El ataque masivo en Líbano, un paso más hacia el gran conflicto
La escalada está en curso. Israel desea una guerra más amplia con Líbano desde, al menos, el mes de noviembre. Sin embargo, resultaría fútil señalar que a día de hoy existe tal cosa como un interés único “de Israel”. La clase política está tremendamente dividida en torno a cuestiones de apoyo al primer ministro, Benjamin Netanyahu; reformas que puedan erosionar los intereses del ejército o del Estado de derecho, como la judicial; y la estrategia con respecto a Gaza, Cisjordania y Líbano.
El último de los ataques asociados a los israelíes contra Hezbolá queda lejos de ser un hecho aislado aunque sí representaría, de confirmarse, una excepción en cuanto a su extraordinaria capacidad de sabotaje e infiltración en las capacidades del grupo miliciano libanés. Entre 2.700 y 3.000 heridos y en torno a la decena de muertos como saldo de un ataque selectivo sobre los dispositivos buscapersonas que usaban los miembros de Hezbolá. Sin embargo, también habría bajas civiles y la primera consecuencia fue la saturación de varios hospitales. Las fuerzas libanesas principales no han dudado en responsabilizar a Israel del ataque simultáneo múltiple.
La cuestión no es tanto el ataque en sí sino la impunidad con la que cuenta Israel
Por si fuera poco, el golpe no solo habría tenido eco en los feudos de Hezbolá de los suburbios de Beirut sino a lo largo de todo el país e incluso en la región. La cuestión no es tanto el ataque en sí sino la impunidad con la que cuenta Israel. Un ataque de estas dimensiones, con un sabotaje de miles de equipos técnicos y la presunta implantación de explosivos en la cadena de suministros internacional es un hecho que, sin duda, habría sido calificado de terrorismo si hubiera ocurrido contra Israel.
De hecho, la doctrina Dahiya de Israel implica la apuesta por los castigos colectivos con el objetivo de dañar la legitimidad de los gobiernos de los territorios que ataca, buscando que se promueva el descontento social contra los mismos. Varias de estas características pueden llegar a implicar crímenes de guerra por el uso de castigos colectivos a civiles.
La postura israelí, además, ha ido moviéndose internamente según avanzaba la campaña en Gaza. Ministros como el de Defensa, Yoav Gallant, eran partidarios de lanzar una campaña de represalia por los ataques de Hezbolá en defensa de los palestinos tras la invasión de Gaza, es decir, en torno al mes de noviembre de 2023. Pero igual que pasó con la campaña contra los palestinos, Netanyahu tenía la última palabra y prefirió equilibrar a sus ministros más radicales, a los sectores más seculares —que no por ello menos beligerantes— y a Estados Unidos, que buscaba cierta contención en las acciones israelíes aunque estaba dispuesto a tolerarlas e incluso apoyarlas.
Con el paso de los meses, Hezbolá y el resto de miembros del Eje de la Resistencia incrementaron los ataques contra Israel y contra las instalaciones de Estados Unidos en Oriente Medio, vinculando su continuidad directamente a un alto el fuego en Gaza que consideraban imprescindible. Si Israel, lejos de negociar un alto el fuego, buscaba el intercambio de prisioneros, intentaba imponer como condición que no implicase su compromiso a parar la guerra tras dicho intercambio.
Así pues, con la ruptura del gabinete de guerra a mediados de 2024, los remanentes en el gobierno apostaban por un radicalismo mayor en las operaciones militares, llegando a pasar de un ánimo por conformar una operación militar quirúrgica —aunque estuviera implicando sobre el terreno prácticas de limpieza étnica— hacia una operación de colonización completa de los territorios palestinos e incluso Líbano.
Ante esta vía, los ataques siguieron escalando e Israel se atrevió a cruzar líneas rojas como atacar directamente Teherán o Beirut en varias ocasiones, logrando matar a algunos altos cargos de Hezbolá como Fuad Shukr o al líder de Hamás, Ismail Haniyeh. Normalmente este tipo de escaladas se suelen rebajar con ataques simbólicos que indiquen la intención del atacado de responder para consumo interno pero sin la fuerza suficiente para desatacar una nueva respuesta.
La falta de respuestas contundentes por parte de Hezbolá, y de respuesta casi por completo por parte de Irán, demostrarían que no tienen la menor intención de desatar una guerra más amplia de momento
Pero la falta de respuestas contundentes por parte de Hezbolá, y de respuesta casi por completo por parte de Irán, demostrarían que no tienen la menor intención de desatar una guerra más amplia de momento. Con la llegada del nuevo gobierno iraní tras la muerte del presidente Ebrahim Raisi, además, se rompió la coordinación del Eje de la Resistencia. Su intención es un acercamiento mayor a Occidente.
En este contexto, Hezbolá ha mantenido una línea más unilateral pero sin desatar un conflicto mayor. Y es que su capacidad de disuasión ha quedado fuertemente mermada por las muestras de debilidad de la que les acusan, por la tolerancia ante ataques constantes y por la duda que nace en el compromiso entre Irán y Hezbolá.
Pero Israel no ha aceptado en ningún momento la tesis de la desescalada. Las respuestas limitadas de Hezbolá solo han motivado nuevas escaladas, lo cual demuestra que se busca llevar al grupo libanés al punto de no retorno y que lance un ataque notablemente mayor para que Tel Aviv pueda justificar su nuevo objetivo de guerra.
La última noticia a este respecto era la convocatoria de un gabinete de seguridad en Israel para aprobar que “el retorno de los evacuados” en la zona israelí de la frontera con Líbano pasase a integrar la lista de objetivos de guerra. Esto permitiría mantener la actividad bélica incluso cuando se dieran por resueltos los principales objetivos de las operaciones en Gaza y Cisjordania.
También permitiría a Israel justificar la intervención armada que pretenden llevar a cabo en el sur de Líbano y, de paso, evitar una crisis política para Netanyahu que ha quedado opacada por la niebla de guerra y la necesidad de unidad circunstancial.
Con la apuesta de Netanyahu las tornas han cambiado en Tel Aviv. En su enfrentamiento con su ministro de Defensa, Yoav Gallant, parece que el último, en su defensa de los intereses militares, habría tomado ahora una postura discordante frente a la operación en Líbano. Y Netanyahu ve la campaña estadounidense como una oportunidad de que Donald Trump llegue a la Casa Blanca con una postura más favorable aún que Biden a implicar a Washington en el apoyo a Israel.
Entre la prensa israelí se hablaba de que, esta vez sí, Netanyahu podría deshacerse de Gallant y apostar por un nuevo reequilibrio de su coalición para tener las manos libres de cara a atacar Líbano. Por el momento no ha necesitado este cambio para seguir dando pasos con respecto a Líbano.
Tampoco es posible saber si la operación militar contra Líbano llegará en breve. Pero el ataque masivo a los buscapersonas en Líbano ha llegado en el timing ideal para ello
No es posible saber si ahora se atreverá después de intentarlo en 2023, con protestas masivas que le forzaron a reconsiderarlo. Tampoco es posible saber si la operación militar contra Líbano llegará en breve. Pero el ataque masivo a los buscapersonas en Líbano ha llegado en el timing ideal para ello, puesto que Israel ya contempla como objetivo el retorno de esos evacuados, ya ha desplazado fuerzas de Gaza al norte y ya ha rechazado el reequilibrio de la disuasión que Hezbolá planteó con su ataque limitado.