La naturaleza política del bloque PSOE-Sumar
Cuando, ayer jueves 16 de noviembre, cerca de la hora de comer, la presidenta del Congreso, Francina Armengol, verbalizó, desde el sillón de la tercera autoridad del Estado, que el candidato a la presidencia del Gobierno Pedro Sánchez Castejón había obtenido 179 votos a favor, 171 votos en contra y cero abstenciones en el debate de investidura, y que ya solo restaba informar de ello al rey, unas cuantas bridas políticas se apretaron con fuerza en España. Con esa declaración verbal de la presidenta, quedaba transmitida la legitimidad democrática desde el órgano que la recibe de forma directa de manos de la ciudadanía en las urnas —el Parlamento— al órgano unipersonal que recibe la legitimidad de forma delegada: el presidente del Gobierno. Pero el acto verbal de Armengol no solamente apretaba la brida de la legitimidad, sino también la del poder político. En nuestro sistema constitucional, el Poder Ejecutivo —por competencias, presupuesto y tamaño en términos de recursos humanos— es desproporcionadamente más poderoso, una vez investido, que el Poder Legislativo. Por ello, una votación exitosa de investidura es, por un lado, el momento en el que el Congreso ejerce su mayor momento de poder y, al mismo tiempo, el momento en el que cede la mayor parte de su poder al Gobierno. Es verdad que el Legislativo retiene su capacidad de llevar a cabo una moción de censura, pero, al tener ésta que ser constructiva, es difícil que se pueda producir y, por ello, prácticamente el único botón que puede poner fin de forma anticipada a la singladura del presidente investido lo tiene el propio presidente mediante el artículo 115 de la Constitución. Por ello, el acto verbal de la presidenta del Congreso anunciando el resultado de la votación en la mañana de ayer también apretó otra brida importante: la del arranque efectivo de la XV Legislatura desde la recuperación de la democracia. Aunque las Cortes Generales se constituyesen el pasado 17 de agosto, la legislatura se halla en un estado de interinidad hasta que se produce la investidura del presidente. Una vez apretada esa brida, no solamente el presidente investido sabe que dispone de cuatro años en la Moncloa —si así lo decide—, sino que, además, los 350 diputados y los 208 senadores de elección directa ven cómo, en una fracción de segundo, su acta pasa de ser una atribución precaria a algo mucho más permanente. Todas estas bridas se aprietan con constitucional fuerza cada vez que una investidura se produce, pero en cada momento histórico también se aprietan otras de naturaleza más política y que dependen de la coyuntura.
Ayer, en particular, se solidificó lo que podríamos llamar el bloque PSOE-Sumar. Si en la legislatura anterior la combativa relación entre el PSOE y Podemos suponía el objeto político fundamental para entender la dinámica gubernamental y parlamentaria, después de las elecciones del 23 de julio y, ya de forma mucho más sólida —brida apretada— tras la investidura de Sánchez, es el bloque PSOE-Sumar el objeto político cuya naturaleza y estructura debemos comprender a fondo para poder alcanzar un entendimiento respecto de la nueva dinámica. Seguramente, muchas de las características de este objeto irán concretándose y desplegándose con el devenir de los acontecimientos, pero ya se conocen los suficientes elementos nucleares para poder dibujar una primera caracterización con suficiente potencia explicativa.
Lo primero que se puede afirmar es que, a diferencia de la anterior relación entre el PSOE y Podemos —una coalición de dos fuerzas políticas muy diferentes obligada por la correlación de fuerzas—, la unión entre el PSOE y Sumar es mucho más estrecha a todos los niveles. De ahí que se pueda hablar de bloque. Pero, más allá de las señales estéticas clarísimas que confirman que esto es así, más allá de los "querida Yolanda" y los "querido Pedro", más allá de las sonrisas permanentes y los besos y los abrazos en público, ¿cuál es la naturaleza política de este bloque? ¿Cuáles son los respectivos objetivos e intereses que lo animan y mantienen la brida apretada? ¿Cuál es su naturaleza ideológica y cuál su posible evolución futura?
A diferencia de la anterior relación entre el PSOE y Podemos —una coalición de dos fuerzas políticas muy diferentes obligada por la correlación de fuerzas—, la unión entre el PSOE y Sumar es mucho más estrecha a todos los niveles
Empecemos por el PSOE, que es un objeto político bien conocido. Desde que apareció Podemos en 2014, el objetivo del PSOE solamente ha sido uno: acabar con los morados. Y lo ha intentado mediante todas las posibilidades a su alcance. Intentó dejarlos fuera del gobierno pactando con Ciudadanos en 2016 —llegó a hacer presidente a Rajoy partiéndose en dos solamente para impedir su acceso al ejecutivo—, intentó intervenir en su interna mediante la propulsión mediática por parte de PRISA y demás medios afines de la corriente errejonista —mucho más dócil con el PSOE— en Vistalegre 2, intentó achicar el espacio electoral de Podemos en cada cita electoral mediante la adopción de un falso discurso de izquierdas y también poniéndose de perfil ante los ataques de las clocacas a los morados, intentó sustituirlos por Más País mediante la repetición electoral de 2019 —algo que acabó en un notable fracaso— y, una vez en el gobierno, intentó acorralar al máximo su capacidad de acción política en cada medida y en cada ley (el máximo exponente de ello fue quizás la eliminación del consentimiento del centro de la Ley Sólo Sí es Sí de la mano del PP para golpear políticamente a Irene Montero). Desde su nacimiento, Podemos ha sido un incómodo espejo para el PSOE que demuestra con su mera existencia que las cosas se pueden hacer de otra manera. Por ello, cuando Pablo Iglesias abandona la política institucional en 2021, Pedro Sánchez decide iniciar una estrecha colaboración con Yolanda Díaz para conseguir lo que no pudo conseguir en 2019 con Íñigo Errejón: la sustitución de Podemos por otra fuerza política que tenga cierta capacidad de representar simbólicamente el significante de la "izquierda" pero que acepte la subordinación al PSOE y su dirección estratégica. La existencia de un actor político como Sumar, además de permitir a Sánchez una operativa sin ataduras, también le habilita para ocupar ideológicamente la totalidad del espacio progresista al carecer los de Díaz de una voluntad y un discurso diferenciados del PSOE. Así, en el corto plazo, la sustitución de Podemos por Sumar permitiría a Sánchez gobernar con tranquilidad y con todo el poder y, en el medio plazo, le permitiría volver a ocupar la totalidad del espacio electoral que empezó a perder en 2014 mediante la eliminación política de su competidor. Este es el interés del PSOE en mantener un bloque cohesionado PSOE-Sumar y todos los indicios indican que le está saliendo bien la jugada. Desde luego, estos días se ve a Pedro Sánchez absolutamente exultante con la situación.
Para Yolanda Díaz, la cosa es un poco más complicada. La líder de Sumar necesita estar en el Gobierno —algo que únicamente depende de Sánchez— y no se puede permitir en ningún caso una repetición electoral básicamente porque su proyecto político ha demostrado tener poco recorrido. Frente a unas previsiones hinchadas que llegaron a hablar de hasta 50 o incluso 60 diputados, Díaz obtuvo apenas 31 en las elecciones del 23 de julio, dejándose 7 escaños por el camino y con un resultado por debajo del peor resultado de Unidas Podemos a pesar de haber sumado varios partidos a la coalición. Díaz, además, no tiene realmente un partido. Todavía no se conoce censo de militantes de Sumar, varios años después de su lanzamiento todavía no ha llevado a cabo una asamblea constituyente y no existen órganos colegiados más allá de la voluntad unipersonal de la vicepresidenta. Por último, la naturaleza orgánica del conjunto de la coalición es sumamente precaria, habiendo cedido Díaz la totalidad del espacio en Aragón y en Baleares a la Chunta y a Més y la inmensa mayoría del mismo en Catalunya, Andalucía, Madrid y la Comunitat Valenciana a los Comunes, el Partido Comunista, Más Madrid y Compromís, respectivamente. El interés fundamental de Yolanda Díaz en mantener apretada la brida que solidifica el bloque PSOE-Sumar radica en que una ruptura del mismo muy posiblemente acabaría con la trayectoria política de la gallega, toda vez que —sin su participación en el Gobierno— se disgregaría en múltiples partes la precaria coalición que armó para las últimas elecciones y ya se ha comprobado que su tracción electoral es mucho menos efectiva de lo que algunos habían pensado. Hace unos meses se manejaba también en los pasillos de la Corte la hipótesis de que Díaz se estuviera preparando para sustituir a Sánchez al frente del espacio sociológico y electoral del PSOE cuando éste lo abandonase voluntaria o involuntariamente. Aunque no es descartable que la líder de Sumar pueda seguir manteniendo esa perspectiva en privado —la de sustituir al PSOE—, el desarrollo de los acontecimientos en los últimos meses ha alejado —posiblemente para siempre— ese horizonte y parece mucho más probable que sean los arriba mencionados objetivos de Pedro Sánchez los que vayan a cumplirse en el medio plazo —si Podemos no lo impide— que los de Díaz.
Por último, y además de los intereses de cada una de las dos partes, el pegamento político que permite a la pareja PSOE-Sumar funcionar como un bloque bien apretado es la escasa diferenciación ideológica entre ambos. Tanto el PSOE como Sumar no tienen ningún problema en autodenominarse "progresistas" ("somos la izquierda" decía el PSOE cuando competía contra Podemos, pero ya no hace falta). Tanto el PSOE como Sumar entienden el feminismo de la misma manera; básicamente como algo anterior a todo lo ocurrido en los años y dinámicas que rodean al 8M de 2018 («feminismo inclusivo» —pero no transinclusivo—, «feminismo del 99%», lo llaman, como hacían las feministas en la huelga del 2018, pero en realidad es el feminismo del acceso de las mujeres de clase media alta a los puestos de poder económico e institucional, el feminismo de “los techos de cristal” y no el que incluye a las que se quedan en los suelos pegajosos; el feminismo que no molesta a los hombres de 40 y 50 años amigos de Pedro Sánchez, como dijo el propio presidente). Tanto el PSOE como Sumar aceptan la prescripción de que los avances sociales deben ser graduales y concertados con el poder económico (recordemos el papel de la CEOE como garante de la reforma laboral de Yolanda Díaz). Tanto el PSOE como Sumar entienden el poder político como un fin y no como un medio y, por ello, tanto el PSOE como Sumar se asemejan en su praxis política subordinada a los poderes mediáticos y a los marcos hegemónicos conservadores que se instalan a través de ellos (pensemos en la total sintonía que mantuvieron Sánchez y Díaz respecto de la escalada bélica en Ucrania o durante la cacería reaccionaria a cuenta de las rebajas de penas a agresores sexuales).
Esta amplia coincidencia política e ideológica entre ambos proyectos es también uno de los elementos clave que permite el funcionamiento cohesionado del bloque PSOE-Sumar bajo la dirección estratégica de Pedro Sánchez, y que lo diferencia del anterior gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. Ello explica también por qué el lugar obvio de Podemos es fuera de ese bloque —sin renunciar a la voluntad de Gobierno— y junto a los partidos de izquierdas, así como la creciente incomodidad que muestran los dirigentes de Izquierda Unida, que han decidido atar sus destinos a Sumar. A partir de la investidura de Sánchez de ayer, se abre una época política nueva en la que todos estos factores irán evolucionando dinámicamente pero no corremos riesgo de equivocarnos si tomamos el análisis aquí expuesto como una descripción fidedigna de la actual estructura y naturaleza política del bloque PSOE-Sumar.