El partido de la guerra gana las elecciones europeas en Alemania

La oposición cristianodemócrata sube, la extrema derecha es segunda fuerza, Scholz tiene su peor resultado, los verdes se descalabran y Die Linke casi desaparece, mientras Wagenknecht irrumpe en el este.

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Cartel electoral de Alternativa por Alemania (AfD) con el lema: "Proteger la paz. Repensar Europa". / C. Negrete

La gran vencedora de las elecciones europeas en Alemania ha sido la inestabilidad política, reflejo de la insatisfacción, la crisis económica y de valores, así como del miedo. Los electores han castigado a la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales que gobierna el país, la cual en conjunto alcanza solo el 30% de los votos. El partido socialdemócrata del canciller Olaf Scholz, el SPD, ha obtenido el peor resultado de su historia, con un 14% de los votos. El partido verde se descalabra del 20% al 12%. Aunque la oposición cristianodemócrata (CDU) ha recabado el 30% de los votos, dicho resultado no ha evitado que la Alternativa por Alemania ascienda hasta el 15.9% y se convierta en la segunda fuerza más votada del país.

El presidente de la CDU, Carsten Linemann, ha pedido al canciller que plantee al parlamento una cuestión de confianza en la que se pueda votar si una mayoría de partidos le apoya. Los resultados muestran una gran inestabilidad, ya que es muy dudoso que la política que la CDU haría en el gobierno, si se tratase de unas elecciones nacionales, se distinguiría mucho de la socialdemócrata. Recordemos tan solo que hasta la creación de la coalición actual, de hecho, la CDU gobernaba con el SPD en una gran coalición. En cuanto a las propuestas, el partido quiere un curso más duro en relación con la inmigración y un compromiso aún más firme con las empresas de armamento. Las reformas verdes podrían verse revertidas.

Junge Welt: "el balance catastrófico de las elecciones no cambia nada al culpar a aquellos que han vuelto a poner el tren de guerra chovinista alemán en marcha".

Tres cuartas partes de los electores han votado por lo que se ha dado en llamar en medios de izquierdas el "partido de la guerra", es decir, aquellas formaciones que abiertamente piden el rearme para así alcanzar la paz. Si además sumamos a los electores de AfD, que hablan de pacifismo de una forma torticera, estamos ante un panorama desolador. El diario junge Welt escribe al respecto que "el programa de militarización de la UE para el florecimiento de los monopolios de armamento puede continuar, lo que significa un gran desmantelamiento social". El problema, según el diario en su editorial, es que "el capitalismo no puede existir sin crisis y guerra, y el gran capitalismo no puede existir sin una gran crisis y una gran guerra". Lo vamos a fusilar completo, pero hay que citar de nuevo este editorial cuando dice que "el balance catastrófico de las elecciones no cambia nada al culpar a aquellos que han vuelto a poner el tren de guerra chovinista alemán en marcha". Una frase para releer.

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Cierre de campaña del partido de Sahra Wagenknecht en la plaza de Alexander el pasado viernes / Daniel Hager.

La extrema derecha gana en el este

Los votantes de la extrema derecha no tienen excusas; votan por partidos post-fascistas porque así lo desean, de manera plenamente consciente. En todos los estados de la antigua República Democrática Alemana (RDA), la extrema derecha ha sido la fuerza más votada, obteniendo de media alrededor del 27% de los votos. Y esto sucede a pesar de que el nuevo partido de la exdiputada de Die Linke, Sahra Wagenknecht,  quería ofrecerles una alternativa nacionalista a las opciones fascistas, con un discurso claro contra la guerra y los envíos de armas a Ucrania, al mismo tiempo que criticaba la inmigración masiva. El hecho de que los electores hayan votado de forma tan contundente por la AfD, a pesar de la existencia de esta opción que se suponía recogía propuestas adaptadas a su descontento, demuestra que el discurso y la ideología de extrema derecha se han consolidado como tales en dichas regiones. En el este, los segundos en votación son los cristianodemócratas de la CDU, con el 20%, seguidos por el tercer partido, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), con el 13%.

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"Los resultados, a pesar de ser catastróficos, deben verse en relación, por un lado, a la abstención de más de un tercio de los electores".

En el estado de Sajonia, la AfD alcanza casi el 32%, seguida de la CDU con casi el 22% y la BSW con el 12%. En ciudades como Dresden, Leipzig o Chemnitz, la AfD también fue el partido más votado, a pesar de que se suponía que su principal apoyo estaba en las regiones rurales gracias al movimiento de repoblación de la extrema derecha. Los dos grupos sociales que apoyan con mayor intensidad a la extrema derecha son los jóvenes de entre 16 y 24 años que votan por primera vez, con un 17% de votos para dicho partido, así como las personas más desfavorecidas, ya que un 33% de los electores de AfD asegura encontrarse en medio de dificultades económicas.

Los resultados, a pesar de ser catastróficos, deben verse en relación, por un lado, a la abstención de más de un tercio de los electores, así como al cordón sanitario, cada vez más poroso, de los otros partidos. En ese sentido, este domingo también se votaba la elección de varios ayuntamientos en los que había un empate técnico entre la AfD y la CDU, en concreto en 17 localidades, y la AfD no consiguió llegar al poder en ninguno. Sin embargo, las elecciones municipales que se celebraban junto a las europeas han otorgado más poder al partido, cuya representación ha aumentado un 8%. En diez distritos fue además la fuerza más votada.

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Cartel electoral de Die Linke con su candidata, la activista por los derechos humanos Carola Rakete, y el lema: "Transporte público gratuito para todos en lugar de vuelos privados" / C. Negrete

Die Linke pierde la mitad de los apoyos

Die Linke ha perdido en el este del país casi la mitad de los apoyos, bajando del casi 14% al 6%. A pesar de que BSW no se ha cerrado a cooperar con Die Linke, el espacio gana así en conjunto un 5% más de votos en el este del país, alcanzando un total del 19%. Sin embargo, el partido BSW tiene posiciones socialdemócratas en cuanto a la inmigración o los derechos LGTB, por ejemplo. Die Linke ha perdido votos a favor de la alianza BSW porque sus posiciones no eran claras en relación a cómo el país debe posicionarse ante el desarrollo de la OTAN en Ucrania y en un posible conflicto con China, mientras que la Alianza BSW sí dejó claras sus líneas rojas, que al parecer coinciden con las de buena parte de los votantes de Die Linke.

Mientras Die Linke se ha esforzado por hacer una campaña electoral en la que se destaque la importancia de abordar los retos de la inmigración y el asilo desde la humanidad, el BSW ha destacado aspectos negativos de dicho reto, algo que puede considerarse como resultado de la política de guerra, que es la que al final produce a los propios refugiados, entre otras causas. Su candidata, Carola Rackete, la ecologista y activista que ha salvado vidas en el Mediterráneo como capitana de un barco, comenzó la contienda electoral con críticas a los ex-comunistas de su propio partido que no sentaron nada bien.

La Alianza de la economista de padre iraní Wagenknecht tendrá seis eurodiputados frente a los tres de Die Linke, aunque no consiguió atraer a los votantes ultras ni tampoco movilizar la abstención. No es sorprendente que buena parte de los votantes de Die Linke hayan decidido esta vez votar a BSW, ya que además de la propia Wagenknecht y la jefa del partido, la turco-alemana Sevim Dagdelen, también se fueron otras figuras muy conocidas que habían sido diputados o parte de la directiva, como el propio candidato, Fabio de Masi, que ya había sido europarlamentario entre 2014 y 2017. También la cuarta en la lista y que será europarlamentaria, Ruth Firmenich, estaba en la directiva de Die Linke. Cinco de los veinte candidatos en la lista formaban parte de Die Linke.

El economista De Masi, famoso por su trabajo en la comisión de investigación en el caso de corrupción que afecta al canciller y la estafa fiscal de los "dividendos black", abrió la puerta a sus ex-colegas de partido el lunes: "Los periodistas me preguntan todo el tiempo cómo valoro el resultado electoral de Die Linke: ¡No es asunto mío! No hablo en funerales. Solo sé que hay algunas personas que, por ejemplo, luchan por salarios y pensiones decentes. Ellos son bienvenidos en el BSW", escribió.

Y es que otra de las cuestiones en las que los partidos concurren es el modelo industrial que persiguen para el país. Alemania se encuentra en un momento económico delicado. Es uno de los países con un mayor PIB de Europa y con una fuerte industria, pero la economía está en recesión tras la crisis desatada por los precios de la energía. Son varios los problemas que afronta el bolsillo del alemán y de las empresas en el país, como la supuesta carencia de trabajadores cualificados y la digitalización. Sin embargo, el BSW apuesta por la competencia y el crecimiento capitalistas para devolver al país a la senda del crecimiento.

"El partido verde y Die Linke han perdido apoyos no solo por el apoyo a los planes bélicos o ser ambiguos al respecto, sino por defender el decrecimiento".

Es difícil ganar elecciones con la sinceridad en medio de la crisis climática. El partido verde y también Die Linke han perdido apoyos no solo por haberse doblado completamente a los planes bélicos los primeros y ser ambiguos los segundos, sino también por defender el decrecimiento y la reorganización de industria y economía hacia las emisiones cero, ya que es obvio y es lo que defienden los científicos, que hay que bajar el nivel de vida y eso no da votos. Las reformas que el Ministerio de Economía ha llevado a cabo para adaptar los edificios o acabar con los motores de carburo son necesarias, pero también son inversiones costosas, dolorosas. Y dentro de ellas, para el ciudadano de pie es difícil discernir qué medidas son necesarias para el clima y cuáles benefician simplemente a una nueva élite.

El caso del gas licuado es, sin duda, el más llamativo, tras la explosión del gasoducto Nordstream, que debería ser considerado un acto de guerra. El gas licuado no solo es más caro, también es mucho más contaminante y su transporte consume más energía. Estas son las contradicciones que Wagenknecht sabe expresar con maestría. Pero ella, en el fondo, por su inteligencia, también sabe que el decrecimiento es necesario y muy urgente y juega, sin embargo, a retrasarlo.