Más cerca de una guerra entre la Unión Europea y Rusia

La extrema derecha europea, la derecha tradicional y también los socialdemócratas ya han dejado claro que su hoja de ruta es el rearme, la apuesta por la guerra y el abandono absoluto de las vías diplomáticas
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Primero, Pedro Sánchez dijo públicamente que España no enviaría armas a Ucrania. A los pocos días y debido a la presión mediática e internacional al servicio de los intereses de Estados Unidos a través de la OTAN, el presidente rectificó y anunció que sí se enviaría armamento a Kiev. Podemos, que formaba parte del gobierno en ese momento, se mostró contundentemente en contra de la medida por entender que la escalada bélica de ninguna manera podía servir para poner fin a la guerra y el portavoz parlamentario, Pablo Echenique, advirtió desde la tribuna del Congreso que se irían cruzando sucesivamente líneas rojas. Los ministros y los partidos que ahora forman parte de Sumar, con Yolanda Díaz a la cabeza, se mostraron, sin embargo, a favor del envío de armamento, invocando el derecho de Ucrania a defenderse, y dieron su apoyo explícito a Sánchez en esta materia.

En aquellos primeros meses de la invasión, la parte socialista del gobierno dijo que solamente se enviaría material militar defensivo. Rápidamente, esa línea roja se traspasó, y España envió también material ofensivo, incluyendo carros de combate. A lo largo de estos años, el régimen político y mediático de guerra se ha seguido intensificando y ha conseguido, entre otras cosas, obligar a los diferentes países de la Unión Europea a aceptar el mandato de la OTAN de aumentar significativamente su inversión armamentística hasta alcanzar el totémico 2% del PIB. Estados Unidos y también el resto de los países de la OTAN, han enviado miles de millones en armas al gobierno de Zelenski, aunque esto no ha conseguido que las tropas rusas dejen de avanzar, de forma lenta pero constante, sobre territorio ucraniano, alejando así la posibilidad de una paz negociada. Por parte de España, en los últimos días, el gobierno de Sánchez aprobó por la puerta de atrás y sin pasar por el Parlamento una nueva partida de 1000 millones de euros en armas para Ucrania.

Al mismo tiempo, y mientras relevantes líderes europeos, como el presidente francés Emmanuel Macron, presionan nada más y nada menos que por el envío de tropas a la guerra, los esfuerzos de Estados Unidos y la OTAN se centran en cruzar una línea roja diferente. Por primera vez desde que comenzara la invasión hace ya más de dos años, Estados Unidos y más de una decena de países europeos han dado su permiso a Kiev para que el ejército ucraniano pueda utilizar las armas suministradas para atacar territorio ruso. Han limitado este uso al ataque de posiciones cercanas a la ofensiva de Putin sobre la importante ciudad de Járkov —ofensiva que se produce, a su vez, porque, desde esa posición, Ucrania estaba bombardeando sistemáticamente la zona rusa en torno a la ciudad de Belgorod—, pero, teniendo en cuenta cómo ha funcionado la escalada bélica hasta ahora, todo indica que esa nueva línea roja no va a durar mucho tiempo en pie. Y lo mismo puede decirse de la afirmación del gobierno de Sánchez, que ha cerrado la puerta "de momento" a que las armas enviadas por España puedan ser utilizadas para tal fin. Más allá de que resulta del todo inverosímil que semejante prohibición se vaya a comprobar sobre el terreno una vez que las armas estén allí, todo el mundo lo sabe ya lo que significa "de momento" en este asunto para Pedro Sánchez.

Como es evidente, la reacción de Rusia ante el hecho de que armamento norteamericano y europeo mate a sus civiles y destruya sus infraestructuras es muy difícil de prever

Como es evidente, la reacción de Rusia ante el hecho de que armamento norteamericano y europeo mate a sus civiles y destruya sus infraestructuras es muy difícil de prever. Pero, aunque no se sabe la dimensión de la respuesta de Putin ante la ruptura de esta nueva línea roja, lo que está claro es que, en ningún caso, la utilización de armas de la OTAN para atacar suelo ruso va a provocar ningún tipo de desescalada, sino todo lo contrario. Lo que es absolutamente evidente es que el paso dado por Estados Unidos y los países servilmente subordinados a sus intereses geopolíticos nos acerca un poco más a una guerra abierta entre la Unión Europea y la Federación rusa, y quizás a una tercera guerra mundial.

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La extrema derecha europea, la derecha tradicional y también los socialdemócratas ya han dejado claro que su hoja de ruta es el rearme, la apuesta por la guerra y el abandono absoluto de las vías diplomáticas. Por su parte, los así llamados "verdes", cuyo mejor representante en España es el partido de Yolanda Díaz, se mueven entre la tolerancia silenciosa ante la escalada bélica y el apoyo férreo, por ejemplo, de los verdes alemanes. No hay que ser ilusos y no se puede pensar que se pueda configurar una mayoría en el Parlamento Europeo después de las elecciones del 9 de junio que pueda superar el número de escaños que apuestan por la guerra. Pero, al mismo tiempo, tampoco se puede soslayar que la correlación de fuerzas política, aunque se esté en minoría, no es la misma si las fuerzas que apuestan por la paz consiguen apenas unos pocos eurodiputados o, por el contrario, se hacen con un espacio mayor.

Independientemente de la ideología y de las afinidades de cada uno, lo que es evidente es que, dentro de nueve días, se puede establecer una dicotomía absoluta entre las diferentes papeletas apiladas en las mesas de los colegios electorales: la gente podrá elegir papeletas que apuestan —por activa o por pasiva— por avanzar hacia una guerra regional en Europa y quizás de ámbito mundial o podrá elegir papeletas que defienden todo lo contrario.