Genocidio en Gaza

Rashid Khalidi: "Este ha sido el primer genocidio al que una generación ha asistido en tiempo real desde sus aparatos"

En conversación con Tariq Ali, el historiador Rashid Khalidi explora la brutal represión anglosionista sobre Palestina, desde la Revuelta Árabe de 1936-39 hasta los recientes ataques en Gaza
Un manifestante propalestino en Londres durante una protesta contra los ataques israelíes a Gaza — Jacobin
Un manifestante propalestino en Londres durante una protesta contra los ataques israelíes a Gaza — Jacobin

Comencemos por el presente, no solo mencionando los horrores que sufre actualmente Palestina, sino refiriéndonos a este como parte de un pasado, que todavía conforma a día de hoy la situación del país. La brutal represión anglo-sionista de la gran Revuelta Árabe de 1936-1939 fue seguida por la Nakba de 1948, por la Guerra de los Seis Días librada en 1967, por el asedio de Beirut, dirigido por Ariel Sharon en 1982, por las masacres de Sabra y Shatila, por las dos Intifadas y por el continuo terror desencadenado por Israel desde entonces. Sin embargo, el genocidio en curso perpetrado después del 7 de octubre de 2023 parece haber tenido un impacto global mayor que cualquiera de estos episodios.

Sí, algo ha cambiado a escala global. No estoy seguro de por qué esos episodios históricos no cambiaron por completo la narrativa, en particular la narrativa popular. No quiero especular sobre cosas como las redes sociales. Pero este ha sido el primer genocidio al que una generación ha asistido en tiempo real desde sus aparatos. ¿Se ha producido este cambio porque se trata del primer genocidio perpetrado en los últimos tiempos en el que Estados Unidos, Gran Bretaña y las potencias occidentales participan directamente a diferencia de lo sucedido en otros como los acaecidos en Sudán o Myanmar? ¿Se trata del trabajo de los activistas pro palestinos, quienes durante más de una generación ha preparado a la gente para esto? No lo sé. Pero tienes razón al decir que, como resultado de los horrores que continuamente sufre Gaza desde hace ocho meses y que todavía sigue sufriendo, ha sucedido algo nuevo. El desplazamiento de 750.000 personas en 1948 no produjo el mismo impacto. La Revuelta Árabe de 1936-1939 está casi completamente olvidada. Ninguno de estos acontecimientos precedentes tuvo un efecto comparable al que se ha producido esta vez.

La Revuelta Árabe siempre me ha fascinado como uno de los grandes episodios de lucha anticolonial, que ha recibido mucha menos atención de la que merece. Empezó como una huelga, se convirtió en una cadena de huelgas y evolucionó hacia un gran levantamiento nacional, que tuvo maniatadas a las fuerzas británicas durante más de tres años. ¿Nos podrías explicar sus orígenes, desarrollo y consecuencias?

La Revuelta Árabe fue esencialmente un levantamiento popular a escala masiva. Los dirigentes palestinos tradicionales fueron tomados por sorpresa, igual que Arafat y la dirección de la OLP se vieron sorprendidos en 1987 por la Primera Intifada. Ambos levantamientos se desencadenaron por pequeños incidentes. En el caso de la Revuelta Árabe fue la muerte en combate del jeque Iz al-Din al-Qassam en noviembre de 1935 a manos de las fuerzas británicas. Nacido en 1882 en Jableh, en la costa siria, al-Qassam era un líder religioso formado en Al-Azhar y un militante antiimperialista, que luchó contra la totalidad de las potencias occidentales presentes en la región, empezando por los italianos en Libia en 1911, después contra las fuerzas del Mandato francés en Siria en 1919-1920. Acabó en la Palestina del Mandato británico, donde vivió y trabajó principalmente entre los campesinos y los pobres urbanos. La muerte de al-Qassam tuvo una resonancia enorme, de tal magnitud que pocos meses después había contribuido a hacer estallar la huelga general más larga de la historia colonial de entreguerras. El mejor relato de la Revuelta es el de Ghassan Kanafani, el gran escritor palestino asesinado por los israelíes en 1972; iba a ser el primer capítulo de su historia de la lucha palestina, que quedó sin acabar tras su muerte[1].

El análisis de Kanafani sigue vigente hoy en día. Entre otras cosas subrayaba el impacto económico que tuvo para las clases populares la creciente migración judía a Palestina durante la década de 1930 tras la llegada de Hitler al poder; el despido de los obreros árabes de las fábricas y las empresas constructoras en consonancia con la política de Ben-Gurión de contratar «solo trabajadores judíos»; la expulsión de 20.000 familias agricultoras de sus campos y huertas, vendidas a los colonos sionistas por terratenientes absentistas; en fin, la creciente pobreza. Estas revueltas populares estallaron, cuando la gente se encontró en una situación en a la que ya no podía seguir adelante como antes, combinándose en este caso la ira social con poderosos sentimientos nacionales y religiosos. Los palestinos se levantaron contra todo el poder del Imperio británico que, durante siglo y medio no se había visto obligado a otorgar la independencia a una sola dependencia colonial, con la única excepción de Irlanda en 1921. La Revuelta Árabe fue aplastada por el que todavía era el imperio más poderoso del mundo, pero los palestinos lucharon durante tres años durante los cuales en torno a la sexta parte de la población masculina fue asesinada, herida, encarcelada o marchó al exilio. En los anales del periodo de entreguerras constituyó un intento sin precedentes de derrocar a un poder colonial. Solamente pudo ser reprimido con el despliegue de 100.000 soldados y de la fuerza aérea. Es una página olvidada de la historia palestina.

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¿Esta derrota no provocó también la desmoralización de las masas palestinas de manera que cuando empezó la Nakba en 1947 todavía no se habían recuperado del terror de 1936-1939?

La derrota de la Revuelta Árabe creó un duro legado, que afectó al pueblo palestino durante décadas. Como escribió Kanafani, la Nakba, «el segundo capítulo de la derrota palestina», que se produjo entre finales de 1947 y mediados de 1948, fue sorprendentemente corta, porque fue solamente la conclusión de este largo y sangriento capítulo que había durado desde abril de 1936 hasta septiembre de 1939[2]. Lo que hicieron los británicos más tarde fue copiado casi al detalle por los dirigentes sionistas, de Ben-Gurión en adelante. Solamente por esa razón merece la pena recordar el coste que acarreó a la sociedad palestina. Al menos dos mil hogares fueron derribados, se destruyeron cosechas, más de un centenar de rebeldes fueron ejecutados por poseer armas de fuego. Todo esto fue acompañado por toques de queda, detenciones sin juicio, exilio interno, torturas y prácticas como atar a los habitantes de los pueblos a locomotoras como escudo contra los ataques de los combatientes por de la libertad. En una población árabe de alrededor de un millón de personas, cinco mil fueron asesinadas, diez mil más heridas y más de cinco mil prisioneros políticos quedaron pudriéndose en las cárceles coloniales. 

En el proceso de aplastar la Revuelta Árabe, los británicos dieron a las fuerzas sionistas que estaban trabajando con ellos un valioso entrenamiento en técnicas de contrainsurgencia.

Sí. Los sionistas aprendieron todas las técnicas coloniales encubiertas con expertos en contrainsurgencia como Orde Wingate y otros especialistas en la tortura y el asesinato. Los británicos importaron a veteranos de la India, como Charles Tegart, el célebre jefe de policía de Calcuta, y objetivo de seis intentos de asesinato por parte de los nacionalistas indios. Las mismas fortificaciones y campos de prisioneros que levantó Tegart siguen utilizándose en la actualidad. Trajeron a gente de Irlanda y de otros lugares del imperio, como Sudán, donde Wingate inició su carrera y donde el primo de su padre, Reginald Wingate, había sido funcionario de inteligencia antes de convertirse en gobernador general de la región.

Orde Wingate, un nombre olvidado hace mucho tiempo. Dudo que muchos lectores hayan oído hablar de este demencial personaje de quien Montgomery dijo que la mejor cosa que hizo en su vida fue estar en el accidente de aviación que le mató en Birmania en 1944. ¿Quién fue este hombre y qué tipo de vínculo especial tuvo con las fuerzas sionistas? Recuerdo vagamente que la BBC le dedicó una serie en 1976 donde se le retrataba como un héroe.

Era un asesino colonial de sangre fría que acabó como teniente general y que era detestado por mucha gente de su propio bando, como sugiere el comentario de Montgomery; el mismo Montgomery también describió a Wingate como alguien «mentalmente desequilibrado». Churchill, que no se quedaba atrás cuando se trataba de causar sufrimiento a las poblaciones sometidas, calificó a Wingate de «demasiado loco para mandar». Nació en la India británica en una pía familia de Hermanos de Plymouth. Fundamentalista cristiano y seguidor literal de la Biblia, promocionó la versión de la redención judía que hace el Antiguo Testamento. Llegó a Palestina como capitán de la inteligencia militar, cuando empezaba el levantamiento de 1936. Hablaba árabe, aprendió hebreo y se convirtió en una figura clave para el entrenamiento de los combatientes de la Haganá como «Escuadrones Nocturnos Especiales» –en otras palabras, escuadrones de la muerte– para identificar y matar a habitantes palestinos en las zonas montañosas, como hacen en la actualidad los militares y colonos israelíes. Alcanzó tal notoriedad, que cuando estalló la guerra europea en 1939, los notables árabes exigieron que Wingate fuera expulsado de la región. Lo fue. Su pasaporte fue sellado prohibiendo su regreso. Su trabajo ya estaba hecho. Había entrenado a muchos de los hombres que fueron comandantes de la Palmach y más tarde del ejército israelí, como Moshe Dayan y Yigal Allon. Varios lugares de Israel llevan su nombre y está correctamente considerado como el fundador de la doctrina militar israelí.

Les enseñó bien.

Sí. Lo que una vez fue una especialidad colonial británica se convirtió en una especialidad colonial israelí. Todo lo que los israelíes han hecho lo han aprendido de los británicos, incluyendo la promulgación de leyes, como por ejemplo las Defence Emergency Regulations de 1945, que los británicos utilizaron contra el Irgún. Las mismas leyes siguen en vigor, ahora utilizadas contra los palestinos. Todo está sacado del manual de tácticas coloniales de los británicos.

Una victoria o, incluso, un empate en la Revuelta Árabe hubiera sentado los fundamentos de una identidad nacional palestina y fortalecido sus fuerzas para las batallas que estaban por llegar. Como Kanafani, tú has sostenido que las vacilaciones de los dirigentes palestinos tradicionales desempeñaron un papel clave en la derrota, doblegándose –como hicieron por ejemplo en la Conferencia de St James– ante los reyes árabes colaboracionistas, que habían sido puestos en sus tronos por los británicos.

Entonces como ahora, la dirección palestina estaba dividida. Se encontraba bloqueada por su propia incapacidad para acordar una estrategia apropiada para movilizar a la población y crear un foro nacional representativo, una asamblea popular donde pudieran discutirse estos asuntos. Los británicos, a diferencia de lo sucedido en la India, Iraq y otras partes de África, negaron a los palestinos cualquier acceso político al Estado colonial. Así que las razones para crear una asamblea popular destinada a romper decisivamente con las estructuras de control colonial era un asunto muy importante.

La otra condición de fondo para la Revuelta fue el ascenso del fascismo en Europa.

Desde el momento en que los nazis llegaron al poder la relación de los judíos con el mundo y el sionismo cambió por completo, lo cual es absolutamente comprensible. También produjo cambios en Palestina: entre 1932 y 1939 la proporción judía de la población creció del 17 o 18 hasta el 31 por 100. De repente, los sionistas tenían una base demográfica viable para apoderarse de Palestina, algo de lo que carecían en 1932.

Los palestinos se convirtieron en víctimas indirectas del judeocidio europeo.

Completamente. Los palestinos están pagando por toda la historia del odio europeo hacia los judíos que se remonta a tiempos medievales. Eduardo I expulsó a los judíos de Inglaterra en 1290, los franceses el siglo siguiente, los edictos españoles y portugueses se promulgaron en la década de 1490, los pogromos rusos fueron una realidad desde la década de 1880 y finalmente se produjo el genocidio nazi. Históricamente, un fenómeno básicamente cristiano-europeo.

¿Qué hubiera pasado, si no se hubiera producido el judeocidio en Europa y los fascistas alemanes hubieran sido fascistas normales sin la obsesión por aniquilar a los judíos?

Tremenda la condición que sugieres, pero procedamos a analizar la situación en 1939. En ese momento ya existía un proyecto sionista, que contaba con un fuerte apoyo imperial británico por razones que no tenían nada que ver con los judíos o con el sionismo. Se trataba de intereses estratégicos. La Declaración Balfour la hizo el hombre responsable de sacar adelante el decreto más antisemita de la historia parlamentaria británica, la Aliens Act de 1905. La clase dominante británica no se preocupaba por los judíos per se. Se podría haber preocupado por su lectura de la Biblia, pero lo que le preocupaba era la importancia estratégica de Palestina y Oriente Próximo como puerta de acceso a la India y ello mucho antes de 1917. Eso es lo que le preocupó desde el principio hasta el final. Cuando en 1948 se vieron obligados a abandonar la región, lo pudieron hacer porque ya habían salido de la India en 1947 y no necesitaban a Palestina de la misma manera. Si Hitler hubiera sido asesinado, todavía hubiera existido un proyecto sionista con el respaldo imperial de los británicos. El sionismo hubiera seguido intentando apoderarse de todo el país, lo cual siempre fue su objetivo, y hubiera seguido intentando crear una mayoría judía mediante la limpieza étnica y la inmigración. No podría especular más allá de estas constataciones.

Pero, ¿no había también corrientes antisionistas en el seno de las comunidades judías?

Sin duda, había judíos comunistas, había judíos asimilacionistas. La gran mayoría de la población judía perseguida del este de Europa eligió la emigración a territorios previamente colonizados por blancos: Sudáfrica, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y, sobre todo, Estados Unidos. Algunos también marcharon a Argentina y a otros países de América Latina. Estos fueron los destinos mayoritarios y esos fueron los lugares a donde marchó el grueso de la población judía perseguida, al margen de los que permanecieron en Europa. El antisionismo era un proyecto judío hasta la llegada de Hitler. Anteriormente, los sionistas eran una minoría y su programa estaba profundamente contestado en las comunidades judías. Pero el Holocausto produjo un determinado tipo de comprensible uniformidad en apoyo del sionismo.

Rashid Khalidi
Rashid Khalidi

Las derrotas normalmente tienen el efecto de detener todo durante un tiempo tras lo cual la resistencia surge de nuevo, pero de formas diferentes. En el caso de 1936-1939, sin embargo, la derrota fue inmediatamente seguida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que empezó en China, aunque muchos la denominan la guerra europea. ¿Cuál fue la actitud de la dirección palestina en ese periodo? En Indonesia, Malasia, la India y otras partes de Oriente Próximo, algunos sectores del movimiento nacionalista dijeron: el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo, aunque sea temporalmente. Dado que nuestro enemigo es el Imperio británico, esto nos encamina a los alemanes o a los japoneses. En su libro sobre Egipto, Anouar Abdel-Malek cuenta cómo, cuando pareció que Rommel podía apoderarse de Egipto, las multitudes reunidas en Alejandría cantaban «Adelante Rommel, adelante». Querían a cualquiera antes que a los británicos. ¿Cuál fue la actitud en Palestina?

Las posiciones en Palestina estuvieron profundamente divididas. Una facción minoritaria de los dirigentes se alineó con los alemanes siguiendo al Gran Mufti, quien tuvo una extraordinaria carrera durante la guerra: los franceses le echaron de Beirut, los británicos le expulsaron de Iraq, cuando reocuparon el país en 1941, para después expulsarle de Irán. Trató de ir a Turquía, pero los turcos no le dejaron quedarse, así que acabó primero en Roma y después en Berlín. Pero la mayoría de los palestinos no adoptaron esa posición. Muchos se unieron al ejército británico y lucharon con las fuerzas aliadas. Desde luego, muchos líderes habían sido asesinados por los británicos, ya fuera en el campo de batalla o ejecutados. Otros fueron al exilio. A los británicos les encantaba exiliar a sus oponentes nacionalistas en islas bajo su dominio: Malta, las islas Seychelles, Sri Lanka o las islas Andamán. Mi tío fue enviado, junto a otros dirigentes palestinos, a las Seychelles durante un par de años y después estuvo exiliado en Beirut varios años más. Así que la mayor parte de la dirección palestina comprendió que Gran Bretaña nunca podría ser un país amigo. Puedes leer las memorias de mi tío que se volvió virulenta y sumamente antibritánico. Siempre fue nacionalista y antibritánico, pero el grado en que la Revuelta cambió las perspectivas palestinas es notable. Anteriormente, los dirigentes palestinos siempre habían intentado entenderse con los británicos de acuerdo con las líneas seguidas por muchas elites coloniales cooptadas. Esto cambió con el aplastamiento de la Revuelta de 1936-1939.

A la postre, la derrota de la Revuelta, seguida por la Segunda Guerra Mundial, dejó a los palestinos mal preparados para lo que venía después. Las dos nuevas superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, apoyaron al sionismo, mientras que sobre el terreno los británicos colaboraban con sionistas y jordanos para impedir el establecimiento de un Estado palestino. Los palestinos no estaban suficientemente organizados como para hacer frente al asalto de las fuerzas armadas sionistas, que empezó en noviembre de 1947, meses antes de que finalizara el Mandato el 15 de mayo de 1948, cuando se suponía que entraba en vigor la Partición de Naciones Unidas, y los ejércitos árabes se unieron a la contienda. Para entonces, las fuerzas sionistas se habían apoderado de Jaffa, Haifa, Tiberíades, Safad y de docenas de pueblos, expulsando a alrededor de 350.000 palestinos, y ya habían invadido gran parte de lo que debía haber sido el Estado árabe bajo el plan de Partición de la ONU. Así que los palestinos ya habían sido derrotados antes de que fuera proclamado el Estado de Israel y comenzara la llamada Guerra árabe-israelí.

Ya llegaremos al papel de Estados Unidos en todo esto. Pero, ¿cómo explicas el apoyo de la Unión Soviética a los sionistas, suministrándoles armas checas para continuar la lucha?

Como sabes, Stalin cambió de la noche a la mañana. De ser una firme potencia antinacionalista y antisionista, la Unión Soviética se convirtió repentinamente en defensora de un Estado judío. Esto produjo una enorme conmoción en los partidos comunistas del mundo árabe. Creo que la decisión tuvo varias causas. Ciertamente se trataba de un esfuerzo para sobrepasar a Estados Unidos y existía una cierta sensación de que este podía ser un país socialista, que se alinearía con la Unión Soviética. Stalin también quería socavar a los británicos en Oriente Próximo. Recordemos que había pasado su juventud luchando en el sur de lo que sería la Unión Soviética durante la Guerra Civil rusa, cuando los británicos eran los principales partidarios de los ejércitos blancos contrarrevolucionarios a quienes financiaron, armaron y entrenaron, apoyándoles con tropas y buques desde el mar Báltico al mar Caspio, pasando por el mar Negro. Stalin había desarrollado tempranamente una gran animosidad contra Gran Bretaña y estaba obsesionado por la amenaza que suponía el poder británico en el sur de la URSS. Consideró que aquel era un momento en el que la Unión Soviética podía socavar a los regímenes árabes de la región, que eran marionetas británicas.

Fue una intervención política desastrosa, pero no duró demasiado.

Un par de años, pero sí, fue un completo desastre. Si nos fijamos en el voto en la Asamblea General de la ONU, sin la Unión Soviética y sus adjuntos bielorrusos y ucranianos, así como los países sobre los que tenía influencia, Estados Unidos hubiera tenido dificultades para sacar adelante la resolución sobre la Partición. Puede que lo hubieran conseguido de todas formas, pero ello podría haber tenido un desenlace diferente. Y el acuerdo sobre las armas checas fue decisivo para las victorias israelíes contra los ejércitos árabes en el campo de batalla.

Eso nos lleva a las elites árabes, esto es, a las monarquías y territorios dominados por jeques instalados por los británicos después del colapso del Imperio otomano, a su colaboración con los británicos y a su fracaso para contribuir a derrotar a esta entidad que había creado el Imperio británico.

Las monarquías egipcia, jordana e iraquí desempeñaron el papel más importante a este respecto. Se vieron sometidas a presiones opuestas, desde arriba y desde abajo. Por un lado, los británicos no tenían ningún deseo en absoluto de ver un Estado palestino. Todavía sentían una enorme hostilidad hacia los palestinos, aunque también se hubieran vuelto hostiles hacia los sionistas por culpa de la sangrienta campaña desatada contra ellos por el Irgún, la Banda Stern y la Haganá al final de la Segunda Guerra Mundial. Gran Bretaña se abstuvo en la votación sobre la Partición. Se iba a establecer un Estado judío, no había nada que pudiera impedirlo, pero ellos esperaban equilibrar su poder mediante sus regímenes clientes y mantener su influencia en una parte de Palestina, gracias al emir Abdullah de Transjordania, cuyo ejército estaba dirigido por oficiales británicos.

Por otro lado, estaba la presión de la opinión pública. El mundo árabe llevaba mucho tiempo preocupado por el sionismo. Cuando yo estaba investigando esto, encontré cientos de artículos sobre Palestina, que se habían publicado muy tempranamente en periódicos de Estambul, Damasco, El Cairo y Beirut. También hubo voluntarios de Siria y Egipto luchando en Palestina durante la Revuelta Árabe. Así que, en 1947-1948 los regímenes vecinos se enfrentaron a la presión popular para que hicieran algo respecto a la catástrofe que se estaba produciendo a medida que los sionistas tomaban la delantera y empezaban a llegar refugiados sin recursos a las capitales árabes. Los británicos querían que los jordanos participaran, que se anexionaran Cisjordania y Jerusalén Este. Egipto y otros países árabes se vieron obligados a intervenir por las presiones populares, pero lo hicieron sin ningún entusiasmo y solamente una vez que los británicos se habían retirado.

Esto produjo una gran radicalización entre los jóvenes oficiales árabes, incluyendo a Abdel Nasser. En sus memorias escribió: no se nos dieron los medios para luchar y mientras estábamos luchando contra los israelíes, pensábamos en la corrupta monarquía controlada por los británicos, que teníamos en el país. Junto a dos colegas cercanos del grupo nacionalista de Oficiales Libres, Abdel Hakim Amer y Zakaria Mohyedin, Nasser fue enviado a Gaza y Rafah y observó personalmente la ira de los soldados contra el Alto Mando en El Cairo. Cita a un soldado que con cada orden sin sentido repetía sin cesar: «Vergüenza, nos da vergüenza», en la prolongada entonación sarcástica del medio rural egipcio[3]. La guerra impulsó la popularidad de los Oficiales Libres y finalmente condujo al derrocamiento de la monarquía en 1952. Esto también sucedió con los iraquíes y con los sirios. Tan pronto como acabó la guerra se produjo una serie de golpes de Estado en Siria, seguidos por las revoluciones de 1952 en Egipto y de 1958 en Iraq. Todos los oficiales implicados habían luchado en Palestina.

Así que Palestina fue dividida, pero no de acuerdo con el plan acordado por Naciones Unidas.

Ben Gurión y la dirección sionista querían quedarse con todo, pero en aquel momento no tenían los medios para hacerlo. Así que se conformaron con el 78 por 100.

Y desde entonces ha habido una guerra prácticamente continua. La primera oleada de refugiados llegó a Gaza después de la Nabka en 1948, incluyendo a muchos de nuestros amigos. Nunca habían vivido en Gaza antes.

El 80 por 100 de la población de lo que es ahora la Franja de Gaza desciende de refugiados, la mayoría de ellos llegados en 1948. Hay poblaciones del Negev y otras zonas, que fueron expulsadas incluso más tarde. Pero el 80 por 100 de la población de Gaza procede de otros lugares.

Como muchos de mi generación, oí hablar de la magnitud de la Nabka palestina –la catástrofe– en 1967, después de la Guerra de los Seis Días. La Fundación Bertrand Russell por la Paz me había enviado a visitar a los refugiados palestinos para que hiciéramos un informe sobre la situación al igual que habíamos hecho en Vietnam para el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra que Russell y Sartre habían convocado. En ese viaje conocí a tu primo, Walid Khalidi, a quien nunca olvidaré, en su casa de Beirut. Me hizo sentarme y me dijo: «¿Sabes lo que pasó?». Me habló de la masacre de Deir Yassin en abril de 1948. Me quedé con los ojos como platos, no podía creer que no me hubiera enterado.

¿Recuerdas cuando fue eso?

Creo que debió ser en julio, un mes después de la guerra de 1967. Nos reunimos con refugiados asentados en los campos de Jordania, en los alrededores de Damasco, en Egipto, así como con políticos e intelectuales. Irónicamente, nuestro traductor era un musulmán inglés, Faris Glubb, cuyo padre, el general Sir John Glubb había sido comandante en jefe de la Legión Árabe transjordana. Faris era un convencido defensor de la causa palestina. Walid estaba muy satisfecho por ello. Fue la primera persona que me dio un verdadero tutorial sobre la historia palestina.

Es muy bueno en eso. Está a punto de cumplir 99 años, inshallah, en julio.

Nunca olvidaré esa tarde en Beirut. Y si la gente como yo, que he crecido en una familia de izquierda, pro árabe y partidaria de Nasser, no sabía nada sobre la Nabka en ese momento, entonces debía haber forzosamente una enorme multitud de personas que desconocieran absolutamente la información básica sobre el asunto.

Absolutamente. Constantemente me quedo impactado por el pobre trabajo que hicieron los palestinos para dar a conocer su causa desde 1917 hasta mucho después de 1967. Realmente solo con la actual generación se ha producido algún tipo de ruptura. Y esta ruptura no ha venido de la dirección política palestina, sino de la sociedad civil, de organizaciones como el Palestinian Campaign for the Academic and Cultural Boycott of Israel (PACBI), el BDS, el grupo que pide el boicot, la desinversión y la imposición de sanciones a Israel, o del Institute for Palestine Studies, que fundó Walid y que lleva trabajando desde hace décadas. Finalmente estamos empezando a ver los resultados. Pero esto se produce a pesar de la ausencia de cualquier esfuerzo oficial competente. La OLP inició un trabajo informativo y diplomático en la década de 1970 y principios de la siguiente, aunque siguió siendo insuficiente. Aparte de ello, el historial ha sido deprimente.

¿Cómo explicas la continua debilidad de la moderna dirección palestina? Sé que los mejores fueron asesinados.

Ese es el primer punto importante. El asesinato de dirigentes palestinos se convirtió en una especialidad israelí. Un autor israelí, Ronen Bergman, tiene un escalofriante libro sobre esto, Rise and Kill First (2018). El título lo dice todo. Han sido muy cuidadosos en elegir a quienes querían eliminar. Y ello con la ayuda de determinados regímenes árabes, todo hay que decirlo: los israelíes han sido ayudados en sus esfuerzos por asesinos procedentes de Libia, Iraq y Siria. Y los israelíes conocían sus objetivos. Cuando quisieron asesinar a Abu Jihad en Túnez, se cuidaron de no golpear la casa de Mahmoud Abbas. No le consideraban un peligro, todo lo contrario, así que le mantuvieron vivo y le han estado utilizando desde entonces. Esto también era una especialidad británica.

Pero los problemas de la dirección palestina son más profundos. En la década de 1930 eran en parte un producto de la estructura de clase palestina, una elite agraria intocable, con ideas miopes o ingenuas sobre cómo tratar con los británicos. Desde la década de 1960, la falta de una perspectiva global por parte de las sucesivas generaciones de dirigentes palestinos ha sido un gran problema. Si nos fijamos en otros movimientos anticoloniales –irlandés, argelino, vietnamita o indio– vemos que estuvieron dirigidos por gente que disponía de una sofisticada comprensión del equilibrio de poder global, de la manera en que funcionaba el poder imperial y de cómo llegar a la opinión pública en la metrópoli. Nehru, Michael Collins y de Valera comprendieron esto. La dirección argelina comprendía Francia. La que denominaban la séptima wilaya o provincia del FLN estaba en Francia. Los irlandeses ganaron en 1921, porque entendieron la política de británicos y estadounidenses y contaron con amplias operaciones políticas y de inteligencia en ambos países. La dirección palestina nunca ha tenido el mismo conocimiento o las mismas habilidades. Odio decir esto, suena autodenigratorio, pero es verdad.

¿Cómo describirías a la elite palestina de ese primer periodo? En The Hundred Years’ War on Palestine, haces un magnífico retrato de estos clanes palestinos, los Khalidi y los Husseini. El tuyo era más intelectual, más académico, los Husseini tendían a ocupar puestos de dirección política. ¿Esta estructura de clase era característica de Palestina o existía de alguna forma en otras partes del mundo árabe?

El término utilizado por mi profesor, Albert Hourani, era notables, la política de los notables[4]. Hablaba sobre familias en vez de clanes; no se trataba de poblaciones tribales. La misma estructura social prevalecía en las provincias árabes del Imperio otomano; eran elites urbanas involucradas en la religión, la ley y el gobierno; también, en muchos casos, se trataba de elites terratenientes y dedicadas al comercio. Este estrato estaba totalmente divorciado de las clases populares, desdeñaba el trabajo manual y, en muchos casos, el propio comercio. Estuvo imbricado durante siglos en la política otomana y antes del Imperio otomano, en el Imperio mameluco. Hubo miembros de mi familia involucrados en el poder judicial mameluco en los siglos XIV y XV. Esta elite estaba bien adaptada a la clase de administración existente con los mogoles, los safávidas y los otomanos. Algunos se adaptaron a la era moderna. En vez de adquirir una formación religiosa, se formaron en Malta o en Estambul o acudieron a instituciones misioneras estadounidenses. Adquirieron una educación moderna; en vez de llevar turbante o fez lucían sombreros de copa. Pero estaban exquisitamente mal preparados para tratar con los británicos.

Esta estructura social quedó completamente destruida en 1948. Desapareció la base material de clase que había dominado durante siglos la sociedad palestina. Los terratenientes perdieron sus tierras, los mercaderes perdieron sus negocios, etcétera. Y con raras excepciones, ninguna de estas elites resurgió después de 1948. La sociedad palestina quedó profundamente revolucionada, de la misma manera que lo fueron muchas otras sociedades árabes, que sufrieron una revolución social: Iraq, Siria, Egipto, donde viejas elites centenarias y la clase de los terratenientes fueron derrocados en la década de 1950. Dinastías como los Azms en Damasco desaparecieron de la política. Lo mismo sucedió en Palestina a causa de la Nabka. En cierto modo ello abrió la puerta a gente de clase media con estudios. La dirección de la OLP no estaba formada por gente procedente de las viejas familias de notables. La única excepción que se me ocurre es Faisal Husseini; él era el único líder palestino importante, que venía de las viejas elites, dado que hijo de un destacado líder militar que murió en combate en 1948.

¿Qué sucedió con tu familia en ese momento?

La familia quedó desperdigada. Algunos quedaron traumatizados por la experiencia y otros resultaron galvanizados por la misma. Mis abuelos perdieron la casa familiar en Tal al-Rish, cerca de Jafa, y se convirtieron en refugiados. Mis tíos, tías y primos acabaron entre Jerusalén, Nablus, Beirut, Amán, Damasco y Alejandría. En consecuencia, tengo primos por todo el mundo árabe, mientras otros viven en Europa y en Estados Unidos. No obstante, los miembros de mi familia se contaban entre los afortunados y privilegiados, porque gracias a mi abuelo habían estudiado y algunos tenían carreras como profesores, como mis primos Walid, Usama y Tarif, o como escritores y traductores, como mi tía Anbara o mi primo Randa. Mis padres, que habían planeado regresar a Palestina después de que mi padre finalizara su doctorado en la Columbia University, acabaron teniendo que quedarse en Estados Unidos y por eso yo nací en Nueva York en 1948. Mi padre entonces trabajaba en Naciones Unidas.

¿Dónde fuiste a la escuela?

Fui a la United Nations International School (UNIS) en Nueva York y también fui al colegio en Corea. Estudié historia en Yale e hice mi doctorado en Oxford, con Hourani. Así que me eduqué en tres lugares diferentes.

Y Palestina estaba ausente en todos esos lugares.

Sí, solamente he vivido en Palestina durante cortos periodos de tiempo, unos pocos de años en total. He vivido unos cuantos años en Libia, cuando era muy joven, y viví en Líbano durante quince años durante las décadas de 1970 y 1980, dando clase en la American University de Beirut. He vivido en otros lugares, pero la mayor parte de mi juventud y más de la mitad de mi vida la he pasado en Estados Unidos.

Volviendo a los levantamientos radicales de la década de 1940: como estabas diciendo, la estructura de clase cambió en todo el mundo árabe.

Con una categórica excepción: las monarquías que siguieron existiendo. El viejo orden social en Marruecos no ha cambiado, ni en Jordania o en Arabia Saudí. Por lo menos no cambió de la misma manera.

Los británicos conservaron las monarquías allí donde pudieron. A Churchill en especial le encantaban e incluso discutió la posibilidad de crear una para la provincia india de Punjab.

A los colonialistas británicos les encantaba replicar su propia aristocracia y su propio sistema. Llegaron a encontrar aristocracias agrarias en lugares que nunca habían conocido semejante cosa. Los franceses preferían repúblicas coloniales.

La otra consecuencia de estos levantamientos de la clase media radicalizada fue que la pequeña burguesía urbana obtuvo el acceso al ejército, especialmente en Egipto, Siria e Iraq, lo cual constituyó la base de diversos movimientos nacionalistas revolucionarios; en la India, los cuerpos de oficiales nativos estaban limitados a los segundos hijos de la aristocracia agraria. ¿Cómo se manifestaron estas transformaciones entre las comunidades palestinas en la diáspora y en la propia Palestina? Nasser fue un gran héroe para la generación posterior a la Nakba. Y hay que reconocer que lo intentó, no es que no lo intentara. Recuerdo que le dije esto a un palestino en Egipto, que me contestó con un chiste. «Sí, Tariq, lo intentó, pero sabes, él es como un reloj malo. Un reloj dice tic tac y va hacia adelante. Nasser dice tac tic y va para atrás». En mi opinión, la nueva generación de dirigentes palestinos realmente se consolidó después de la Guerra de los Seis Días, cuando se dieron cuenta de que ningún Estado árabe iba a defenderles y que tenían que luchar por sí mismos. ¿Qué dirías de esto?

Mi opinión de Abdel Nasser sería en cierto modo similar; uno de mis antiguos alumnos me regañaba hace unos días por criticarle. Pero lo que quiero destacar es que no creo que Palestina fuera en ningún momento una prioridad para él, ni siquiera en 1948. Si lees sus memorias, que desde luego fueron escritas por encargo, está claro que su obsesión era Egipto, algo comprensible porque él era un nacionalista egipcio. Palestina era importante, pero nunca fue prioritaria. Respondiendo no obstante a la otra pregunta sobre cómo surgió esta nueva generación de dirigentes de la resistencia palestina, te diré que había empezado a formarse antes de 1967, pero el trauma de la Guerra de los Seis Días tuvo un enorme impacto. Como dices, consolidó la conciencia de que los Estados árabes no iban a ayudar a la causa palestina. Creo que muchos pensaban que Nasser sí lo haría y eso fue la puntilla. Las sucesivas derrotas de 1948, 1956 y 1967, mostraron que los Estados árabes no tenían los medios para derrotar a Israel, al margen de que tuvieran o no la voluntad de hacerlo. Las iniciativas que habían estado fermentando en la sociedad palestina llevaron a la toma del control de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), establecida por Nasser en 1964 para cooptar y controlar la creciente marea de fervor nacional. En 1968 la OLP pasó a estar en manos de grupos palestinos independientes, insatisfechos con el control egipcio. Fatah era el mayor de ellos y Arafat pronto se convirtió en el presidente de la OLP. Una vez más, se trató de un movimiento desde abajo dirigido contra unas elites cooptadas, representadas por Ahmad Shukeiri y otros dirigentes, que originalmente dirigieron a la OLP. Shukeiri, dicho sea de paso, era otro miembro de la vieja clase dirigente. Pero a partir de entonces hubo una nueva generación de dirigentes palestinos –Arafat, Hawatmeh, Habash, Abu Jihad y otros–, que representaban a una clase diferente y que constituían un conjunto diferente de identidades respecto a lo que había habido hasta entonces.

Una de las consignas más importantes de Arafat fue al-qarar al-Filistini al-mustaqil, poder de decisión palestino independiente. Su insistencia en la autonomía y autodeterminación palestina fue clave para su popularidad durante este primer periodo: «Los regímenes árabes no nos controlan». Este fue uno de sus relativamente pocos éxitos, pero un éxito importante: mantener a la OLP ampliamente independiente de los poderes árabes que querían controlar al movimiento palestino, igual que habían tratado de hacerlo desde la década de 1930. Durante la Gran Revuelta, durante la Conferencia de St James de 1939, en el debate sobre la resolución de la ONU sobre la Partición o en el establecimiento de la OLP, los regímenes árabes constantemente trataron de controlar la cuestión palestina en su propio beneficio y, desde luego, rivalizando entre ellos. Siguen intentando hacerlo, incluso mientras asisten impávidos al martirio de Gaza y no hacen absolutamente nada para detenerlo.

Has mencionado previamente a otra figura destacada de esta generación, Ghassan Kanafani. En tu libro The Hundred Years’ War in Palestine hablas muy emotivamente sobre él. Le conocí en una conferencia en Kuwait en 1966 y quedé impresionado.

Era enormemente carismático. Lees sus libros en la actualidad y el carisma casi salta de las páginas. Pero si le conociste… Yo solo le traté un par de veces. Era un hombre extraordinario.

No puedo recordar sus palabras exactas, que desde entonces se han hecho famosas, pero le pregunté, ¿hay alguna posibilidad de un acuerdo negociado con estos cabrones? Me contestó –nunca olvidaré su voz ni su sonrisa– Tariq, explícame como negocia el cuello con la espada. Me reí un montón. Le dije que esa era una analogía muy brillante. Era un gran intelectual, escritor y dirigente político. Parecía representar a toda una cultura. Y por eso le mataron. El Mossad le hizo saltar por los aires mientras viajaba con su sobrina.

Exacto. Sus trabajos literarios todavía resuenan en la actualidad. Mi hijo Ismail adaptó al escenario su novela Returning to Haifa con Naomi Wallace. Es imposible acceder a un teatro importante en Estados Unidos para representarla, aunque se estrenó en Londres en el Finborough Theatre. La adaptación fue encargada por el Public Theatre de Nueva York, pero la dirección se negó a permitir que se produjera; decían que Kanafani era un «terrorista». Sin embargo, a pesar de la censura del establishment, sus obras están en todas partes. Actualmente sus novelas, así como sus obras de teatro, poesía y otros escritos, están publicadas tanto en árabe como traducidas a otros idiomas. Junto a Mahmoud Darwish y Edward Said, creo que es el intelectual palestino más importante el siglo XX.

Es lo que decíamos antes, ellos saben a quién matan.

Y a quién no matan.

¿Qué llevó a Arafat y al equipo que le rodeaba a decidir finalmente traicionarse en Oslo en 1993? Nuestro amigo Edward Said lo llamó un «Versalles palestino», una paz que era un castigo.

Edward tenía razón, pero no sabía hasta qué punto. De hecho, Oslo fue mucho peor que Versalles. El punto de inflexión fue 1988, cuando el equipo de Arafat presente en el Consejo Nacional Palestino, prácticamente capituló ante las condiciones estadounidenses para entablar un diálogo bilateral: los palestinos debían renunciar a la violencia, algo que nunca se pidió a los israelíes, y aceptar la partición, firmando la Resolución 242 de Naciones Unidas, que limitaba los temas a los resultados de la guerra de 1967. Esa resolución de la ONU fue redactada por Arthur Goldberg, Abba Eban y Lord Caradon: sus autores eran las grandes potencias imperiales y su cliente israelí, aunque respaldada en el Consejo de Seguridad por la URSS. De hecho, los israelíes no querían que la OLP capitulara en ese punto. No estaban interesados en entablar conversaciones, con independencia de lo que aceptara la OLP. Los palestinos podían estar de acuerdo con la Resolución 242, aceptar la «solución de los dos Estados», renunciar a la violencia, pero aun así los israelíes seguirían sin hablar con ellos; hasta que Rabin finalmente rompió el tabú en 1992.

Detrás del giro de la OLP se encuentra el resultado de la Guerra de Octubre de 1973, cuando los regímenes egipcio y sirio dejaron claro que sus intereses se limitaban a sus propios territorios ocupados en 1967, el Sinaí y los Altos del Golán. El resto les traía sin cuidado, lo cual quedo claro para la dirección palestina. Vi a algunos de ellos a su vuelta de El Cairo. En aquel momento estaba viviendo en Beirut y actuando como intérprete para una delegación palestino-estadounidense. Hablaron de su experiencia en El Cairo con Sadat y de cómo había dejado claro en qué punto estaban las cosas: esto es lo que apoyamos y todo lo que apoyamos. Vosotros arreglároslas como podáis. No lo dijo de todas formas de modo tan explícito.

Pero eso es lo que quería decir y lo que hicieron los representantes palestinos.

Eso es lo que entendió la dirección de la OLP. Y a partir de ahí empezaron a alejarse de la lucha armada y de la liberación de Palestina para intentar entablar negociaciones en torno a la denominada solución de los dos Estados. En 1974, en el Consejo Nacional Palestino, el equipo de Arafat sacó adelante el primer cambio en la fórmula. El FPLP[5] y el grueso de la militancia de Fatah se dieron perfectamente cuenta de lo que estaban tratando de hacer y se opusieron. A la dirección le llevo años llegar al punto en que fueron capaces de obtener la aprobación explícita del CNP de este programa: mover a la OLP desde una posición en la que se pedía la liberación de toda Palestina, dotada de un Estado secular-democrático para musulmanes, cristianos y judíos en el que todo el mundo fuera igual, a la solución de un Estado más múltiples bantustanes, que es lo que la solución de los dos Estados auspiciada por Estados Unidos ha significado siempre en la práctica. Eso es lo que los israelíes nos han dado, pequeños trozos y áreas de territorio separados por grandes franjas de asentamientos ilegales. La dirección de Arafat aceptó esto en principio probablemente en 1974 y después se movió, lenta pero decididamente, para ganarse a la opinión pública y al movimiento palestino.

El otro día entró en escena Hillary Clinton, añadiendo su granito de arena a la montaña de mentiras que se ha construido alrededor del «proceso de paz». Básicamente dijo: «Ofrecimos todo a los Palestinos en los Acuerdos de Camp David de 1979, pero rechazaron todo. A estas alturas ya podían tener su propio Estado». Tú conoces esa fase personalmente.

Uno de mis alumnos, el investigador Seth Anziska, ha escrito el mejor libro sobre el impacto a largo plazo de Camp David[6]. En Brokers of Deceit: How the US Has Undermined Peace in the Middle East (2013) yo me centré en las negociaciones de Madrid y Washington. La cuestión básica es que el Estado y la soberanía palestina, y por ende el fin de la ocupación y de la colonización, nunca han estado sobre la mesa, nunca, en ningún lugar, en ninguna etapa y para ninguna de las partes implicadas, sea Estados Unidos, Israel o cualquier otro actor involucrado en el conflicto. En 1979, en Camp David, se ofreció «autonomía»; en Madrid y Washington en 1991, solo se nos permitía negociar sobre «autonomía» o autogobierno bajo soberanía israelí; todo lo que se nos dijo fue que «las cuestiones del estatus final» incluirían la discusión de otras cosas. Pero sabemos cuál era el resultado final. Rabin nos lo había dicho. En su último discurso pronunciado en 1995, justo antes de que fuera asesinado por ir demasiado lejos, explicó hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Dijo: lo que estamos ofreciendo a los palestinos es menos que un Estado y nosotros mantendríamos el control de la seguridad en el valle del Jordán. En otras palabras, ninguna autodeterminación, ninguna soberanía, ningún Estado. Una solución de un Estado y múltiples bantustanes.

Esa fue la oferta de Israel. Y nunca cambió. Rabin fue asesinado; si no le hubieran matado puede que él hubiera cambiado, puedes especular sobre ello. Pero eso es lo que dijo en su último discurso en la Knesset. Y esa era la posición final para Ehud Barak en 2000 que, a diferencia de otros dirigentes israelíes, negoció con la OLP. Rabin, Barak y después Olmer estaban dispuestos a negociar, estaban deseando poner la espada sobre el cuello, en la inimitable expresión de Kanafani. Pero, ¿qué estaban ofreciendo? No un Estado, no la soberanía, no la autodeterminación, no el final para la ocupación y no la eliminación de los asentamientos. En cuanto a Hilary Clinton, decir que es una de las mayores mentirosas de la política estadounidense y que está implicada en múltiples crímenes de guerra. Clinton afirmó que los estudiantes no entienden la historia. Bueno, lo que ella propaga ciertamente no es historia. Es una narrativa completamente distorsionada, que es falsa en prácticamente todos los aspectos.

Pasemos a Hamás. ¿Es correcto decir, como insisten muchos de sus oponentes en la OLP, que fue creada por Israel?

No. Permíteme ser muy claro. Hamás surgió en 1987-1988 en el contexto del que hemos estado hablando. Creció a partir del movimiento islamista en Gaza, como una rama independiente de los Hermanos Musulmanes de Egipto. Esto sucedió justo en el momento en que Fatah y la OLP renunciaban al objetivo de liberar a la totalidad de Palestina, como un Estado secular-democrático, y aceptaban las condiciones dictadas por Estados Unidos e Israel plasmadas en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, dejando las armas y mostrando su acuerdo a la creación de un pequeño Estado palestino dividido, que coexistiría con Israel. La OLP aceptó este planteamiento formalmente en 1987-1988, que es precisamente cuando surgió Hamás como una rama independiente del movimiento islamista.

Ahora bien, ¿estuvieron alentados por los israelíes? Sí, desde luego que lo estuvieron. Israel consideraba a la OLP como su principal oponente nacionalista, como el principal peligro. Cualquier movimiento disidente que socavara el total apoyo que tenía la OLP entre los palestinos era bienvenido por los servicios de seguridad israelíes. Por supuesto. Dos especialistas israelíes, Shaul Mishal y Avraham Sela, escribieron un buen libro sobre Hamás que habla de esto[7]. También se publicó un excelente artículo de Reuters, que detallaba cómo los servicios de inteligencia israelíes habían manipulado y apoyado al movimiento islamista en Gaza. Todo lo demás se clausuraba –cualquier expresión de la identidad palestina, incluso la Media Luna Roja– pero no a los islamistas. Funcionaban libremente. Cuando los israelíes necesitaban que alguien apaleara a manifestantes de la OLP en los campos de Birzeit, en Cisjordania, llevaban a islamistas en autobús desde Gaza, cruzando Israel, provistos de barras de hierro y bastones para dar descomunales palizas a manifestantes de la OLP. Amigos míos me han hablado de chicos con los brazos rotos por estos tipos. A los islamistas se les permitía funcionar sin ser arrestados, sin interferir con ellos, algo que no se permitía a ninguna otra organización de la sociedad civil palestina.

Cuando surgió Hamás, las autoridades de ocupación israelíes se mostraron divididas en un principio, porque Hamás se había dotado de unos estatutos notoriamente antisemitas y cuando comenzó la Primera Intifada en diciembre de 1987, lanzó operaciones contra soldados y colonos israelíes presentes en Gaza. Se produjo un debate en el seno del ejército y de los servicios de inteligencia: ¿realmente queremos seguir apoyando a esta gente o no? Pero en diferentes momentos los servicios de inteligencia israelíes, que controlaban la Franja de Gaza, si no les apoyaron, por lo menos les dejaron funcionar por razones ligadas a la estrategia de divide y vencerás. Recuerdo la maravillosa película Gaza Ghetto, realizada por Joan Mandell en 1984, que habla sobre cómo era en aquel momento la vida en la Franja de Gaza bajo la ocupación israelí. Ella vivía entonces en Palestina. La ocupación israelí controlaba todo, igual que ahora controla todo en Cisjordania. Evidentemente había intentos de resistencia, algunos coronados por el éxito y otros no. Pero con el paso del tiempo Hamás se convirtió en un movimiento de resistencia y entonces los israelíes dejaron de estar contentos con ellos. Durante los últimos años, sin embargo, con Netanyahu ya en el poder, volvieron a apoyarles, porque pensaron que podían utilizar a Hamás para pacificar la Franja de Gaza con dinero procedente de los países del Golfo, especialmente de Qatar.

Pero no sucedió así.

No les salió del todo bien.

Ahora nos encontramos con los siguientes hechos realmente paradójicos: la OLP, supuestamente secular-democrática, colabora al 100 o al 99,9 por 100 con los israelíes, lo cual significa que no existe «Autoridad» palestina alguna, porque de facto las FDI son quienes dan las órdenes a la Autoridad Palestina dirigida por Fatah, que es quien las ejecuta. Mientras, Hamás, la organización islamista cortada por el patrón de los Hermanos Musulmanes, ha asumido el liderazgo de lo que tenemos que denominar, y de lo que de hecho es, la actual resistencia palestina.

La terrible paradoja es que lo que Arafat y sus colegas hicieron al aceptar los Acuerdos de Oslo y llevar a la práctica totalidad del movimiento nacional a una prisión controlada por Israel en los territorios ocupados, fue, en primer lugar, vaciar de contenido a la propia OLP. Actualmente, la OLP no existe en realidad, excepto como un mero caparazón. Esa dirección funciona en el momento presente por medio de esta marioneta colaboracionista de la Autoridad Palestina, que es en realidad una subcontrata de la ocupación. No tiene una existencia independiente. No tiene ninguna autoridad, ninguna jurisdicción ni ninguna soberanía. Es simplemente una de las varias armas de la ocupación. El liderazgo de Arafat-Abbas dejó sin contenido lo que era el núcleo del movimiento nacional, la OLP. Ahora no hay ninguna OLP de la que hablar. Existe una Autoridad Palestina, una burocracia que tiene poder sobre las vidas civiles de palestinos en parte de Cisjordania, aunque solo en una pequeña parte. La mayor parte de Cisjordania, la llamada Área C, está directamente controlada por el ejército israelí. Como mucho, la Autoridad Palestina tiene presencia en el 20 o 30 por 100 de Cisjordania en lo referido a su responsabilidad sobre la educación pública, la sanidad, etcétera. Pero Israel es el poder soberano sobre la totalidad de la Cisjordania ocupada y la zona árabe ocupada de Jerusalén Este. Es la potencia ocupante. Es la potencia de seguridad. Controla el registro, la entrada y la salida de la población, además de todo lo relacionado con la financiación. Controla los servicios de seguridad de la Autoridad Palestina, que hacen lo que los israelíes quieren. El pueblo palestino quiere estar protegido de la ocupación y de los colonos, pero el personal de la Autoridad Palestina actúa como agente de la ocupación. Sirve al enemigo. Así que, sí, esto es una tragedia para los elementos secular-democráticos, ajenos a los Hermanos Musulmanes, del movimiento nacional palestino.

Después de Oslo, la NLR describió la trayectoria de Fatah como un bandazo desde el maximalismo fantasioso al minimalismo ignominioso desprovisto de toda tentativa de definir y luchar por una solución equitativa intermedia[8]. Hay quien todavía resiste en la OLP. Hanan Ashrawi ha sido más fuerte que el resto y estoy seguro de que debe haber otros y otras esperando alguna alternativa.

Hay mucha gente, incluyendo gente implicada en la OLP/Fatah, e incluso algunos, aunque no muchos, presentes en la Autoridad Palestina, que todavía conservan una posición independiente y que se oponen a la naturaleza colaboracionista de la misma. En diversas encuestas puedes constatar claramente el grado de desprecio que concita Abu Mazen (Mahmoud Abbas), el odio que suscita la Autoridad Palestina. Y esto es así a pesar de que proporciona los salarios de un porcentaje enorme de la población de los territorios ocupados. Hay decenas de miles de personas ocupadas en la seguridad, decenas de miles de empleados y empleadas gubernamentales, maestros y maestras, gente empleada en la sanidad, que están en la nómina de la Autoridad Palestina y dependen por completo de ella para su sustento. A pesar de ello, la Autoridad Palestina es aborrecida por abrumadoras mayorías de la población. Esto está perfectamente claro.

El dato interesante es que la popularidad de Hamás no siempre ha sido tan elevada como alguna gente cree, ya sea en Gaza, donde se estaban volviendo cada vez más impopulares antes del 7 de octubre, o incluso en Cisjordania, donde son más populares simplemente porque la gente no ha estado gobernada por ellos. Pero muchos de quienes están bajo su mandato en la Franja de Gaza ven con desconfianza a Hamás. Depende de la encuesta, de quién hace las preguntas y a quién se las hace. Los sentimientos públicos no son estáticos, suben y bajan con el tiempo. Pero la cuestión del grado de apoyo popular hacia Hamás realmente debería encuestarse de un modo mucho más cuidadoso de lo que se hace habitualmente. La gente asume que, dado que un enorme número de jóvenes fue arrastrado por el entusiasmo después del 7 de octubre de 2023, esa sigue siendo actualmente la opinión de la mayoría de la de la población, ocho meses más tarde. No creo que las cosas sean necesariamente así. Se considera que Hamás merece el reconocimiento por infringir una derrota militar a Israel, que nunca había sufrido. En 1948 Israel recibió derrotas sonoras en algunos campos de batalla y sufrió una severa derrota militar en los prolegómenos de la guerra de 1973, antes de que Estados Unidos acudiera al rescate. Pero desde 1948, Israel nunca ha tenido que luchar durante días en su propio territorio. Las fuerzas de seguridad israelíes tuvieron que emplear cuatro días para retomar las bases militares y las numerosas comunidades, que fueron invadidas por Hamás y sus aliados el 7 de octubre. Esto no había sucedido antes. El mayor número de bajas de civiles israelíes desde 1948 se produjo el 7 de octubre. (La propaganda israelí afirma que es «el más elevado desde el Holocausto», pero eso no es cierto; dos mil civiles y cuatro mil soldados murieron en 1948). Pero Israel nunca había sufrido un fracaso de sus servicios de seguridad de esta magnitud, ni siquiera en 1973. Así que mucha gente reconoció el mérito de Hamás, aunque pudiera tener reservas sobre ellos en otros temas.

Los israelíes sabían lo que estaba en marcha en 1973. Los estadounidenses se lo estaban diciendo.

Lo sabían o se enteraron tarde, pero no reaccionaron con suficiente rapidez, por arrogancia o soberbia. Tenían espías en Egipto, en todas partes. Tenían gente que les decía, «esperad, esperad, solo están haciendo maniobras». Aunque 1973 fue una conmoción realmente enorme, con Siria apoderándose de los Altos del Golán, no hubo bajas civiles entre los israelíes. Es necesario decir esto una y otra vez sobre el 7 de octubre: sumadas a las atrocidades, que indudablemente se produjeron, el número de bajas de civiles más elevado que ha sufrido nunca Israel desde 1948 se produjo en esos cuatro días al principio del ataque. Esto es algo que los palestinos tienen que tener en cuenta, si quieren entender por qué Israel es tan salvaje en su castigo colectivo sobre Gaza. No se trata solo de la derrota militar y del fracaso de los servicios de información. No se trata solo de restaurar el empañado honor y la destrozada «capacidad de disuasión» del ejército. Es un visceral deseo de venganza, de represalia por el traumático sufrimiento de un gran número de civiles israelíes. No solo los muertos o capturados: comunidades enteras fueron vaciadas y ocho meses después todavía no han sido repobladas. Esto es fundamental, si queremos entender lo que motiva la ferocidad del comportamiento israelí. Tiene una lógica subyacente que se remonta a la puesta en marcha del proyecto sionista. Todo proyecto de asentamiento colonial debe comportarse con ferocidad para establecerse a expensas de la población indígena. Pero lo que hemos podido ver durante los pasados ocho meses se ha producido a una escala nunca vista, ni siquiera en 1948.

Somos plenamente conscientes de que desde el 7 de octubre han muerto al menos veinticinco veces más palestinos que israelíes, una gran parte de ellos civiles, mujeres, niños, ancianos, trabajadores sanitarios y sociales, periodistas y universitarios. El mundo es ahora plenamente consciente del trauma que esto está produciendo. Pero algunos todavía no han asumido completamente el grado en el que la sociedad israelí se ha visto afectada por el impacto de esos cuatro primeros días, que las FDI tardaron en liberar los cuarteles sitiados de la División Gaza, recuperar el punto fronterizo de Erez y las múltiples bases militares capturadas, además de una docena de comunidades repartidas a lo largo de la frontera con Gaza. Tardaron hasta el 10 de octubre en hacerlo. La conmoción que ha sufrido Israel va a durar mucho tiempo, igual que el trauma de lo que se está haciendo a Gaza ahora afectará a los palestinos allí donde se encuentren durante muchos años. No solo a los gazatíes, o a la gente como yo y a mis amigos y estudiantes que tienen familia en Gaza o conocen a gente allí. Todo palestino o palestina se halla afectado por este trauma e innumerables otros que no lo son.

Como hemos analizado, ninguna de las tragedias anteriores de la historia palestina tuvo este impacto sobre la opinión pública global, ciertamente no en Estados Unidos. Y, sin embargo, ver las acampadas que se levantaron en más de un centenar de campus estadounidenses me pareció realmente asombroso. Escuché tu excelente discurso el otro día ante los estudiantes que se manifestaban en la Columbia University. Es como si el 7 de octubre hubiera producido un cambio generacional en lo que respecta a Israel y Palestina. Un estrato significativo de gente joven, incluyendo a miles de jóvenes judíos, como los que ocuparon la Grand Central Station de Nueva York, no quieren saber nada de esta monstruosa entidad que mata a voluntad. La gente ve lo que Israel está haciendo y dice que es demasiado, que es inaceptable, que es un genocidio. Y esto está agitando a los medios de comunicación dominantes y a los políticos. ¿Crees que esto va a durar? Y, relacionado con ello, ¿cómo explicarías las razones por las que Washington se ha vuelto tan cobarde? En Brokers of Deceit proporcionabas un análisis sobrio, pero muy agudo del papel desempeñado por Estados Unidos en Oriente Próximo, especialmente con Clinton y Obama, y mostrabas que mientras Washington afirma ser un mediador imparcial, que pretende impulsar un «proceso de paz» equilibrado, de hecho es muy partidista, actuando como el «abogado de Israel» y su principal sostenedor. No obstante, cuando los intereses estadounidenses estaban en juego, gobiernos anteriores se mostraron dispuestos a sacar el látigo. Truman mantuvo un embargo de armas contra todos los beligerantes en 1948; después de Suez, Eisenhower le dijo a Ben-Gurión que saliera de Gaza y el Sinaí en dos semanas o se enfrentaría a sanciones; en agosto de 1982, Reagan le gritó a Begin que dejara de bombardear Beirut; Bush padre amenazó con retener 50 millardos de dólares, si Israel no se sentaba a negociar. La política actual, tanto de Demócratas como de Republicanos, no muestra en absoluto ninguna voluntad de presionar. Biden –«Joe el Genocida», como le han apodado los estudiantes– es el peor de todos. Trump no será mejor, el secretario de Estado Blinken baila como un mono amaestrado todas las melodías de Netanyahu. ¿Ha ocupado el mono el lugar del organillero? ¿Por qué y cómo ha llegado esto tan lejos?

Realmente es una pregunta difícil de responder. Nos estrujamos el cerebro tratando de entender cómo los estadounidenses han llegado hasta el punto de convertirse en algo peor que cómplices. Se han convertido en voceros de cualquier pieza barata de propaganda sionista. El presidente y sus deplorables portavoces, el almirante Kirby y el espantoso Matthew Miller, se comportan como los agregados de prensa de Netanyahu, como los peores propagandistas israelíes, abrazando punto por punto la narrativa israelí. Hoy admiten que Estados Unidos está ayudando a los israelíes para tratar de capturar y matar a la dirección de Hamás; que proporcionan servicios de inteligencia para el rescate de los rehenes, que ha acabado con la vida de cerca de trescientos palestinos. La RAF británica ha realizado misiones de vigilancia casi diarias sobre la Franja de Gaza. Estados Unidos y Gran Bretaña, su sanguinario ayudante, están participando directamente en la carnicería, no solo suministrando armas, dinero y vetos en Naciones Unidas, sino también realizando el trabajo de inteligencia y propaganda necesarios para la perpetración de este genocidio. Tú utilizaste la palabra «cobarde». Es peor que eso. En árabe hay palabras para eso que no puedo traducir. El grado en que este gobierno ha asumido una perspectiva israelí, desde Biden a Blinken, Sullivan etcétera, no tiene parangón.

Es cierto que un reducido número de autoridades del máximo nivel no repetirá y no repite esa retórica. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, y el director de la CIA, William Burns, no lo han hecho, al igual que no lo han hecho tampoco otros que conocer perfectamente la situación. Pero esta gente no tienen ninguna influencia sobre esta cuestión dentro del gobierno. Yo diría que la mayoría de los profesionales de carrera que sirven en el Departamento de Estado, en el ejército y en la llamada comunidad de inteligencia –me encanta ese término, «comunidad» de inteligencia– saben perfectamente bien que lo que Israel está haciendo es tanto fútil como perjudicial para los intereses estadounidenses; lo perjudicial que es, de hecho, para cualquier comprensión racional de los intereses israelíes. Pero ellos no tienen ni han tenido ninguna voz en el gobierno de Biden.

Parte de este cuadro tiene que ver con la división generacional que has mencionado. Estados Unidos está gobernado actualmente por una camarilla anciana, por una gerontocracia que fue adoctrinada en las décadas de 1960 y 1970 con el mito de la conexión entre el Holocausto y el establecimiento de Israel. Schumer, Pelosi, Biden, Trump, son viejos. Su conciencia se formó en los tiempos de la guerra de 1967. Y desde entonces nunca han abierto sus mentes, nunca han tenido acceso a otra cosa que no sea una venenosa narrativa que describe a Israel con los colores más resplandecientes y a los palestinos con los más negros. Su concepción refleja la idea de que Israel se halla siempre en peligro existencial, que los cosacos están siempre a las puertas; que el Holocausto podría repetirse; que Israel representa una flor de civilización occidental en un desierto de barbarie árabe. Un manojo de tropos racistas que Israel, y el movimiento sionista antes, sembraron con éxito por todo Occidente. Biden no ha expresado la más mínima simpatía por los catorce mil niños palestinos que han muerto por las bombas estadounidenses. No tiene ningún sentimiento de vergüenza, ningún sentido de las dimensiones del horrible genocidio que él y su gobierno están ayudando a perpetrar. Y, obviamente, la gente que le rodea refleja esto. Están aislados.

¿Cuánto tiempo puede durar esto? No lo sé. No veo ninguna señal de que vaya a parar. Ahora han empezado vagamente a deducir que Israel está dañando los intereses de Estados Unidos y los suyos propios y están tratando de frenarlo. Pero por ahora no tienen ninguna influencia sobre los israelíes. Y si yo fuera Netanyahu y mi supervivencia política dependiera de la continuación de la guerra, la débil queja estadounidense y su amenaza de demorar uno o dos envíos de armamento no sería una razón para detenerla. Netanyahu continuará mientras quiera continuar, valorando correctamente que los estadounidenses ladran más que muerden y que cualquier mordisco será un pellizco sin dientes. Estados Unidos podría decir, detendremos todos los envíos de armas a no ser que Israel acepte un plan de alto el fuego, que el director de la CIA, Burns, por otro lado, ya ha redactado para ellos. El gobierno estadounidense podría apoyar una resolución del Consejo de Seguridad exigiendo el alto el fuego, amparándose en las previsiones específicas de la Carta de las Naciones Unidas, que obligaría a Israel a cumplirla desde mañana mismo. Pero Estados Unidos no va a hacer nada de esto. Volviendo a lo que dijiste, esto era algo que el propio Reagan estaba dispuesto a hacer en agosto de 1982. Los israelíes detuvieron el bombardeo de Beirut, porque Reagan le gritó a Begin: media hora después lo suspendieron. Nosotros nos encontrábamos allí en Beirut, bajo el bombardeo israelí, y de repente este se detuvo, esencialmente gracias a una llamada telefónica del presidente de Estados Unidos al primer ministro israelí. Biden no ha hecho eso.

Mearsheimer y Walt fueron denigrados por su libro sobre el lobby israelí, acusados de antisemitas y todo lo demás[9]. Pero los argumentos que presentaron sobre cómo se dirige la política exterior estadounidense en ese ámbito siguen siendo realmente sólidos en la actualidad.

Lo divertido del asunto es que, a pesar de toda la denigración y calumnias recibidas, The Israel Lobby and US Foreign Policy (2007) rápidamente se convirtió en un éxito de ventas y todavía sigue vendiéndose muy bien en la actualidad. Conozco a los autores, ambos son amigos míos. Creo que con la última guerra se ha producido un aumento de las ventas, una década y media después de que se publicara. Pienso que era un análisis sólido, aunque no fuera lo suficientemente completo, porque únicamente analizaba los grupos de presión activos en Capitol Hill, así como el comportamiento de los sionistas cristianos y de los neoconservadores, y el de los vigilantes ligados a estos grupos activos en los medios de comunicación y en el mundo académico. Existe, sin embargo, todo un ecosistema, que se ha extendido desde entonces y que llega hasta elementos importantes de los sectores militar, tecnológico y biomédico, que se hallan estrechamente integrados con sus equivalentes israelíes. Hay partes inmensamente importantes de la economía estadounidense que están vinculadas a estos sectores en Israel y que son poderosas fuerzas desplegadas en el seno de la sociedad estadounidense. Controlan el Congreso en la medida en que sus contribuciones mantienen en el cargo a los políticos electos y ejercen una influencia considerable sobre Silicon Valley y sobre los sectores de la biotecnología, las finanzas y el ejército en particular. La imbricación del complejo securitario-militar-industrial estadounidense con su contraparte israelí es impecable, como lo es la de las redes de defensa e inteligencia israelíes con las de la India, los Emiratos Árabes Unidos y unos cuantos países más. No creo que esto esté totalmente recogido en The Israel Lobby en parte debido a que se trata de realidades surgidas después de la publicación del libro.

Pasemos al tema de las actuales elites árabes, que se están comportando incluso más descaradamente de lo que lo hicieron después de la Nabka. Antes del 7 de octubre, los saudíes estaban a punto de reconocer a Israel.

Siguen estándolo.

Sí, siguen estándolo. Y los Estados del Golfo siguen siendo gasolineras imperiales anegadas en enormes cantidades de dinero. Jordania ha sido un protectorado de Estados Unidos e Israel durante mucho tiempo. Las masas egipcias fueron brutalmente derrotadas por el ejército. Yo pensé que podrían producirse más protestas en el mundo árabe y que la única cosa que podía cambiar la atmósfera allí eran los levantamientos de masas. Pero al margen de Yemen, no ha habido demasiados. Ha habido manifestaciones a favor de Gaza, pero hasta ahora no han mostrado la escala de la ira desplegada en Gran Bretaña y Estados Unidos.

Creo que al respecto hay por lo menos dos cosas que decir. La primera es que hay, y siempre ha habido, una profunda simpatía por los palestinos entre las poblaciones de la totalidad del mundo árabe, desde el Golfo al Atlántico. Esto no ha cambiado. Ha subido y bajado un poco, pero no ha desaparecido. Pero conviene no olvidar que estas poblaciones sufren situaciones críticas de otra índole. Si vives en un Estado que ha sido destruido por la guerra civil o por la intervención de las potencias imperiales y de sus clientes, como ha sucedido en Libia, Siria, Iraq, Yemen, Sudán y Líbano, tienes otras preocupaciones. Iraq sigue sin tener veinticuatro horas de suministro eléctrico ininterrumpido veintiún años después de la ocupación estadounidense, siendo uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Palestina es importante, pero la electricidad y que no te mate el régimen –o esta o aquella facción militar– también lo es. Esta es la situación en media docena de países árabes: situaciones diversas de guerra por delegación convertidas en uno u otro tipo de guerra civil en la que se hallan implicadas todas las grandes potencias.

La segunda cosa que preciso decir es que, casi sin excepción, desde el Golfo al Atlántico, no encuentras regímenes que permitan que la opinión pública pueda expresarse libremente. Entre estos regímenes se cuentan dictaduras militares brutales, un pouvoir en Argelia y las monarquías más absolutistas existentes en el planeta desde Luis XIV, que virtualmente no permiten que la disidencia se exprese más allá de un espacio minúsculo. Si lo traspasas, te verás paralizado por una pistola taser y serás torturado, te arrestarán y tu familia sufrirá las consecuencias. Así que tienes razón, en el mundo árabe no han surgido protestas de la envergadura vista en Londres y Nueva York o en algunas partes del Sur global como Indonesia y Pakistán. Ello se debe en parte a que las masas árabes han sido amedrentadas por las picanas para el ganado y por las torturas que han sufrido desde la llamada Primavera Árabe. Fueron reducidas al orden por los clientes de Estados Unidos, especialmente por los saudíes y emiratíes, gracias a grandes infusiones de dinero y gracias el apoyo concedido a la aplicación de las medidas de seguridad más duras. No puede culparse por completo a la gente por no estar dispuesta a levantar sus cabezas por encima de cierto punto en la cuestión palestina.

En algunos lugares, sin embargo, bajo la superficie, la situación es crítica, como sucede, por ejemplo, en Jordania y en otros cuantos países. Pero no veo que esto conduzca a las transiciones democráticas que serían necesarias para que estos países desempeñaran un papel activo, positivo. Sus dirigentes están más preocupados por lo que puedan decir Washington y Tel Aviv que por su propio pueblo. No representan las opiniones de la gente de ningún modo ni de forma alguna. Estos regímenes están atados a Israel por muchos lazos, visibles e invisibles. Las defensas antimisiles de los Emiratos Árabes Unidos fueron suministradas por la subsidiaria israelí de Raytheon, lo cual significa que la vigilancia antimisiles de Israel contra Irán está en Jabal Ali, Dubái, no en Jabal al-Sheikh (Monte Hermón) en los Altos del Golán ocupados. Los Emiratos Árabes Unidos dependen por completo de Israel para su seguridad contra ataques misilísticos, constatándose variaciones de este acuerdo también en Jordania, Egipto y otros países árabes. En Marruecos los guardaespaldas reales han sido entrenados por el Mossad durante los últimos cincuenta o sesenta años, desde los tiempos del rey Hassan II. En el caso de Jordania, Marruecos y Egipto, la conexión israelí con la defensa se remonta a generaciones y está bien establecida en varios de los países del Golfo y en algunos otros también.

Al principio había cierta esperanza de que Hezbolá, con el respaldo callado o público del régimen iraní, pudiera abrir un segundo frente y aliviar la presión sobre Hamás. Pero no ha sucedido.

Creo que Hamás estaba equivocada al esperarlo. Probablemente esperaban respuestas mucho más sostenidas de otros palestinos en los territorios ocupados y esperaban que Hezbolá, así como otras milicias aliadas de Irán, y quizá el propio Irán, actuaran con más vigor frente a la respuesta israelí al 7 de octubre. Es un ejemplo perfecto de lo poco que Hamás entiende el mundo. Pese a toda su perspicacia en otros aspectos, los dirigentes que organizaron este asalto tienen lo que yo llamaría una visión de anteojeras. Creo que realmente creían que se produciría un levantamiento en todo el mundo árabe. No tengo muchas evidencias para hacer esa afirmación, pero ciertamente se han sentido decepcionados por la reacción. Y la respuesta de Hezbolá ha sido lo que yo llamaría «performativa». Ha tenido un significativo efecto sobre Israel: ha matado al menos a quince soldados israelíes y a once civiles, según fuentes israelíes, y ha obligado a la evacuación de toda la región fronteriza; decena de miles de personas han sido obligadas a abandonar sus hogares.

Pero aunque todavía puede estallar una guerra a gran escala, hasta ahora se ha tratado de una guerra de represalias muy medidas y controladas. Ello es consecuencia de lo que cualquiera que tuviera ojos en la cara podría haber dicho a los chicos de los túneles: que Irán no ha invertido en aumentar el potencial militar de Hezbolá por el bien de Hamás. Lo ha hecho para crear una disuasión que proteja a Irán frente a Israel; esa es la única razón. La idea de que Hezbolá y los iraníes iban a disparar hasta la última flecha de sus carcajes para apoyar a Hamás en una guerra que la organización empezó sin advertir a sus aliados es algo que excede la imaginación de cualquiera. Irán es un Estado-nación con sus intereses nacionales, que se limitan a la conservación del régimen, la autodefensa y la raison d’état. Puedes hablar sobre el islam, la ideología y el «eje de resistencia» hasta hartarte. Yo te digo: raison d’état, protección del régimen, eso es lo que cuidan y la razón por la que respaldaron el fortalecimiento del potencial militar de Hezbolá. Y no van a sobrepasar esta línea de conducta, porque no tienen el poder de sobrepasarla. No había ninguna posibilidad, bajo ninguna circunstancia, de que lo hicieran para apoyar a Hamás. Si estalla una guerra a gran escala –el cielo lo impida– será por un error de cálculo, un accidente o un paso irracional de Netanyahu, no por la decisión de Hezbolá.

Hezbolá es un partido libanés. Tiene un patrón iraní, pero está sumamente sensibilizado ante el hecho de que la ciudadanía libanesa se vuelva en su contra, si sus operaciones contra Israel provocaran una represalia masiva contra Líbano. Semejante acción no estaría dirigida solo contra Hezbolá, sino también, como en la guerra de 2006, contra las infraestructuras libanesas. Los israelíes siempre han castigado al país anfitrión para obligarle a intervenir para que la resistencia antiisraelí deje de hacer lo que fuera que estuviera haciendo. Bombardearon Jordania y bombardearon Siria para obligar a esos regímenes a detener a los palestinos. No estaban tratando de detener a los propios palestinos, sino a cualquier país árabe que les albergara y apoyara. Hicieron esto en Líbano para obligarle a detener a Hezbolá. Y Hezbolá lo sabe y los libaneses también. No entiendo cómo los líderes de Hamás no entendieron esto. Muestra un alejamiento de la realidad y un defectuoso sentido estratégico que es realmente preocupante. Desde el 7 de octubre han trastrocado el estancado statu quo en Palestina y se han mostrado expertos en librar una guerra de guerrillas a un precio inenarrable, todo hay que decirlo. Pero en última instancia, la guerra es una extensión de la política por otros medios y no han proyectado ante el mundo una visión política palestina clara, estratégica y unificada. No creo que este tipo de cosas que son duras de decir se estén diciendo, pero deben decirse. Deberían decirse.

Estoy completamente de acuerdo contigo. Volviendo al futuro, ¿cuál es el plan israelí para Gaza? ¿Están tratando de provocar otra Nabka, es decir, destruir la Franja, vendérsela a su propia gente y convertir en refugiados a más palestinos? Eso parece ser lo que pretenden conseguir. ¿O alguien va a intervenir para evitar que ello suceda? Los estadounidenses ciertamente no lo harán, eso ha quedado muy claro.

A diferencia de otros momentos críticos de su historia, Israel no dispone en estos momentos de una elite unificada y actualmente no existe una posición inequívoca sobre estos temas. En 1948 Ben-Gurión dominaba la política israelí; incluso en 1956 prevaleció sobre Sharett e hizo lo que quiso al lanzar la guerra de Suez. Episodio por episodio, ya lo hicieran bien o mal, por lo menos sabían lo que querían. Había un sentido cohesionado y unificado de los intereses de Israel, incluso después de la guerra de 1967, cuando no podían decidirse sobre si quedarse con todo o no, tenían un liderazgo cohesionado. Los dirigentes políticos y militares han funcionado en sincronía durante la mayor parte de la historia de Israel. Esa no es la situación actual. No creo que haya una visión israelí clara sobre qué hacer. Netanyahu tiene muy poca idea de lo que quiere hacer estratégicamente. Personalmente, lo que quiere es una continuación de la guerra sin ninguna clara estrategia final, lo cual sirve a su estrecho interés político: permanecer en el poder, no convocar elecciones y no ir a juicio.

Otras facciones presentes en el gobierno tienen diferentes puntos de vista. El establishment militar y de inteligencia no está cohesionado. Recientemente un antiguo jefe del Estado Mayor salió diciendo que la guerra debe acabar. Nunca se había visto a antiguos jefes del Estado Mayor diciendo algo así en tiempos de guerra; Aviv Kohavi lo ha dicho. Otros antiguos generales y jefes de los servicios de inteligencia han dicho cosas similares. La elite israelí está dividida, por buenas razones, sobre cómo acabar con la guerra y sobre qué hacer con Gaza al día siguiente, si llega ese día. Al principio estaba claro que esperaban poder completar la Nabka y expulsar a un gran número de personas hacia Egipto y posiblemente también de Cisjordania hacia Jordania. Y enviaron a su recadero, Blinken, para que les hiciera el trabajo sucio: ir a ver a los egipcios, a los jordanos y a los saudíes rogándoles que por favor dieran el visto bueno. La participación del gobierno estadounidense en el plan israelí para efectuar una nueva limpieza étnica en Palestina es uno de los episodios más despreciables de la historia de Estados Unidos. Será una vergüenza que acompañará a Blinken y a Biden durante el resto de sus vidas. En 1948 Washington no quería la limpieza étnica, aunque Truman permitió que se produjera y no hizo nada para mantener la vigencia de la Resolución de Partición de la ONU, que había impuesto tras ejercer una enorme presión sobre innumerables actores. Ahora las cosas son diferentes y mucho peores. Washington está apoyando activamente el genocidio israelí y está tratando activamente de negociar la limpieza étnica de una parte de Palestina.

Pero si al principio los dirigentes israelíes tenían una visión clara de lo que querían –arrasar Gaza y completar la Nabka– no creo que ahora sigan teniéndola. Lo que parece probable que suceda es que se verifique alguna forma de ocupación israelí, que es un resultado que nadie desea, incluyendo a los propios israelíes. Yo no querría ocupar Gaza, si estuviera en su lugar. Su última ocupación, que se prolongó hasta 2005, no fue un éxito realmente. Hay que pensar en lo que tuvieron que afrontar entonces, del Hamás de principios de la década de 2000 y otros grupos, que disponía de unos recursos que eran una fracción de los actuales. Francamente pienso que desde una perspectiva israelí no hay ninguna opción buena. No creo que se haya tomado una decisión clara de los dirigentes israelíes al respecto. Puedo estar equivocado, pero esta es mi impresión desde fuera leyendo la prensa israelí. A pesar de su abrumador poder, se han puesto a sí mismos en una situación estratégica desesperada.

Una terrible paradoja histórica. Después de la Guerra de los Seis Días de 1967, Isaac Deutscher concedió una entrevista a la NLR[10]. Había roto decididamente con Israel y enviado un mensaje a Ben-Gurión, a quién conocía, advirtiéndole del desastre que podría producirse, si la ocupación no finalizaba. Describía a los israelíes como los prusianos de Oriente Próximo –una sucesión de victorias que engendran una ciega dependencia de su propia fuerza militar, una arrogancia chauvinista y el desprecio por otros pueblos– y recordaba la lección que sacaron los alemanes de esa experiencia. «Man kann sich totseigen!» [Puedes triunfar hasta matarte].

Sí, Ben-Gurión aprendió esto. Después de la guerra de 1967 estaba preocupado por que Israel se regodeara en el triunfalismo y fracasara en aprovechar la oportunidad que ofrecía esta para obtener un acuerdo favorable para Israel y el sionismo. Tenía razón por supuesto. Lo triste de tantos de estos líderes es que aprenden demasiado tarde. Y así hay tienes a Ehud Olmert, hablando de cosas que nunca mencionó cuando era primer ministro, o al propio Ben-Gurión, diciendo cosas en su vejez que nunca dijo antes, o a antiguos generales o directores del Mossad y del Shin Bet, llenos de sabiduría después de haberse retirado. Tuve un maravilloso encuentro con Yehoshafat Harkabi, director de la inteligencia militar israelí en la década de 1950, que escribió dos libros trascendentales y seminales para la demonización de la OLP. No fue solamente el jefe de la inteligencia militar, sino también el principal propagandista en Occidente de una visión negativa de la OLP. Cuando lo conocí siendo ya un anciano, el hombre había cambiado completamente y había escrito una serie de libros criticando a Israel. A menudo esto sucede demasiado tarde con esta gente. Lo mismo sucedió con Jimmy Carter. ¿Por qué no dijiste eso cuando eras presidente?

Exacto.

Carter ha sido el mejor expresidente que ha tenido nunca Estados Unidos. Pero me gustaría acabar de responder a tu primera pegunta, qué ha cambiado y qué no lo ha hecho. Como he dicho, crecí en un mundo en el que la narrativa sionista era la única existente, siendo ciegamente asumida por prácticamente todo el mundo. Como ya hemos visto, esta no es la situación actual. Hay una fuerte contestación a la narrativa sionista, dentro de la comunidad judía especialmente, con una interesante división generacional. Esto es completamente nuevo y es muy importante.

Lo que no ha cambiado, y es algo con lo que nuestros nietos todavía tendrán que enfrentarse, es el inquebrantable apoyo de los gobernantes de las potencias imperiales al proyecto sionista. Especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña, desde de la Primera Guerra Mundial, y Francia y Alemania después de la Segunda. En mi opinión, este es por innumerables razones el principal problema. Si aceptas el marco de análisis del colono de asentamiento, entonces la metrópoli es tan importante como el asentamiento colonial. Israel no es en absoluto la típica colonia de asentamiento, también es un proyecto nacional, dotado de una significativa dimensión bíblica, además de un refugio contra la persecución. Ninguna otra colonia de asentamiento ha sido un refugio contra la persecución en tal grado; los puritanos y otros disidentes religiosos, como los cuáqueros, que llegaron a América del Norte, sin duda sufrieron la represión, pero no a la misma escala. Básicamente, esta combinación de características del proyecto israelí es algo único. Pero su núcleo, el núcleo conformado por un colono dotado de un proyecto colonial, remite a una metrópoli. Y las elites en esa metrópoli desafortunadamente apenas han cambiado desde los tiempos en que yo era un niño. Las nuevas generaciones van a tener que afrontar este hecho.

Un cierto número de intelectuales y arqueólogos israelíes, incluyendo a Israel Finkelstein, han mostrado que estas historias heroicas del Antiguo Testamento –el éxodo, el linaje real del Libro de los Reyes– eran mayormente una «tradición inventada», préstamos que fueron construidos como una ideología de la corte en un periodo posterior. Las ediciones hebreas de los libros de Shlomo Sand, The Invention of the Jewish People (2009) y The Invention of the Land of Israel (2014), han sido éxitos de venta en Israel. Pero ello ha tenido un impacto insignificante sobre la influencia de la ideología nacional sobre la mayoría de la población.

Gellner, Hobsbawm y Benedict Anderson tenían razón, cuando hablaban sobre el nacionalismo: no importa cuáles sean las realidades históricas, lo que cuenta es lo que la gente cree. Finkelstein y otros excelentes arqueólogos israelíes han reducido a escombros gran parte del fundamento bíblico del sionismo con muy pocas consecuencias políticas. Creo que tenemos que fijarnos en el poder de esos mitos bíblicos, independientemente de su falta de fundamento desde una perspectiva histórica o arqueológica; tenemos que fijarnos en su impacto a lo largo de generaciones, durante siglos, y no solo entre los judíos. Igualmente importante es el impacto que han tenido entre los cristianos. Los protestantes británicos son en último término los responsables de la Declaración Balfour, enraizada en su creencia en esos mismos mitos. Por razones religiosas, Lord Shaftesbury ya era un sionista en la década de 1830, antes que los primeros sionistas judíos.

Pero la barbarie israelí, como estamos viendo, está empezando a hacer mella en algunos de estos mitos, ¿no es cierto?

Puede producirse obviamente una reconsideración de todo esto. Este sionismo cristiano es fundamentalmente un fenómeno protestante; prevalece mucho menos entre las poblaciones católicas. Esa lectura de la Biblia –la «reunión de Israel» como precursora de la Segunda Venida y del juicio Final, la revelación del apóstol san Juan– es esencialmente una lectura protestante. Y en muchas de las confesiones protestantes más liberales de Estados Unidos, hay una creciente toma de conciencia del peligro de esa lectura y de lo falsa que es, si apelamos a los valores cristianos. Es posible observar también un cambio similar entre los judíos en las voces que afirman que esto no tiene nada que ver con la tradición judía que estas lecturas pretenden defender. No queremos destruir a otros pueblos como los israelitas destruyeron Amalec. No creemos en la versión del judaísmo, que anima a muchos de los colonos y al ala derecha del espectro político israelí, que dicho sea de paso se extiende de la extrema derecha al centroizquierda. Esta gente cree en cosas como la destrucción de los amalecitas por ser enemigos de Israel. Netanyahu ha abrazado cínicamente esta lógica exterminadora, en una lectura literalista del Libro de Saúl: «Recordad lo que Amalec os ha hecho». Una mayoría de la Knesset y sus sesenta y cuatro miembros están respaldando un gobierno presidido por un hombre, que ha repetido esto una y otra vez. Sin embargo, ello no es lo que cree gran parte de la comunidad judía estadounidense.

Ahora, finalmente, hasta tu propia universidad, Columbia.

Dejará de ser mi propia universidad, cuando me retire a finales de junio de 2024.

Pero seguirás asociado a ella de una manera u otra.

Seré un antiguo miembro del claustro e impartiré algunos cursos como tal, como profesorado «contingente» de acuerdo con la denominación vigente.

¿Podrían acabar con el nombre «terrorista», con la cátedra Edward Said?

No tengo ni idea de lo que pasará con este asunto. Hay donantes y descendientes de donantes que insistirán, supongo, en que continúe existiendo una cátedra como esta y que la ocupe alguien cualificado para ello. En Estados Unidos la campaña contra los estudios sobre Oriente Próximo y contra los estudios sobre Palestina en particular presenta una gran virulencia y abarca a todo el espectro político. Ahora también tenemos al Departamento de Policía de Nueva York uniéndose al griterío de políticos sin principios, vergonzosamente secundado por los administradores universitarios, sobre agitadores externos y la incitación de miembros del profesorado incluyéndome a mí mismo. Así que no sé lo que sucederá. Cuando la gente me hace esta clase de preguntas, digo que el trabajo de un historiador no incluye la predicción del futuro.

Dedicaste tu último libro a tus nietos, algo que los viejos como nosotros solemos hacer.

[Risas]

Deja que la grabación nos muestre riendo de corazón.

Expresaste tu esperanza de que ellos vean un mundo mejor. ¿Cuál es la mayor diferencia entre el mundo en el que creciste y el mundo en el que van a crecer ellos?

Yo crecí en un mundo donde no había ninguna voz palestina: ni en el mundo árabe ni en la esfera pública occidental existía ninguna en absoluto. Los palestinos no existían. Mis cuatro nietos están creciendo en una época en que hay voces palestinas realmente vigorosas en todo el mundo. Así que ese es un elemento de un cambio para mejor. Yo crecí en un mundo en el que la narrativa sionista era completamente hegemónica e Israel se describía abrumadoramente como «una luz para las naciones». Esto ya no es así. Actualmente Israel está amplia y correctamente considerado como un Estado paria, debido a sus propios actos de genocidio. Todo ello se cuenta entre el puñado de cosas buenas, que han sucedido en estos tiempos realmente tan malos.


Rashid Khalidi es un historiador palestino-estadounidense especializado en la historia de Oriente Próximo. Edward Said Professor of Modern Arab Studies en la Columbia Universtiy, ha sido presidente de la Middle East Studies Association y ha enseñado en la Lebanese University, la American University of Beirut, Georgetown University y la University of Chicago, habiendo sido editor del Journal of Palestine Studies entre 2002 y 2020. Autor de innumerables libros, cabe destacar los siguientes: Palestina: cien años de colonialismo y resistencia (2023), Brokers of Deceit: How the U.S. Has Undermined Peace in the Middle East (2013), Sowing Crisis: The Cold War and American Dominance in the Middle East (2009), The Iron Cage: The Story of the Palestinian Struggle for Statehood (2006) y Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness (1997).

Esta entrevista ha sido publicada originalmente en la New Left Review 147 y se publicará en breve por Traficantes de Sueños en el marco del proyecto de publicación de la revista en castellano iniciado en 2000, que auspicia el Instituto República y Democracia, el think tank de PODEMOS.


 

[2] Ibid, p. 60.

[3] Gamal Abdel Nasser, «Memoirs of the First Palestine War», traducidas al inglés por Walid Khalidi para el Journal of Palestine Studies, invierno de 1973. Se trata de un fascinante relato sobre el caos y la deliberada falta de un plan por parte del corrupto Alto Mando en El Cairo.

[4] Albert Hourani, «Ottoman Reform and the Politics of the Notables», en William Polk y Richard Chambers (eds.), Beginnings of Modernization in the Middle East: The Nineteenth Century, Chicago (IL), 1968, pp. 41-68.

[5] Frente Popular para la Liberación de Palestina, una organización socialista revolucionaria formada por George Habash y otros dirigentes después de la Guerra de 1967.

[7] Shaul Mishal y Avraham Sela, The Palestinian Hamás: Vision, Violence and Coexistence, Nueva York, 2000.

[8] Perry Anderson, «La casa de Sión», NLR 96, enero-febrero de 2016.

[9] John Mearsheimer y Stephen Walt, The Israel Lobby and US Foreign Policy, Nueva York, 2007; el libro amplía los argumentos presentados en «The Israel Lobby», London Review of Books, 23 de marzo de 2006; ed. cast.: El lobby israelí y la política exterior de Estados Unidos, Madrid, 2007.

[10]  Isaac Deutscher, «On the Israeli-Arab War», NLR I/44, julio-agosto de 1967, pp. 38-39.