¿Putin quiere un armisticio?
La guerra en Ucrania se acerca al inicio de su tercer año y, comparando la situación actual con los ánimos de hace un año, cuando la propaganda bélica daba casi por hecho el inminente éxito de la contraofensiva, hoy hay más incertidumbres que certezas.
El resumen de este año es que Ucrania no ha podido romper la línea de defensa rusa, el Ejército ruso ha estado atrincherado y ahora está atacando en algunos puntos, mientras Kiev intenta aprobar una ley para movilizar a medio millón de hombres más. En medio de todo este asesinato mutuo que se prolonga en el tiempo sin que ningún bando pueda acabar derrotando definitivamente al otro, el sábado pasado el New York Times publicó un artículo muy curioso que está generando algunos resquemores y ciertas teorías de la conspiración en ambos países.
Titula NYT que Putin está dando señales leves de que está abierto a un alto el fuego en Ucrania. Pese a su retórica en público, representantes de esa diplomacia ‘informal’, entre bastidores, han estado dando a entender, desde septiembre, que el presidente ruso está dispuesto a negociar un acuerdo. Eso sí, un acuerdo que fije las posiciones actuales de sus tropas, sin aceptar retirarse ni un metro. Lo que vendría a suponer firmar un alto el fuego quedándose con casi un 20% del territorio ucraniano ocupado, una situación que, según fuentes del periódico estadounidense, se podría presentar internamente como una victoria militar.
Aunque tampoco hay que ser “fuente del New York Times” para deducir que quedarse con el corredor terrestre hacia Crimea, con el control total sobre el Mar de Azov, con la anexión de cuatro regiones ucranianas y todo ello sin ese colapso económico tan anunciado desde el jardín y habiendo desafiado a todo el bloque militar de la OTAN, con un número de víctimas de esta aventura que no se revela, más allá de que sea o no fácilmente presentable como una victoria, cuanto menos no es una derrota. Un eventual anuncio de esa 'no derrota' se busca antes de las elecciones presidenciales de 2024, a las que Putin se presenta por quinta vez y que ganará sin lugar a dudas, una vez más, independientemente de que haya o no posibles armisticios.
La información procede de dos altos cargos rusos cercanos al Kremlin y de un funcionario estadounidense y de otro extranjero que recibieron mensajes de emisarios rusos, según el periódico. “Ni Putin ni el Ejército ruso quieren poner más a prueba su capacidad militar”, asegura el funcionario extranjero.
Esto entraría en contradicción directa con una de las tesis que más hemos oído últimamente: que, por el contrario, Putin querría estirar la guerra hasta, como mínimo, las elecciones en EEUU, a la espera de una victoria de los republicanos que podría cambiar el enfoque de la administración norteamericana con respecto a la ayuda militar. Una tesis plausible que se ha estado barajando, pero que desmienten precisamente esas fuentes del NYT: “Exaltos funcionarios rusos afirman que Putin preferiría firmar un acuerdo antes de las elecciones, sin esperar una eventual victoria de Trump, debido a las incertidumbres que caracterizan una guerra”.
Y no es la primera vez que, según ese periódico, Putin busca un alto el fuego. Al parecer llegó a hacer una propuesta similar en otoño de 2022, luego de la exitosa contraofensiva ucraniana. En aquel momento, el jefe del Estado Mayor de EEUU, Mark Milley, supuestamente intentó convencer a Kiev para que negociaran, pero otros altos mandos estadounidenses lo consideraron prematuro. También Zelenski estaba a favor de seguir combatiendo para recuperar todos los territorios ocupados.
Pero lo que tenemos hoy son decenas de miles de muertos más (si es que no son cientos de miles), unas ganancias territoriales muy limitadas tanto de unos, como de otros con respecto a entonces, y una devastación todavía mayor. Y como vemos, no solo no hubo esfuerzos de prevenir todo esto, sino que se esforzaron en cercenar cualquier intento de plantear una negociación por considerarla ”prematura”.
Las autoridades ucranianas no han tardado mucho en acusar a los periodistas del NYT de estar al servicio de la inteligencia rusa. Pero no es que hayan revelado algo inédito. Ya sabíamos, gracias a la famosa entrevista del presidente del partido de Zelenski, David Arakhamia, que un armisticio se buscó en marzo de 2022, muy al principio de la invasión, y hasta parece que hubo un acuerdo sobre la mesa que los aliados de Ucrania no quisieron firmar, prometiéndole a Kiev apoyo militar, político y mediático a cambio.
Uno de los argumentos principales al que muchos han recurrido en aquél momento y al que siguen recurriendo es que Rusia usaría ese tiempo de armisticio para rearmarse y preparar una futura invasión.
Es lo que dicen varios voceros occidentales y es lo que dijo Josep Borrell en una reciente entrevista a ‘The Guardian’: que Putin no se quedará satisfecho con una victoria territorial limitada y que básicamente la única alternativa que queda es la guerra hasta el final. Esto también se encuadra en ese discurso que pinta a Putin como una especie de Hitler del siglo XXI cuyas verdaderas intenciones son poco menos que llegar hasta Lisboa si no se le “paran los pies”. O como mínimo hasta Praga. Aunque tampoco podemos asegurar con total rotundidad que esto no fuera así, teniendo en cuenta las desagradables sorpresas que nos hemos llevado en los últimos años en lo referente a las decisiones tomadas por Vladímir Putin, no parece que la intención del gobierno ruso fuera invadir media Europa. Y desde luego, tampoco parece que estuvieran demasiado preparados para ello, teniendo en cuenta que ni siquiera pudieron vencer a un país mucho más pequeño y supuestamente más débil en unas pocas semanas.
¿Podría ser cierto que buscan una pausa para reforzarse? Podría ser, aunque yo tengo mis dudas. En cualquier caso desde la UE llevan dos años estirando el mismo argumento, sin siquiera intentar favorecer una resolución diplomática y ofreciendo como única perspectiva de futuro una mayor militarización de Ucrania y más muertos y mutilados, ucranianos y rusos. Dos años diciendo que no hay que parar de matarse, porque si paran de matarse, tras esa breve pausa, se volverán a empezar a matar. Y eso no se puede permitir: tienen que matarse sin pausas ni nada que se le parezca.
En palabras del jefe de la “diplomacia” europea: “Tenemos que estar preparados para una guerra de alta intensidad durante un largo período de tiempo”. O también: “Si no cambiamos rápido nuestro enfoque y no movilizamos todas nuestras capacidades, Putin ganará la guerra”. Está claro que Borrell busca presionar para que se aprueben más fondos para la guerra ahora que Hungría paralizó el envío de 50.000 millones de euros que la UE quería destinar a Kiev en los próximos 4 años.
Y mientras la UE decide el destino de esos 50.000 millones y los EEUU el de los 61.000 millones bloqueados por los republicanos, Ucrania está por aprobar una ley de movilización con la que pretenden reclutar a medio millón de personas más. No sé si el jefe de la diplomacia europea leyó esa propuesta, no le vendría mal antes de seguir hablando de la imperiosa necesidad de prolongar la guerra. Porque mientras él renuncia a favorecer resoluciones diplomáticas (es decir que renuncia básicamente a hacer su trabajo), los hombres ucranianos dispuestos a ir a la guerra se están acabando. La nueva iniciativa legislativa propone bajar la edad de reclutamiento de 27 a 25 años, e introduce la posibilidad de reclutar a personas con discapacidades leves. Solo exime de la movilización a discapacitados de primer y segundo nivel, así que los del tercer nivel automáticamente pasan a considerarse aptos.
Estamos hablando de gente con un solo pulmón, con ceguera resultado de actividades laborales, con un riñón, sin pie o sin mano, gente con parálisis de extremidades. También afecta a gente con enanismo. Todos ellos podrían ser movilizados para seguir llevando a cabo esa guerra que para el jefe de la diplomacia europea es la única solución posible. Y si no se presentan una vez llamados a filas, pues se les limitan lo que les queda de derechos: no podrán viajar al extranjero, no podrán hacer transacciones con bienes muebles e inmuebles, no podrán conducir un vehículo, ni recibir licencia de conducir y obviamente, dejarán de recibir ayudas sociales y servicios del Estado. Es más, se ha hablado de la posibilidad de reclutar a los hombres ucranianos que ya están en el extranjero, aunque técnicamente esto es muy difícil de llevar a cabo. Pero lo que esa nueva ley dificultará a esos hombres es la recepción de documentos y de los servicios consulares: solo se podrá renovar el pasaporte nacional mostrando documentos militares.
Esta ley, más allá de ser absolutamente contraria a cualquier derecho humano y asemejarse mucho a la que se aprobó en Rusia antes de la movilización, en lo que nos debería hacer pensar es en la desesperada situación que se está dando en ese país, con un Ejército desgastado, un Estado totalmente dependiente de las ayudas externas y una población de hombres, muy contundente, que parece tener muchísimo menos fervor belicista que Josep Borrell y que los intrépidos periodistas de guerra que informan desde los campos de entrenamiento y que han creado unas falsas expectativas que cada día que pasa sin un alto el fuego cuestan más vidas.
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