Macron repite el error de la crisis de 2008: prepara recortes por un total de 30.000 millones

El Gobierno francés ha previsto disminuir en 10.000 millones el gasto público este año y 20.000 millones en 2025
March 5, 2024, Prague, Czech Republic: French president Emmanuel Macron is seen during a joint press conference after meeting with Czech prime minister Petr Fiala (Not in view) in Prague. President of France Emmanuel Macron meets with Prime minister of the Czech Republic during his visit to the Czech Republic. During the meeting, main discussed point are cooperation in defence, energy and Russian aggression in Ukraine.,Image: 854046879, License: Rights-managed, Restrictions: , Model Release: no, Credit line: Tomas Tkacik / Zuma Press / ContactoPhoto
Tomas Tkacik / Zuma Press / ContactoPhoto

La amnesia de los dirigentes europeos es digna de estudio, sobre todo en materia económica. Quince años después de la crisis de 2008 y su nefasta gestión, el fantasma de la austeridad planea de nuevo sobre Europa. Los Gobiernos de Alemania y Francia apuestan por reducir el gasto público, pese a sus raquíticas perspectivas de crecimiento del PIB —incluso recesión en el caso teutón— que exigen un impulso de lo público para superar la coyuntura actual. El Ejecutivo de Emmanuel Macron ha sido uno de los más cristalinos a la hora de hablar de los recortes que prepara: 10.000 millones de euros este año y 20.000 en 2025.

Tras haber elaborado el pasado otoño los presupuestos de 2024 basándose en una previsión de crecimiento demasiado optimista —del 1,4% del PIB y finalmente rebajada al 1%—, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, justificó los recortes debido a la actual ralentización. “El aumento de los tipos de interés era indispensable para frenar la inflación (…). Pero tiene un precio: la ralentización económica”, dijo refiriéndose a las políticas del Banco Central Europeo.

Aunque desde el Ejecutivo macronista presentan esta reducción del gasto público como una consecuencia natural, tiene una dimensión ideológica y política evidente. No solo coincide con el final de la moratoria en las reglas del déficit público aplicada durante la pandemia, sino también con la ratificación en enero en el Parlamento Europeo de las nuevas reglas presupuestarias. Negociado hasta diciembre bajo el amparo de la española Nadia Calviño, ese acuerdo ha reforzado las controvertidas reglas europeas de un déficit público máximo del 3% y un endeudamiento del 60%. Y puede reflejarse en recortes de “más de 100.000 millones de euros a partir del año que viene”, alertó la Conferencia Europea de Sindicatos.

Menos dinero para la ecología y más para el ejército

“Francia prefiere ser un buen alumno de Berlín y Bruselas en lugar de tejer alianzas con los países del sur de Europa” para hacer frente a esta austeridad, explica a Diario Red el economista keynesiano Thomas Porcher, profesor en la Paris School of Business y autor del libro Mi Diccionario de Economía. Eso explica, de hecho, la celeridad con la que Macron ha decidido disminuir el gasto público. Después de que el Ejecutivo centrista —cada vez más arrinconado a la derecha— aprobara el pasado otoño los presupuestos de este año sin ninguna votación parlamentaria y recurriendo al polémico artículo 49.3 de la Constitución francesa, ahora ha aplicado a base de decretos la reducción de 10.000 millones.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Estos recortes afectan sobre todo a las políticas ecológicas, además de las laborales y educativas. El Ministerio de Ecología se lleva la peor parte, con una disminución en 2.000 millones. Han reducido en 1.000 millones los fondos destinados a la renovación energética de viviendas. Además, las partidas del Ministerio de Trabajo se han visto recortadas en 1.100 millones, y en 700 millones las de Educación. “No me extrañaría que la sanidad pública sea una de las más afectadas el año que viene”, explica el periodista y analista económico Romaric Godin, quien recuerda la precarización de ese sector debido a la congelación del gasto social durante las presidencias del conservador Nicolas Sarkozy (2007-12), el socialista François Hollande (2012-17) y de Macron.

En plena urgencia climática y en medio de una década clave para las transformaciones necesarias para afrontar el calentamiento global, la reducción de las partidas destinadas a la ecología resulta absurda. Y se suma a unas inversiones ya de por sí insuficientes. Los economistas Jean Pisani-Ferry y Selma Mahfouz, poco sospechosos de izquierdistas, publicaron en mayo un informe en que estimaban en 34.000 millones las inversiones necesarias cada año hasta el final de esta década “para lograr una economía neutra a nivel climático”

2023-incidences-economiques-rapport-pisani-5juinDescarga

En el caso del Gobierno de Macron, ha previsto invertir unos 8.000 millones. Es decir, cuatro veces menos de lo recomendado.

Mientras recorta en las medidas destinadas a luchar contra el cambio climático, el Ejecutivo galo ha aumentado este año en 3.300 millones el gasto militar. Su objetivo: llegar al 2% del PIB pedido por la OTAN. La Asamblea Nacional aprobó el martes un acuerdo de seguridad bilateral entre Francia y Ucrania, que supone un aumento hasta 3.000 millones de la ayuda militar gala. No obstante, el 51% de los franceses se oponen a este incremento de la ayuda armamentística, según un sondeo publicado esta semana por la cadena BFM TV.

El síndrome de Sarkozy

“Se trata de una apuesta absurda”, lamenta Godin sobre estas políticas de austeridad “procíclicas” que no harán más que acentuar la desaceleración económica, retrasar la transición ecológica y disminuir el apoyo de los franceses a la causa ucraniana. “En lugar de compensar las políticas monetarias a través de medidas presupuestarias, como lo hace Estados Unidos, Macron apuesta por la austeridad. Incluso Goldman Sachs ha dicho que estas políticas tendrán un impacto negativo para la zona euro”, sostiene Porcher. “Han recuperado los mismos discursos que durante la crisis de 2008”, añade Godin, autor del interesante ensayo La guerre sociale en France.

A pesar de que políticos como Macron o Le Maire afirmaron durante la pandemia que “habían aprendido de los errores”, insisten en las mismas recetas del pasado. Parecen ser víctimas del síndrome Sarkozy. El presidente conservador prometió en 2008 “refundar el capitalismo”, pero dos años después impuso duras medidas de austeridad, tanto a los países del sur de Europa como al Estado del bienestar galo.

A diferencia de lo que sucedió en 2010 y 2011, ahora mismo no hay una presión especial por parte de los mercados. Desde el Ejecutivo francés, justifican los recortes debido al endeudamiento del país, cuya deuda pública pasó del 96% del PIB en 2018 al 109% el año pasado. Pero la situación de las arcas públicas podría mejorarse perfectamente incrementando la presión fiscal sobre los más ricos. Las empresas de la bolsa de París registraron en 2023 unos beneficios récord, de hasta 15.000 millones para el gigante del lujo LVMH o 11.000 millones para el banco BNP Paribas.

Una estrategia “suicida”

“La verdadera brújula del Gobierno francés no es la disminución de la deuda, sino su política de clase. Estamos en la continuidad de las políticas llevadas a cabo por Macron desde 2017”, subraya Godin. Si algo ha caracterizado al dirigente centrista desde su llegada al Elíseo, ha sido su dogmatismo neoliberal. Se trata de un neoliberalismo a la francesa, en que no se reduce el peso del Estado, sino que se pone el Estado al servicio de la burguesía. Una parte considerable del gasto público en Francia va destinado a las empresas: más de 160.000 millones, según un informe elaborado por expertos para la CGT.

Tras el paréntesis ideológico por el covid-19, Macron volvió a las andadas desde el inicio de su segundo mandato. Así se evidenció el año pasado con el impopular aumento de 62 a 64 años de la edad mínima de jubilación (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa). Pero también con una dura reforma de las ayudas a los desempleados, que entró en vigor en febrero de este año y supuso una reducción del 25% del tiempo máximo en que se puede cobrar el paro, pasando de dos años a un año y medio. “Vamos a seguir reformando”, dijo a finales de febrero el primer ministro, Gabriel Attal, refiriéndose a nuevos recortes para los parados.

Fruto de su lógica de clase y del dogmatismo neoliberal, estos recortes debilitan políticamente a Macron. Tras haber obtenido el 27% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales de 2022 —marcadas por la experiencia de la pandemia que el presidente francés gestionó con cierto pragmatismo—, el macronismo puede sufrir un duro revés en las europeas del 9 de junio. Actualmente, los sondeos, que se deben coger con pinzas, le otorgan solo el 18%, mientras que la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen obtendría el 31%. “Cuando la ultraderecha se encuentra en una posición favorable para imponerse en las próximas presidenciales (de 2027), aplicar políticas de austeridad resulta una estrategia suicida”, advierte Godin.