Las dudas que deja Yolanda Díaz

¿A quién representa ahora Yolanda Díaz en el gobierno después de abandonar el liderazgo de Sumar? ¿Se convierte, de algún modo, ahora, en una ministra independiente a las órdenes de Pedro Sánchez?

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Ayer lunes, poco después de la hora de comer, Yolanda Díaz anunciaba de forma inesperada que renunciaba a su posición como líder orgánica de Sumar menos de tres meses después de ser elegida por su asamblea de inscritos en marzo de este mismo año. En la misma comparecencia sin preguntas, Díaz aseguraba su pretensión de seguir en el cargo de vicepresidenta segunda del Gobierno de Pedro Sánchez y ministra de Trabajo.

La situación es enormemente retorcida desde el principio de la andadura de Sumar. Presumiblemente para mantener un control verticalizado de la candidatura, Yolanda Díaz decidió crear su movimiento durante una serie de fases cuyo orden y duración pueden ser calificados, como mínimo, de heterodoxos. Al principio, creó una asociación llamada Sumar y se dedicó a lanzar varios 'procesos de escucha' que fueron postergando una y otra vez la constitución orgánica del nuevo espacio. Tal es así que Díaz llegó a su cita más importante —las elecciones generales del pasado 23J— sin haber constituido ningún tipo de organización formalmente. Lo que sí hizo para afrontar esa cita electoral fue inscribir un partido político —algo que había desmentido en numerosas ocasiones que fuera a hacer, en favor de un 'movimiento ciudadano'— que denominó Movimiento Sumar y que está controlado jurídicamente por unas pocas personas de su máxima confianza. Esta herramienta jurídica —completamente vacía de militancia, órganos o estatutos— le sirvió, sin embargo, para poder acceder a una cuota propia en las papeletas del 23J. Para esas elecciones, Yolanda Díaz encabezó una candidatura que simplemente era una coalición electoral en el sentido tradicional de la palabra entre el partido Movimiento Sumar y los demás partidos que firmaron el acuerdo, como Podemos, Izquierda Unida, los Comunes, Compromís o Más Madrid. A pesar de que esta y no otra era la realidad jurídica de la candidatura, no fue esto lo que se trasladó de forma transparente a la ciudadanía, sino que se decidió llamar al conjunto de ese objeto político mediante el nombre de 'Sumar', seguramente con el doble objetivo de sustituir a la marca anterior —Unidas Podemos— y, al mismo tiempo, garantizar un mayor control simbólico por parte de Díaz al coincidir parcialmente el nombre de la coalición con el nombre del partido que está jurídicamente bajo su control. De hecho y al contrario de lo que se había hecho en legislaturas anteriores, hizo lo mismo con el grupo parlamentario, al que denominó 'grupo plurinacional Sumar'. No fue hasta siete meses después de haberse celebrado las elecciones generales que tuvo lugar la primera asamblea formal de un nuevo espacio político —o partido, o coalición de partidos, o federación de partidos; a estas alturas ya es difícil saberlo— denominado propiamente 'Sumar'. Esa asamblea, que ganó Yolanda Díaz con una participación seis veces inferior a la de la asamblea de Podemos, configuró un heterogéneo órgano de dirección en el cual, por un lado, alguno de los partidos más importantes de la coalición —como Izquierda Unida, Compromís o Más Madrid— decidieron no integrarse, pero, por otro lado, las personas más cercanas a Díaz —incluyendo dirigentes de los Comunes, como Ernest Urtasun o Aína Vidal, o de Más País, como Íñigo Errejón— sí pasaron a formar parte del nuevo órgano y, de hecho, no lo hicieron a través de la cuota reservada para los partidos sino en la propia candidatura encabezada por la vicepresidenta.

Es del liderazgo de este órgano y de este objeto político del que Yolanda Díaz ha dimitido ayer y, si es difícil de entender cuál es el significado político de ello, es porque la propia construcción de lo que se ha ido llamando de forma equívoca 'Sumar' —ora asociación, ora partido, ora coalición, ora grupo parlamentario, ora espacio político de nueva creación— en realidad no ha sido otra cosa que la mejor trayectoria que Díaz ha sabido encontrar para mantener en todo momento el control vertical —es decir, el reparto de poder— en un ente que no existiría si no fuera por su propia voluntad y que es, por lo tanto, completamente inseparable de su figura.

A partir de ahí, el movimiento que acaba de llevar a cabo la todavía ministra de Trabajo nos deja varias dudas de gran trascendencia política:

¿A quién representa ahora Yolanda Díaz en el gobierno después de abandonar el liderazgo de ese espacio?

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Dado que no puede estar ya subordinada a una asamblea de cuyo máximo órgano de dirección ha dimitido, ¿a qué órdenes políticas responde ahora? La respuesta no puede ser que responde a las órdenes del grupo parlamentario, porque allí hay partidos que no están integrados en el órgano de dirección conformado en marzo. Además de que eso implicaría que, en caso de haber órdenes discrepantes por parte del máximo órgano del espacio 'Sumar' y del grupo parlamentario —algo enteramente posible, ya que contienen partidos políticos diferentes—, ¿Yolanda Díaz obedecería al segundo y no al órgano del que fue máxima responsable hasta la mañana de ayer?

¿Se convierte, de algún modo, Yolanda Díaz, ahora, en una ministra independiente a las órdenes de Pedro Sánchez?

¿Puede garantizar, a partir de ahora, Yolanda Díaz, el sentido del voto de los 27 diputados que quedan en el grupo de 'Sumar'? Si la respuesta es que sí, ¿mediante qué mecanismo orgánico es capaz de proporcionar esa garantía? Mediante una decisión del máximo órgano del espacio 'Sumar' no puede ser porque ha dimitido como coordinadora del mismo. Si la respuesta fuera mediante una decisión del grupo parlamentario, ¿mediante qué mecanismo orgánico es capaz ahora Yolanda Díaz de marcar directrices para partidos como Izquierda Unida, Compromís o Más Madrid que ni siquiera se integraron en el órgano emanado de la asamblea del espacio 'Sumar' y encabezado por Díaz hasta ayer por la mañana después de un breve mandato de menos de tres meses?

Desde luego, las dudas y las incertidumbres que deja encima de la mesa la decisión de la todavía vicepresidenta son numerosas y son importantes. Mientras tanto, Podemos ha conseguido, modestamente, empezar a volar solo, ha obtenido dos eurodiputados frente a los tres obtenidos por todo el conglomerado de partidos de 'Sumar' —sea lo que sea lo que ese significante vaya a representar en el futuro—, ha demostrado tener una militancia movilizada y una dirección que trabaja como un equipo cohesionado. Por ello, los morados tienen ahora la obligación de seguir haciendo política con mirada larga. Mientras sus antiguos compañeros intentan orientarse en los intrincados pasillos de las conjuras orgánicas, Podemos tiene que seguir siendo la única fuerza que alza la voz de forma valiente por la paz en Europa y contra el genocidio en la Franja de Gaza, tiene que seguir empujando para garantizar el derecho a la vivienda en España y muchas cosas más. La gente que los ha votado con ilusión este pasado domingo lo merece y nuestro país y la Unión Europea lo necesitan.