Gaza y el día D

Hoy Europa celebra la altura moral y la victoria contra el horror que fue capaz de articular hace ocho décadas y, precisamente por eso, no puede apartar la mirada de lo que está ocurriendo en Palestina

Hoy hace 80 años, daba comienzo en las playas de Normandía el mayor desembarco militar de la historia: la así llamada operación Overlord. El 6 de junio de 1944 —el día D—, más de 150.000 soldados estadounidenses, británicos canadienses conseguían abrir un nuevo frente contra el ejército nazi en Europa Occidental. Como hemos visto en decenas de películas, esta operación fue uno de los puntos de inflexión para darle la vuelta a la marea en la Segunda Guerra Mundial. Después del desembarco de Normandía, se consiguió estabilizar el frente francés al tiempo que el ejército soviético avanzaba por el este. Tanto es así que, antes de que pasara un año desde el día D, las tropas rusas estaban entrando en Berlín y Adolf Hitler se suicidaba en su búnker.

Hoy se celebran grandes fastos en Europa para conmemorar el 80 aniversario de aquella operación militar que —junto con otras muchas— consiguió dos victorias de dimensión civilizatoria: liberar el continente europeo del dominio de un régimen violento y dictatorial, pero también detener uno de los mayores genocidios de la historia. Durante la propia Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich asesinó de forma sistemática e industrial a entre 12 y 16 millones de personas según los diferentes historiadores. Aunque los nazis asesinaron a varios millones de prisioneros de guerra y civiles soviéticos, alrededor de 2 millones de polacos no judíos, un cuarto de millón de enfermos mentales, más de medio millón de gitanos y un número indeterminado de discapacitados físicos, homosexuales, negros y opositores políticos, el grupo más numeroso en el que Hitler centró su esfuerzo genocida fue el de los judíos europeos. Por ello, la celebración que tiene lugar hoy en occidente es doblemente importante. Hoy se celebra no solamente que Europa no haya caído íntegramente bajo el dominio nazi sino también que aquel 4 de junio de 1944 y durante los meses siguientes se pudo detener uno de los episodios más oscuros de la humanidad: el holocausto.

En una época en la que los partidos herederos del nazifacismo están incrementando sus perspectivas electorales en todo el continente al tiempo que son normalizados por unos medios de comunicación propiedad de las oligarquías, es enormemente importante recordar que hace apenas 80 años los nazis estaban asesinando a millones de personas en cámaras de gas y en campos de exterminio. Hoy que la presidenta de la Comisión Europea abre públicamente la puerta a llegar a acuerdos con Giorgia Meloni, heredera política directa del aliado de Adolf Hitler, Benito Mussolini, hoy que ni siquiera la candidata del PSOE es capaz de descartar públicamente que vaya a aceptar un puesto en el gobierno europeo sí, para ello, tiene que sentarse con la extrema derecha, es una obligación de todo demócrata celebrar la victoria de los ejércitos aliados de las potencias occidentales y la Unión Soviética sobre los nazis.

No debemos olvidar que, como ocurría hace 80 años, hoy también hay un genocidio en marcha. No en suelo europeo, pero tampoco muy lejos de nuestro continente

Al mismo tiempo, no debemos olvidar que, como ocurría hace 80 años, hoy también hay un genocidio en marcha. No en suelo europeo, pero tampoco muy lejos de nuestro continente. Hoy, el ejército de Israel está llevando a cabo una limpieza étnica que, si bien utiliza métodos diferentes a los que usó la Alemania nazi y tiene otra dimensión, presenta inquietantes analogías ideológicas y operativas con lo que entonces ocurrió. Desde el 7 de octubre pasado, el gobierno de Netanyahu ha asesinado a más del 2% de la población de la Franja de Gaza, ha destruido la mayoría de las viviendas, la práctica totalidad de los hospitales, escuelas y universidades, y está matando de hambre y enfermedades a miles de niños mediante el corte del suministro de agua, eléctrico, de medicamentos y alimentario. Es realmente desolador tener que afirmar que el Estado que la comunidad internacional decidió fundar para los judíos como consecuencia de los horrendos crímenes de lesa humanidad que los nazis cometieron contra ellos ahora está asesinando de forma sistemática e impune a un pueblo entero en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. Es realmente desolador, pero hay que decirlo porque es exactamente lo que está ocurriendo.

Hoy que se celebran 80 años de un desembarco militar que fue clave para pararle los pies a Adolf Hitler mientras estaba perpetrando un genocidio contra los judíos europeos, hoy que Europa celebra que fue capaz de colocarse en el lado correcto de la historia en aquellos oscuros momentos, es obligatorio para cualquier demócrata decir alto y claro que Europa, en nuestra época, está haciendo exactamente lo contrario con el genocidio en la Franja de Gaza. Hoy Europa celebra la altura moral y la victoria contra el horror que fue capaz de articular hace ocho décadas y, precisamente por eso, no puede apartar la mirada de lo que está ocurriendo en Palestina. Todos los líderes europeos que celebran hoy el aniversario del día D deben sentir —por exactamente el mismo motivo— la más profunda de las vergüenzas por no estar haciendo absolutamente nada por detener el horror que se desarrolla en 2024.

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La misma Unión Europea que ha destinado miles de millones en ayuda militar a Ucrania, acercándonos incluso así a la posibilidad de un conflicto nuclear en suelo europeo, ha negado a los palestinos el mismo "derecho a defenderse" que reconoce a los ucranianos y lo ha transmutado —de forma siniestra— en el "derecho de Israel a defenderse" mediante un genocidio.

A las celebraciones por el aniversario del desembarco en Normandía que van a tener lugar hoy en Europa occidental no van a asistir ni Putin —el dictador capitalista y ultraderechista que hoy gobierna los designios del país más grande de aquella Unión Soviética que fue clave en la derrota de los nazis— ni tampoco Netanyahu —el primer ministro del Estado que se creó como reparación a los judíos por el holocausto—. El primero es un proscrito para los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Europea. Mientras tanto, el segundo es el líder de "un país amigo" según las propias palabras del ministro de Exteriores español. Sin embargo, el motivo de la ausencia es, en ambos casos, el mismo: sobre los dos pesan órdenes de detención internacionales por la comisión de crímenes contra la humanidad. Una coincidencia que, cuando se cumplen 80 años del día D no deberíamos soslayar.