‘Saben aquell’: David Trueba recuerda que el humor puede unir y sanar a todo un país
David Trueba es un director y guionista con una carrera irregular. Ha dirigido películas tan fallidas como Bienvenido a casa, Madrid 1987 o Casi 40 y también el estupendo documental La silla de Fernando o la tronchante serie ¿Qué fue de Jorge Sanz?, una de las mejores comedias televisivas que se han hecho en este país. Y lo cierto es que el hermano menor de Fernando Trueba no ha parado desde que debutara en 1996 con La buena vida y sigue teniendo una productividad que ya quisieran muchos en su oficio.
Este año ha estrenado Saben aquell, producida por Atresmedia Cine, Movistar+ y HBO Max y nominada a 11 Premios Goya, entre ellos Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guion Adaptado, Mejor Actriz y Mejor Actor. El filme, que Trueba ha escrito y dirigido por encargo, es un buen retrato del humorista Eugeni Jofra i Bafalluy, conocido en toda España como Eugenio y que fue un personaje fundamental en las galas televisivas que disfrutó la gente de mi generación. En los ochenta Eugenio fue un habitual de la tele y de las gasolineras, en las que era inevitable encontrarte con un expositor en el que destacaban los casetes con sus chistes, un negocio millonario del que Eugenio, explotado, sacó mucho menos dinero del que le correspondía.
Lo primero que atrae de esta película es que no es el típico biopic. Es decir: una especie de resumen de Wikipedia de la vida de un famoso interpretado por alguien disfrazado y maquillado como él, como la mediocre Bohemian Rhapsody. En Saben aquell Trueba se salta los últimos años de Eugenio, que fueron muy tristes. De hecho, se sumergió en una espantosa depresión de la que no supo salir jamás.
Trueba hace algo más inteligente porque, en realidad, Saben aquell es la historia de una pareja más que la historia de Eugenio. La otra parte de Eugenio era Conchita, su primera mujer tras separarse de su novia. La interpreta, de forma convincente, Carolina Yuste, que defiende un personaje fundamental, una mujer con talento para la canción (sus actuaciones en la película son brillantes) que sacrificó su talento por el de Eugenio, innegable y muy beneficioso para su familia.
De la otra parte, de Eugenio, se encarga David Verdaguer, un actor con el físico ideal y la voz perfecta para interpretar, que no imitar, al humorista. Verdaguer, que lleva 22 años delante de las cámaras y que ya demostró su talento en 10.000 km, Los días que vendrán o Uno para todos, tiene experiencia en la stand-up comedy y se nota en pantalla. Y en esta película hace una apuesta muy arriesgada: actuar con una nariz postiza. Trueba no estaba de acuerdo con esa decisión, y con razón porque los postizos son difíciles en el cine, pueden cargarse una película. Pero la nariz de Verdaguer, responsabilidad del estudio del genial Nacho Díaz, funciona y es necesaria porque la napia de Eugenio era muy grande y especial y a Eugenio lo conoce toda España.
Y en Saben aquell no solo brillan sus protagonistas, que están acompañados por estupendo plantel de secundarios. El gran Ferran Rañé interpreta a un productor musical (antes de ser humorista Eugenio quiso ser cantante), Pedro Casablanc a su representante, el director Paco Plaza a Chicho Ibáñez Serrador y Cristina Hoyos a la madre de Conchita. Y sin olvidar las apariciones de Pedro Ruiz, Mónica Randall y Miriam Díaz-Aroca interpretándose a sí mismos.
Saben aquell tiene dos temas principales: la máscara del cómico y la terapia colectiva que es el humor. El primer tema ahonda en cómo se crea un icono del humor como Eugenio. En este sentido, es curioso que uno de los proyectos nunca realizados de David Trueba fuese una película sobre Chiquito de la calzada, cómico que tiene en común con Eugenio que es un humorista accidental y su fama es debida a la pura suerte. A Chiquito lo descubrió un productor televisivo mientras entretenía a gente de pasta en un restaurante y Eugenio se vio forzado a improvisar contando chistes en el local en el que actuaba mientras su pareja artística, Conchita, cuidaba de su madre enferma.
Eugenio, que escribía chistes desde crío, se enfrentó al implacable juicio del público en directo, con unas enormes gafas oscuras, ropa negra, un taburete, un paquete de Ducados y un zumo de naranja con vodka. Y se ganó a todo un país que se acababa de librar del anciano dictador y veía como los cantautores, los grupos de rock y los cómicos en directo empezaban a salir hasta por debajo de las piedras.
Pero a diferencia del de Chiquito, un buen hombre sin grandes dramas o fantasmas, debajo del personaje de Eugenio se ocultaba una historia de una tristeza brutal: la enfermedad terminal de la mujer que más amó y que le ayudó a ser quien fue. De hecho, el guion de Saben aquell, y según ha reconocido Trueba, está construido a partir una leyenda sobre Eugenio: el mismo día de la muerte de Conchita, viajó a Valencia para actuar. Y comenzó con su silencio habitual, dando dos caladas a su Ducados y diciendo a los presentes: “Parece que hoy se les ha muerto alguien”.
El segundo tema, la terapia colectiva que es el humor, es lo mejor de la película. En todo su metraje eres testigo de lo que hace el humor con la gente. Trueba lo ha llamado “la medicina de todo un país” y da en el clavo. Esta película, hablada en catalán y en castellano, nos recuerda que con Eugenio se podía reír igual un nacionalista catalán y un nacionalista español. Y también, claro, los que no somos nacionalistas. De hecho, el final de la película sugiere precisamente eso: lo que une el humor en un país acostumbrado a la división.
Lo mejor: sus ideas. Por ejemplo, fusionar las luces de un local de espectáculos con la vidriera de una iglesia o mostrar el nombre del representante de Eugenio con su tarjeta, con la que se mete una raya de coca. También la escena en la sala de enfermos de cáncer y el homenaje a Nino Bravo.
Lo peor: la innecesaria advertencia, en el inicio de la película, que nos recuerda que fumar es malo, tratando al espectador como a un ser pueril e inmaduro.
Puedes ver el tráiler de la película aquí: