¿Cómo se consigue una paz que nadie parece querer ante el riesgo de guerra en Europa?
Rusia avanza en el Donbás. La resistencia ucraniana ha demostrado ser mucho más capaz de lo que se predecía antes de la guerra. Tener una treintena de países convirtiendo la guerra en un conflicto subsidiado ha ayudado enormemente a Ucrania. Pero hay algo que se está moviendo por detrás y a lo que Europa debe atender por primera vez en tres años de sangrienta guerra: la paz.
Ninguna de las predicciones occidentales se ha cumplido tampoco con el incremento del gasto para la guerra de Ucrania: las contraofensivas de 2023 no llegaron a ninguno de sus objetivos geográficos, Kiev no rompió el puente terrestre de Rusia con Crimea e importantes recursos están siendo empleados por tierra, mar y aire para atacar objetivos dentro de la Federación Rusa.
A pesar de todo lo que se dice sobre el inminente colapso económico de Moscú tras unas sanciones de doble filo en Europa, Rusia ha sorteado sus principales efectos. También el pronto agotamiento de los arsenales rusos se ha demostrado falso, a pesar de que lleva augurándose desde casi el principio de la invasión. Teherán y Pyongyang han ayudado sobremanera a este logro. Pero también la decisión de Putin de descabezar la cúpula corrupta del Ministerio de Defensa y apostar por el complejo militar-industrial. La segunda parte de la purga que comenzó con Wagner, aunque esta vez notablemente más silenciosa.
El pronto agotamiento de los arsenales rusos se ha demostrado falso, a pesar de que lleva augurándose desde casi el principio de la invasión
Por si fuera poco, el estancamiento del frente que daba esperanzas a Ucrania, también se está acabando. Kiev esperaba seguir ganando tiempo para organizar futuras ofensivas y mejorar su posición para recuperar territorio en unas potenciales negociaciones.
Europa sigue con la cabeza metida en la tierra. Los avestruces que habitan las capitales europeas no quieren mirar a donde sí ha mirado el ultraderechista húngaro, Viktor Orbán, en su estrategia de pragmatismo que tanto ha molestado en Bruselas: a Moscú, a Kiev, a Washington y a Beijing.
Moscú es la plaza más sencilla de todas. Putin no va a parar la guerra. Punto. El coste de una invasión de este calibre histórico estaba descontado de una decisión que va más allá. Es una decisión identitaria, nacional e histórica. Si Rusia pierde esta guerra, es bastante posible que caiga el gobierno e incluso, por qué no, el régimen. Si de Occidente depende, ya han señalado no solo a su derrocamiento sino a su balcanización para evitar futuras amenazas. Solo basta preguntar a los bálticos o los polacos. Evidentemente ante este escenario, si no pueden ganar con los recursos que tienen, escalarán la guerra. Y es algo que algunos en la internacional liberal demócrata están dispuestos a contestar con una guerra de mayor intensidad y territorialidad. Por si fuera poco, el frente de Pokrovsk y el de Niu York están colapsando a pasos mayores que los tímidos avances a los que nos acostumbraba la guerra. Rusia cree tener el tiempo de su parte y puede no equivocarse.
Kiev es una plaza donde se oyen muchos murmullos que ya no gustan tanto en Occidente. El más preocupante pasa por las manos de Budanov, el jefe de la inteligencia militar. Hay un enfoque demasiado obsesivo con usar el armamento occidental para atacar a Rusia dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas. Esto ha preocupado incluso a la Administración Biden por el riesgo de implicarnos directamente en la escalada. Pero además se encuentra la inútil conferencia de paz de Suiza donde se pretendía sentar las bases del apoyo internacional al final de la guerra bajo los términos ucranianos. Es una idea potente si se consiguiera luego arrastrar a una Rusia deseosa de terminar el conflicto a los términos de Kiev y con apoyo internacional. Pero Rusia no se encuentra en ese punto. Además, Volodímir Zelenski está ya hablando de la necesidad de contar con Moscú en futuros foros. Evidentemente si no están las partes del conflicto, no puede ser una conferencia de paz eficaz. Y China habría ayudado eficazmente a boicotear por detrás este intento de vender una falsa paz.
Volodímir Zelenski está ya hablando de la necesidad de contar con Moscú en futuros foros. Evidentemente si no están las partes del conflicto, no puede ser una conferencia de paz eficaz
Washington no solo está preocupada de una posible guerra más amplia con Moscú, sino que está al borde de ver descarrilar su estrategia de Pivot to Asia, más de una década después de intentar lanzarla. Gracias a su incapacidad por parar una guerra con una cesión que Rusia sabe que lo cambiaría todo en Europa. Y no es solo el asunto del territorio ucraniano. El segundo dolor de cabeza llega desde Oriente Medio. Mientras Netanyahu intenta vender una historia a Biden, sus ministros fascistas hacen declaraciones explicitando el exterminio día sí y día también. Pero el tercer foco de problemas viene desde Mar-a-Lago, en Florida. Donald Trump ya está señalando que entre sus prioridades está frenar la escalada en Europa con Rusia. Y su elección para la vicepresidencia, JD Vance, es más de lo mismo. ¿Que podría suponer cambiar una guerra con Rusia por otra con Irán? Sí, de eso hablamos otro día. Ningún líder imperialista sería una buena opción para la paz. Pero con Washington cambiando de color en 2025, el tiempo desde luego estaría completamente en contra de Kiev o los partidarios de alargar el conflicto desde Europa.
Por último, Beijing lleva años presentándose como mediador para ganar tantos en el nuevo concierto internacional. Pero también por su posición delicada. China no puede apoyar la ruptura abierta de la soberanía territorial de un país como Ucrania por el precedente que sentaría para sus propios conflictos en las costas orientales. Pero Beijing tiene muy claro que su socio aquí es Rusia. Porque la derrota de Moscú podría implicar el debilitamiento del proyecto multipolar y el envalentonamiento de los belicistas occidentales. Además, esta Rusia es más vulnerable a la sumisión económica a sus no tan nuevos socios orientales. El plan de paz chino cuenta con bastantes más similitudes de las que podría parecer con propuestas que en el pasado han articulado países del sur como Brasil o Indonesia.
China no puede apoyar la ruptura abierta de la soberanía territorial de un país como Ucrania por el precedente que sentaría para sus propios conflictos en las costas orientales. Pero Beijing tiene muy claro que su socio aquí es Rusia
“Pero es que es ceder ante Putin”. Mientras el apoyo en Ucrania a cesiones territoriales ante Rusia a cambio de la paz permanece bajo, en Estados Unidos parece ir en aumento. En Washington, como bien se sabía desde el principio, no iba a haber un apoyo hasta el infinito. Los arsenales europeos se han ido vaciando ante la ingenua decisión de ceder gran parte de la defensa continental a la OTAN y Estados Unidos. Pero se señala acertadamente un problema de ceder territorios: podría ser un primer paso para que Rusia vuelva a lanzar una guerra por más territorios en el futuro.
Por eso las propuestas de Beijing —y las de Moscú antes de lanzar la invasión y exigir anexiones— han señalado al punto más importante que se debe negociar de todos los que se han discutido en los foros oficiales y en redes sociales hasta ahora. La arquitectura de seguridad en Europa. Metámonos este concepto en la cabeza porque es el problema que lleva sin resolverse desde la Guerra Fría.
Esto nunca ha ido solo de Ucrania. Ni por supuesto va de desnazificar. Tampoco va de librar a Europa de autocracias. El punto que se quiso negociar antes de que descarrilasen las conversaciones en los primeros meses de guerra a gran escala era el de la adscripción geopolítica de Ucrania. La neutralidad. La desmilitarización. El Estado tapón. De nuevo, esto no va de si le gusta o no a la internacional liberal demócrata o a los nacionalistas rusos o ucranianos. Sino de evitar que haya una nueva escalada. El punto de la militarización de Europa del este desde 1997, la ampliación de la OTAN y las “garantías de seguridad” que Rusia falsamente proponía en 2021 es lo que ha erosionado la anterior arquitectura de seguridad del continente.
El fantasma de la guerra se alejará de Europa cuando se construya una nueva relación mutuamente aceptable entre los países europeos occidentales y Rusia y sus socios en unas negociaciones que no hablen solo de si se cede o no territorios. Lamentablemente para los que no han querido ver cómo funciona el mundo fuera de la Unión Europea sí siguen existiendo luchas por áreas de influencia y poco ha importado a las potencias si los regímenes con los que organizan el futuro del mundo son más democráticos o menos.
La única solución para la escalada en una guerra es que ambos lados tengan incentivos para pararla. Puede parecer una obviedad, pero la paz —si no colapsa ningún bando— se consigue negociando. Y para negociar primero hay que proponer entre tus cláusulas que haya paz. Y para que esa paz sea duradera hay que poner las condiciones en torno a las preocupaciones genuinas que propiciaron el estallido. Nada de esto se está haciendo en Europa. Hagámoslo.