Las implicaciones regionales y geopolíticas de la guerra entre Israel y Palestina
Cincuenta años después de la guerra de Yom Kippur, Israel, con sus Fuerzas de Defensa, con sus Servicios de Inteligencia, con su Cúpula de Hierro que parecía infalible, con su red de agentes infiltrados en los territorios palestinos ocupados, con su sistema de vigilancia electrónica, ve cómo todo ese escudo supuestamente infranqueable se desploma en unas horas como un castillo de naipes por una incursión que, por sus dimensiones, no parece para nada espontánea.
El ataque, que Hamás bautizó como “Inundar al Aqsa”, según su comunicado, se produjo con el objetivo de expulsar a Israel de los territorios palestinos y en respuesta a las permanentes violaciones de Israel de los derechos del pueblo palestino. Significó un estruendoso fracaso de las fuerzas de seguridad e inteligencia israelíes, una auténtica humillación para un Estado que no solo posee uno de los ejércitos más poderosos de la región, sino que también recibe millonarias ayudas militares por parte de EE.UU. Según datos del Servicio de Investigación del Congreso, Israel es el mayor receptor general de ayuda militar de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial.
Dado el carácter inesperado de la ofensiva, así como sus dimensiones, desde el mismo sábado se empezó a hablar de que Hamás, probablemente, no lo planeó y preparó por su cuenta y sin contar con la colaboración de nadie más.
Informaba New York Times, citando a la administración de EEUU, que ningún servicio especial de Israel tenía información sobre la preparación de semejante atentado. Según el periódico, el éxito de la operación sorprendió a los especialistas estadounidenses con experiencia en la región, porque en todos estos años Israel se las ingenió para crear toda una red de informantes en Gaza. Al parecer, todos ellos fracasaron.
The Wall Street Journal, a su vez, ya dirige el dedo acusador hacia Irán: según sus fuentes en Hamás y en el grupo libanés Hezbolláh, el plan de ataque se habría elaborado en colaboración con los servicios de inteligencia iraníes, la preparación habría comenzado en agosto y Teherán habría dado la luz verde el pasado lunes. Pese a ello, el Secretario de Estado de EEUU dijo que Washington no tenía pruebas de la implicación de Irán. Teherán es un enemigo histórico de Israel: el fundador de la República Islámica, el ayatolá Jomeini, siempre llamó a la aniquilación del Estado israelí, pero faltan datos para hablar con rotundidad de su supuesta implicación. Teherán, de hecho, lo niega tajantemente: “Apoyamos decididamente la causa palestina, pero no tomamos parte en acciones en respuesta”, dijo el representante iraní ante la ONU al digital Amwaj media.
A nivel geopolítico, el primer eje a analizar sería el de Israel-Arabia Saudí. En los últimos años Israel ha trabajado mucho para avanzar en el tema del reconocimiento de su Estado por parte de los países árabes. Lo han hecho Marruecos y Emiratos Árabes Unidos, y se estaba preparando un gran acuerdo de normalización de relaciones con Riad, con mediación de Washington. Meses antes, Arabia Saudí restableció relaciones con Irán con la mediación de China, con lo que la gestión diplomática estadounidense sería una suerte de respuesta.
Un Israel aliado de EEUU, reconocido por el reino saudita, podría lograr que Riad aumente la producción de petróleo, por ejemplo. ¿Qué significaría esto en la práctica? Pues, una bajada de los precios del petróleo, un fortalecimiento de Occidente, y forzar una posición más débil para Rusia e Irán. Cabe preguntarse si esta normalización será posible luego de esta guerra. Por el apoyo histórico de Arabia Saudí a Palestina, no lo parece.
Otro eje en el que fijarse es el de Hezbolláh: habrá que ver si deciden implicarse en esta guerra junto con Hamás.
Todo indica, por ahora, que el Ejército de Israel aplastará a Hamás y otras facciones palestinas, porque las fuerzas son asimétricas. Arrasará indiscriminadamente, como suele hacer, porque asume que todos los palestinos son terroristas o actúa como si así lo asumiera. Todo ello, bajo el aplauso de los sectores más radicales de la población y el silencio de gran parte de la comunidad internacional.
Todo indica, por ahora, que el Ejército de Israel aplastará a Hamás y otras facciones palestinas, porque las fuerzas son asimétricas. Arrasará indiscriminadamente, como suele hacer, porque asume que todos los palestinos son terroristas o actúa como si así lo asumiera
Ayer, uno de los principales periódicos del país, Haaretz, publicó un editorial titulado ‘Netanyahu es responsable por esta guerra entre Israel y Gaza’. “El primer ministro, que se enorgullecía de su vasta experiencia política y su sabiduría insustituible en materia de seguridad, fracasó por completo al identificar los peligros a los que estaba llevando conscientemente a Israel al establecer un gobierno de anexión y desposesión y abrazando una política internacional que ignoró abiertamente la existencia y los derechos de los palestinos”.
No fue el único en cuestionar la política oficial del Estado israelí. La organización pacifista Breaking The Silence, fundada por exmilitares israelíes, publicó un hilo en X cargando contra la política de seguridad del país que se redujo a “gestionar el conflicto”, creando, de esta manera, ”un enorme problema de seguridad para sus propios ciudadanos”. “Los sucesivos gobiernos israelíes insisten en una acometida tras otra de violencia como si algo de eso fuera a marcar la diferencia. Hablan de ‘seguridad’, ‘disuasión’, pero todo son palabras clave para bombardear la Franja de Gaza hasta convertirla en puré, siempre justificándolo como si fuera un ataque contra terroristas, pero siempre con numerosas bajas civiles. Entre todas estas rondas de violencia, les hacemos la vida imposible a los habitantes de Gaza y luego nos hacemos los sorprendidos cuando todo se desborda. Hablamos de ‘normalización’ con los Emiratos Árabes Unidos y ahora con Arabia Saudí, mientras esperamos que el mundo haga la vista gorda ante la prisión al aire libre que construimos en nuestro patio trasero. La idea de que podemos ‘gestionar el conflicto’ sin tener que resolverlo se derrumba una vez más ante nuestros ojos”, concluyen.
Son exmilitares del Ejército de Israel los que sacan este comunicado, mientras el ministro de Defensa del país ordena el asedio total de Gaza, advirtiendo que no habrá ni alimentos, ni electricidad ni agua. Crímenes de guerra justificados, en su paradigma, por los ataques de Hamas.
Pero los ataques de Hamas y otros grupos que vimos este fin de semana, no pueden servir de excusa para negarle al pueblo palestino el derecho a ser libres, a tener una vida y un hogar. A tener un futuro. Si Hamas encuentra apoyo entre muchos palestinos, es porque están en una situación de absoluta desesperación, y no se puede comprender ese apoyo sin comprender el contexto en el que han estado viviendo durante décadas: las políticas de Israel, la historia de Jerusalén, la Naqba, los asesinatos de líderes palestinos de izquierdas; sin entender el mero hecho de que se trata de una gente que ha nacido, crecido y muerto en una realidad carcelaria que se prolonga ya décadas, en una realidad de apartheid y catástrofe humanitaria, formando parte supuestamente del territorio de uno de los países más ricos del mundo (al menos si aceptamos la teoría oficial del Estado de Israel).
¿Qué hacen los jóvenes palestinos frente a ello? Pues muchos de ellos, sorprendentemente, deciden formar parte de grupos armados, con todo lo que ello implica, porque lo que han conocido del otro lado ha sido el ojo por ojo sistemático. Y sigue siendo así.
Esto sin mencionar que el propio Hamás fue creado con el beneplácito de Israel porque suponían que les iba a servir en su cruzada contra la Organización para la Liberación Palestina. Lo admitieron unos cuantos oficiales de Israel, hace ya algunos años.
Lo que está claro a estas alturas es que no habrá paz en Oriente Medio sin que haya paz en Palestina. Lo cual pasa, según la mayor parte de las instituciones internacionales y de las organizaciones de derechos humanos, porque haya un Estado independiente.