¿Colapso ucraniano en Kursk? Rusia se lanza a la contraofensiva
La Federación Rusa se está moviendo en varias direcciones. Ya no solo se hace necesario hablar del frente de Donetsk. Si Ucrania había sorprendido a propios y extraños durante el verano con la operación transfronteriza en el oblast internacionalmente reconocido como ruso de Kursk, ahora es Rusia la que vuelve a centrarse en sus fronteras de puertas para dentro.
La operación ucraniana fue rápidamente considerada en Occidente como una humillación a Rusia tras darse el escenario de que, no solo Moscú no podía tomar el territorio ucraniano, sino que tampoco podía defender el suyo. Pero lejos de las capitales occidentales se hace necesario entender el cariz de esta guerra para el imaginario nacional ruso.
La cuestión identitaria del nacionalismo ruso con respecto a Ucrania y Bielorrusia queda lejos de las consideraciones que se puedan hacer con respecto a su relación con Armenia o Chechenia. La guerra no va a parar por una peor posición rusa. En el caso de que Rusia se viera, como se viene conociendo, “contra las cuerdas”, lo más probable es que recurra a una nueva escalada.
Los efectivos rusos se aprovecharon de la concentración ucraniana en Kursk para mantener la presión en los diferentes frentes calientes del Donbás
En 2022 no eran pocos los que temían el uso de armas nucleares ante la evidencia de que Moscú no quería un conflicto prolongado, pero ni pudo imponer su dominio rápido sobre Kiev ni se le permitió llegar a un acuerdo negociado en Estambul o en Minsk.
De modo que en el escenario de una intervención ucraniana en territorio ruso -que ya rompía con el discurso tan arduamente trabajado en la prensa de la autodefensa-, Rusia no se mostró proclive a una cesión de otros territorios a cambio de recuperar Kursk. De hecho, Rusia rompió con el discurso de la poca diplomacia que quedaba, justo cuando Volodímir Zelenski se abría a que futuras cumbres de paz pudieran contar con presencia de Rusia.
Tampoco cedió Moscú en el que parecía el objetivo estratégico real de esta incursión: el desvío de recursos del Donbás. Llegaron efectivos desde Bielorrusia y, presumiblemente de la Brigada de Artillería de la Marina del Pacífico o los aerotransportados del oblast de Tula, al sur de Moscú.
Al revés, los efectivos rusos se aprovecharon de la concentración ucraniana en Kursk para mantener la presión en los diferentes frentes calientes del Donbás. Especialmente fue así en las batallas en torno a la ciudad de Pokrovsk, en la zona occidental del oblast de Donetsk. Se reportaron movimientos desde otras dos de gran importancia como Ugledar en el sur y Toretsk en las afueras de Donetsk ciudad.
Pero el objetivo mínimo en Kursk era taponar los avances ucranianos, descontrolados hasta para los mapeadores. Desde todos los puntos de avance se hablaba de diferentes cifras, desde extremos tales como que Ucrania controlaba 500 kilómetros cuadrados de territorio ruso en la parte más baja de la horquilla hasta unos 2.000 kilómetros cuadrados en la parte alta. Realmente el mayor consenso se sitúa entre los 900-1.000 kilómetros cuadrados, pero ha sido difícil de cuantificar puesto que no toda la presencia reportada era ocupación consolidada, sino avances puntuales.
Pero después de la toma de la localidad de Sudzha, primer frente en disputa real tras el avance rápido de Kiev, los ucranianos aún seguirían ganando terreno durante días. No fue hasta la consolidación de los nuevos frentes que en Occidente se empezó a ver que, sin retirada de efectivos rusos de Donetsk, no tenía mucho más recorrido el desplazamiento de efectivos ucraniano hacia Kursk.
Ucrania había presionado no solo hacia el este de Sudzha sino también hacia el oeste, en el entorno de Snagost pero con intención de acorralar a los rusos en todo el territorio al sur del río Seim
Esa presencia era propagandísticamente útil, mostrando el mundo que gastar dinero en armas para Kiev podría aún dar resultados bélicos y que valía la pena apoyarles si se quería derrotar a Rusia. Pero de nuevo, en las plazas clave se despreciaba el valor de los avances rusos bajo el pretexto de que eran “cuatro casas”, “campos” o localidades “no estratégicas”. Y esto debería haber sido analizado antes, especialmente tras haber vivido los acontecimientos de Bajmut, con la destrucción de capacidades; Avdivka, con la falta de defensas consolidadas detrás de batallas importantes; o Pokrovsk, donde Rusia se aproximaba a los límites del oblast con Dnipropetrovsk.
Los sucesos de Donetsk y Kursk están bastante más relacionados de lo que parece. Sin duda la campaña rusa de Pokrovsk debía ser taponada. El avance ucraniano en Kursk había pasado de rápido a lento y, después, a un equilibrio de avances mutuos en tierra de nadie o en zonas de disputa dentro del territorio ruso. Ahí es cuando el desvío de efectivos a un punto más acuciante como Pokrovsk podía ser crítico.
Ucrania había presionado no solo hacia el este de Sudzha sino también hacia el oeste, en el entorno de Snagost pero con intención de acorralar a los rusos en todo el territorio al sur del río Seim. Para ello, Ucrania atacó los puentes sobre el río ruso, buscando evitar que los rusos pudieran reforzar esas posiciones y arrinconar a las tropas que quedasen al sur del mismo. Sin embargo, Rusia fue construyendo pontones a un ritmo considerablemente rápido y logró reunir efectivos considerables para una ofensiva cuando el punto de estancamiento ucraniano fuera óptimo. La opción rusa era responder con más fuerza de la que tenía en ese frente, no desescalar.
Eso es lo que ha ocurrido y por ello ha sido el occidental el principal eje de avance durante los primeros días del intento ruso por expulsar la presencia ucraniana de Kursk. Rusia recuperó así Snagost y sus inmediaciones. Apenas un 10% de lo controlado por Ucrania en un par de días. Pero además de lo conseguido o no por Rusia, que el tiempo mostrará con mayor acierto, la concentración de tropas rusas en una zona tan sensible con la frontera de Kursk pone en riesgo que, buscando evitar nuevas incursiones, Moscú se decida en el futuro a lanzar una campaña como la última de Jarkov en 2024.
Es decir, el oblast ucraniano de Sumy, fronterizo con el ruso de Kursk, puede entrar en el punto de mira del Kremlin de manera más urgente si los ucranianos no consiguen defender su propia zona de amortiguación en Kursk. En caso de que Rusia tuviera éxito en la contraofensiva de Kursk por el colapso de las líneas ucranianas, Ucrania podría verse comprometida en este otro oblast: Sumy. Aunque probablemente la escala del problema no sería la del Donbás sino algo presumiblemente más cercano a la escala de lo ocurrido en Jarkov.
Kiev, para empezar, lanzó a los pocos días nuevos ataques transfronterizos en la zona oeste a la contraofensiva rusa, buscando torpedearla. En caso de que Ucrania tuviera éxito en la defensa de la frontera, deberá reforzar su presencia en Kursk para mantener esas líneas ante el empuje ruso por un territorio que les ha dado una excusa más para vender la guerra patria. Y esas líneas ucranianas quizá serían más necesarias en la defensa de su propio territorio. En cualquier caso, es probable que Ucrania deba reforzarse en Sumy y/o en Kursk. Esto podría ser un problema para ambos por la necesidad de recursos humanos y materiales, pero es una situación especialmente sensible para Kiev.