Raphaël Glucksmann, el atlantista apoyado por los medios para debilitar a Mélenchon
Los medios franceses siempre hinchan la burbuja de su candidato predilecto. Emmanuel Macron difícilmente hubiera llegado al Elíseo en 2017 sin la cobertura muy benevolente que recibió. En las presidenciales de 2022, el conglomerado mediático del empresario ultracatólico Vincent Bolloré se puso al servicio del xenófobo Éric Zemmour, quien desaprovechó ese apoyo debido a sus constantes errores y al final apenas obtuvo el 7% de los votos. De cara a las elecciones europeas, no hay ninguna duda de cuál es el hombre de moda entre los grandes medios, sobre todo aquellos con una línea editorial de centroizquierda: Raphaël Glucksmann, al frente de la lista del Partido Socialista (PS).
“¿Puede crear la sorpresa?”, se preguntaba hace unos meses en su portada la revista L’Obs. “¿La esperanza de la izquierda?”, titulaba en uno de sus programas de debate C à vous. “La nueva moda Raphaël Glucksmann”, afirmaba Le Parisien. El candidato del Partido Socialista, quien comparte su vida sentimental con una conocida presentadora de radio, recibe desde hace meses estos masajes mediáticos. ¿Pero a qué se debe este interés por el candidato del alicaído PS, inmerso en un profundo declive desde hace una década? El ensayista Alain Minc, conocido como el cicerone de los grandes empresarios galos, lo resumía de manera cristalina: “Deseo un resultado extremamente elevado para Glucksmann y así impedir el ascenso hacia una segunda vuelta de Jean-Luc Mélenchon”.
Más que un hipotético retorno al poder de los socialistas, aquello que interesa a los grandes medios es utilizar a Glucksmann para debilitar a Mélenchon, líder de la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar). De esta forma, menoscabar la hegemonía de un socioecologismo radical que impera en el bloque de la gauche. Les gustaría que los comicios del 9 de junio supusieran la puntilla final de la frágil coalición NUPES, la alianza unitaria que insumisos, socialistas, verdes y comunistas compusieron en la primavera de 2022 bajo el liderazgo de Mélenchon. Gracias a ella, la izquierda se convirtió en las legislativas de ese año en la principal fuerza de oposición en la Asamblea Nacional, con 151 diputados (de un total de 577).
Coyuntura favorable para los socialistas franceses
A pesar de ello, el PS, los Ecologistas y el Partido Comunista Francés decidieron presentarse por separado en las europeas. Los comunistas y los verdes fueron los primeros en desmarcarse de la NUPES de cara al 9 de junio y, curiosamente, los sondeos apuntan que podrían quedarse sin representación. Con unas intenciones de voto del 3%, el PCF lo tiene complicado para superar el umbral del 5%. Los verdes solían conseguir buenos resultados en las europeas en Francia (más del 13% en 2019), pero han apostado por una candidata poco conocida y sin carisma. Y sus perspectivas resultan magras (7-5,5%).
Tras un otoño difícil —marcado por la torpe negativa de los insumisos de tachar a Hamás como grupo “terrorista”, lo que alimentó infundadas acusaciones de “antisemita” contra Mélenchon—, la izquierda insumisa ha recuperado algo de oxígeno y cuenta con unas intenciones de voto del 9-7%. Según los sondeos, que se deben coger con pinzas, los socialistas serían la formación progresista con un mayor respaldo (14%-11%). Y se convertirían en la tercera fuerza del país, por detrás de la ultraderecha de Marine Le Pen (32-29%) y la coalición del presidente Emmanuel Macron (20-16%), cada vez más anclado en la derecha.
“Nos beneficiamos de un doble movimiento. Por un lado, muchos electores de centroizquierda están hartos de Macron y de votar por él por el miedo a Le Pen. Por el otro, ven a Mélenchon como demasiado radical”, explica a Diario Red Gaston Laval, responsable del PS en el distrito X de París. La coyuntura resulta favorable para los socialistas. Su alianza con la izquierda insumisa les sirvió para marcar distancias con el decepcionante mandato de François Hollande, principal motivo del declive de una formación que en las últimas presidenciales apenas obtuvo el 6% en 2017 y menos del 2% en 2022.
A eso se le suma la ventaja de contar con un candidato con algo más de galones que algunos de sus rivales. La macronista Valérie Hayer y la ecologista Marie Toussaint destacan por su poco carisma, además de ser unas totales desconocidas para muchos franceses. Glucksmann se beneficia, asimismo, de la benevolencia de los grandes medios. Nada que ver con las duras críticas que recibe la insumisa Manon Aubry, copresidenta de la Izquierda Europea en la Eurocámara. “En realidad, diría que las perspectivas de voto del candidato del PS resultan mediocres, ya que hay un gran espacio para la izquierda o el centro-izquierda en Francia. Un gran político aspiraría a un resultado mucho mejor”, destaca el politólogo Christophe Bouillaud, profesor en Sciences Po Grenoble.
Un atlantista focalizado en una solución bélica en Ucrania
Esta no es la versión que dan los grandes medios, quienes suelen referirse a la candidatura del PS como la “lista de Glucksmann”. Su cabeza de lista tiene un perfil idóneo para gustar al sistema mediático. Es el hijo del intelectual André Glucksmann, uno de los nouveaux philosophes que pasó del maoísmo en los años 1970 a defender la invasión de Irak en 2003. “¡Qué alegría de ver al pueblo iraquí festejando su liberación y sus liberadores!”, aseguraba Glucksmann padre, fallecido en 2015, sobre la ofensiva estadounidense que provocó más de 100.000 muertos y favoreció la irrupción del Estado Islámico.
Como su progenitor, el hijo, de 44 años, y que ocupa un escaño en el Parlamento Europeo desde 2019, es un atlantista convencido. Durante su juventud, escribía artículos para la revista Le Meilleur des mondes, una fallida publicación que entre 2006 y 2008 se dedicó a defender a George Busch y difundir el ideario neoconservador. Además, militó en 2007 en un micro-partido ultraliberal y apoyó al conservador Nicolas Sarkozy en las presidenciales de ese año. El actual candidato del PS también ejerció como consejero del neoliberal y nacionalista georgiano Mijaíl Saakashvili, quien presidió ese país del Cáucaso entre 2008 y 2013 —con la supresión del salario mínimo, entre otras medidas emblemáticas— y que actualmente se encuentra encarcelado.
“Lo que tenemos que intentar de hacer es salir de uno mismo”, aseguraba Glucksmann en su libro-manifiesto Les enfants du vide (Los hijos del vacío), publicado en 2018. “Formo parte de la élite francesa. (…) Cuando voy a Nueva York o Berlín, me siento más en mi casa culturalmente que en Picardía —una región del norte de Francia lastrada por la desindustrialización—. Y este es el problema”, reconocía en lo que parecía un sano ejercicio de autocrítica. Fundó a finales de ese año el partido Plaza Pública, una especie de Podemos más pijo. Aunque esa formación no cuajó, los socialistas, faltos de liderazgos con un mínimo de galones, le dieron la cabeza de lista en las europeas de 2019, en que apenas obtuvieron el 6% de los sufragios.
Cinco años después, Glucksmann vuelve a la carga con un discurso marcado por la guerra de Ucrania. Pese haber dicho en 2018 que había cambiado, sigue siendo un atlantista de manual. No solo defiende un incremento del envío de armas y municiones para Kiev y que Europa apueste por una “economía de guerra”, sino también considera la solución militar como la única posible en Ucrania, y “así humillar a Putin” y que “caiga este dirigente fascista”. A diferencia de otros representantes del PS, no criticó a Macron después de que el presidente “no descartara” el envío de tropas de países de la OTAN al país invadido.
“No creo que haya un retorno de la socialdemocracia”
El candidato socialista denunció en reiteradas ocasiones el supuesto “genocidio” que sufren los uigures, la minoría musulmana reprimida en la región china de Xinjiang. En cambio, la masacre de los gazatíes bajo las bombas de Israel (al menos 33.800 muertos desde el 7 de octubre) la describe con menos vehemencia. Sus denuncias contra las dictaduras se centran en potencias rivales de Estados Unidos, como Rusia, China o Irán. Parecen un calco de los postulados del Partido Demócrata estadounidense o de la ministra de Exteriores alemana, la verde Annalena Baerbock.
Además de estas posiciones en política internacional —su tema de predilección y en que más discrepancias hay en el seno de la gauche—, Glucksmann intenta darle un barniz rojiverde a su discurso defendiendo un aumento de la presión fiscal sobre los más ricos, así como grandes inversiones continentales para hacer frente a la urgencia climática. “Su perfil gusta a aquellos votantes progresistas que no tienen problemas para llegar a final de mes”, sostiene el politólogo Stefano Palombarini.
Según el autor del interesante ensayo L’illusion du bloc bourgeois, verdes y socialistas se han invertido los roles respecto a 2019. Entonces, el ecologista Yannick Jadot obtuvo el 14% de los sufragios, pero apenas tres años después solo consiguió el 4% en las últimas presidenciales. “No creo que haya un retorno de la socialdemocracia”, añade Palombarini. Este analista recuerda la poca representatividad de las europeas, marcadas por la elevada abstención en Francia: de alrededor del 50% en el conjunto de los electores, pero de hasta el 65% en el caso de los obreros y del 70% de los jóvenes.
Pese al trampantojo que representan esos comicios, veteranos dirigentes socialistas, como François Hollande o Manuel Valls, ven en las buenas intenciones de voto el retorno del centroizquierda. “Tenemos que hacer renacer a la gran familia de la izquierda responsable”, dijo hace unas semanas el expresidente socialista. “Estamos viendo cómo se excitan los elefantes socialistas y los socioliberales”, lamenta Laval, quien teme que los resultados en las europeas acentúen los frágiles equilibrios internos en el PS. La formación de la rosa está dividida entre un ala derecha muy crítica con la alianza con la izquierda mélenchonista y la actual dirección que apuesta por la unión con las otras formaciones progresistas para 2027, aunque le gustaría que fuera con un candidato distinto que el líder de la Francia Insumisa.
Glucksmann se decanta por las tesis del ala derecha del PS. “La ruptura con Mélenchon sobre el fondo es una realidad. Hará falta una unión de la izquierda después de estas elecciones, pero con otra línea”, declaró a finales de marzo:
Para toda una parte de la gauche, su prioridad no es articular una candidatura potente de cara a 2027 que reúna lo mejor de cada familia política (insumisos, socialistas, verdes y comunistas), sino volver al escenario de hace unos años. Cuando la izquierda insumisa y los socialistas parecían irreconciliables.