Las opciones de Irán frente a la guerra regional en Oriente Medio
La guerra regional se cierne sobre Oriente Medio. Tras seis meses de campaña militar de Israel en Gaza, con una limpieza étnica en proceso y una invasión con ocupación territorial, las respuestas del Eje de la Resistencia han sido numerosas. Este grupo de actores estatales y no estatales vinculados a Irán, su fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, y los intereses locales de cada uno de ellos han empujado a posiciones no siempre alineadas.
Irán ha podido estrechar la dirección política de varios de estos grupos, mostrándose disonancias en diversos momentos con el movimiento palestino, con las milicias chiíes iraquíes e incluso con los hutíes yemeníes —cada uno enfrascado en sus respectivas luchas—. Además la autonomía de estos grupos en estos años ha quedado patente, con Irán teniendo problemas para desescalar algunos ataques en Irak contra infraestructura estadounidense, al menos, desde la crisis poselectoral de 2019.
Durante el conflicto posterior al 7 de octubre de 2023, las cosas cambiaron de nuevo. La causa palestina volvía a la centralidad de una región muy cambiante durante las anteriores décadas. Las cortapisas iraníes a una campaña de represalias del Eje de la Resistencia contra Israel evitaron un conflicto más amplio en anteriores ocasiones. Cabe señalar la guerra de Gaza de 2021 como punto crítico, con Israel buscando destruir capacidades de Hamás. En 2022 y 2023 —antes del 7O— ya se habían lanzado sendas campañas contra Yihad Islámica, cuya vinculación con Irán ha sido más marcada que la de Hamás. Por supuesto estos pretextos han llevado a la matanza indiscriminada de palestinos en todas las campañas, especialmente desde la invasión de Gaza de 2023.
La defensa de los palestinos ha servido a los respectivos miembros del Eje de la Resistencia a mejorar su posición regional, quedando los colaboracionistas con Israel en evidencia ante el mundo árabe y musulmán. Las normalizaciones de relaciones con Tel Aviv de países como Emiratos Árabes y Arabia Saudí —en negociaciones— tuvieron que rebajar sus ambiciones. Especialmente clara ha sido la revalorización de la posición interna de los hutíes. Pero la distancia de muchos de los actores ha llevado a que el actor más comprometido de manera inmediata fuera Hezbollah. Tanto grupos palestinos, como sirios, como libaneses han respondido a Israel desde territorio colindante. También ha ocurrido desde Siria, por lo que Israel no ha tenido reparos en escalar en territorio de ambos países. El hecho más grave previo a la decisión final iraní en ese sentido ha sido representado por la voladura del consulado de Irán en Damasco, con la muerte de perfiles de alto nivel de la Guardia Revolucionaria iraní.
La estrategia está clara. Israel lleva años pidiendo ataques directos sobre Irán y sus socios para evitar que pueda desarrollar un arma nuclear que, secretamente, Israel sí habría podido desarrollar. La posibilidad de un acuerdo entre Irán y Occidente a cuenta del programa nuclear, entre otras cuestiones, escamaba profundamente en Tel Aviv. Además esto ha preocupado en todo el campo político israelí: desde los sectores seculares hasta los más radicales, pasando por el sionismo revisionista. Parece que la invasión de Gaza ha puesto de acuerdo a gran parte del espectro ideológico. El apoyo a la guerra, incluyendo ataques a civiles y la limpieza étnica, concita un consenso que escalofría en los países vecinos.
En dicha estrategia se ha buscado continuamente un propósito: arrastrar a Estados Unidos a una ruptura completa con Irán y sus socios. Y si hay una guerra más amplia, que Washington participe del lado israelí. Cada vez son más las voces que en Israel lamentan el equilibrismo del primer ministro Benjamín Netanyahu, que necesita continuar la guerra para evitar unas elecciones que, según todos los sondeos, le desalojarían del poder; mientras no quiere perder el favor de Estados Unidos y trata de dar los pasos de manera escalonada. Esto ha motivado que perfiles tanto de su gobierno como de la oposición critiquen la falta de una operación a gran escala, primero en Gaza —mientras realizan conferencias para organizar la futura colonización— y después en Líbano.
Los ataques israelíes sobre Líbano han sobrepasado todos los pretextos que Israel ha articulado. Se ataca al norte del río Litani, se ataca en Beirut, se mata a figuras de gran valor político para el Eje de la Resistencia y ya incluso se ataca al norte de Beirut. Pero la respuesta del Eje y de Irán ha seguido pareciendo contenida. ¿Por qué? Irán y Hezbollah son conocedores de esta estrategia israelí y quieren evitar una guerra regional. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en 2021, tanto Irán como Hezbollah están dispuestos a ir a la guerra si esta es inevitable.
Ante este dilema, Irán tiene una presión interna y externa para aflojar ante sus socios en la decisión de cómo responder a Israel por cada episodio de la escalada, siendo los acontecimientos de Damasco los más críticos para ellos. La opción más potente sin duda sería lanzar un ataque directamente sobre territorio israelí. En el pasado se han dado ataques supuestamente vinculados sobre territorio extranjero, como en el Kurdistán iraquí. Israel, por si acaso, ha puesto en alerta a sus delegaciones diplomáticas en el extranjero. Dentro del territorio israelí el siguiente debate es el objetivo. Si se ataca infraestructura militar como ya se ha hecho desde Líbano, la escalada vendría en la dimensión. Potencialmente se emplearían cientos de drones y misiles. Atacar localidades clave como Haifa o Tel Aviv podría suponer un punto más grave aún, al implicar infraestructura civil. Pero el ataque sobre puntos técnicamente no israelíes podría resultar más inteligente para Irán, mirando hacia la presencia israelí en Gaza o en los ocupados Altos del Golán sirios. Desde luego un ataque que no suponga una escalada con respecto a lo ya visto podría ser catalogado de simbólico.
Y este segundo escenario, el del ataque simbólico, podría poner en aprietos a Irán y al mismo tiempo encontrar la única rampa de desescalada aparente en este momento. Si no se da una respuesta seria a lo sucedido en Damasco, los socios de Irán podrían volver a actuar por su cuenta e Irán vería, de nuevo, dañada su imagen interna después de las escaladas controladas tras el asesinato estadounidense de Qasem Soleimani en 2020 o los atentados de ISIS. Pero llevar a cabo una respuesta controlada confiando en que la dependencia de Netanyahu de los americanos pueda forzarle a un alto el fuego con Hamás, podría evitar la guerra regional. Teniendo en cuenta las trabas que Israel está poniendo a que cualquier acuerdo de intercambio de prisioneros o de alto el fuego pueda incluir los pasos hacia la solución política que demanda Hamás, este escenario parece improbable.
La última opción entre la guerra regional directa y la desescalada parece ser un ataque iraní indirecto, es decir, a través de sus socios en Oriente Medio. Esto podría parecer una escalada insuficiente ya que actualmente se están produciendo dichos ataques, pero desde luego habría un cambio notable. Las milicias iraquíes y sirias han estado centradas en sus objetivos locales como expulsar a Estados Unidos de la región, mientras los hutíes han centrado sus ataques en el mar Rojo, aunque llegando al puerto israelí de Eilat. Estos grupos podrían centrar sus esfuerzos contra Israel de manera más directa y que la consecuencia no fuera un ataque israelí a gran escala contra Irán que desate la guerra regional, sino un ataque contra los proxies en el que parece el escenario más propicio: Líbano.
El ataque a gran escala de Israel y de Hezbollah ha seguido una dinámica no muy diferente de la de Irán puesto que Netanyahu ha retrasado todo lo posible los ánimos invasores de su ministro de Defensa para no perder a los estadounidenses en el camino y forzar a que sea Hezbollah quien lance la primera piedra. Este escenario podría ser esa piedra que permita a Israel justificar su invasión de Líbano y la participación de Washington del lado de Tel Aviv. Que este paso intermedio pueda acabar del mismo modo en una guerra regional parece muy posible también, pero se ganaría algo de tiempo para una diplomacia que Israel no parece querer.