Un análisis de la victoria de la ultraderecha en Países Bajos
Los resultados de las últimas elecciones en los Países Bajos ya son públicos, y el Partido por la Libertad de extrema derecha PVV (en neerlandés Partij voor de Vrijheid) ha emergido como el gran ganador, reclamando 37 de los 150 escaños. Esto es muchos más que los 25 escaños para una coalición entre el Partido Laborista y los Verdes, y los 24 para el conservador Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) del saliente Primer Ministro Mark Rutte. El resultado ha causado sorpresa y asombro generalizado entre los progresistas, pero con retrospectiva, el resultado era predecible en cierta medida. Como residente migrante en los Países Bajos durante más de diez años y participante en varios ámbitos políticos, compartiré algunas claves para interpretar el ascenso de la extrema derecha en un país presentado habitualmente como integrador y promotor de las libertades.
Durante los últimos 13 años, la derecha liberal tradicional ha gobernado los Países Bajos en varias coaliciones. Mark Rutte ha sido primer ministro con cuatro gabinetes y coaliciones diferentes. Es el único país europeo con un partido en el gobierno que se ha mantenido estable durante tanto tiempo, superando la crisis financiera y la pandemia del COVID-19.
Sus recetas económicas habituales han sido las tradicionales liberales: privatizar cuando surge la oportunidad, especialmente en los sectores de vivienda y salud, y reducir impuestos. El resultado ha sido un deterioro constante de los servicios públicos, especialmente en salud y educación, y una crisis de vivienda sin precedentes.
Además de los problemas estructurales, varios escándalos socavaron la credibilidad del gobierno. El más famoso de estos fue conocido como "Toeslag Affair", que involucraba acusaciones injustas de fraude contra miles de padres inocentes, en su mayoría de origen migrante, lo que llevó a la indebida demanda de reembolso de subsidios para el cuidado infantil por parte de las autoridades fiscales neerlandesas. El escándalo causó dificultades financieras significativas a los afectados, llevando en algunos casos incluso al suicidio. El escándalo provocó una disculpa del gobierno y una renuncia del tercer gobierno de Rutte. En las consecuentes elecciones el partido liberal se mantuvo a la cabeza, pero su coalición con otros partidos liberales y de derecha (pero no de extrema derecha) duró solo 18 meses, llevando a las elecciones del 22 de noviembre.
Durante la campaña, la nueva candidata liberal Dilan Yeşilgöz-Zegerius centró el debate en el tema de la migración, siguiendo una estrategia que muchos otros partidos en Europa Central (tanto de izquierda como de derecha) han utilizado con resultados desastrosos. La misa Dilan llego como refugiada a Países Bajos de Turquía siendo niña, pero ello no paró sus críticas a los que buscan asilo ahora.
A lo largo de la campaña, todos los temas se enmarcaron como un problema de migración: vivienda, educación, salud y servicios de transporte público. La falsa solución ha sido culpar a los migrantes, argumentando que hay demasiados y que vienen a los Países Bajos para vivir de beneficios sociales (uitkering).
En realidad, son los migrantes, ya sean de primera, segunda o tercera generación, quienes asumen sistemáticamente los trabajos que nadie quiere, como repartidores a domicilio, cosechadores agrícolas, empleados de supermercados y otros sectores con salarios mínimos y de subsistencia. La división racializada por sectores es muy visible en los Países Bajos.
Los problemas de fondo han sido las privatizaciones, la falta de pago de salarios decentes para trabajos esenciales y la falta de aprecio por el trabajo de cuidados. Durante años ha habido escasez de personal en guarderías, escuelas y transporte público, mientras que el precio por metro cuadrado de la vivienda sigue siendo de 6000 euros o más. Estos son los problemas que enfrentan los neerlandeses. No se resuelven cerrando mezquitas y prohibiendo la migración; se resuelven mediante inversiones públicas serias y aumentos salariales para los trabajos que sustentan el estado del bienestar (¿os acordáis de esa palabra?).
Hay un problema fundamental para los países que apoyan a la extrema derecha: la falta de imaginación. Los problemas de hoy no se resuelven volviendo a un pasado utópico donde todos eran iguales y felices, con el mismo color de piel, estilo de cabello y creencias. Se resuelven aceptando la diversidad del mundo en el que vivimos y trabajando en cooperación y solidaridad.