La incomodidad de ver hoy el juicio a un nazi en Israel

Al ver El juicio de Eichmann es inevitable pensar que hoy es el primer ministro de Israel el que debería estar expuesto en una celda de cristal

Una de las imágenes más icónicas del siglo XX es la del nazi Adolf Eichmann metido en su jaula de cristal en un mediático juicio en Israel, país al que fue conducido tras ser secuestrado por el Mosad, la CIA israelita. Eichmann, que acabó ejecutado (colgado), fue carne de programas, debates, reportajes y hasta de obras de teatro convertidas en películas como El hombre de la cabina de cristal, con Maximilian Schell, que también interpretó a Hans Rolfe, defensor de los nazis de Vencedores o vencidos, la gran película de Stanley Kramer sobre los juicios de Núremberg. 

E1 11 de mayo de 1960, Adolf Eichmann, antiguo oficial nazi escondido en Argentina, fue capturado, secuestrado y trasladado a Jerusalén ilegalmente para ser juzgado y ahorcado. Sobre aquel proceso, Filmin ha estrenado El juicio de Eichmann, interesante documental de Elliot Levitt montado solo con imágenes de archivo inéditas y con la amplia cobertura televisiva de aquella época (el tribunal se levantó en un teatro para que fuese seguido por cientos de espectadores y el juicio fue filmado en su totalidad y transmitido por televisión a nivel mundial).

Ya no podemos ver un documental como este igual que hace años, antes de que los israelitas asesinaran a casi 40.000 personas en 10 meses

Levitt defiende que el juicio sirvió para que muchos se enterasen por primera vez de la magnitud de las brutalidades nazis. El juicio fue televisado para recordar el holocausto, terrible acontecimiento que, según Levitt, se estaba olvidando 15 años después de que se descubriesen los campos de exterminio. El Holocausto, siempre según Levitt, había caído en el olvido fuera de Israel, se consideraba historia antigua y apenas se enseñaba en los cursos de bachillerato o en la universidad.

Lo que no cuenta Levitt es que el juicio a Eichmann y su posterior ejecución formó parte de la legitimación de un viejo argumento sionista: solo en Israel podía ser juzgado aquel nazi. Como en tantos otros documentales y reportajes, aquí se elude que Israel usó, y sigue usando, el holocausto en Europa como argumento moral para justificar su existencia y su siniestro origen: el saqueo de tierras, el terrorismo, la limpieza étnica y una colección de crímenes digna de otro gran proceso judicial.          

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Durante el interrogatorio a Eichmann, un tipejo impertérrito (solo muestra un ligero desasosiego cuando le proyectan películas sobre los campos de exterminio), se inició un debate sobre la obediencia a las órdenes y la banalidad del mal defendida por la filósofa Hannah Arendt, que siguió el juicio y describió al oficial nazi como alguien banal, un chupatintas al servicio del mal. Esta tesis, repetida hasta la saciedad en artículos, estudios y debates, fue rebatida por Claude Lanzmann, director del documental más importante sobre el holocausto: Shoah (“aniquilación” en lengua hebrea), un monumental trabajo de nueve horas y media. Y lo hizo en El último de los injustos, documental que recupera entrevistas grabadas en 1975 (y que quedaron fuera del montaje final de Shoah) con Benjamin Murmelstein, el último presidente del Consejo Judío del campo de concentración de Theresienstadt. Murmelstein desmiente a Hannah Arendt: Eichmann, no era banal, era un ser corrupto, ladrón, calculador y tremendamente fanático. Eichmann era de todo menos banal.   

Es inevitable pensar en lo que se les ha arrebatado a los palestinos: su juicio, su jaula de cristal

Igual que Benjamin Netanyahu, otro ejemplo de un ser podrido, mendaz, racista y fanático que, y esto es lo más aterrador, sigue recibiendo el apoyo militar de los americanos, ha aparecido en la portada de la revista Time (presentado como un líder “en guerra”) y ha sido recibido con aplausos en el Capitolio, enésima muestra de que Estados Unidos sigue siendo un país moralmente hundido y muy peligroso.  

Por eso ya no podemos ver un documental como El juicio de Eichmann igual que hace años, antes de que los israelitas asesinaran a casi 40.000 personas en 10 meses. Se hace cuesta arriba ver hoy un documental en el que contemplamos cómo Israel juzga a un fanático asesino de masas enjaulado entre gruesos cristales porque hoy Israel, culpable de crímenes de guerra y de lesa humanidad, sigue pisoteando el derecho internacional y no es ejemplo de nada salvo de la pura malignidad, el puro fanatismo homicida.

Imaginen un documental en el que viésemos, sentados en el banquillo de la Corte Penal Internacional, y protegidos por una jaula de cristal, a Benjamin Netanyahu y a su ministro de Defensa, Yoav Gallant. Y junto a ellos a dirigentes de Hamas. Imaginen que son juzgados por crímenes de lesa humanidad cometidos en Israel y en la Franja de Gaza. Es mucho imaginar, sí, es cine fantástico, una irrealizable distopia. El mundo actual es demasiado pútrido como para que eso ocurra.

Aunque Israel lleva masacrando impunemente al pueblo palestino desde 1948, ahora sí que ha perdido el relato

Por eso cuando ves El juicio de Eichmann, con viejas imágenes gabadas en Israel, es inevitable pensar en lo que se les ha arrebatado a los palestinos: su juicio, su jaula de cristal, sus testimonios, sus miles de pruebas que testifiquen los horrores cometidos por los israelitas.

Seguro que hay quien piense que comparar a Eichmann con Netanyahu es exagerado y maniqueo, pero ¿es peor un funcionario fanático como Eichmann o un Primer Ministro cuyo ejército tortura y viola a presos sin garantías legales, cuyos francotiradores asesinan a niños disparándole a la cabeza, un demente cuyo ejército bombardea barrios, hospitales, escuelas y ambulancias? Netanyahu es peor por una sencilla razón:  Eichmann era un subordinado, cumplía una misión asignada por Reinhard Tristan Eugen Heydrich, arquitecto del holocausto. Netanyahu gobierna Israel.

Nunca veremos un juicio televisado en el que los líderes políticos y militares de Israel se sienten en el banquillo, pero las espantosas imágenes que se expanden por todo el planeta desde hace diez meses permanecerán y serán material de primera para futuros documentales, películas, reportajes y libros. Nunca en la historia tantos millones de personas habían sido testigos de semejante carnicería a escala industrial y en tiempo real. Y con las víctimas transmitiendo en directo su propia liquidación.

Israel, ligado inevitablemente a las imágenes de asesinatos en masa, ha perdido el argumento moral que mostraba hasta ahora toda su enorme propaganda, expandida por sus medios y conglomerados afines. Y aunque Israel lleva masacrando impunemente al pueblo palestino desde 1948, ahora sí que ha perdido el relato. Su respuesta, eso sí, siempre será la misma: todo el que los denuncie es un antisemita. Y su enemigo.