Ursula von der Leyen justifica crímenes de guerra
El Estado de Israel y el sionismo llevan más de medio siglo asediando al pueblo palestino, robándole sus tierras, ejerciendo un régimen colonial de apartheid más agresivo y racista que el sudafricano, convirtiendo Cisjordania en bantustanes y bloqueando por tierra mar y aire Gaza para condenarla a la pobreza —todo en abierta violación del derecho internacional— y, por supuesto, asesinándolos (más de 6000 muertos desde 2008 según la ONU). ¿Ha tomado la Unión Europea alguna medida efectiva para detener estos crímenes de lesa humanidad? La respuesta humilla los principios y los valores europeos: ni una.
Sin embargo, en el momento en el que Hamás lanza un brutal ataque, asesinando y secuestrando a civiles israelíes, la Unión Europea corre a implicarse en cuerpo y alma en el apoyo al Estado de Israel. Esta reacción, que en un primer momento les resulta fácil de explicar, deja de serlo en cuanto empezamos a conocer —a las pocas horas del ataque de Hamás, de hecho— que la respuesta israelí consiste en perpetrar un genocidio en la Franja de Gaza.
En cuanto Benjamin Netanyahu declara la guerra total entre un Estado que cuenta con uno de los ejércitos más poderosos y más avanzados del mundo y un pequeño territorio empobrecido, sin infraestructuras y en el cual aproximadamente 2 millones de seres humanos viven hacinados, en cuanto su ministro de defensa llama “animales humanos” a los palestinos y anuncia el corte de electricidad, de gas y del suministro de alimentos a la franja, firmando así la sentencia de muerte de miles de personas, en cuanto queda claro que Israel va a cometer —está ya cometiendo— un genocidio, la reacción de una Unión Europea que de verdad se creyese sus principios fundacionales debería haber sido, como mínimo, la de retirar inmediatamente el apoyo al Estado de Israel y tomar todas las medidas posibles para intentar evitar el asesinato sistemático de miles de seres humanos.
En cuanto queda claro que Israel va a cometer un genocidio, la reacción de una UE que de verdad se creyese sus principios fundacionales debería haber sido, como mínimo, la de retirar el apoyo al Estado de Israel y tomar todas las medidas posibles para intentar evitar el asesinato sistemático de miles de seres humanos
Lejos de hacer eso y para vergüenza de cualquier demócrata, las instituciones comunitarias han seguido dando su máximo apoyo hasta el día de hoy a los genocidas. No solo aprobaron en el seno de la Comisión Europea retirar las ayudas al desarrollo a Palestina en un acto absolutamente repugnante de agresión a las víctimas sino que además la máxima representante comunitaria, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, no ha dejado de hacer declaraciones incendiarias de apoyo cerrado a Israel que no representan en absoluto a las gentes y los pueblos de Europa y que justifican unas acciones que todo el mundo sabe que constituyen crímenes de guerra.
Quizás el seguidismo ciego a la política exterior imperialista de EEUU y el apoyo a los estados asesinos que el gigante norteamericano señala como aliados pueda servir en el corto plazo para recibir un buen tratamiento mediático y la garantía de una suntuosa promoción profesional en el ámbito de la política o de la empresa. Pero, dentro de unos años, la historia juzgará a cada uno y a cada una por el papel que desempeñaron ante el horror de una limpieza étnica en Palestina. Quizás el apoyo cerrado a los genocidas le sirva para conseguir un buen puesto en la OTAN, en el BCE, en el FMI o en una empresa de armamento cuando deje de ser presidenta de la Comisión, pero —en tanto que apoyo clave de los culpables de un genocidio—, Ursula von der Leyen será recordada por la historia como hoy recordamos a George Bush, Tony Blair, Durao Barroso y José María Aznar en las Azores.