith y la arquitecta Monasterio poniéndose estupendos y haciéndose los indignaditos ante su corte de energúmenos excitados ante la rojigualda usada como capote.
Aunque esto ha tenido un muy escaso, por no decir nulo eco en los medios de comunicación audiovisuales, con la honrosa excepción de la TV3 de Catalunya y de Euskal Telebista, la militancia de Podemos en Madrid convocó una protesta ciudadana contra la concentración fascista y en defensa de la libertad de expresión, en la que estuvieron algunos cargos del partido como Isa Serra, a quien trató de provocar uno de los “periodistas” de un conocido medio ultraderechista. Los militantes de Podemos tuvieron no solamente que sufrir varias provocaciones de los ultras, sino que además dos de sus participantes fueron sancionados administrativamente por participar en este protesta. Consecuencias de que todavía exista la Ley Mordaza.
Afortunadamente y como viene sucediendo en las cada vez más frecuentes agresiones del fascismo a la cultura, el sector no ha mirado para otro lado. "Desde la Unión de Actores y Actrices vemos con preocupación y perplejidad la convocatoria. Como sindicato, nos entristece ver que, frente a la legítima discrepancia, se opte por el señalamiento y el intento de censura", lamentó en este comunicado la conocida asociación que agrupa a actores y actrices en defensa de sus derechos.
Especialmente inteligente me parece la reacción de Juan Mayorga, director de programación del Teatro de La Abadía ante el intento de censurar a ‘Altsasu’ por parte de Vox, quien expresó con toda claridad unos minutos antes del inicio de la primera representación en Madrid de la obra ante el público, que llenó la sala hasta agotar el papel: "La mejor respuesta ante peticiones de cancelación o censura de un espectáculo es levantar el telón. Gracias, más que nunca, por estar aquí, en este teatro. Un teatro es un lugar para la paz y la libertad". El académico, premio Princesa de Asturias de las Letras y dramaturgo, quiso insistir en que “el teatro es un lugar para la libertad, porque quienes acuden a él lo hacen libremente, y libremente eligen mirar y escuchar y libremente juzgan sobre lo que han visto y escuchado". Y al igual que la directora del montaje, María Goiricelaya, afirmó su respeto por todas las opiniones sobre ‘Altsasu’, tanto las discrepantes como las que se identifican con su mensaje.
No puedo dejar de terminar este artículo con una proclama que me sale tanto del corazón como de la cabeza: Altsasu Askatu!