La relación clave entre Rusia e Irán, comprometida por el Cáucaso, Occidente e Israel
La crisis generalizada que vive Oriente Medio desde hace décadas ha creado incómodos compañeros de trinchera. No era ninguna sorpresa ver a los turcos y a los iraníes coordinarse para según qué cuestiones en Irak pero discernir en el Cáucaso. O a los rusos chocando con los turcos en Libia mientras negociaban la normalización con Damasco, el alto el fuego entre Armenia y Azerbaiyán o mejoraban sus relaciones con países árabes. También los rusos y los iraníes han coincidido significativamente en Siria mientras ahora se abre una grieta en el Cáucaso.
Entre los mayores acercamientos que hemos visto durante los últimos años se encontraban los casos de Rusia e Irán
La cantidad de fuegos activos de mayor o menor intensidad en el gran Oriente Medio y Norte de África es tal que es muy difícil asistir a la creación de bloques. Por ello es por lo que se hace mucho más complejo el análisis geopolítico que durante la era bipolar de la Guerra Fría.
Entre los mayores acercamientos que hemos visto durante los últimos años se encontraban los casos de Rusia e Irán. La etapa de la Rusia liberal que buscaba un acomodo en Occidente, pero manteniendo su área de influencia, terminó ante la evidencia de que las capitales occidentales no tenían interés en permitir dicho espacio. La relación favorable a nivel comercial o energético pero titubeante a nivel político con Irán cambió de inmediato. Con una Rusia proscrita en Occidente, se dio un acercamiento mucho más notable con países que ya engrosaban las listas del ostracismo occidental como Irán y Corea del Norte. De hecho ambos han sido clave para la potenciación de la capacidad armamentística de Moscú en el conflicto ucraniano.
La Unión Europea y Estados Unidos han liderado los distintos paquetes de sanciones contra Irán y Rusia en la última década, rompiéndose el acuerdo nuclear con Teherán por iniciativa de Washington. Además, Rusia ha encontrado acomodo en otras plazas con las que mantenía cercanía en mayor o menor grado, o que se encontraban bajo amenaza de sanciones por parte de Occidente: Venezuela, Pakistán, Argelia, India, China, Etiopía, Egipto, Emiratos Árabes o Arabia Saudí. De hecho estos últimos cuatro países lograron entrar en los BRICS en 2024 junto a Irán.
Claramente se estaba dando paso a otra forma de relacionarse de manera multipolar en el mundo. Pero la importancia de evitar que Rusia consolidase este reto a las normas del mundo post-Guerra Fría era tal que no fueron pocos los acercamientos que se intentaron con países anteriormente mal considerados como Etiopía, Irán o Venezuela. El último de estos retos se está viviendo en el Cáucaso sur.
El que Moscú consideraba su patio trasero ha vivido varias décadas de tumulto con las guerras de Georgia y Nagorno-Karabaj (Armenia-Azerbaiyán). El acuerdo de alto el fuego de 2020 permitió a Rusia recuperar presencia en el Cáucaso, controlando los accesos desde la región de Nagorno-Karabaj hacia Armenia. Esta región era muy polémica por formar parte de Azerbaiyán pero estar habitada por armenios en la no reconocida República de Artsaj, que era independiente de facto.
Pero en 2023, Azerbaiyán lanzó una nueva operación militar que hizo colapsar lo que quedaba de esta república desde la guerra de 2020 y conllevó una limpieza étnica completa. Es en este punto que Armenia empezó a renegar de Rusia por no haber defendido un territorio que ni la propia Armenia quiso reconocer como independiente. Azerbaiyán, por su parte, no solo contó con el respaldo absoluto de Turquía sino que introdujo dos cambios que supondrían un terremoto en la región.
En primer lugar Azerbaiyán ha mejorado notablemente sus relaciones con Israel, dando inicio a una grave crisis de relaciones con Irán, que acusaba a los azeríes de permitir que su territorio se emplease para instalaciones militares israelíes desde las que se organizaban ataques contra Irán. En segundo lugar, viéndose con la mano ganadora y el silencio de Occidente ante su necesidad del gas azerí para romper con Rusia, Bakú exigió numerosas cesiones a Armenia para evitar un nuevo conflicto.
Irán consideró una línea roja que Azerbaiyán se haga con el control de la pequeña frontera armenio-iraní porque es la llave de Irán hacia Eurasia por el Cáucaso, porque sería un espaldarazo a la influencia del mundo túrquico frente a Irán y porque Israel podría acorralar aún más a Irán si su estratégica relación con Azerbaiyán sigue en auge
Armenia habría cedido en varios de los aspectos clave pero se resistía a la pérdida del control de su frontera con Irán para que Azerbaiyán pueda crear un corredor terrestre con su enclave occidental y una ruta que una a Turquía con el mar Caspio. Ante el deterioro de relaciones de Rusia con Armenia, esta última ha recuperado la retórica antirrusa con la que su gobierno llegó en 2018 y ha acudido a la Unión Europea y a la OTAN, amenazando con romper su membresía en la alianza que mantiene con Rusia y otros países postsoviéticos, la CSTO.
Occidente ha acogido de buen grado a Armenia, dándose nuevas conversaciones sobre cooperación militar, ejercicios y envíos de armamento desde Estados Unidos o Francia. Ante esta entrada occidental en su espacio aliado, Rusia ha visto más pragmática la apuesta por mejorar sus relaciones con Azerbaiyán. Y es aquí donde están apareciendo las mayores grietas entre Rusia e Irán, que Occidente podría explotar.
Irán consideró una línea roja que Azerbaiyán se haga con el control de la pequeña frontera armenio-iraní porque es la llave de Irán hacia Eurasia por el Cáucaso, porque sería un espaldarazo a la influencia del mundo túrquico frente a Irán y porque Israel podría acorralar aún más a Irán si su estratégica relación con Azerbaiyán sigue en auge. Además las relaciones entre Moscú y Tel Aviv son cordiales dentro de que se trata claramente de un aliado estadounidense.
Irán habría advertido a Rusia de las consecuencias de que se materialice este corredor
Rusia necesita recuperar el peso que ha ido perdiendo en estos años de disputas del Cáucaso y, en su nuevo intento por mediar antes de que Occidente se meta del todo en Armenia y Azerbaiyán, está buscando un acuerdo para la creación del famoso corredor. Con el llamado “corredor de Zangezur”, Moscú buscaría recuperar parte de la influencia perdida con su expulsión por Armenia de otras zonas como Lachín o Ereván.
Irán habría advertido a Rusia de las consecuencias de que se materialice este corredor y, con la llegada del nuevo gobierno moderado en verano de 2024, el presidente iraní Masoud Pezeshkian, ha señalado que desde que está en oficina ya no ha habido envíos de armas a Rusia. Recordemos que esta cooperación ha sido clave, por ejemplo, para las operaciones aéreas de Rusia con drones kamikaze en Ucrania. Pero aunque Irán ha negado la evidencia de que se están enviando armas a Rusia, el gobierno de Teherán sí habría abierto la puerta a Occidente de nuevo para una negociación sobre el desarrollo nuclear que reequilibrase su relación, ahora decantada del todo por Moscú.
También el hecho de que Israel esté buscando escalar la guerra con el Eje de la Resistencia e Irán en Oriente Medio puede dejar en una posición tan delicada a Teherán que, cualquier actor que se lance a otro área sensible como el Cáucaso, permitiera exacerbar las tensiones con Rusia o la injerencia occidental e israelí. Es decir, cabe la opción de que en mitad de un conflicto más amplio entre Israel e Irán, Tel Aviv apoyase movimientos secundarios en Siria, el Kurdistán iraquí o el propio Azerbaiyán. Y de que Irán, en ese escenario, se viera en una posición débil para mantener la línea roja ante Rusia. Claramente un escenario que Occidente e Israel podrían aprovechar.