"Maestras": una aproximación al feminismo desde la Historia del Arte
Es una constante contra la que todavía quienes trabajamos en el mundo de la cultura, aún cuando por fortuna en este ámbito la mentalidad predominante es proclive a identificarse con posturas más progresistas, más identificadas con un proyecto de avance social y político que de manera irrenunciable tiene como uno de sus ejes el feminismo, tenemos que seguir batallando: la invisibilización, consciente o no, deliberada o no, de toda la aportación histórica de las mujeres a la cultura en todas sus facetas, así como de aquellas manifestaciones artísticas que a lo largo de la historia han tratado de romper esa barrera y han mostrado en sus obras una visión de la mujer diferente de la impuesta históricamente por el machismo y más acorde con esa realidad ensombrecida cuando no oculta por los esquemas sociales y culturales dominantes.
La exposición “Maestras” que se puede visitar en el Museo Thyssen-Bornemisza de la capital del estado hasta el 4 de febrero de 2024 es un acertado paso adelante en ese anhelo de mostrar desde la cultura en general y en este caso en particular desde las artes plásticas, ese papel invisibilizado y silenciado de las mujeres en los diversos ámbitos históricos y sociales a lo largo de la historia.
Angélica Kauffman, Sonia Delaunay, Clara Peeters, María Blanchard, Artemisia Gentileschi, Mary Cassatt o Maruja Mallo son alguno de los nombres más significativos de las artistas que integran esta interesante exposición colectiva que muestra un arte hecho por mujeres para las mujeres y para reivindicar frente al muro del silencio, el trabajo, el testimonio, la experiencia, la vida de las mujeres. Una exposición que en este sentido, trata de hacer una reivindicación, por decirlo de alguna forma, en positivo de esa lucha, de cómo esas mujeres lograron el apoyo de compañeros artistas masculinos o mecenas, aunque finalmente ese heteropatriarcado opresivo y omnipresente neutralizase su incipiente lucha condenándolas al olvido y al silencio.
El recorrido de la exposición, que cronológicamente se sitúa entre el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XX, se presenta organizada en una serie de bloques temáticos, a saber: Sororidad, Botánicas, Ilustradas, Orientalismo, Cuidados, Nuevas Maternidades, Complicidades y Emancipadas, ofreciendo en cada una de las obras asociadas a estas iconografías ejemplos sumamente significativos tanto para entender el rol de subordinación a las mentalidades predominantes que las mujeres debían tener en cada periodo histórico, como por el contrario la visión rupturista que muchas mujeres consiguieron plasmar en sus trabajos, al menos potencialmente.
La lista ejemplos obviamente excede con mucho el espacio del que disponemos en este artículo, pero no quiero dejar de mencionar las que creo que van a llamar más la atención al visitante y las que encierran un significado y un mensaje con proyección política más interesante. Me parece muy singular, tanto en el apartado de obras centradas en la sororidad como en el resto de la exposición en su conjunto, que las mujeres no aparecen, salvo excepciones en algunos retratos, individualizadas y aisladas, sino juntas, rompiendo ese falso mito impuesto por el machismo acerca de cómo cada mujer ve en otra mujer a una rival en lugar de a una compañera. Esta es una de las ideas que ha recalcado en diferentes declaraciones la catedrática de Estética y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid Rocío de la Villa, comisaria de esta exposición. En muchas de las pinturas realizadas en el siglo XIX esa primigenia idea de sororidad se puede apreciar cuando en esas pinturas se ven a dos, tres o varias mujeres o bien trabajando o bien en un momento de ocio y esparcimiento, pero siempre compartiendo un espacio, generando una complicidad, y mostrando con ello el profundo conocimiento que las artistas poseían sobre las mujeres a las que pintaban. Quizá los cuadros que mejor reflejan esa sororidad serían “Las lavanderas” de Marie-Louise Petiet o “La zapatería” de Elizabeth Sparhawk-Jones. Ello suponía toda una revolución en el arte en aquel momento, revolución que no fue reconocida como tal ni por supuesto, apoyada desde la crítica de arte o el mundo de los hombres que dirigían ese mundo.
El bloque de obras que se agrupa en “Emancipadas” es probablemente el más rupturista y el más interesante, con toda seguridad porque es el que agrupa a las artistas y a las creaciones más contemporáneas. Cronológicamente, recoge trabajos realizados entre 1900 y 1937 por Ángeles Santos, Frida Kahlo, Natalia Goncharova o Maruja Mallo, cuyo cuadro “La mujer con cabra” es seguramente junto a “En el Palco” de Helene Funke las obras más rompedoras, las que reflejan más ese feminismo transformador, con vocación de acabar con el machismo desde sus raíces más profundas.
Es oportuno incidir en esto porque se han vertido algunas críticas creo que en cierta medida acertadas acerca de que la exposición adolece de mostrar un feminismo algo manido ya y que en la mayoría de sus obras, si bien ciertamente muestra a muchas mujeres cuyos trabajos hasta este momento habían estado condenados a llenarse de polvo en los almacenes, no existe un mensaje, una visión, un escenario pictórico que muestre otro tipo de conflictos, contradicciones o sentimientos entre mujeres o entre hombres y mujeres alejados del arte convencional. Vista la exposición desde la perspectiva política de hoy, tal crítica tiene sentido, aunque también creo que debe ponerse en valor en función del contexto histórico en el que la mayoría de esas obras fueron realizadas, en las que el feminismo no había teorizado ni elaborado quizá muchas de las concepciones que hoy lo caracterizan.
Con toda seguridad de un modo no consciente, en el bloque de “Nuevas Maternidades”, que agrupa pinturas en su mayoría de finales del siglo XIX, encontramos obras que obviamente no alteran las relaciones basadas en el heteropatriarcado, ni lo cuestionan abiertamente, pero al menos sí se aprecia, insisto, en ese contexto temporal e histórico, la visión de unas mujeres que tienen una concepción de su maternidad que ya no es la del “ángel del hogar” tradicional. “Marie Coca y su hija Gilberte” de Suzanne Valadon o “Desayuno en la cama” de Mary Cassatt, de las más interesantes en este aspecto.
Mujeres que se posicionaron dentro de sus posibilidades en una nueva perspectiva y que sin duda, dejaron miradas alternativas que es procedente conocer y apreciar. Una exposición sin duda incompleta por la naturaleza de su propio planteamiento, pero que de todas maneras merece la pena ser visitada.