Suspender la austeridad para invertir en la guerra
Todos los partidos sistémicos en España y en Europa están haciendo sonar los tambores de guerra. La propaganda otanista es aplastante y llena todos los medios de comunicación propiedad de la oligarquía capitalista: "Putin no se va a detener en Ucrania. Lo que nos estamos jugando es la civilización. Europa se tiene que rearmar. Hay que ir a una economía de guerra." Lo dice Ursula von der Leyen —en los ratos libres que le deja su apoyo al genocidio en la Franja de Gaza—, lo dice Charles Michel, lo dice Josep Borrell y, en España, lo dice Pedro Sánchez por la boca de Margarita Robles, lo dice Yolanda Díaz por la boca de Ernest Urtasun… y Feijóo y Abascal no tienen ni siquiera que decirlo porque no hace falta.
La consigna es clara y cada vez más explícita: "Hay que aumentar la inversión en armamento y hay que hacerlo rápido. Esto es fundamental para que Europa se pueda defender de una posible agresión rusa y, además, se trata de una inversión que va a generar cientos de miles de empleos de alta calidad en el continente. Si deseamos la paz, hay que prepararse para la guerra, y eso se hace inyectando ingentes cantidades de dinero público en la industria armamentística." No solamente la derecha y la extrema derecha política y mediática están de acuerdo con este planteamiento; también lo están los partidos supuestamente socialdemócratas, como el PSOE, y sus versiones más modernas, como Sumar en España o los Verdes en Alemania.
Cuando todavía hay millones de españoles que viven bajo el umbral de la pobreza, cuando nuestros servicios públicos todavía están gravemente infrafinanciados, cuando el acceso a una vivienda digna no es posible para capas cada vez más amplias de la población, los partidos supuestamente progresistas no paran de repetir que el epígrafe prioritario en el que hay que aumentar la partida presupuestaria es el militar. Lo llaman "derecho a defenderse", "proteger el jardín europeo", "luchar por la libertad" e incluso "mantener la paz", pero el hecho objetivo es que están hablando de destinar miles de millones de euros de los presupuestos públicos no a la sanidad, no al ingreso mínimo vital, no al alquiler social, sino a la fabricación de artefactos para destruir ciudades y asesinar personas.
El hecho objetivo es que están hablando de destinar miles de millones de euros de los presupuestos públicos no a la sanidad, no al ingreso mínimo vital, no al alquiler social, sino a la fabricación de artefactos para destruir ciudades y asesinar personas
En nuestro país, uno de los medios de comunicación que más beligerantes se han mostrado en este sentido ha sido el periódico El País. Probablemente no es casualidad que su máximo accionista, el francés Joseph Oughourlian —a través de su fondo Amber Capital— sea, al mismo tiempo, el principal accionista del grupo PRISA —dueño de El País y la Cadena SER— y el segundo mayor accionista de Indra, una de las principales empresas españolas del sector de la defensa y seguramente una de las más beneficiadas por la escalada bélica que defiende todos los días el periódico de cabecera del PSOE.
El País lleva muchos meses defendiendo con la mayor de las contundencias el discurso belicista, la agenda económica de los fabricantes de armas y los intereses internacionales de EEUU y la OTAN, pero este lunes se ha permitido innovar en el plano argumental y ha cruzado una nueva línea. En un editorial titulado "Hacia una nueva Unión Europea", el periódico dirigido por Pepa Bueno ha llevado a cabo una apuesta firme por "una nueva emisión de deuda común, como ya se hizo en la pandemia" para permitir a los 27 países miembros que puedan invertir en armamento sin tener que "reducir prestaciones sociales o subir impuestos". Es decir, El País quiere que se emitan eurobonos de deuda pública mancomunada al nivel europeo para alimentar la escalada bélica.
Mientras los líderes del continente están debatiendo cómo va a ser exactamente la vuelta a las reglas de la mal llamada "austeridad" que quedaron suspendidas durante la pandemia de la COVID-19, mientras los hombres de negro que asolaron el Sur de Europa a principios de la pasada década destruyendo las vidas y las economías de los países del Sur van volviendo sigilosamente al primer plano, mientras la Unión Europea discute sobre el tamaño del cepo que va a colocar sobre los presupuestos nacionales —y, por lo tanto, sobre el estado del bienestar—, El País nos informa de que la misma Unión está hablando de la posible emisión de deuda conjunta para escapar de dicho cepo, pero solamente en un epígrafe: el de la guerra. Y el periódico que supuestamente lee la gente progresista en España aplaude esta propuesta con entusiasmo.
Del mismo modo que tuvo que tener lugar un levantamiento popular en 2011 contra el discurso mediático unánime al dictado de los grandes banqueros, no nos va a quedar más remedio a la gente que defendemos la paz que volver a hacer lo mismo contra las consignas de muerte y resignación que fabrican los señores de la guerra y repiten incesantemente sus portavoces mediáticos y parlamentarios. Y más vale que lo hagamos rápido si no queremos ver cómo se llenan de fuego los cielos de Europa.