Cuentas de ultraderecha usan la causa palestina para sumar seguidores
La cantidad de información generada en tiempo real sobre el genocidio israelí en Palestina, sumada a la necesidad de buscar fuentes y noticias alternativas a la narrativa proisraelí que domina los medios mayoritarios, ha hecho emerger una serie de cuentas que hacen oportunismo de la masacre. Se trata de cuentas con un alto nivel de seguidores que publican contenido supuestamente propalestino, a veces incluso valiéndose de imágenes extremadamente duras, pero cuyo objetivo no es sensibilizar ni denunciar las acciones de Israel. Estos perfiles, cuyo objetivo es la obtención de beneficios personales y la propagación de desinformación, a menudo pertenecen además a perfiles ultraconservadores, machistas, xenófobos o lgtbiqfóbicos, que aprovechan la difusión de información durante los conflictos para conseguir mayor alcance en las redes sociales.
El periodista Miquel Ramos advertía de la naturaleza de algunos de estos perfiles, que se valen del gran número de seguidores o del llamado “check azul” —el sistema que autentifica la cuenta en la red social X, y que ahora es de pago— para ganar credibilidad.
Ramos, que localiza e indica algunos de estos perfiles, apunta a que de hecho algunos son abiertamente fascistas, misóginos o seguidores de Trump. Asimismo, la revista Rolling Stone señalaba estas estrategias online definiendo estas cuentas como “war profiteers”, (que podría traducirse como “provecho de guerra”) y que incluso ofrecen suscripciones de pago a sus canales. De fondo, además de los métodos de la ultraderecha digital, se sitúa el debate sobre las técnicas de desinformación e “infoxicación” y su influencia en los distintos los conflictos internacionales, que no se limitan únicamente al genocidio en la franja de Gaza, así como el problema de la falta de políticas de verificación que permite la proliferación de estos contenidos tan lucrativos para Elon Musk y su “algoritmo del odio”. Partidarias del supremacismo blanco, antifeministas o seguidores de líderes de la extrema derecha, estas cuentas, además, contribuyen a veces a dispersar informaciones falsas, descontextualizadas o manipuladas que pueden crear el efecto contrario al apoyo a la causa palestina entre muchos seguidores, por usar precisamente informaciones sensacionalistas o engañosas que desacreditan los necesarios mensajes de apoyo y de denuncia ante lo que ocurre en Palestina.
La proliferación de estos perfiles oportunistas y cínicos invisibiliza el trabajo informativo y activista riguroso y basado en fuentes fiables que otros muchos perfiles activistas, medios y comunicadoras desarrollan en redes para romper el bloqueo mediático sobre Palestina, a menudo, con pocos medios materiales y mucha menor capacidad de alcance que los grandes gigantes mediáticos o los aparatos propagandísticos estatales. El activismo internacional pro Derechos Humanos ha denunciado en múltiples ocasiones las estrategias digitales que muchas redes sociales utilizan para silenciar el contenido pro-palestino, lo que ha llevado en muchos países a agudizar el ingenio para poder esquivar las políticas de censura o los algoritmos que silencian contenidos donde se denuncia la situación en Gaza. Mientras, la poderosa maquinaria propagandística israelí despliega maniobras como las “influencers militares” -mujeres jóvenes que dan una imagen edulcorada de las IDF israelíes- o bulos lanzados desde cuentas pro-israelíes que denuncian que el sufrimiento del pueblo palestino está basado en grabaciones falsas (utilizan la etiqueta #Pallywood para ello). También ha invertido una ingente cantidad de dinero en propaganda online en forma de publicidad o colaboraciones así como en crear perfiles afines que multipliquen su mensaje e influyan en la opinión pública, mientras denuncian los contenidos que dañan la imagen de Israel. Sin embargo, esto no es nuevo, ya que si bien la escalada cuantitativa se ha disparado desde el inicio del genocidio, el estado israelí cuenta con un largo historial y experiencia en desplegar propaganda no solo en los entornos digitales, sino en los medios y espacios de opinión tradicionales.