Por qué la derecha global corteja a Musk y cómo la izquierda puede detenerlo
«La admiro, ha hecho un trabajo increíble. Es aún más hermosa por dentro de lo que es por fuera». Así presentó ayer Elon Musk —dueño de Tesla y de X— a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. El contexto fue la ceremonia de entrega del Global Citizen Award en Nueva York, el premio anual otorgado por el think-tank Atlantic Council al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas. «Italia está registrando un crecimiento vertiginoso y una tasa de empleo récord», concluyó Musk antes de entregar el trofeo a Meloni.
Cómo la extrema derecha corteja a Musk
La relación entre el hombre más rico del mundo y la primera ministra italiana no es nueva, y refleja las excelentes relaciones que toda la extrema derecha global mantiene con Musk. El empresario fue invitado el año pasado a Atreju, la fiesta de la sección juvenil del partido postfascista de Giorgia Meloni. El domingo, pocos días antes de la premiación, Musk había compartido en su red social X una foto con el joven informático italiano Andrea Stroppa, considerado uno de sus hombres de confianza, con la leyenda: «el artículo 25 está a punto de allanar el camino a Starlink como sistema de respaldo en Italia». La referencia es a una ley recién aprobada por el Parlamento italiano, que podría abrir la puerta a lucrativas colaboraciones entre el gobierno de Roma y Starlink, la empresa espacial de Musk. «Space X e inversiones de Starlink a cambio de un acuerdo con Meloni en Europa» es el título de un artículo de Euronews sobre el tema.
No solo Italia corteja, con reciprocidad, al astro naciente del empresariado de derecha estadounidense. El primer ministro argentino Javier Milei se reunió ayer con Elon Musk en Nueva York, aprovechando también la cumbre de las Naciones Unidas. Musk había elogiado anteriormente las políticas ultraliberales y desreguladoras del nuevo gobierno de Buenos Aires. «Prosperidad por delante para Argentina» fue su comentario. Luego está la relación con Trump. A pesar de un pasado como Demócrata —en las elecciones de 2020 apoyó a Biden— y su apoyo inicial al retador republicano Ron DeSantis, en los últimos meses Musk se ha convertido en uno de los seguidores más fieles del expresidente. Tanto es así que Trump le ha propuesto públicamente ser ministro si gana en noviembre.
Para los políticos, obtener el favor de Musk es cada vez más estratégico. X, conocido como Twitter antes de ser adquirido por Musk, cuenta con 540 millones de usuarios activos y sigue siendo reconocido como la red social por excelencia de periodistas, líderes de partidos, administradores de grandes empresas. Los negocios multimillonarios de sus muchas empresas —principalmente la marca de autos eléctricos Tesla y la compañía aeroespacial Space X— le otorgan a Musk un gran poder. Para dar una idea de la centralidad que han adquirido sus empresas: una investigación del New York Times reveló que el 53% de los satélites activos en la baja atmósfera pertenecen a Musk. Por su parte, el magnate sudafricano sabe cómo obtener beneficios de los gobiernos amigos. Los balances de Space X, como reveló el Washington Post el año pasado, están en números positivos solo gracias a los contratos públicos de la NASA.
Musk contra la democracia y la izquierda
«Haremos un golpe de Estado a quien queramos. ¡Acéptalo!». Con estas palabras, Elon Musk respondía en 2020 a un usuario que lo acusaba de complicidad en el golpe de Estado contra el presidente boliviano Evo Morales.
Elon Musk no parece tener una buena relación con las instituciones democráticas cuando estas no lo apoyan incondicionalmente. La Confederación Sindical Internacional, que representa a 175 millones de trabajadores en todo el mundo, dedicó a Tesla un extenso informe publicado hace solo unos días. «El rápido éxito de Tesla en el mercado solo ha sido superado por la deriva de sus líderes empresariales hacia políticas antidemocráticas y antisindicales», escribe el sindicato. «En Alemania, Suecia y Estados Unidos, Tesla ha violado agresivamente el derecho a organizarse, se ha negado a participar en negociaciones colectivas y ha provocado acciones de huelga sin precedentes por su subversión del diálogo social, un pilar de la democracia industrial en muchas economías europeas. Las fábricas de Tesla han reportado diez veces más violaciones de seguridad que Nissan, a pesar de que Nissan ha producido casi diez veces más autos en el mismo período».
Políticas antisindicales que se convierten en un apoyo declarado a la derecha radical. «Detrás de las políticas de Tesla, por supuesto, está su CEO, Elon Musk, uno de los hombres más ricos de la historia. Se ha comprometido a donar 45 millones de dólares al mes a un comité de acción política para apoyar la campaña de reelección de Donald Trump y ha buscado construir relaciones estrechas con otros líderes de extrema derecha, entre ellos Javier Milei en Argentina y Narendra Modi en India. Musk también ha devuelto visibilidad y ha expresado claramente su apoyo a perfiles nacionalistas blancos, antisemitas y anti-LGBTQ+ desde que asumió la propiedad de X», concluye el informe.
El caso brasileño: ¿se puede detener a Musk?
El poder desmedido de Musk parece imparable. Sin embargo, desde América Latina llega un caso que va en contra de esta tendencia. En Brasil, la justicia identificó decenas de cuentas de X que habían difundido noticias falsas e incitado al odio, exigiendo a la compañía que las eliminara. Ante la negativa de la empresa, el Tribunal Supremo ordenó el bloqueo de la red social. Un pulso entre el Estado brasileño, actualmente gobernado por el líder de izquierda Lula da Silva, y Musk, que podría resolverse en los próximos días. Después de un mes de espera, X ha cumplido con muchas de las obligaciones impuestas por la ley local, eliminando las cuentas en cuestión, pagando las multas correspondientes y nombrando a un representante legal en el país. Un paso atrás sin precedentes.
La influencia de Elon Musk en la política global es claramente creciente, gracias también a su relación privilegiada con una extrema derecha en ascenso. Pero el ejemplo brasileño demuestra que para los Estados, y para las fuerzas de izquierda cuando están en el poder, no es imposible frenar el poder desmedido de las multinacionales. Incluso cuando quien las dirige es el hombre más rico del mundo.