Con la venia, señorías: dejen en paz a las feministas
La venia es, según el diccionario, la licencia o permiso pedido para ejecutar algo, una fórmula ritual que se usa en sede judicial para iniciar un alegato. Cabría preguntarse qué o quién ha dado esa venia, ese permiso, al Consejo General del Poder Judicial para permanecer cuatro años y nueve meses sin moverse de la silla ni renovar a sus miembros. Igualmente, cabría también preguntarse qué venia, qué legitimidad, tiene una minoría judicial para arrogarse una interpretación conservadora, patriarcal y machista de la ley y de su espíritu y usarla para hacer daño a las mujeres, al movimiento feminista y a quienes con más vehemencia lo han defendido estos últimos tiempos.
El lawfare contra la Ley Solo Sí es Sí es el relato inacabado de un estado profundo y su maquinaria, que quiso disparar al enemigo más peligroso que tenía enfrente y amenazaba su supervivencia: el feminismo. Y no, no es una frase hecha, un dogma, ni un relato interesado. Se comienza legislando el consentimiento sexual y se acaba levantando la tapa de todas las cloacas, desde los jueces activistas y militantes en la degradación democrática hasta, imagínense, una real Federación de Fútbol.
La nota de prensa emitida ayer por el CGPJ que reflejaba que algunos jueces conservadores siguen aplicando reducciones de condena contrarias a la jurisprudencia anterior solo confirma que el Poder Judicial actúa en su comunicación pública como una autentica oposición extraparlamentaria a las fuerzas democráticas —con la venia— y que a veces no hay mayor traje antisistema que una toga. Como órgano constitucional que es, aunque incumpliendo gravemente la constitución desde hace 5 años, —con la venia— la falta de lealtad institucional con la que opera debería sorprendernos, o quizá no tanto: recuerden a Enrique López, el juez y ex Consejero de Ayuso que comparó las relaciones LGTBI al matrimonio con animales; o al juez Serrano, el negacionista que forjó el discurso judicial contra las feminazis desde la Ley de Violencia de Género de 2004 y terminó en las filas de Vox. O recuerden, por ejemplo, a Marchena.
El lawfare contra la Ley Sí es Sí es el relato inacabado de un estado profundo y su maquinaria, que quiso disparar al enemigo más peligroso que tenía enfrente y amenazaba su supervivencia: el feminismo.
Y, si seguimos haciéndonos preguntas retóricas —por desgracia, ya intuimos las respuestas— podríamos preguntarnos también quién da la venia a las portadas que, durante meses, han repetido mantras sobre violadores excarcelados, valiéndose de contadores, de cifras sesgadas, del peor amarillismo, presentando una norma como el capricho de unas pocas mujeres —a ratos niñatas, a ratos radicales, a ratos idiotas, a ratos pérfidas y villanas— y no como una ley en la que todos participaron: Ministerio de Justicia, Fiscalía, Consejo de Estado, Cortes Generales. Todos.
Pero basta de hacernos preguntas. En esta redacción muchas venimos de leer mucha norma y tenemos mucha Constitución a las espaldas, y sabemos cantar casi de memoria aquello de que la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por jueces y magistrados, blablablá. Por eso, la única venia, el único permiso, la mejor legitimidad, es la de la gente, la del movimiento feminista que ya lo ha dejado claro: Se Acabó. Así que hagámonos buenas preguntas pero, sobre todo, atrevámonos a dar mejores respuestas. Si ayer llegaron tarde a nuestro estreno, insistimos: Bienvenidas a Diario Red.